Juan Carlos Orrego

Cusumbo

 
 
Cusumbo
 
     
 
La mascota sonaba para la cartera de Medio Ambiente, y afirmaban que, en el peor de los casos, se quedaría con el prestigiosísimo Zoológico de Pereira
 
     

Alma de piedra

 
 
Alma de piedra
 
     
 
“¡Quién te pudiera cortar a cercén, como un lobanillo!”, pudieron decir, a coro con el escritor de Santo Domingo, muchos campesinos de Guatapé
 
     

Columna al padre

 
 
Columna al padre
 
     
 
Lo que creo es que la celebración del tercer domingo de junio nació tardíamente, como una débil compensación por el rumboso Día de la Madre.
 
     

El ogro en Medellín

 
 
El ogro en Medellín
 
     
 
Todos los chistes viejos e insultos escolares de Vallejo fueron celebrados con rendidas ovaciones.
 
     

¿Libertad para el desorden?

 
 
¿Libertad para el desorden?
 
     
 
Politiqueros de provincia antojados de inmortalidad, publicistas bogotanos imberbes y patriotas ecologistas han asumido el asunto como si se tratara de un concurso escolar de dibujo.
 
     

Lo que llamamos “parque”

 
 
Lo que llamamos “parque”
 
     
 
Estos jardincillos de iglesia han sido desplazados en importancia por los largos parques del siglo 21, los cuales, a pesar de su pretendida majestad, son apenas las ruinas de un concepto entrañable
 
     

Sugerencia para el acto cívico

 
 
Sugerencia para el acto cívico
 
     
 
El 23 de abril siempre tendrá algo de entrañable, por más que se trate de una fiesta civil ignorada por la sapientísima Ley Emiliani y rivalizada por el concupiscente Día de la Secretaria. Pero, ¿quién no tiene en la cabeza, como parte del botín de su memoria, la imagen legendaria de un acto cívico con recital poético y de las rústicas carteleras —acabadas a la media noche— con la cara larga del manco Cervantes o la barba algodonosa de Don Quijote?
 
     

En surcos de dolores

 
 
En surcos de dolores
 
     
 
Entre las canciones que más fatigan la radio nacional, los primeros lugares los ocupan las invenciones de Juanes y Rodolfo Aicardi, con tercer lugar -y nada podría ser más lamentable- del Himno nacional de Colombia.
 
     

Pequeña corrupción

 
  Pequeña corrupción  
     
  Un amigo, maestro de adolescentes, me dijo que los candidatos de su colegio se comportaban como aspirantes a diputados en tarima de pueblo: con hipertrofiada irresponsabilidad prometían hacer placas deportivas  
     

Vade retro, San Valentín

 
  Vade retro, San Valentín  
     
  Más parece una oportunidad para privadas sesiones alucinógenas, borracheras babilónicas y humedades clandestinas  
     

¡Claro que era costumbrista!

 
  ¡Claro que era costumbrista!  
     
  Con motivo del sesquicentenario del famosísimo Tomás Carrasquilla Naranjo, aquí y allá se ha divulgado todo tipo de semblanzas y reflexiones y, como era de esperarse, cierta idea sostenida por buena parte de los críticos aparece como la más recurrida: la especie de que el escritor de Santo Domingo no era costumbrista, cantinela que, por lo vana y obsesiva, a lo que más se parece es a un rebuzno de burro.  
     

Contra los juguetes de pilas

 
  Contra los juguetes de pilas  
     
  Luego de conseguir atraparlo entre las patas de la mesa de comedor, su primer impulso es poner al intruso panza arriba  
     

Haciendo el oso

 
  Haciendo el oso  
     
  Por fortuna, mis hijos nunca han sido particularmente aficionados a los muñecos de felpa, entre los que, bien se sabe, las encuestas son encabezadas por el oso  
     

Vía cerrada

 
  Vía cerrada  
     
  Nuestros críticos no salen nunca de su purgatorio de inseguridad: mientras uno ya viene de regreso, ellos siguen deshojando la margarita  
     

Mi amigo venezolano

 
  Mi amigo venezolano  
     
  Manso y sabio, mi interlocutor ha puesto en mi cabeza el par de ideas que uno necesita para comprender ese par de novelas de la tierra  
     

Diablos y ángeles tras un balón

 
  Diablos y ángeles tras un balón  
     
  El país televidente sacó del reportaje una insospechada conclusión:
la de que ser seguidor de la sufrida escuadra era un delito atroz
 
     

El signo de Espinosa

 
  El signo de Espinosa  
     
  Pareciera que muchos lectores de Espinosa fueran de una peregrina especie convencida de que es una lástima que para leer haya que leer  
     

Sonrisa de cocodrilo

 
  Sonrisa de cocodrilo  
     
  Muchos haraganes redomados ríen con la inocencia de los ángeles de Zurbarán, mientras ávidos malversadores tienden al cielo manos sonrosadas  
     

Indios de papel

 

Indios de papel  
     
  Pero aceptado que, así sea en el putrefacto subsuelo, existen novelas sobre el indio, lo siguiente es considerar lo que ocurre con los personajes nativos  
     

Quince primaveras (comedia en dos actos)

 

Quince primaveras (comedia en dos actos)

 
     
 

La joven y su familia, con compostura de gárgolas, no esbozan una sonrisa mientras dura la obra

 
     

Colombicidio

 

Colombicidio 

 
     
 

No fui de los que se enteró del asesinato de las 70 aves del parque de Belén por la televisión o la prensa: aquella siniestra mañana del 10 de agosto pasé por el mismo lugar de los hechos a eso de las 8:00 a.m., y, mientras tapaba los ojos de mi hijo de dos años para evitarle algún trauma indeleble, eché un sobrecogido vistazo sobre la escena.

 
     

Léame y reclame enciclopedia

 

Léame y reclame enciclopedia 

 
     
 

El ilustre francés ha de andar revolcándose en su tumba observando desde el balcón del más allá los sucesos de nuestra cotidianidad 

 
     
 

Se cuenta, como si se tratara de un mito, que Jorge Luis Borges se sumergía en la Enciclopedia Británica a su más tierna edad y que a tal punto se entretuvo que solo ingresó a la escuela con 9 años cumplidos. Por supuesto, solo debería llamar la atención la juventud de aquel lector insigne; me temo, sin embargo, que cada vez es más posible que parezca pintoresco el formato de su docto juguete de papel. Hoy en día, cuando todo cabe y se difunde en un disco compacto -las fotografías de la última fiesta, una solemnísima tesis de grado o el juego más largo e inimaginable-, el arrume de todos los conocimientos de la humanidad ya no está al alcance de una mano que deba hurgar entre papeles sino al de la cabalgata de los dedos sobre un teclado, y los niños ven las viejas enciclopedias de sus padres como los vestigios mudos de tiempos que imaginan cavernarios.

 
     

En defensa de las empanadas

 

En defensa de las empanadas

 
     
 

Que un bus flamante y de estilo europeo surque la Avenida Carlos Gardel no tiene, aparentemente, nada que ver con una crisis de esa índole

 
     

Mi árbol y yo

 

Mi árbol y yo 

 
     
 

La tradición escrita ha preparado nuestras cabezas para desconfiar de la aventura arborícola 

 
     
 

Dado que soy encorvado sin remedio, las cosas altas del mundo transcurren sin que tenga mucha noticia de ellas y, así, una reciente pregunta de mi hija vino a recordarme una realidad infantil que hace tiempo había dejado de ver: “Papá: ¿por qué los niños se suben a los árboles?”. ¡Dios! ¡Subirse a los árboles! ¡Lo que alguna vez fue el clímax de una agitada vida de primate joven! Con infinito remordimiento acepté que me había hecho adulto y que, como tal, indolentemente, había trasladado a la categoría de “inimaginables” las cosas que antes más apetecía hacer. Que esta crónica vacacional haga las veces de penitencia por semejante desliz de la memoria.

 
 

 

Una semana sin Laura

 

Una semana sin Laura

 
     
 

Será una suerte de Semana Santa sin santos en que los niños tendrán que entretenerse frente a la televisión o sabe Dios cómo

 
     
 

Quienes administran nuestro país continuamente revelan rasgos de terquedad infantil: se empecinan en no cambiar lo que debe ser cambiado y, de buenas a primeras, modifican lo que venía funcionando bien. Su único anhelo es llevar la contraria, en virtud de que, según se ve, la impopularidad los excita. Lo digo sobre todo por la última reforma a los calendarios de la vida escolar, modificación por nadie pedida y caída desde los palacios bogotanos como una maldición: la famosa semana libre de octubre.

 


 

Nostalgia continental

 

Nostalgia continental

 
     
 

En otras décadas, el uso de los edificios evolucionaba con el romanticismo que hace de una cárcel un convento, o viceversa

 
     
 

Con sus muchas trasformaciones simultáneas, Medellín se parece hoy a la candidata al Reinado de la Belleza que, antes de viajar a Cartagena, se somete a las mil magias del quirófano estético. Y como siempre hay quien elogie las nuevas posaderas de una diva departamental o quien critique su nariz, también nuestra ciudad anda en boca tanto de quien se emociona por una nueva calzada adoquinada como de quien se lamenta por la demolición de alguna casona insigne.

 


 

Diatriba contra un hombre sentado

 

Diatriba contra un hombre sentado

 
     
 

No discuto la estadística, pero repudio el mal gusto de la exagerada campaña

 
     
 

Estamos llenos de pequeños fundamentalismos que, aunque no tengan la magnitud de las cruzadas ideológicas o las locuras etnocéntricas, amenazan la paz cotidiana de muchos ciudadanos desprevenidos. Buen ejemplo de eso es el actual estatus de las mujeres flacas del Aburrá: desde que la primera dama municipal empezó con sus carteles contra la anorexia, cualquier mujer que aparezca ojerosa o con las costillas insinuadas bajo la piel podrá ser víctima de los regaños y alarmados consejos de sus parientes y amigos, sin derecho a la réplica, e incluso se rumora que en algunos lugares no se da trabajo a las féminas bajas de peso, inmorales y pecadoras según el concepto de la buena sociedad.

 
 

 

Aniversario escarabajo

 

Aniversario escarabajo

 
     
 

Los puristas dirán lo que quieran, pero incontables fechas del calendario festivo nacional se ven turbias al lado del 15 de mayo de 1987

 
     
 

Aparte de la novela sobre la medalla olímpica de María Luisa Calle, la legendaria irregularidad de Santiago Botero y la maldición que acecha a Hernán Buenahora en la Vuelta a Colombia, son pocos los temas de la historia del ciclismo colombiano en el siglo 21 de los que estoy enterado. Pero como alcancé mi uso de razón deportiva en la década dorada del que alguna vez fue el deporte rey en el país -en ese entonces, el fútbol solo ofrecía las deficiencias de la Selección Colombia y una odiosa hegemonía del América-, acabé por volverme exigente y quisquilloso, y a partir de 1990, cada vez que alguien pretendía llevarme a la actualidad del ciclismo, me cruzaba de brazos y decía con gesto despreciativo: “Todo tiempo pasado fue mejor”. Y todavía lo hago, cada vez más nostálgico.

 


 

Breve manual de la fiesta infantil

 

Breve manual de la fiesta infantil 

 
   
 

A P. y V., para que sepan a qué atenerse

 
   
 

Después de las intimidades inútiles reveladas en otras columnas, en esta ofrezco algo que, ojalá, sea de utilidad para muchos: un breve manual de fiestas infantiles. Se dirá que solo los viejos pueden aconsejar, pero en este ramo de los cumpleaños ya se es viejo cuando un hijo alcanza la mayoría de edad, esto es, los cinco años: entonces uno sabe que la frase “Hagamos una cosita sencilla” es apenas un chiste.

 


 

Don Juan Carlos



Don Juan Carlos






Acabé reconociendo que “su Majestad” no era un tratamiento políticamente peligroso para un latinoamericano


     
  Por los días en que los reyes de España estuvieron en Medellín, se conoció un feroz artículo en que Fernando Vallejo acusaba a Juan Carlos I de Borbón de ser un despiadado cazador de osos, corrupto y bueno para nada. La verdad es que la catilinaria hizo tanto efecto en mí que me sentí preocupado por la coyuntura histórica de la que surgió mi nombre, y solo descansé cuando comprobé que el monarca había sido entronizado un año después de mi nacimiento y cuando mi madre me aclaró-por enésima vez- que me puso Juan Carlos solo porque ese nombre le “sonaba bonito”. Más tarde pensé, liberado desde todo punto de vista, que la combinación ya existía en 1909 cuando la usó la madre de Juan Carlos Onetti, el magistral escritor uruguayo.  
     

Gabo y yo

 

Gabo y yo






Por supuesto, importaba poco quién hubiera escrito la historia: lo interesante era lo vivido por el desdichado


     
 

Es cabalística la coincidencia de celebraciones que este año le corresponde a Gabriel García Márquez, ya recordada en periódicos y noticieros: 80 años de vida, 60 de su primera publicación, 40 de la aparición de su obra cumbre y 25 de la adjudicación del premio Nobel. Pues bien, a la cuenta le falta un dato sustancial: el medio siglo transcurrido desde que el escritor de Aracataca firmó y fechó la terminación de “El coronel no tiene quien le escriba”, librito célebre entre todos los estudiantes colombianos de bachillerato por su profano y contundente final de “Mierda”, comentado entre risas en las flacas tertulias de mi casa.

 
     

La menos educada

 

La menos educada






El antiguo profesor de educación física era graduado en lenguas extranjeras, y le cubría la espalda al verdadero licenciado en educación física, ocupado por estos días con la cartera de matemáticas... 


     

Día de mudanza

Día de mudanza

No inicie la labor de embalaje con los juguetes de sus hijos

   
 

Entre las modalidades de la locura, sin duda una de las más brutales y espeluznantes es la obsesión de estar mudándose de casa. Dicen que Beethoven lo hizo casi setenta veces durante su vida, y lo dramático que eso se antoja explica, mucho más que la sordera que lo afectó desde los 32 años, la genialidad demente de sus sinfonías. Al otro lado de los casos extremos, el caracol de los refranes lleva su única casa a todos lados, exento de la condena de empacar sus trebejos.

 
   

La muerte niña



La muerte niña






Las emisiones de noticias de las últimas semanas
han desplegado, sin avaricia, todo tipo de informes


     
 

En 1901, por los días de la malhadada Guerra de los Mil Días, la revista medellinense El cascabel invitó a varios escritores para que imaginaran, sobre el papel, lo que un soldado encontraría en su casa al regresar de la contienda.

 
     

Lágrimas de buen cocodrilo

 
 

Lágrimas de buen cocodrilo

Jamás pensé que semejante hecho pudiera tener la categoría de noticia nacional

 
     

Estribillo navideño

 
 

Estribillo navideño

“Problema que se arregla con plata no es problema”

 
     

Peluquería Sansón

 
 

Peluquería Sansón

“Si fuere rapado, mi fuerza se apartará de mí,
y me debilitaré y seré como todos los hombres”

 
     

Puro cuento

  Puro cuentoEl relator de moda, quiere ser él el protagonista,y en esa vanidad está su fracaso Este oficio de hacer columnas, aunque signifique el placer de explayarse como a uno...

Un mar de aplausos

 Un mar de aplausos   “La piedra ha servido de medio a las palabras tanto como el papel”El mundo libresco ha conocido muchas colecciones de literatura colombiana -en dos de ellas...

Avenida Agripina Montes del Valle


Avenida Agripina Montes del Valle

De la edición impresa (Edición 325)

Hace algunos años fue presentado al Concejo de Medellín un proyecto para conmemorar a algunas antioqueñas históricas bautizando con sus nombres ciertas calles de la ciudad, y producto de ello es que hoy pueden verse los flamantes rótulos de las avenidas María Cano, Jesusita Vallejo y Cacica Arazaba, entre otros. Merecido homenaje para nuestras damas toda vez que, hasta hace pocos días, el inventario de calles dejaba ver, en su casi totalidad, solo nombres masculinos, de países, de ciudades e incluso de cosas de dudosa solemnidad como “El Palo” o -tengo pruebas- “El Sapo”.

Altavista


Altavista

De la edición impresa (Edición 324)

Las quebradas medellinenses arrastran en su corriente historias más o menos iguales: algún monstruo o aparición doliente habitó las noches de sus márgenes en los tiempos idílicos de las aguas cristalinas, y luego, menospreciadas por la arrogante vida industrial, acabaron convertidas en cloacas, canalizadas u ocultas bajo el asfalto.

El mal del siglo


El mal del siglo

De la edición impresa (Edición 323)

Muchos de mis alumnos prefieren perder el pellejo en un examen que invertir un poco de su tiempo en leer un libro de más de doscientas páginas, y son de los que no mueven uno solo de sus dedos por conseguir en la biblioteca lo que uno mismo no ha puesto en sus manos. Anoréxicos de la voluntad, son la perfecta expresión de lo que suele denominarse “el mínimo esfuerzo”, y los actuales días de Alemania 2006 han servido para que revelen su invencible facilismo en un terreno en que uno los creería más audaces.

El bazar de los idiotas


El bazar de los idiotas

De la edición impresa (Edición 322)

Al principio se trataba solo de las aventuras de un puñado de desconocidos en una isla remota, obligados a competir entre sí hasta que solo quedara en pie quien, por su vigor físico y su astucia, demostrara ser el más apto. Bastaba haber leído a Julio Verne a los doce años para sentir interés por el asunto, pero pronto se reveló que se trataba de algo más que la puja animal de los robinsones, pues quienes seguían la competencia a través de sus televisores sentían una especial fascinación por las miserias de la intimidad ajena: ya poco importaba si Fulano podía atravesar a nado un caño infestado de pirañas, sino si él mismo odiaba realmente a Zutano o si estaba dispuesto a traicionar la besuqueada amistad que había fundado clandestinamente con una de las participantes.

La ascensorista

La ascensorista

De la edición impresa (Edición 320)

Nacido hace más de cien años y maestro indiscutible de la mordaz crónica de la vida cotidiana, el argentino Roberto Arlt alguna vez se maravilló ante la singularidad de ciertos oficios, entre los que se le hacía casi inverosímil el de un pobre diablo porteño que, en medio de un taller mugroso, se dedicaba a reparar muñecas. Pero no hay que ir hasta las extremidades sureñas para encontrar una ocupación igualmente pintoresca -una para la que no haya, y ni siquiera en el generoso mayo, un día conmemorativo-, fácilmente verificable, también, en nuestra tórrida Medellín. Me refiero, por ejemplo, al oficio de ascensorista.


Marido y marido


Marido y marido

De la edición impresa (Edición 319)

Ante la pregunta de si podía establecerse el matrimonio homosexual en Colombia, el Presidente respondió “No”, monosilábica y tajantemente, como reacciona cuando no tiene ninguna idea brillante a propósito de lo que se le indaga y cuando, además, no desea usar su fórmula habitual de “Mire, de eso es mejor no hablar”. Sin embargo, no solo el evasivo mandatario se apocó ante la cuestión, pues también los mostachos de la oposición balbucieron, sin mucho convencimiento, la respuesta de que “Nuestra sociedad todavía no está preparada para una situación como ésa”. Sospecho que semejantes respuestas se perpetuarán en el tiempo, pues en nuestra república conservadora aún no se entiende que el aplazamiento de las soluciones no es otra cosa que falta de vigor, que es lo que sucede con muchos de los que no quieren casarse, tener hijos o comprar casa sino “hasta que la situación esté mejor”. Pues nunca va a estar, y quien quiso trucha arrojó la carnada al lago.

El jurado


El jurado

De la edición impresa (Edición 317)

Hace poco desempeñé por primera vez en mi vida el particular oficio de jurado de votación, y bajo la convicción de que ese trabajo poco se acerca a las atribuciones de un jurado tal y como lo define la Real Academia Española, pues, mientras las sagradas escrituras del lenguaje hablan de determinar culpabilidades, examinar méritos o deliberar en asuntos de diversa índole, la pomposa Registraduría solo quiere que sus árbitros desdoblen papeles y hagan rayitas en un formulario, y todo bajo la más rotunda desconfianza, pues ella misma, días después, recontará los votos en el refrigerado secreto de sus oficinas capitalinas.