Acabé reconociendo que “su Majestad” no era un tratamiento políticamente peligroso para un latinoamericano
Por los días en que los reyes de España estuvieron en Medellín, se conoció un feroz artículo en que Fernando Vallejo acusaba a Juan Carlos I de Borbón de ser un despiadado cazador de osos, corrupto y bueno para nada. La verdad es que la catilinaria hizo tanto efecto en mí que me sentí preocupado por la coyuntura histórica de la que surgió mi nombre, y solo descansé cuando comprobé que el monarca había sido entronizado un año después de mi nacimiento y cuando mi madre me aclaró-por enésima vez- que me puso Juan Carlos solo porque ese nombre le “sonaba bonito”. Más tarde pensé, liberado desde todo punto de vista, que la combinación ya existía en 1909 cuando la usó la madre de Juan Carlos Onetti, el magistral escritor uruguayo.
“...aquello fue todo un delirium del que sospecho todavía no hemos salido”
Literalmente millones de páginas en enemil idiomas se han escrito sobre el álbum “Sgt. Peppers Lonely Hearts Club Band” de los Beatles, que este año cumple 40 y sigue todavía rozagante y campechano, destilando frescura, lisergia y alucine y, por qué no, también nostalgias queridas y tristecidades cómplices.
Por supuesto, importaba poco quién hubiera escrito la historia: lo interesante era lo vivido por el desdichado
Es cabalística la coincidencia de celebraciones que este año le corresponde a Gabriel García Márquez, ya recordada en periódicos y noticieros: 80 años de vida, 60 de su primera publicación, 40 de la aparición de su obra cumbre y 25 de la adjudicación del premio Nobel. Pues bien, a la cuenta le falta un dato sustancial: el medio siglo transcurrido desde que el escritor de Aracataca firmó y fechó la terminación de “El coronel no tiene quien le escriba”, librito célebre entre todos los estudiantes colombianos de bachillerato por su profano y contundente final de “Mierda”, comentado entre risas en las flacas tertulias de mi casa.
Sin más opciones, se resignan a tomar un taxi de los que hay ahí afuera
Usted es un gringo que, luego de mucho trabajo de convencimiento por parte de amigos paisas que viven en Estados Unidos, decide finalmente venir a Medellín. Ha convencido a su esposa de que, como dicen sus amigos, la historia difícil de Medellín quedó superada y ella acepta acompañarlo a conocer la ciudad, a ver si lo que les contaron es tan bueno y tan real.
“Sobre el techo de los paraderos los diseñadores han pintado tres o cuatro hojitas verdes...”
Cuando abrumados por la “real-politik” los fantasiosos escribanos quieren retirarse a sus habitáculos, a proseguir con sus ensoñaciones, la realidad suele asaltarlos sin misericordia, y el hojear soñoliento de las revistas capitalinas acaba por darles la patadita para saltar de nuevo hacia el teclado: lees por ejemplo en el último número de “Aló” esta introducción maravillosa a un artículo cualquiera: “Las ciudades colombianas son, generalmente, tropicales...”. ¿Cómo seguir soñando?
Siendo la nuestra una sociedad declaradamente libre, es de esperar que los ciudadanos, en ejercicio de nuestro albedrío y dentro de ciertas normas básicas, podamos hacer muchas cosas sin ser requeridos por autoridad alguna.
El antiguo profesor de educación física era graduado en lenguas extranjeras, y le cubría la espalda al verdadero licenciado en educación física, ocupado por estos días con la cartera de matemáticas...
“El cuerpo yació allí mientras el sol subía perezoso...”
Dicen las malas lenguas o proverbios occidentales en las universidades de los EEUU, me lo contó un ilustre profesor de Harvard, que no hay nada más frío que una bibliotecóloga bajo las sábanas -“There s nothing coldest than a she-librarian under the sheets”-, algo que nunca he podido constatar aunque llevo casi 20 años codeándome por aquí con ellas en el oficio, sospecho que las del trópico serán mucho más cálidas pero no conozco testimonios verificables ni tangibles, y por ello me apresuro a aclarar que esta nota no será en absoluto “Rated X” sino, por el contrario, la elegía por un absurdo destino.
No inicie la labor de embalaje con los juguetes de sus hijos
Entre las modalidades de la locura, sin duda una de las más brutales y espeluznantes es la obsesión de estar mudándose de casa. Dicen que Beethoven lo hizo casi setenta veces durante su vida, y lo dramático que eso se antoja explica, mucho más que la sordera que lo afectó desde los 32 años, la genialidad demente de sus sinfonías. Al otro lado de los casos extremos, el caracol de los refranes lleva su única casa a todos lados, exento de la condena de empacar sus trebejos.
Primero te haremos -te dicen un par de bombonzuelo en batolitas tipo MGM-Hot Ticket- la envoltura de arcilla. Sin nadita de ropa, papito, para dilatarte la epidermis
Las emisiones de noticias de las últimas semanas han desplegado, sin avaricia, todo tipo de informes
En 1901, por los días de la malhadada Guerra de los Mil Días, la revista medellinense El cascabel invitó a varios escritores para que imaginaran, sobre el papel, lo que un soldado encontraría en su casa al regresar de la contienda.
Percibieron que el problema era solucionable y que ellos podían aportar
Entre los libros más vendidos en Estados Unidos en los últimos 2 ó 3 años figura uno no muy grueso llamado “The Tipping Point”, que podríamos traducir como “El Punto de Quiebre”. Escrito por Malcolm Gladwell, centra su argumentación en que en muchas ocasiones de la administración pública, los negocios y la simple vida diaria, es posible lograr cambios radicales en situaciones aparentemente insolubles con un esfuerzo relativamente bajo.
¡Sálvese quien pueda en la Milla de Oro! Para vergüenza de la ciudad y sus habitantesPasan y pasan alcaldes, pasan y pasan juntas administradoras locales...
Retrato oblicuo de mujeres tristesDoña Clementina, Doña Juana Pastor, Doña María Gutiérrez Mejía con su adorable bigotito, Doña Mercedes En el gran vestíbulo del edificio...
Puro cuentoEl relator de moda, quiere ser él el protagonista,y en esa vanidad está su fracaso Este oficio de hacer columnas, aunque signifique el placer...
¿Hasta dónde llegan los derechos del Ayuntamiento?Recomiendo a los funcionarios implicados que lean el magnífico cuento de Cortázar “La autopista del sur”, donde hallarán...
Las obras del Museo de Antioquia... una visita guiada
La Anunciación (Ed. 248)
Textos de Carlos Arturo Fernández, profesor de Artes de la Universidad de Antioquia y miembro del Consejo de Curaduría del Museo de Antioquia, para Vivir en El Poblado.
Las obras del Museo de Antioquia... una visita guiada
Barequera áurea (Ed. 247)
Textos de Carlos Arturo Fernández, profesor de Artes de la Universidad de Antioquia y miembro del Consejo de Curaduría del Museo de Antioquia, para Vivir en El Poblado.
Las obras del Museo de Antioquia... una visita guiada
Constructivismo (Ed. 246)
Textos de Carlos Arturo Fernández, profesor de Artes de la Universidad de Antioquia y miembro del Consejo de Curaduría del Museo de Antioquia, para Vivir en El Poblado.
Las obras del Museo de Antioquia... una visita guiada
Busto de mujer(Ed. 245)
Textos de Carlos Arturo Fernández, profesor de Artes de la Universidad de Antioquia y miembro del Consejo de Curaduría del Museo de Antioquia, para Vivir en El Poblado.
Las obras del Museo de Antioquia... una visita guiada
Los hermanos de Greiff (Ed. 244)
Textos de Carlos Arturo Fernández, profesor de Artes de la Universidad de Antioquia y miembro del Consejo de Curaduría del Museo de Antioquia, para Vivir en El Poblado.
Las obras del Museo de Antioquia... una visita guiada
La procesión va por dentro (Ed. 243)
Textos de Carlos Arturo Fernández, profesor de Artes de la Universidad de Antioquia y miembro del Consejo de Curaduría del Museo de Antioquia, para Vivir en El Poblado.
Las obras del Museo de Antioquia... una visita guiada
Muchachas de color (Ed. 242)
Textos de Carlos Arturo Fernández, profesor de Artes de la Universidad de Antioquia y miembro del Consejo de Curaduría del Museo de Antioquia, para Vivir en El Poblado.
Las obras del Museo de Antioquia... una visita guiada
El retrato de Arturo Celis (Ed. 241)
Textos de Carlos Arturo Fernández, profesor de Artes de la Universidad de Antioquia y miembro del Consejo de Curaduría del Museo de Antioquia, para Vivir en El Poblado.
Las obras del Museo de Antioquia... una visita guiada
Boceto para la batalla de Boyacá(Ed. 240)
Textos de Carlos Arturo Fernández, profesor de Artes de la Universidad de Antioquia y miembro del Consejo de Curaduría del Museo de Antioquia, para Vivir en El Poblado.
De la edición impresa (Edición 325) (Parte 1 de 2)
Apenas va a cumplir sus 21 añitos. Ninguno es más reciente en Colombia. Probablemente es el más nuevo de Suramérica, al menos entre ciudades importantes. Pero, cosa increíble, parece el más anciano de todos. El sardino se apellida Córdova y lleva por nombre José María. Es uno de los aeropuertos más jóvenes de América Latina y el Caribe. Pero, duele decirlo, es uno de los peor diseñados. Casi todos los demás, mucho más viejos, funcionan mejor.
Hace algunos años fue presentado al Concejo de Medellín un proyecto para conmemorar a algunas antioqueñas históricas bautizando con sus nombres ciertas calles de la ciudad, y producto de ello es que hoy pueden verse los flamantes rótulos de las avenidas María Cano, Jesusita Vallejo y Cacica Arazaba, entre otros. Merecido homenaje para nuestras damas toda vez que, hasta hace pocos días, el inventario de calles dejaba ver, en su casi totalidad, solo nombres masculinos, de países, de ciudades e incluso de cosas de dudosa solemnidad como “El Palo” o -tengo pruebas- “El Sapo”.
Las obras del Museo de Antioquia... una visita guiada
El florero azul (Ed. 239)
Textos de Carlos Arturo Fernández, profesor de Artes de la Universidad de Antioquia y miembro del Consejo de Curaduría del Museo de Antioquia, para Vivir en El Poblado.
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