La ira de nuestros gobernantes

 
Por: Juan Carlos Franco
Ha sido noticia por estos días que nuestro Gobernador montó en cólera con el concesionario de la vía Las Palmas y advirtió en términos perentorios que, de no cumplir con sus responsabilidades contractuales en lo relativo a ejecución y mantenimiento, ordenaría caducidades y pediría pólizas de garantía. ¡Se le veía realmente disgustado!
¡Por fin! ¿Será que ahora sí va en serio? ¿Tendremos los habitantes de Medellín algún grado de compensación por una obra que siendo tan vital para todos, a todas luces quedó mal diseñada y ejecutada? ¿Podremos esperar que esta sea la última vez que nos tratan de meter gato por liebre en asuntos viales? ¿Veremos una Gerencia de Concesiones realmente fuerte, proactiva, capaz de imponer criterios lógicos de operación y seguridad de manera preventiva, sin tener que limitarse al triste papel de administrar derrumbes que eran muy evitables?
Además, ¿quién asumirá la responsabilidad del próximo derrumbe si hay víctimas fatales o cierres mucho más largos? La vía está abierta como si nada, ¡a pesar del riesgo evidente de que con un buen aguacero se vengan otras avalanchas! Parece que fuera suficiente con poner unas pobres señales de “transite con precaución”. ¡Subdesarrollo en acción!
Lo malo para el concesionario es que todo el mundo “sentía” que la vía había quedado mal hecha -especialmente por la pendiente de los taludes. Que mucha gente sin la menor idea de ingeniería lo había advertido. Y lo malo es que invariablemente los responsables de la obra reaccionaban diciendo que todo estaba bien y que podríamos estar tranquilos, dando siempre la sensación de que sabían muy bien de lo que hablaban.
Lástima que la ira del Gobernador haya sido tan tardía. Ojalá que la próxima vez su cólera llegue antes de inaugurar precipitadamente las obras, ojalá él o alguno de sus colaboradores -que justamente están contratados para eso- se den cuenta de las cosas al mismo tiempo que los demás ciudadanos, y no cuando ya hay tantas cosas que lamentar.
Y ya que está tan irritado Sr. Gobernador, ¿por qué no antes de calmarse aprovecha el enfado para reclamar por otras cositas que francamente no resisten análisis? ¿Por qué no enviar un mensaje perentorio de tolerancia cero a la mediocridad? ¿Y por qué no invita al Alcalde de Medellín y a otras autoridades a que también se enojen seriamente con ciertas pilatunas tan comunes en nuestro medio?
Como ejemplos podemos citar las rayas de las vías, tanto urbanas como carreteras. Sin que suene a chiste, parece que usan pintura para interiores, que no se puede pisar ni mojar porque desaparece. O qué tal las aceras llenas de obstáculos instalados por las mismas empresas de servicio público (postes, cables, señales, etcétera.). Y ni hablar de los resonadores de Los Balsos… es evidente que nadie -distinto a los usuarios y los vecinos- ha montado todavía en cólera. Alcalde, vamos, ¡emberráquese!
En fin, lo más probable es que finalmente no ocurra nada. Cesarán las lluvias, los taludes se secarán y por varios meses no habrá derrumbes. El tema quedará olvidado o al menos bajará su prioridad. Y todo el mundo creerá que el problema está solucionado. Hasta que, inevitablemente, llegue la próxima temporada de lluvias y todos los involucrados nuevamente finjan sorprenderse ante la crudeza del invierno, como si fuera la primera vez en sus vidas que vieran llover sobre Medellín…
… ¡y todos tan tranquilos!

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