La semana pasada tuve la fortuna de regresar a Ushuaia, uno de mis lugares favoritos en el mundo. El arribo por avión es impresionantemente hermoso. Luego de más de tres horas de vuelo, y ya muy cerca del destino, se empieza a volar sobre montañas nevadas; entonces en el fondo se ve la bahía, y el avión empieza a descender pasando muy cerca a las montañas, da una vuelta, sobrevuela el mar y de pronto aterriza cuando encuentra tierra. Es lo más parecido que he encontrado a descender sobre el Olaya Herrera viniendo desde Bogotá.
Una vez pasado el susto y después de recoger el equipaje, uno se dirige al sitio que ha seleccionado para permanecer durante su visita a la ciudad más austral del mundo. El crecimiento de Ushuaia es asombroso, en la parte baja y cerca del mar ya no queda espacio y las construcciones nuevas se extienden cada vez más hacia las partes altas de las montañas circundantes, tal y como sucede en Medellín. Las ofertas de alojamiento son variadas, desde simples hostales hasta modernos hoteles de cinco estrellas, pasando por pensiones, hosterías y apartamentos que se rentan para estadías cortas.
Durante el verano austral, Ushuaia es un puerto muy visitado por cruceros de turismo, aquellos que llegan en sus travesías Atlántico – Pacífico (y viceversa) o los que se dirigen a visitar el continente Antártico; por estos días es normal la llegada diaria a su puerto de uno o más grandes transatlánticos, cada uno de ellos con más de 3.000 personas a bordo. Por otro lado, hay varios vuelos diarios desde Buenos Aires, algunos de ellos vía El Calafate y la zona del Glaciar Perito Moreno.
Este movimiento turístico ha servido de base para crear una muy buena infraestructura de servicios como, por ejemplo, excursiones marítimas a lo largo del imponente Canal del Beagle, brazo de entrada del Océano Atlántico hasta la ciudad, recorridos que permiten al viajero disfrutar del imponente paisaje circundante de la isla de Tierra del Fuego y de la Isla Navarino (Chile), de las pinguineras que hay en la isla Martillo y llegar hasta la entrada del Canal custodiada por el faro Les Eclaireurs.
Una de las excursiones lleva hasta la estancia Harberton, la estancia más antigua de Tierra del Fuego que en 1886 le fue donada al fundador de Ushuaia, reverendo Thomas Bridges, por el gobierno de Argentina. Una visita le permitirá al viajero imaginarse las difíciles condiciones de vida que afrontaron estos pioneros, los que a su llegada encontraron asentamientos de pueblos originarios, siendo los más conocidos los Yamana y los Selk’nam, hoy prácticamente desaparecidos. Estos pioneros convivieron armoniosamente con los nativos, quienes han desaparecido debido a la invasión del hombre blanco. El fascinante libro El Último Confín de la Tierra, de Lucas Bridges, narra en forma magistral la llegada del hombre blanco a estas míticas tierras y su interactuación con los nativos.
Con respecto a sus sitios gastronómicos, fue interesante observar cómo la oferta se ha ampliado con nuevas opciones de muy buena categoría, como por ejemplo Kalm Restó, lugar que se suma a otros tradicionales como Tía Elvira, Tante Nina y Kaupen (ya habíamos reseñado otros sitios en la edición 451 del 17 de noviembre de 2011); en ellos se puede disfrutar de los productos estrella de Tierra del Fuego: la centolla y la merluza negra, complementadas por unos fantásticos mejillones de Puerto Almanza y el inescapable y delicado cordero fueguino. Sobra decir que el acompañamiento ideal son los vinos argentinos, cada vez más cuidados por los bodegueros.
Vale la pena viajar los 3.000 y más kilómetros que separan a Ushuaia de Buenos Aires: la amabilidad de sus gentes, los imponentes paisajes, la rica historia y la novedosa gastronomía local lo justifican ampliamente.
Comentarios y sugerencias serán bien recibidos en [email protected]
Buenos Aires, noviembre de 2012
[email protected]
El paraíso de la centolla y la merluza negra
Viuda de pescado
Viuda de pescado
Un cuento escrito por Leonardo Muñoz Urueta
Cada que llega la brisa del mes de julio, desempolvo los pantalones de Antonio. Los lavo y luego los pongo a secar a pleno medio día en el patio. Los días de sol me recuerdan a Antonio y puedo oler su sudor a arena mojada y a viuda de pescado.
—¡Ay comadre, Isabel, si usted sigue lavándole la ropa al difunto de su esposo, él no va a descansar en paz!— me dicen las vecinas cuando me ven colgar la ropa.
Después de cuarenta años de su muerte, Antonio todavía está aquí. El domingo pasado, la casa toda, a mediodía olía a viuda de pescado.
Antonio acostumbraba traer bocachicos de La Albarrada para prepararlos en viuda.
Pon una taza de agua a hervir, me decía.
Yo empezaba a picar una cebolla y un tomate, él se quitaba la camisa sudada y la ponía en el espaldar de la mecedora. Luego se sentaba y se echaba fresco con mi abanico de papel de arroz, el mismo que me compró el día en que nos casamos.
La primera noche de su velorio, le puse tres vasos de agua en el altar, a él en vida le gustaba tomar varios vasos de agua, después de comerse la viuda de pescado.
Ahora, nadie me cree, pero en los medios días claros de julio, huelo su sudor y en la penumbra lo veo tranquilo, apacible, transparente, mirándome, me mira con esos ojos abiertos, los mismos del día de su muerte.
Cada que voy a la albarrada a comprar los bocachicos frescos, me acuerdo de ese día aciago en julio. Antonio estaba supervisando la descarga de bultos de arroz desde la lancha. Hacía pocos días el médico Blanco le había recomendado reposo, por dolores punzantes en el pecho. Pero Antonio le respondió con gracia “Vea doctor, si la muerte va a venir por mí, que me coja trabajando”.
Para apresurar la carga, Antonio se echó un bulto en sus hombros, dicen que le dio un paro cardiaco o un derrame interno, se puso pálido, se orinó en los pantalones y se desplomó. Recuerdo ese día, yo estaba en el patio, bajo la sombra de los palos de mango, arrollando los bocachicos. Había hecho un hueco en la tierra, no muy profundo, les había puesto cuatro capas de hojas de plátano, sobre estas había colocado la yuca, el plátano y encima los pescados con la sal.
Lo cubrí con varias capas de otras hojas, asegurándome de cubrirlo todo muy bien, para evitar que se ensuciara con la tierra. Lo cubrí todo con la tierra que removí y preparé un fuego con leña encima, debía alimentar el fuego con astillas de madera, para que durara dos horas. Luego removería los tizones, levantaría la tierra y sacaría la viuda que se sirve en las mismas hojas de plátano con que se coce.
Ese día, escuché que tocaban a la puerta, eran toques secos y desesperados. Aún era temprano para que Antonio llegara. Abrí la puerta, era mi compadre José Emiliano, estaba sudando y respiraba entrecortado, Comadre, Antonio se nos murió.
Recuerdo que fui a la albarrada con mis manos sucias de escamas. Cuando me acuerdo, los ojos otra vez se me nublan de lágrimas. Ahí estaba el cuerpo de Antonio, tenía la camisa desabotonada, estaba frío.
Cada que llega el mes de julio, desempolvo los pantalones de Antonio. Los lavo y los pongo a secar en el patio.
Cuando los pescados, en el lecho de las hojas de plátano, empiezan a exhalar vapores, escucho a Antonio que llega a la casa, se quita su camisa sudada y la pone a secar en el espaldar de la mecedora. En el silencio de las doce en punto en la casa, huelo el sudor a viuda de pescado de Antonio. Me pide un vaso de guarapo de panela con jugo de naranja agria. Antonio suda cuando come la viuda de pescado. Se lo come con las manos. Puedo verlo, sentado en la mecedora, mirándome con esos ojos claros, apacibles, en la penumbra de este medio día de estío.
El cocinero de cuentos
El cocinero de cuentos
Leonardo Muñoz, literatura para el paladar
“Recordé uno a uno los pasos de la preparación y en esos recuerdos, te veía a ti, mamá. Ponías a cocinar los garbanzos en abundante agua, luego los escurrías y hacías un puré, le echabas la crema de ajonjolí, exprimías siete limones. Le echabas el jugo de limón y el ajo machacado, los revolvías con una cuchara de palo. Esa era la salsa de tahine… ahora papá me ha pedido que la prepare para ti. Papá quiere que a tu memoria vuelvan los días del ayer. Mamá, yo también quiero que te acuerdes de mi nombre”.
“Acuérdate del tahine”, es el cuento del que provienen las anteriores líneas, el retrato de una anciana inmigrante de Siria que sufre de Alzhemier y quien parece recuperar su memoria con el olor y sabor de una receta: el tahine. El autor es Leonardo Muñoz, un joven escritor que ha ganado varios concursos nacionales y locales de cuentos, con relatos influenciados por las vivencias de su infancia en Magangué, Bolívar, y las ricas recetas de su abuela Micaela, cocinera en la calle La Albarrada, quien se ocupó de su crianza.
Ganador de la quinta versión del Concurso Nacional de Cuento, organizado por el Ministerio de Educación y RCN, Leonardo cocina relatos, como los chefs más experimentados. Agrega su nostalgia por los manjares de su niñez, y los condimenta con imágenes y sucesos que revelan la idiosincrasia de los pueblos costeños y reflejan la conflictiva realidad de nuestro país.
Una muestra de esa combinación única es el cuento “Pebre de galápago”, que narra la experiencia de dos hermanos, quienes, debajo de una cama, presencian con horror la muerte de sus mascotas, dos tortugas que son cocinadas por su madre, a solicitud de un grupo de guerrilleros hambrientos que irrumpió en su hogar. El proceso de la receta no es menos violento en los recuerdos de Leonardo, quien todavía se siente espeluznado al revivir como su abuela mataba a más de una decena de galápagos para preparar pebre a los clientes en La Albarrada.
Estudiante de Licenciatura en Lengua Castellana en la Universidad de Antioquia y desde hace varios años promotor de lectura en los Parques Biblioteca, Leonardo vio con regocijo recopilados varios de sus cuentos en el libro Bajo el naranjo. Es el título del relato corto con el cual obtuvo el primer puesto, en la categoría Juvenil, en el concurso Sin armas la vida es otro cuento, organizado por las Naciones Unidas en 2006. El libro fue editado por la Fundación Arte y Ciencia.
Entre la escritura y la cocina, la primera su pasión y la segunda una de sus principales fuentes de inspiración, reconoce que hay una relación especial. La descubrió por primera vez cuando leyó el bestseller de la escritora mexicana Laura Esquivel, Como agua para Chocolate, y después en incontables poemas y novelas de un sinfín de autores. Para él, jugar con las palabras para encontrar las más adecuadas y dar vida a una narración que atrape al lector, guarda cierta semejanza con el oficio del cocinero, quien fusiona ingredientes para crear platos que deleiten paladares y perduren en la memoria de los comensales.
Leonardo se encuentra recopilando, revisando y puliendo un conjunto de cuentos, unos viejos, otros recientes, para poner en marcha un nuevo proyecto literario. Mote de queso, Dulce de plátano maduro, Empanaditas para mamá, Mordisco de durazno y Viuda de pescado (texto que Vivir en El Poblado publica en esta edición de La Buena Mesa) son los títulos de algunas de estas historias que Leonardo elabora y rectifica, con el mismo esmero con el que su abuela Micaela preparaba las deliciosas recetas que hoy son combustible para la imaginación de este hábil y prometedor escritor.
El Poblado tiene campeón
El Poblado tiene campeón
El reconocido maestro Bladimir Fernández nuevamente es campeón mundial. Esta vez fue en Italia, donde compitió con los mejores del mundo
A su regreso de Marina di Carrera, en La Toscana (Italia), del Octavo Campeonato Mundial Abierto de Clubes de Artes Marciales, el maestro Bladimir Fernández llegó con tres medallas colgadas en su cuello. La competencia, realizada del 1 a 4 de noviembre en el país europeo, le entregó a este atleta dos preseas doradas, una en combate Kick Boxing estilo ligero, categoría cinturones negros, y otra en fórmulas libres de Taekwondo. La tercera medalla fue de plata, lograda en la modalidad de manejo de armas, categoría Maestros Hapkido.
“La preparación fue muy fuerte. Todo es un proceso muy grande que empezó en diciembre del año pasado. No solo las horas de entrenamiento físico y mental, sino también de logística porque aquí hay que ser todero; conseguir patrocinios y recursos, hacer las vueltas de las visas, entre otras cosas, porque no solo soy yo sino que somos un equipo de trabajo”, expresa el campeón.
Este es el quinto torneo mundial en el que participa el maestro Bladimir Fernández, en los que completa 13 títulos entre medallas de oro, plata y bronce. Su primera participación fue en 2005 en Buenos Aires (Argentina), luego en 2006 en Barcelona (España) y Sao Pablo (Brasil). Su última participación, antes del actual mundial de Italia, fue en Punta del Este (Uruguay), donde fue campeón en las categorías de combate, manejo de armas y fórmulas. Este título le otorgó la invitación directa al mundial de Italia, donde participó en seis modalidades.
“Todo esto se ha logrado gracias a que el Club Campestre está afiliado a varias organizaciones mundiales para poder participar en todos los eventos. Esto lo hemos aprendido de la experiencia que tiene el club en deportes como el tenis y el golf, en los que se tienen afiliaciones e invitaciones directas a competencias internacionales”, comenta el maestro.
En este pasado mundial de Italia, que tuvo una asistencia récord de 10 mil participantes en las diferentes modalidades de artes marciales, con un total de 93 países de los cinco continentes, el maestro Fernández enfrentó a los mejores luchadores del mundo, entre quienes se encontraban taekwondistas y peleadores de kick boxing de Suiza, Rusia, Inglaterra, Italia, Alemania, Mongolia, Corea, Argentina, Brasil e Irlanda, entre otros. De este torneo no solo se trajo los títulos mundiales, sino que por su destacada participación quedó clasificado para los próximos campeonatos de 2013; Abierto Mundial de Artes Marciales, de Suiza, e Internacional de Artes Marciales, de Rusia.
“Esta es mi vida”
En un tatami de 12 por 12 metros, en el domo del Club Campestre de Medellín, el maestro Bladimir Fernández da instrucciones a un grupo de pequeños discípulos. Los niños, que son aprendices de taekwondo, responden con fuertes gritos en coreano, en medio del área de combate. “Esta es de las pocas escuelas donde aún enseñamos con la tradicional manera oriental. Damos las órdenes de los movimientos en coreano”, dice el maestro, mientras enseña las técnicas al semillero de artes marciales, del que hacen parte cerca de 60 alumnos.
“Las artes marciales han sido mi vida y quiero que lo sigan siendo. Espero que no me cambien los premios ni los títulos. Quiero seguir siendo un artemarcialista y no un peleador. En Medellín y Colombia me reconocen como un noqueador, porque en mi juventud era de los que más noqueaba, y a medida que fui ganando aprendí que se podía ganar técnicamente, sin lesionar a otros compañeros de artes marciales, y eso es lo más importante”, concluye el maestro.
¿Cuánto sexo es demasiado sexo?
La adicción al sexo no es una de las patologías más discutidas, ni la primera que se viene a la mente cuando se habla de adicciones, pero está muy presente
El sexo es cada vez más protagónico en nuestra cotidianidad. Realities cada vez más explícitos, éxitos literarios como 50 sombras de Grey, entre otros, nos convierten en una sociedad más abierta a la libertad sexual. Sin embargo, la línea entre lo socialmente aceptado y la enfermedad siempre ha estado un poco borrosa. Solo en los últimos años hemos aprendido a aceptar los excesos de comportamiento como enfermedades. En el sexo, lo que algunos entienden y ven como una mujer fácil podría encarnar un caso de ninfomanía, o al que simplemente consideran un hombre promiscuo podría padecer de satiriasis.
A principios de este año el futbolista Kevin-Prince Boateng, del A.C Milán, dejó de jugar varios partidos por una sucesión de lesiones menores que su novia públicamente atribuyó a una vida sexual muy activa. Según la modelo, en ese momento la pareja tenía relaciones sexuales entre siete y diez veces por semana. Diez encuentros íntimos en una semana le parecerán mucho o poco al lector cuando lo compara con su propia vida sexual. Pero mucho no siempre significa tanto. La psicóloga Elizabeth Gutiérrez, directora del Centro Psicopedagógico Integrado CEPI, especialista en educación sexual, sexóloga clínica de la Federación Latinoamericana de Sociedades de Sexología Flasses y expresidenta de la Sociedad Colombiana de Sexología, explica que una de las formas de equivocarse en un diagnóstico de adicción al sexo es basándose en el número de encuentros sexuales en determinado tiempo. “Una pareja puede ser adicta al sexo, en el buen sentido de la palabra, si su objetivo es la satisfacción y ambos se encuentran en el mismo nivel de goce sin problemas”.
Para el Manual
De hecho, el diagnóstico no es sencillo y por eso ha tardado tanto en ser incluido en el DSM (Manual de Diagnósticos y Estadísticas de Desórdenes Mentales, publicado por la Asociación Americana de Psiquiatría). Este manual, una guía fundamental en el ejercicio de la psicología y psiquiatría, fue revisado y actualizado por última vez en 1994. La próxima revisión importante está planeada para publicarse en mayo de 2013 y uno de los diagnósticos nuevos que se espera que esté entre sus páginas es la adicción al sexo, bajo el término desorden hipersexual. Según la sexóloga Gutiérrez, la definición de este desorden puede entenderse como una dependencia psicológica a las diferentes actividades sexuales de forma compulsiva y sin límites. “Una de las características es que la persona abandona su comportamiento normal, como irse del trabajo o de una reunión familiar para buscar sexo, y después siente que no obtuvo saciedad ni satisfacción de ese encuentro.” Como en otro tipo de adicciones tóxicas y no tóxicas, estas personas ponen en riesgo su empleo y sus relaciones familiares y sociales.
No solo famosos
Así se han visto numerosos casos de reconocidos personajes. Cómo olvidar el matrimonio arruinado de Tiger Woods, los tropiezos en la carrera de Charlie Sheen o el escándalo del primer ministro italiano Silvio Berlusconi. Pero los casos no son tan lejanos como parecen. Óscar Quintero* es un hombre entre los 40 y 50 años de edad. Es un profesional de Medellín sin ninguna adicción a sustancias o drogas, pero padece satiriasis. Es decir, ha sido diagnosticado como adicto al sexo. El asunto empezó hace siete años. Óscar explica que continuamente miraba y deseaba a muchas mujeres. Su interés desenfrenado por el sexo lo llevó al fin de su matrimonio cuando su esposa lo descubrió solicitando servicios de una línea caliente. A partir del divorcio se incrementó su actividad sexual. Empezó a tener relaciones sexuales todos los días o dos veces en el día, hasta con cinco mujeres diferentes, incluso si ello requería que dejara sus obligaciones laborales. También aumentó el consumo de pornografía y empezó a gastar considerablemente sus ingresos en la adicción: moteles, juguetes sexuales e invitaciones a las mujeres con las que se acostaba. Además sufría de un cansancio físico continuo. Desde este año Óscar recibe tratamiento. Parte del problema ha sido la dificultad para tener una relación comprometida o estable con una sola mujer, paradójicamente sufriendo de una gran soledad.
Terapia, apoyo y autocontrol
A diferencia del tratamiento que requieren las adicciones tóxicas, como el alcoholismo, que exigen una abstinencia absoluta para la recuperación, el tratamiento para una persona adicta al sexo demanda el autocontrol. Elizabeth Gutiérrez explica que en estos casos la terapia debe ser una combinación de fármacos, que bajen el nivel de ansiedad, con un trabajo psicológico. Este último pretende descubrir vacíos en la historia del paciente o en sus relaciones familiares. “Suelen tratarse de personas que no han tenido una buena relación con sus padres o que han sufrido de baja autoestima o de algún tipo de abandono”, dice la sexóloga. Agrega que, como en otras adicciones, esta no tiene una cura definitiva y se caracteriza por recaídas a lo largo de la vida.
Además de tratamientos terapéuticos individuales con psiquiatras y/o psicólogos, existen grupos de apoyo en internet, como Sexólicos Anónimos, que se basan en los principios de Alcohólicos Anónimos para tratar la adicción al sexo. Entre las preguntas que sugiere el autoexamen de esta organización están: ¿Siente culpa o depresión después de una actividad sexual? ¿Ha pensado que necesita ayuda para su comportamiento sexual? ¿Debe recurrir a imágenes o recuerdos durante relaciones sexuales con su pareja? ¿Saca tiempo del trabajo para satisfacer necesidades sexuales?
Parte del riesgo de la adicción es que no sea reconocida o identificada como una enfermedad en la educación sexual. El desconocimiento podría hacer que el paciente tarde mucho más en descubrir que sus problemas de depresión, divorcio, o comportamiento obsesivo están enraizados en un desorden hipersexual.
*Nombre cambiado por solicitud del entrevistado.
Inicios tempranos
La iniciación y la exposición a las actividades sexuales empiezan en la temprana adolescencia. En 2011 el Dane reveló cifras de actividad sexual en adolescentes escolarizados en 2008 (entre los grados séptimo y once, es decir entre los 13 y 16 años de edad en promedio). En Medellín, de 168.323 adolescentes, el 41.4 % dijo haber tenido relaciones sexuales. El 61 % de los encuestados a nivel nacional discuten sus dudas sexuales con amigos de su misma edad, y el 74% de los encuestados en Medellín ha participado en algún tipo de actividad de educación sexual.
Para la doctora Elizabeth es una realidad la iniciación sexual desde los 12 años en adelante. Dice que a esa edad no se tiene un desarrollo cognoscitivo para enfrentar la responsabilidad sexual (embarazos, enfermedades, etc.) y que por eso los colegios, educadores sexuales y padres deben tomarse el proceso más en serio. “No basta con una conferencia. Hay que darle profundidad a los temas de la buena autoestima, el amor y el cuidado del cuerpo, y entender el sexo como relaciones satisfactorias, no solo reproductivas”, dice la sexóloga. Agrega que una iniciación en el sexo a temprana edad no necesariamente lleva a una adicción, pero condiciones de soledad, humillación y abandono que pueden ser significativas en la adolescencia pueden hacer que el sexo sea un remplazo afectivo y conduzca a la adicción.
¿Cuánto sexo es demasiado sexo?
La adicción al sexo no es una de las patologías más discutidas ni la primera que se viene a la mente cuando se habla de adicciones, pero está muy presente
El sexo es cada vez más protagónico en nuestra cotidianidad. Realities cada vez más explícitos, éxitos literarios como 50 sombras de Grey, entre otros, nos convierten en una sociedad más abierta a la libertad sexual. Sin embargo, la línea entre lo socialmente aceptado y la enfermedad siempre ha estado un poco borrosa. Solo en los últimos años hemos aprendido a aceptar los excesos de comportamiento como enfermedades. En el sexo, lo que algunos entienden y ven como una mujer fácil podría encarnar un caso de ninfomanía, o al que simplemente consideran un hombre promiscuo podría padecer de satiriasis.
A principios de este año el futbolista Kevin-Prince Boateng, del A.C Milán, dejó de jugar varios partidos por una sucesión de lesiones menores que su novia públicamente atribuyó a una vida sexual muy activa. Según la modelo, en ese momento la pareja tenía relaciones sexuales entre siete y diez veces por semana. Diez encuentros íntimos en una semana le parecerán mucho o poco al lector cuando lo compara con su propia vida sexual. Pero mucho no siempre significa tanto. La psicóloga Elizabeth Gutiérrez, directora del Centro Psicopedagógico Integrado CEPI, especialista en educación sexual, sexóloga clínica de la Federación Latinoamericana de Sociedades de Sexología Flasses y expresidenta de la Sociedad Colombiana de Sexología, explica que una de las formas de equivocarse en un diagnóstico de adicción al sexo es basándose en el número de encuentros sexuales en determinado tiempo. “Una pareja puede ser adicta al sexo, en el buen sentido de la palabra, si su objetivo es la satisfacción y ambos se encuentran en el mismo nivel de goce sin problemas”.
Para el Manual
De hecho, el diagnóstico no es sencillo y por eso ha tardado tanto en ser incluido en el DSM (Manual de Diagnósticos y Estadísticas de Desórdenes Mentales, publicado por la Asociación Americana de Psiquiatría). Este manual, una guía fundamental en el ejercicio de la psicología y psiquiatría, fue revisado y actualizado por última vez en 1994. La próxima revisión importante está planeada para publicarse en mayo de 2013 y uno de los diagnósticos nuevos que se espera que esté entre sus páginas es la adicción al sexo, bajo el término desorden hipersexual. Según la sexóloga Gutiérrez, la definición de este desorden puede entenderse como una dependencia psicológica a las diferentes actividades sexuales de forma compulsiva y sin límites. “Una de las características es que la persona abandona su comportamiento normal, como irse del trabajo o de una reunión familiar para buscar sexo, y después siente que no obtuvo saciedad ni satisfacción de ese encuentro.” Como en otro tipo de adicciones tóxicas y no tóxicas, estas personas ponen en riesgo su empleo y sus relaciones familiares y sociales.
No solo famosos
Así se han visto numerosos casos de reconocidos personajes. Cómo olvidar el matrimonio arruinado de Tiger Woods, los tropiezos en la carrera de Charlie Sheen o el escándalo del primer ministro italiano Silvio Berlusconi. Pero los casos no son tan lejanos como parecen. Óscar Quintero* es un hombre entre los 40 y 50 años de edad. Es un profesional de Medellín sin ninguna adicción a sustancias o drogas, pero padece satiriasis. Es decir, ha sido diagnosticado como adicto al sexo. El asunto empezó hace siete años. Óscar explica que continuamente miraba y deseaba a muchas mujeres. Su interés desenfrenado por el sexo lo llevó al fin de su matrimonio cuando su esposa lo descubrió solicitando servicios de una línea caliente. A partir del divorcio se incrementó su actividad sexual. Empezó a tener relaciones sexuales todos los días o dos veces en el día, hasta con cinco mujeres diferentes, incluso si ello requería que dejara sus obligaciones laborales. También aumentó el consumo de pornografía y empezó a gastar considerablemente sus ingresos en la adicción: moteles, juguetes sexuales e invitaciones a las mujeres con las que se acostaba. Además sufría de un cansancio físico continuo. Desde este año Óscar recibe tratamiento. Parte del problema ha sido la dificultad para tener una relación comprometida o estable con una sola mujer, paradójicamente sufriendo de una gran soledad.
Terapia, apoyo y autocontrol
A diferencia del tratamiento que requieren las adicciones tóxicas, como el alcoholismo, que exigen una abstinencia absoluta para la recuperación, el tratamiento para una persona adicta al sexo demanda el autocontrol. Elizabeth Gutiérrez explica que en estos casos la terapia debe ser una combinación de fármacos, que bajen el nivel de ansiedad, con un trabajo psicológico. Este último pretende descubrir vacíos en la historia del paciente o en sus relaciones familiares. “Suelen tratarse de personas que no han tenido una buena relación con sus padres o que han sufrido de baja autoestima o de algún tipo de abandono”, dice la sexóloga. Agrega que, como en otras adicciones, esta no tiene una cura definitiva y se caracteriza por recaídas a lo largo de la vida.
Además de tratamientos terapéuticos individuales con psiquiatras y/o psicólogos, existen grupos de apoyo en internet, como Sexólicos Anónimos, que se basan en los principios de Alcohólicos Anónimos para tratar la adicción al sexo. Entre las preguntas que sugiere el autoexamen de esta organización están: ¿Siente culpa o depresión después de una actividad sexual? ¿Ha pensado que necesita ayuda para su comportamiento sexual? ¿Debe recurrir a imágenes o recuerdos durante relaciones sexuales con su pareja? ¿Saca tiempo del trabajo para satisfacer necesidades sexuales?
Parte del riesgo de la adicción es que no sea reconocida o identificada como una enfermedad en la educación sexual. El desconocimiento podría hacer que el paciente tarde mucho más en descubrir que sus problemas de depresión, divorcio, o comportamiento obsesivo están enraizados en un desorden hipersexual.
*Nombre cambiado por solicitud del entrevistado.
Inicios tempranos
La iniciación y la exposición a las actividades sexuales empiezan en la temprana adolescencia. En 2011 el Dane reveló cifras de actividad sexual en adolescentes escolarizados en 2008 (entre los grados séptimo y once, es decir entre los 13 y 16 años de edad en promedio). En Medellín, de 168.323 adolescentes, el 41.4 % dijo haber tenido relaciones sexuales. El 61 % de los encuestados a nivel nacional discuten sus dudas sexuales con amigos de su misma edad, y el 74% de los encuestados en Medellín ha participado en algún tipo de actividad de educación sexual.
Para la doctora Elizabeth es una realidad la iniciación sexual desde los 12 años en adelante. Dice que a esa edad no se tiene un desarrollo cognoscitivo para enfrentar la responsabilidad sexual (embarazos, enfermedades, etc.) y que por eso los colegios, educadores sexuales y padres deben tomarse el proceso más en serio. “No basta con una conferencia. Hay que darle profundidad a los temas de la buena autoestima, el amor y el cuidado del cuerpo, y entender el sexo como relaciones satisfactorias, no solo reproductivas”, dice la sexóloga. Agrega que una iniciación en el sexo a temprana edad no necesariamente lleva a una adicción, pero condiciones de soledad, humillación y abandono que pueden ser significativas en la adolescencia pueden hacer que el sexo sea un remplazo afectivo y conduzca a la adicción.
Piden más vigilancia
Piden más vigilancia
Los hurtos en este sector de El Poblado siguen dando motivo de quejas
Con carpa naranjada, el restaurante Las Tulias
El restaurante Las Tulias, ubicado en el barrio Manila (en la carrera 43 D con la calle 13) abrió su servicio hace tres meses y ya fue objeto de un robo cuantioso que su dueña, Sol Beatriz Uribe, no quiere dejar pasar por alto.
El hurto a Las Tulias ocurrió en una madrugada de un domingo reciente. Sol y su esposo solo se dieron cuenta a mediodía cuando por una corazonada fueron a visitar el local que únicamente abren de lunes a sábado. Al llegar vieron que el candado había sido vencido y que los ladrones se llevaron electrodomésticos y artículos cuyo valor calcula Sol en siete millones de pesos. Los delincuentes dejaron las cortinas metálicas abajo, posiblemente con la intención de continuar el robo en la madrugada siguiente.
Por la manera en que encontró los elementos de seguridad de la puerta, el cerrajero aseguró que se habían tomado mínimo hora y media para abrir el candado. La pregunta que se hace Sol, después de lo perdido y la impotencia que causa no haberlo evitado, es: “Si estamos a una cuadra de la Estación de Policía El Poblado y pagamos vigilancia privada en una cooperativa… ¿por qué nadie se dio cuenta?”.
Policía alerta sobre vigilancia privada informal
Los vigilantes privados a los que se refiere Sol pasan cada mes y recogen los 60 mil pesos que cobran por ofrecer un servicio con el que los comerciantes creían sentirse más tranquilos. Ahora no pueden dejar de tener cierta desconfianza. Pero esto va más allá de la suposición. El comandante de la Estación de Policía de El Poblado, teniente coronel Fabio Rojas, afirma que, según investigaciones que han hecho, “los vigilantes se dan cuenta de todo y acceden a información privilegiada del funcionamiento de los locales comerciales, por lo que en ocasiones son cómplices”.
A manera de alerta, agrega el comandante Rojas que en El Poblado existe la costumbre de hacer uso de la contratación privada informal de vigilancia. Esta la ofrecen diferentes cooperativas ubicadas en la comuna 14. Son informales, dice, “porque no cuentan con el respaldo de la Superintendencia de Vigilancia”. Además, insiste: “Esta estrategia no es garantía de seguridad para la ciudadanía, al no tener alianza con la fuerza pública y al ser empresas privadas con intereses personales”.
Otras quejas
“Quiero denunciar que hay mucha inseguridad en este sector. Además del robo que hicieron en mi local, de día se roban los retrovisores de los carros, a una vecina se le entraron por una ventana y le hurtaron objetos personales, y a nosotros nos acaban de robar también las tapas de los contadores. Necesitamos más seguridad”, dice Sol, angustiada.
Como si fuera poco, manifiesta, hay otros asuntos que deterioran la calidad de vida en Manila, como son las basuras y la presencia continua de habitantes de calle, quienes suelen removerlas y dejar los residuos esparcidos por la zona. En Las Tulias, donde ofrece almuerzos ejecutivos, suele pararse a manera de policía a custodiar la entrada al local, para evitar que ingresen a intimidar a los clientes algunos indigentes, quienes, según Sol, gritan obscenidades si no los deja pasar. Confía en que la Policía haga más presencia en el sector.
Ídolos y dolos
/ Etcétera. Adriana Mejía
“No sólo se dopaba, sino que hacía parte de un programa sistemático de uso de sustancias prohibidas en su equipo, el US Postal, que controló el más sofisticado, profesionalizado y exitoso programa de dopaje jamás visto en el deporte”. (Informe de la Agencia Estadounidense Antidopaje).
Es tema del que se ha hablado bastante, mas no lo suficiente. Porque más allá del escándalo, lo sucedido con Lance Armstrong –un caso que ha traspasado todas las fronteras y que, en materia de engaños, es apenas la punta del iceberg– deja otra vez en evidencia que la humanidad no aprende las lecciones.
Hemos sido, y lo seguiremos siendo hasta el fin del fin, idólatras. Tal vez porque somos gregarios por naturaleza, o porque siempre andamos buscando la pieza del rompecabezas que nos falta, o porque sentimos la necesidad de reafirmar la propia identidad en algo o alguien externo, o por lo que sea. (Para eso hay antropólogos, sociólogos, sicólogos).
Tal propensión a encontrar referentes no es mala per se; es de doble filo. Estar en la cresta de la ola puede ser tan peligroso como trotar por un campo sembrado de minas; en cualquier momento, ¡boom!, estallan la una o las otras. A nadie, a casi nadie, le perdonan el éxito sus semejantes.
En erigir y derribar diosecillos pasajeros nos tenemos confianza. Por eso el olimpo de hoy día está tapizado de globos desinflados. Les sacamos el aire con el mismo fervor con el que los inflamos, jalonados por los medios de comunicación –televisión y radio a la cabeza– que tienen el poder de farandulizar lo que tocan. Cuando el raiting está de por medio, cualquiera puede ser protagonista de la noticia, sin importar cuál sea el mérito (o el no mérito) que lo catapulte al estrellato. Lo importante es que brille, aunque sea de oropel. Total, el reinado mediático es pasajero.
Uno de esos ídolos –positivo, por cierto– que durante años fue ejemplo a seguir para personas de edades, credos, razas, sexos y nacionalidades diferentes, no sólo por las estadísticas que lo entronizaron como el mejor ciclista de la historia, ni por la enfermedad contra la que batalló con fuerza de león, ni por la fundación que creó para ayudar a enfermos de escasos recursos, ni por sus famosas conferencias de superación y liderazgo, sino por las cualidades que parecían hacer de él un hombre íntegro. Imperfecto como usted y yo, pero íntegro.
Hasta que se desintegró. Según los testimonios juramentados que sustentan el informe mencionado, el siete veces campeón del Tour y sus compañeros de hazaña recibieron constantemente tratamientos con EPO, hormona de crecimiento, y transfusiones de sangre que ponían en peligro su salud pero los hacían invencibles en las competencias. Con razón –aseguran los expertos–, un ciclista del montón, convaleciente de un cáncer de testículo y acostumbrado a las planicies de Texas, se transformó, de la noche a la mañana, en el monstruo de las montañas.
Lo cierto es que sobresalir con trampas –de sustancias, de quirófano, de hojas de vida, etcétera– se ha vuelto signo de estos tiempos, en los que la obsesión de ser “el o la mejor”, cueste lo que cueste y llévese a quien se lleve por delante, parece ser condición indispensable para entrar en la competencia.
Un triste fin, pues, el de Lance Armstrong, a quien, contradiciendo el refrán, sí le quitaron lo bailao.
Etcétera. Hay quienes, todavía, conceden a Armstrong el beneficio de la duda. Entre ellos el pentacampeón del Tour, Miguel Induraín; el campeón mundial de contrarreloj, Santiago Botero; y el ganador de cuatro vueltas a Colombia, Cochise Rodríguez, quien opina que “la envidia se trasladó de Colombia a Estados Unidos”. ¿Tendrán informaciones que no trae el informe? Puede… Si es así, su obligación es presentarlas al mundo.
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La clave es la originalidad
La clave es la originalidad
La tercera versión de Expotatuaje está a la vuelta de la esquina
Mariposas, delfines y letras chinas en la parte inferior de la espalda no han dejado de ser peticiones que hacen las mujeres en los salones de tatuajes, pero sin duda hay nuevas tendencias. El tatuador Edwin Castillo, con más de 14 años en este oficio, explica que, a pesar de hacerse tatuajes más pequeños, las mujeres son quienes más visitan su local en la calle 10. En promedio, de cada tres clientes, dos son mujeres, y una gran cantidad de ellas llegan con solicitudes que no son exactamente el resultado de una reflexión o una gran chispazo de creatividad. “Vienen a pedir las mismas estrellitas de la cantante Rhianna, o un tatuaje idéntico a uno de los de Angelina Jolie”, dice Edwin. Algunas de ellas se los hacen en lugares escondidos, pero suelen regresar para ampliarlo o hacerse uno que puedan exhibir.
Pedro Cañón, diseñador gráfico y artista, ha sido tatuador desde hace seis años. En su negocio también ha visto este comportamiento femenino. Cuenta que ahora lo que muchas jóvenes piden son frases escritas en otros idiomas, y sobre el costado. Suelen ser mujeres menores de 30 años “que lo que quieren es tener frases como del estatus de alguien en Facebook”, dice Pedro. “Uno las aconseja pero a veces vienen muy decididas”. Las mujeres entre 30 y 40 suelen pedir motivos relacionados con su familia y agrega que las mayores de 40 años ya no se acercan a la aguja. Pero entre las jóvenes aún se ve la desafortunada elección del nombre del novio o un tatuaje igual al de su pareja.
Con la tercera versión de Expotatuaje a la vuelta de la esquina (16, 17 y 18 de noviembre, en Plaza Mayor) serán muchas las que se estarán cuidando un nuevo diseño ese fin de semana.
Diabetes, romero y avena
/ Jorge Vega Bravo
El 14 de noviembre de cada año se celebra el día mundial de la diabetes y es una buena oportunidad para conocerla. La relación con el sabor dulce es un tema que va más allá de lo médico y que no ha sido profundizado.
La diabetes del adulto es una enfermedad ligada a los hábitos de vida de la civilización actual. El ser humano se mueve cada vez menos y desde la infancia hay una tendencia a la vida sedentaria, acompañada de tecnodependencia y de consumo de comida chatarra y bebidas azucaradas. En el mundo hay unos 45 millones de niños obesos y muchos de ellos son hijos de obesos-diabéticos. Existe una relación directa entre diabetes tipo 2, abundancia y obesidad.
La diabetes es considerada un grave problema de salud pública. Sus tasas de incidencia se incrementaron en proporción a los procesos de refinación del azúcar y de los cereales, desde las primeras décadas del siglo 20. Una alimentación abundante agrava la enfermedad. La diabetes se desarrolla menos en tiempos de miseria y escasez de alimentos.
El azúcar que mejor digerimos los humanos es la fructosa, presente en las frutas y en algunos vegetales. El ser humano actual come pocos alimentos vivos y come muy rápido. La primera transformación de los azúcares la logra la ptialina, enzima de la saliva.
El ser humano que tiene muchas responsabilidades o mucha actividad mental, consume más harinas y dulces. La diabetes es más frecuente en aquellas personas que ocupan cargos de gran responsabilidad o profesiones intelectuales. También se presenta después de traumatismos emocionales. “La diabetes es favorecida por todo aquello que arranca a la organización del yo de su intervención en la actividad corporal: excitaciones reiteradas, agotamiento intelectual y factores hereditarios…” (R. Steiner). En todos estos casos la actividad del yo se desplaza del sistema metabólico a la cabeza.
En el pasado, el mejor tratamiento era realizar grandes esfuerzos físicos para reducir el azúcar y retornar el yo al metabolismo. Hoy en día -con la insulina- se obvia la terapia del esfuerzo. Con la actividad física se aleja el yo de la cabeza y se alivia el trabajo intelectual. Este trabajo es una actividad abstracta y fría. El diabético necesita luz y calor, no sólo en el sentido físico sino en un sentido superior, con plantas donde estos elementos hayan sido transformados. Un buen ejemplo es el romero, indicado por Steiner para el tratamiento de la diabetes. Los aceites esenciales del romero tienen un potente efecto armonizante en el diabético. Se utilizan baños con emulsión de aceite de romero o baños corporales con infusión de la planta. El Dr. Girke, del hospital Havelhöhe de Berlín, dice que los tres secretos para el tratamiento de la diabetes (aparte de las medidas médicas) son: caminar media hora todos los días, hacer ciclos de baños corporales o de piernas con infusión de romero y comer avena diariamente. En el mencionado hospital realizan la llamada cura de avena que consiste en consumir durante dos días al mes 250 gms. de avena en hojuelas. Es una combinación de coladas de avena con frutas cocidas y canela; sopa de avena con una raíz, una hoja y sal y sorbetes de avena y fruta. Con esta medida se reducen hasta en un 30 por ciento las necesidades de insulina de los pacientes. La avena tiene un alto contenido de magnesio y refuerza el coraje y la voluntad en el ser humano.
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Más sobre la calle 9
Más sobre la calle 9
Los manifestantes opinan que ganaron el debate sobre el espacio público que frecuentan en la calle 9 y agregan que su presencia es una ventaja para el comercio de la zona
La calle 9, especialmente la parte que linda con el Parque de El Poblado, es uno de los sectores más concurridos de El Poblado. Es frecuentado predominantemente por grupos de jóvenes que socializan en los espacios públicos. El 28 de septiembre, como lo reportó Vivir en El Poblado en las ediciones 495 y 499, un grupo de jóvenes manifestó su descontento con el restaurante Píccolo por los aspersores de agua que mojaban a las personas que pasaban o se sentaban en la acera, y una rejas que invadían el espacio público. La manifestación, convocada por Twitter con el hashtag “polaconsombrilla”, culminó en la calle con recolección de firmas para el levantamiento de un derecho de petición ante Espacio Público.
La persona encargada de dichas acciones, al cierre de esta edición, no había aceptado hablar con Vivir en El Poblado para corroborar cuál fue la respuesta que dijo haber recibido, o si nunca lo interpuso, o lo hizo en otra dependencia. En la Subsecretaría de Espacio Público no tienen conocimiento de ningún derecho de petición a nombre de esa persona (Manuela Saldarriaga) ni de ningún otro relacionado con Píccolo o invasiones del espacio público en la calle 9.
El subsecretario Gabriel Jaime Gómez manifiesta a Vivir en El Poblado que, a pesar de que celebra la iniciativa pacífica de los jóvenes, él no había visto dichas rejas en esa noche de la protesta, pero lo que sí había visto era a los manifestantes consumiendo licor entre las carreras 36 B y 42, y entre la quebrada La Presidenta y la calle 10 A, lo cual viola los decretos 1583 y 1224 que prohíben el consumo, venta y porte de licor en las vías y parques públicos. El subsecretario añade que aumentó sus operativos para controlar el consumo en esta zona a partir de la manifestación. Adicional a los recorridos que hacen los gestores de espacio público de 9 am. a 5 pm., de lunes a sábado en El Poblado -particularmente en el parque principal porque los turnos de la noche se enfocan en el Parque Lleras entre 9 pm. y 2 am.-, se realizaron tres operativos nocturnos en la calle 9 durante el mes de octubre.
Sin embargo, para los manifestantes, cuya vocero es el urbanista Daniel Carvalho, la discusión que interesa es que Píccolo recientemente cambió la ubicación de las rejas, ya no invade el espacio público y dejó de “tirarles agua”. Agrega Carvalho que, a pesar de ser un usuario frecuente de esa calle y tener amigos y conocidos que también visitan a menudo este lugar, no ha visto ni ha oído hablar de los operativos mencionados por la Subsecretaría, ni sabe de personas a las que les hayan quitado el licor.
Por otro lado, habla del carácter de las personas que visitan la calle 9 y de las ventajas de que sea un lugar tan concurrido. “No somos gamines ni viciosos, somos universitarios y profesionales. Si allí hay consumo de marihuana o licor, lo hay como en cualquier otro sector: Lleras, Provenza, etcétera, y la verdad es que nunca he visto a nadie fumando marihuana en las inmediaciones de Píccolo, mucho menos teniendo relaciones sexuales”, como lo había sostenido el restaurante.
Daniel Carvalho
La concurrencia de personas en cualquier espacio es un aliciente para los comerciantes de cualquier zona, argumenta Daniel Carvalho. “Esa noche discutimos con el subsecretario la posibilidad de seguir explorando que la calle 9 se vaya transformando, y ahí fue cómo nos dimos cuenta de la iniciativa de Bulevar Astorga, la cual tuvo su primer evento el sábado pasado”, dice el vocero. Daniel aprovechó ese evento para hablar con varios comerciantes de Astorga y cuenta que a todos (con los que pudo hablar) les gusta que haya esa presencia de público nocturno. “Nosotros quisiéramos que esa zona se enriqueciera. Son escasos los lugares donde la gente decide ocupar los espacios públicos. Hay muchos parques y plazoletas bien equipados sin usuarios, pero aquí pasa lo contrario, ya está la gente, que es lo que se soñaría un comerciante”, dice el urbanista y manifestante.
El puente de Astorga
Gran parte de la obra ya está terminada y actualmente se adelantan actividades complementarias
“A la fecha (14 de noviembre) el puente de Astorga, sobre La Presidenta, tiene una ejecución del 98 por ciento. Actualmente se está en la terminación de barandas peatonales, tramos de andenes en el puente y actividades de paisajismo y siembra de especies. También se está realizando reposición de cerramientos en la urbanización Torres Blancas 2 y en Almagrán, además de la señalización vial”, afirma Diego Gallo, secretario de Infraestructura Física del Municipio de Medellín.
La entrega de esta obra -que hace parte de la conexión vial de la carrera 43 C, entre las calles 7 y Transversal 6, y comunica los barrios Patio Bonito y Astorga-, se estima ahora para el 22 de noviembre, fecha que se ha aplazado en varias oportunidades. Según la administración municipal, funcionarios de la Alcaldía y el Fondo de Valorización de Medellín (Fonval), se prevé realizar una rueda de prensa con la presencia de vecinos y residentes del sector para socializar el paquete de obras de Valorización concluidas, y las próximas a comenzar.
Durante la construcción del puente de Astorga fue necesario ampliar el plazo del contrato porque surgieron actividades no contempladas inicialmente, como el muro de contención en concreto y el fundado en pilas con andén en voladizo, del tramo de aproximación vial en el costado norte, que sustituyó la contención en un principio diseñada en tierra armada. Respecto a esto, el secretario de Infraestructura afirma: “Este reemplazo obedeció a criterios técnicos que garantizaban mayor estabilidad en dicha obra y el tramo de vía a contener. Durante el proceso, se consideró cambiar el sistema constructivo de este muro de contención. Se podría considerar como una acción de mejoramiento. Otra actividad que obligó a correr la fecha de entrega fue el reemplazo de las redes de acueducto del sector. Esto lo solicitó EPM por su necesidad de actualizarla debido a su edad útil”, explica Diego Gallo.
El costo final estimado para esta obra es de 1.500 millones de pesos. La Secretaría de Infraestructura Física aclara que “a la fecha se encuentra facturado el 95 por ciento, que corresponde a 1.425 millones. El 5 por ciento restante estará reservado para cancelar las actividades en proceso de terminación”.
Obras de paisajismo
Durante las obras en el puente de Astorga, el Área Metropolitana autorizó la tala de 22 especies arbóreas, de los cuales fueron intervenidos 16 individuos. Según lo ordena la ley, la reposición debe ser de tres árboles sembrados por uno talado, lo que significa que el paisajismo en la quebrada La Presidenta y el área de influencia del proyecto, ha tenido la siembra de 48 individuos. Además, la resolución de la entidad ambiental autorizó el trasplante de seis árboles. Según la Secretaría de Infraestructura Física “solo se tuvo la necesidad de trasplantar cuatro árboles y dos de ellos pudieron ser conservados al interior del proyecto”.
Los árboles sembrados, manifiestan las autoridades, son de diversidad biológica. Aseguran que esto permite el enriquecimiento a las zonas verdes del sector y crea posibilidad de visita de aves, pues muchos de los árboles poseen frutos atractivos para ellas. En total, se establecerá un área verde alrededor del puente de 2.616 metros cuadrados, de los cuales 1.396 serán sembrados en grama tipo San Agustín. Entre las especies sembradas se encuentran mulí, tambor, guayabo jaboticaba, estrella de oriente, choiba, cerezo del gobernador, guayacán amarillo, ébano, arizá y bálsamo de tolú.
Atrévete a soñar
Atrévete a soñar
/ Carolina Zuleta
Al final del día suelo caminar de mi oficina a mi casa. Antes de llegar, cruzo por un puente que atraviesa el río Chicago. A cada lado del río hay rascacielos diferentes. Está el Trump Tower, una torre gigantesca de vidrio, que parece sacada de una película del futuro. Está el edificio negro y rectangular construido por el famoso arquitecto Mies Van der Rohe, que contrasta con Marina City, dos torres blancas y cilíndricas que semejan unas mazorcas. Cada que paso por ese puente me siento obligada a parar para mirar con más detenimiento la belleza construida por muchos hombres y mujeres a través del tiempo, y pienso que todo lo que ahora veo nació primero como una idea en la mente de una persona. Antes de que un sueño se materialice, primero tiene que ser soñado.
Soñar requiera valentía. Soñar requiere tomar un riesgo. Soñar es para los que estamos un poco locos y creemos que algo diferente a lo que ha ocurrido en la historia de la humanidad puede suceder. Y como soñar está intrínsecamente ligado a la posibilidad del fracaso, muchas personas no se atreven a soñar. Estamos llenos de excusas para no soñar: “no se me ocurre ninguna idea”, “es muy difícil”, “no tengo dinero” y la clásica “no tengo tiempo”.
Hay algo que he oído decir a personas exitosas y famosas como Will Smith y Oprah Winfrey: –“Tu tienes que creer en tu sueño antes de que cualquier otra persona lo crea”. A muchas personas les pasa que cuando comparten su sueño, los otros les dan una lista de razones por las cuales ese sueño no puede existir. La desilusión que les causan esas palabras, hace que guarden sus sueños en la caja del olvido. Sin embargo, las personas exitosas no se creen en el No de los demás. Ellos utilizan ese “no” para fortalecer su sueño, para modificarlo si es necesario, y continúan buscando a los que les van a dar el Sí. El No está asegurado, no necesitas que alguien más te lo de. Es por el Sí por el que debes luchar.
Me pregunto que habría pasado si Michael Jackson hubiera pensado que ya había muchos cantantes y que era muy difícil ser exitoso como músico. De qué nos habríamos perdido si Fernando Botero hubiera decidido conseguir un trabajo que le pagara más o si García Márquez hubiera pensado que no tenía tiempo para escribir. Sólo pensarlo nos parece ridículo, pues para todos nosotros es imposible imaginarnos un mundo en el que Jackson no cantara, Botero no pintara o García Márquez no escribiera. El mundo se enriquece de los sueños de los individuos. Mi camino a mi casa es espectacular gracias a los sueños de todos esos arquitectos. Hoy puedo compartir mis ideas con todos ustedes gracias a que Julio Posada un día soñó crear este periódico. Te reto a que hoy te atrevas a soñar. Te reto a que tomes ya el primer paso: siéntate y escribe cuál es tu sueño.
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El legado de Leonel Estrada
El legado de Leonel Estrada
Su muerte deja un sabor agridulce: tristeza por el vacío, pero alegría pues su legado está vigente
La muerte, por más inevitable que sea, no dejará de ser dolorosa. Toda muerte deja siempre un vacío en los seres queridos, en los más cercanos, en los amigos, compañeros de estudio, de trabajo o en viejos vecinos. Pero hay casos en que este sentimiento de pérdida trasciende el círculo inmediato y se extiende a una sociedad que reconoce en quien murió los valiosos aportes que le hizo en vida. Es el caso de Leonel Estrada.
Aunque nació en Aguadas, Caldas, desarrolló buena parte de su vida en Medellín. No en vano, en septiembre de 2011, en un homenaje que le hizo el Museo de Arte Moderno (Mamm) -del cual fue fundador- decía su amigo, el escritor y crítico Darío Ruiz: “Medellín y el arte le deben mucho a Leonel Estrada”.
Por esos días lo entrevistamos en su apartamento en El Poblado, una especie de museo donde con solo salir del ascensor el visitante se encontraba en medio de esculturas y pinturas realizadas por él en diferentes técnicas. Nos sorprendió su lucidez, su creatividad, su vitalidad. Acababa de cumplir 90 años, pero era un hombre sin edad o por encima de esta. Seguían brillando en él las características que le habían permitido destacarse: creativo, crítico, aún escribía poemas, pintaba, exponía y disfrutaba enormemente con las manifestaciones del arte. Continuaba convencido de que era necesario despertar en los niños la creatividad -y se ocupaba en proyectos afines-, y que el arte había que comunicarlo. “Mi gran interés ha sido comunicar el arte en Medellín y refrescarlo un poquito”, nos decía. ¡Y vaya que lo logró!
Leonel Estrada era en realidad un hombre polifacético que sobresalía en todo lo que emprendía. Además de distinguirse como ortodoncista (para él, la Ortodoncia era un arte), se destacó como educador, escultor, pintor, poeta, historiador e investigador, por solo citar algunos aspectos. Sus talentos no eran pocos, pues sus allegados también reconocían en él sus dotes como contador de chistes y bailarín de tango. En referencia a sus talentos, y como era un gran devoto, de misa diaria, en la entrevista le dijimos: “Usted tiene rosca con Dios”, a lo que contestó con sencillez, rodeado de marcadores, pinceles y pinturas por colgar: “No tengo rosca. Mi padre era muy creativo y sembró en mí muchas cosas que han venido saliendo”.
Pero la de gestor cultural fue, sin duda, una de sus facetas principales, a la que más le debe el arte en Medellín: fue precursor de las bienales de arte realizadas en los años 68, 70, 72 y 81, que tanto contribuyeron al desarrollo del arte moderno y contemporáneo en la ciudad.
Hay mucho que agradecerle, pues, a Leonel Estrada.
Su muerte deja un sabor agridulce: tristeza por el vacío, pero también alegría, pues su legado está vigente.
El legado de Leonel Estrada
El legado de Leonel Estrada
Su muerte deja un sabor agridulce: tristeza por el vacío, pero alegría pues su legado está vigente
La muerte, por más inevitable que sea, no dejará de ser dolorosa. Toda muerte deja siempre un vacío en los seres queridos, en los más cercanos, en los amigos, compañeros de estudio, de trabajo o en viejos vecinos. Pero hay casos en que este sentimiento de pérdida trasciende el círculo inmediato y se extiende a una sociedad que reconoce en quien murió los valiosos aportes que le hizo en vida. Es el caso de Leonel Estrada.
Aunque nació en Aguadas, Caldas, desarrolló buena parte de su vida en Medellín. No en vano, en septiembre de 2011, en un homenaje que le hizo el Museo de Arte Moderno (Mamm) -del cual fue fundador- decía su amigo, el escritor y crítico Darío Ruiz: “Medellín y el arte le deben mucho a Leonel Estrada”.
Por esos días lo entrevistamos en su apartamento en El Poblado, una especie de museo donde con solo salir del ascensor el visitante se encontraba en medio de esculturas y pinturas realizadas por él en diferentes técnicas. Nos sorprendió su lucidez, su creatividad, su vitalidad. Acababa de cumplir 90 años, pero era un hombre sin edad o por encima de esta. Seguían brillando en él las características que le habían permitido destacarse: creativo, crítico, aún escribía poemas, pintaba, exponía y disfrutaba enormemente con las manifestaciones del arte. Continuaba convencido de que era necesario despertar en los niños la creatividad -y se ocupaba en proyectos afines-, y que el arte había que comunicarlo. “Mi gran interés ha sido comunicar el arte en Medellín y refrescarlo un poquito”, nos decía. ¡Y vaya que lo logró!
Leonel Estrada era en realidad un hombre polifacético que sobresalía en todo lo que emprendía. Además de distinguirse como ortodoncista (para él, la Ortodoncia era un arte), se destacó como educador, escultor, pintor, poeta, historiador e investigador, por solo citar algunos aspectos. Sus talentos no eran pocos, pues sus allegados también reconocían en él sus dotes como contador de chistes y bailarín de tango. En referencia a sus talentos, y como era un gran devoto, de misa diaria, en la entrevista le dijimos: “Usted tiene rosca con Dios”, a lo que contestó con sencillez, rodeado de marcadores, pinceles y pinturas por colgar: “No tengo rosca. Mi padre era muy creativo y sembró en mí muchas cosas que han venido saliendo”.
Pero la de gestor cultural fue, sin duda, una de sus facetas principales, a la que más le debe el arte en Medellín: fue precursor de las bienales de arte realizadas en los años 68, 70, 72 y 81, que tanto contribuyeron al desarrollo del arte moderno y contemporáneo en la ciudad.
Hay mucho que agradecerle, pues, a Leonel Estrada.
Su muerte deja un sabor agridulce: tristeza por el vacío, pero también alegría, pues su legado está vigente.
El legado de Leonel Estrada
El legado de Leonel Estrada
Su muerte deja un sabor agridulce: tristeza por el vacío, pero alegría pues su legado está vigente
La muerte, por más inevitable que sea, no dejará de ser dolorosa. Toda muerte deja siempre un vacío en los seres queridos, en los más cercanos, en los amigos, compañeros de estudio, de trabajo o en viejos vecinos. Pero hay casos en que este sentimiento de pérdida trasciende el círculo inmediato y se extiende a una sociedad que reconoce en quien murió los valiosos aportes que le hizo en vida. Es el caso de Leonel Estrada.
Aunque nació en Aguadas, Caldas, desarrolló buena parte de su vida en Medellín. No en vano, en septiembre de 2011, en un homenaje que le hizo el Museo de Arte Moderno (Mamm) -del cual fue fundador- decía su amigo, el escritor y crítico Darío Ruiz: “Medellín y el arte le deben mucho a Leonel Estrada”.
Por esos días lo entrevistamos en su apartamento en El Poblado, una especie de museo donde con solo salir del ascensor el visitante se encontraba en medio de esculturas y pinturas realizadas por él en diferentes técnicas. Nos sorprendió su lucidez, su creatividad, su vitalidad. Acababa de cumplir 90 años, pero era un hombre sin edad o por encima de esta. Seguían brillando en él las características que le habían permitido destacarse: creativo, crítico, aún escribía poemas, pintaba, exponía y disfrutaba enormemente con las manifestaciones del arte. Continuaba convencido de que era necesario despertar en los niños la creatividad -y se ocupaba en proyectos afines-, y que el arte había que comunicarlo. “Mi gran interés ha sido comunicar el arte en Medellín y refrescarlo un poquito”, nos decía. ¡Y vaya que lo logró!
Leonel Estrada era en realidad un hombre polifacético que sobresalía en todo lo que emprendía. Además de distinguirse como ortodoncista (para él, la Ortodoncia era un arte), se destacó como educador, escultor, pintor, poeta, historiador e investigador, por solo citar algunos aspectos. Sus talentos no eran pocos, pues sus allegados también reconocían en él sus dotes como contador de chistes y bailarín de tango. En referencia a sus talentos, y como era un gran devoto, de misa diaria, en la entrevista le dijimos: “Usted tiene rosca con Dios”, a lo que contestó con sencillez, rodeado de marcadores, pinceles y pinturas por colgar: “No tengo rosca. Mi padre era muy creativo y sembró en mí muchas cosas que han venido saliendo”.
Pero la de gestor cultural fue, sin duda, una de sus facetas principales, a la que más le debe el arte en Medellín: fue precursor de las bienales de arte realizadas en los años 68, 70, 72 y 81, que tanto contribuyeron al desarrollo del arte moderno y contemporáneo en la ciudad.
Hay mucho que agradecerle, pues, a Leonel Estrada.
Su muerte deja un sabor agridulce: tristeza por el vacío, pero también alegría, pues su legado está vigente.
Se desbordó la inseguridad
Se desbordó la inseguridad
/ Juan Carlos Vélez Uribe
El tema de la inseguridad en Medellín parece que nunca terminase. Desde hace muchos años este asunto siempre aflora dependiendo de las circunstancias, y, últimamente, por los hechos acontecidos principalmente en las comunas 8 y 13, vuelve a estar en boca de todos los medellinenses.
¿Qué nos está pasando? Por qué volvemos a escuchar de asesinatos de policías, aumento de los homicidios, crecimiento del fenómeno de la extorsión, fronteras invisibles, etcétera? Porque, a mi modo de ver, este fenómeno no se ha enfrentado con toda la vehemencia que se requiere.
Hemos venido asumiendo recientemente una postura de apoyo a la administración municipal encabezada por Aníbal Gaviria, a pesar de haber apoyado en las elecciones para alcaldía de Medellín las aspiraciones del entonces candidato Federico Gutiérrez. Este acompañamiento que le hemos dado al alcalde tiene como fin lograr una mejor ciudad para todos. Y lo hemos hecho sin compromisos burocráticos de ninguna índole o negociaciones politiqueras. Ese respaldo lo hacemos por pura convicción. Sin embargo, esa independencia también nos permite decirle al señor alcalde dónde no está acertando y, para el asunto que nos concierne, definitivamente no estamos afrontando la problemática de la inseguridad de la ciudad como debe ser.
Siento una ciudad donde el control de los barrios está cada vez más en manos de los criminales. El fenómeno de las fronteras invisibles no ha podido controlarse, el microtráfico sigue desbordado, el control al porte ilegal de armas se ha venido debilitando. Aumenta el número de homicidios, hay toque de queda en algunas comunas; la inseguridad del Centro sigue descontrolada, en fin, pienso que este fenómeno se nos salió de las manos. En Medellín hay que tomar medidas de choque, fuertes y contundentes para acabar del todo con la inseguridad que padecemos.
Pienso que al gobierno nacional poco le interesa la problemática de nuestra ciudad, pues después de los últimos acontecimientos en Medellín el presidente Santos brilla por su ausencia. Ya debió haber realizado un Consejo de Seguridad en la ciudad. El señor gobernador parece que tuviera otras prioridades diferentes a garantizar la seguridad de los antioqueños, por eso les deja toda la responsabilidad a los alcaldes, y el gobierno municipal hace lo imposible por controlar la inseguridad y parece que sus tácticas no le funcionan. Por el momento, la Secretaría de Seguridad no ha dado los resultados esperados.
El aumento del pie de fuerza policial que tanto se ha pregonado aún no produce los efectos buscados. No es sino conocer la preocupación que han manifestado varios ciudadanos porque desde la época de los Juegos Suramericanos no se volvieron a ver los retenes. El decomiso de armas ilegales no se siente, a pesar de que aprobamos en el Congreso penas más severas para esa conducta, así como para evitar la excarcelación de los responsables. Es indudable que el fenómeno de la extorsión ya empieza a llegar a sectores que nunca lo habían padecido, lo cual obligaría casi que a constituir un “cuerpo élite” para combatir este fenómeno.
Más resultados y menos discursos es lo que exigimos de nuestros gobernantes, sino veamos los éxitos que ha logrado el Alcalde de Itagüí, quien ha considerado a la seguridad como una de sus prioridades.
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Valentina Bakery: Valentina Reyes
Valentina Bakery: Valentina Reyes
En Nueva York se graduó en gastronomía y se especializó en repostería, campo que exploraría en varias cocinas de restaurantes de esta metrópoli. Al regresar a Medellín, y tras un periodo en el que se dedicó a estudiar y familiarizarse con la oferta existente en la ciudad, creó Valentina Bakery, una repostería, panadería y pastelería gourmet donde todo es artesanal y se vende recién salido del horno.
Ubicada en el Mall Complex Los Balsos, en un local apacible e ideal para desayunar o tomar el algo, Valentina Bakery está fuertemente influenciada por la pastelería y repostería americana, la que su creadora conoció de cerca durante los años en que habitó en la Gran Manzana. Las galletas shortbread es una de las recetas que aprendió allí y que hoy hace parte de La Buena Mesa.
Galletas shortbread
(12 sanduches de galleta aprox.)
• 500 gramos de mantequilla sin sal • Una taza de azúcar • Una cucharada de vainilla • Un cuarto de cucharadita de sal • 4 tazas de harina • Azúcar XXX al gusto.
Para el relleno:
• 196 gramos de chocolate en leche • 56 gramos de chocolate Cordillera 59 % • Media taza de crema de leche • Una cucharadita de esencia de café.
Preparación:
En un recipiente, cremar la mantequilla con el azúcar. Luego agregar la vainilla, revolver y, por último, verter la harina y mezclar hasta que se integre. Estirar la masa resultante entre dos papeles parafinados, dándole un grosor de medio centímetro. Llevarla al refrigerador durante 20 minutos. Cuando la masa este fría, fraccionarla en las porciones deseadas con un cortador de galletas.
Llevar las galletas resultantes a una lata con papel parafinado y hornear a 180 ºC durante 13 minutos hasta que se doren un poco. Dejar enfriar completamente.
Relleno:
Agregar los chocolates y la esencia de café a un recipiente. Hervir la crema de leche, para luego verterla allí y así derretir los ingredientes ya introducidos. Mezclar bien con una batidora y dejar enfriar totalmente.
Con una manga pastelera agregar el relleno (ganash de chocolate) a las galletas, armando sándwichs con ellas. Espolvorear azúcar XXX sobre ellas.
Icono del periodismo independiente
/ Esteban Carlos Mejía
Este periódico está listo para ser lo que ya de hecho es: un gran periódico de ciudad
Muchos de los colegas de Julio Posada, que era copy en una agencia de publicidad, se quedaron sansirolés cuando les contó que iba a lanzar un periódico, en un barrio, en El Poblado, para más señas. ¿Sería capaz? Otros se encogieron de hombros. Los menos insensatos pronosticaron bancarrota y lágrimas. Unos pocos, casi a regañadientes, la verdad sea dicha, lo apoyaron en su estrafalaria idea.
El periódico era una novedad en esa Medellín de los años 90, encalambrada por la mafia. Hablaba de cosas pequeñas y cotidianas, temas y asuntos despreciados por otros medios, subvalorizados o ridiculizados con inquina. Pero lo que es la vida: esas rutinas ordinarias -mera frivolidad para algunos- tenían mucho que ver con la vida de las personas, y fueron registradas con respeto y simpatía, sin condescendencias, en un tono que muy pronto se ganó el corazón de los lectores, incluido el más conspicuo de todos, Gabriel García Márquez, al que el ‘periodismo de comunidad’ siempre le ha interesado.
Hoy, casi 23 años después, Vivir en El Poblado es un ícono del periodismo independiente y autónomo. Su circulación gratuita le resulta amable a miles de lectores, al igual que su contenido variado, inteligente y, a veces, punzante sobre la realidad de la comuna suroriental de Medellín, la más favorecida por la fortuna, como dicen algunos. Su proyección, hace rato, supera las dimensiones del barrio. Me atrevo a asegurar que, a punta de abnegación, talento y perseverancia, este periódico está listo para ser lo que ya de hecho es: un gran periódico de ciudad.
El Poblado en el mapa del mundo
El Poblado en el mapa del mundo
El desarrollo de la hotelería ha sido significativo en El Poblado en los últimos 23 años
Recuerda Manuel Molina, gerente del Hotel Dann Carlton Medellín, que antes de 1980 la hotelería de la ciudad estaba ubicada en el Centro y la carrera 70. Solo el Hotel Intercontinental, inaugurado en 1972, se imponía en El Poblado. A finales de los 80, un segundo hotel de primer nivel llega a la Comuna 14, el Poblado Plaza. Detrás de su éxito, se asientan en el barrio hoteles como Portón, Belfort, Sheraton y Park 10, entre otros, a principios de los 90. Estos, en su mayoría son de capital 100 % colombiano.
En esa época la ciudad se encuentra agobiada por el narcoterrorismo y Medellín se convierte en un destino poco apetecido. Con la organización del G6, una alianza entre hoteles, agencias de viajes, clínicas, aerolíneas y medios de comunicación, se busca promover la ciudad como sitio turístico de negocios, salud, comercio y moda. Cambiar la imagen internacional de Medellín es primordial.
Hasta el año 2000 permanece la misma hotelería, con la excepción del Dann Carlton Medellín, inaugurado en 1997, y algunos proyectos de apartahoteles y hostales.
Con el cambio de siglo, considera Manuel Molina, el desarrollo hotelero se convierte en promotor para la construcción, los aeropuertos, el turismo, las aerolíneas, los centros comerciales, las clínicas y eventos de la ciudad. Así mismo, las compañías de bolsa financiera y banca se empiezan a establecer en la zona de hotelería. De ahí el que a finales de la primera década del siglo 21 ingresen nuevas marcas de hoteles, nacionales y extranjeras: Royal, Novelty, Best Western y The Charlee, entre otros, como inversión extranjera en la ciudad. Un punto clave en ese auge es la gabela tributaria creada durante la presidencia de Álvaro Uribe, con la Ley 788 de 2002, que permite que las nuevas inversiones o remodelaciones que se hagan hasta el año 2017, reciban una exención del 30 % del impuesto de renta.
Con la reciente crisis económica mundial, algunos proyectos se han quedado aplazados y probablemente resurjan para 2013 o 2014, dice Manuel Molina, pero aclara que ese nuevo desarrollo hotelero se daría en Rionegro.
Hoy y mañana
Para el futuro, en el año 2020, Manuel Molina cree que no serán más de cuatro o cinco hoteles nuevos de talla mundial en El Poblado. Afirma que con eso se cumplirían los estándares de lo que Medellín necesita como imagen internacional, con suficientes habitaciones para los eventos y congresos que le permiten a la ciudad competir con el mundo. Pero su capacidad actual es exitosa, “si no la tuviéramos no seriamos una opción viable para ninguno de los certámenes que se hacen aquí, como los 50 años del BID, los Juegos Suramericanos, o las visitas de grandes artistas”, enfatiza el gerente del hotel Dann Carlton.
Música clásica, en uno de sus mejores momentos
Música clásica, en uno de sus mejores momentos
De la mano del maestro y director Alberto Correa, y de nuestros contenidos en los últimos 22 años, miramos el pasado de la música clásica y lo que esperamos para el futuro
• La Orquesta Filarmónica de Medellín está en crecimiento desde su inauguración en 1983, pero la Orquesta de Antioquia, fundada en 1974 viene, en declive y empieza a agonizar a principios de los 90 por falta de ingresos y auxilios públicos. En 1995 deja de funcionar.
• En 1995 también se apaga por cuestiones económicas, después de casi 200 conciertos, la Retreta del Domingo en el Parque, programa inaugurado el 19 de mayo de 1991 en el Parque de El Poblado por el Taller de Música.
• El movimiento coral empieza a despertarse de la postración que sufrió del 75 al 82 y nacen coros como Tonos Humanos y Arcadia. El Estudio Polifónico ya cumple más de 15 años. El movimiento de ópera y zarzuela renace con la aparición de Prolírica de Antioquia en 1994.
• Pero una de los hechos más interesantes de esos años del 90 al 2000, según el maestro Correa, es que el Conservatorio de Música se define vocacionalmente y pasa de formar docentes de música a formar instrumentistas, convirtiéndose en Facultad de Artes.
• En los 90 aparece el fenómeno de la Red de Escuelas de Música de Medellín y en 1991 el programa educativo Batuta. Ambos desarrollan la popularización de la enseñanza musical y hacen las veces de conservatorio en los barrios de la ciudad.
• Para finales del siglo, Medellín cuenta con una Orquesta Filarmónica sólida, más de cuatro coros bien establecidos, educación y redes de música, funcionando junto al programa de ópera y zarzuela. Es un buen momento musical, apoyado por los teatros Pablo Tobón Uribe, Metropolitano, Universidad de Medellín, Auditorio Fundadores y Camilo Torres.
• El advenimiento de la Facultad de Música de Eafit a finales de siglo contribuye significativamente al número de profesionales formados en la academia.
• A principios de la década del 2000, la Red de Escuelas empieza a dar frutos con jóvenes que ingresan a las universidades, algunos de ellos becados, y como resultado la Filarmónica de Medellín se nutre con más de 14 músicos.
• Entre 2000 y 2010 el gran protagonista, el público, empieza a ausentarse, paradójicamente con un aumento de oferta de conciertos. La Filarmónica de Medellín pasa de presentar 100 conciertos en los 90 a presentar 130 en el 2000, con menor asistencia. El maestro Correa asegura que la reactivación del público empieza a notarse solo desde 2010.
• En 2010 “la ciudad cuenta con la orquesta profesional Filarmónica de Medellín, la de Eafit, la de Amadeus, la de la Red, la joven Orquesta Sinfónica de Colombia y la Joven Orquesta Filarmónica de Medellín de Práctica Orquestal, y dos de cámara que son Resonanza y la de Bellas Artes”, agrega el maestro Correa.
• Sin embargo, la crítica musical y el cubrimiento de conciertos en los medios disminuye. Los reconocidos críticos Gabriel Villa, Luis de Zulategui y Mario Gómez Vignes mantienen el oficio vivo hasta principios de los 90, y hasta 2012 queda en manos de Rafael Vega (fallecido el 24 de junio de 2012) y Olga Elena Mattei.
• 2012 es el año de la música clásica para la ciudad. Asegura el maestro Correa, con sus 60 años de trabajo en la música, que “Medellín es la primera ciudad musical de Colombia, y lo compruebo por el número de facultades de música, orquestas, coros y festivales internacionales”.
• Para los próximos 23 años el maestro Correa imagina una ciudad aún más fuerte en materia musical. Dos orquestas sinfónicas profesionales independientes y un movimiento coral sólido. Estos tres integrados a los movimientos musicales de las poblaciones circunvecinas como Bello, Caldas y el Oriente antioqueño. Espera que existan seis emisoras culturales y más cubrimiento periodístico. Pero especialmente cree que habrá una extensa oferta musical. “Si en 2011 Medellín hizo 350 conciertos musicales, o sea uno diario en promedio, el crecimiento lógico nos lleva, me atrevo a decirlo, a unos tres conciertos diarios en 20 años. Vamos para eso”. Esa oferta necesitará más espacios, como los que se proyectan en Ciudad del Río junto al Museo de Arte Moderno con las sedes de la Filarmónica de Medellín, Cantoalegre y el Ballet Folclórico de Antioquia, rodeando un gran escenario al aire libre.
• Uno de los coros más importantes de la ciudad, Tonos Humanos, celebra 25 años de trabajo en 2009. Para ese mismo año se han consolidado dos grandes festivales en Medellín: el Festival Coral de Medellín, que surge en 2001, y el Festival Internacional de Música de Medellín que nace en 2008.
El Poblado necesita más espacios de arte
El Poblado necesita más espacios de arte
En un barrio donde predominan la diversión y el comercio como actividades de tiempo libre, son pocos los espacios que acogen y nutren las artes plásticas
Según el curador y crítico de arte, Alberto Sierra, los focos de arte en el El Poblado han sido fundamentalmente el Museo El Castillo, la Cámara de Comercio, Eafit y el Mamm, cada uno con su propia orientación.
Esa realidad se ve en cierta forma reflejada a lo largo de las 500 ediciones de Vivir en El Poblado. Por ejemplo, en su cuarta edición, en 1991, el periódico celebró el trabajo de 20 años de El Castillo, el cual, desde su apertura al público en el 71, había pasado de ser una casa museo llena de historias y leyendas a ser un centro cultural para Medellín y un eje para El Poblado. En esa edición se reconoció especialmente el aporte de los talleres de arte de esta entidad como espacio de enseñanza. En 2010, a un año de cumplir 40 de apertura al público, la edición 416 contó cómo se logró su remodelación más importante gracias a su directora, Marta Ligia Jaramillo, quien durante 29 años ha luchado con los mismos problemas que se plateaban en esa cuarta edición del 91: falta de recursos. Hoy El Castillo recibe diariamente cerca de 400 personas que disfrutan sus jardines y colecciones, además de eventos ya establecidos como la exposición de pesebres en diciembre, exhibiciones de bordados, y ferias de decoración y antigüedades.
Por otro lado, en las páginas de entretenimiento de Vivir en El Poblado, la Cámara de Comercio siempre ha estado presente con su programación cultural, la cual ha incluido exposiciones, convocatorias y concursos literarios, conciertos y cine. Es un espacio con mucho potencial. En palabras de Alberto Sierra “tiene buen espacio, buena ubicación y muchos parqueaderos”, lo cual, según él , podría prestarse para mucho más desarrollo.
Parqueaderos y acceso fácil a la comunidad son dos factores que Alberto Sierra resalta en las otras dos instituciones: Eafit y el Mamm. Las personas de El Poblado, dice Sierra, se han acostumbrado a que les sirvan la cultura aquí mismo y de forma fácil. Poca gente se desplaza al Centro u otras zona de la ciudad a consumir cultura. “La mayor influencia la tiene Eafit porque cobija artes plásticas desde la docencia, bibliotecas, exhibiciones y eventos culturales.” El Mamm, por su lado, se ha centrado en grandes exposiciones de artistas nacionales y extranjeros, y como punto de encuentro para diversas actividades culturales. Las programaciones de estas dos instituciones han sido visibilizadas en forma permanente por Vivir en El Poblado, desde su sexta edición, en abril del 91. En esa ocasión fue la apertura de Eafit a la cultura con el programa Luciérnaga, con sus cursos de educación continua. Desde el Mamm, la exposición de 196 grabados del artista Max Ernst fue el primer cubrimiento artístico del periódico, también en 1991. Desde entonces nuestras páginas han reportado continuamente sobre el quehacer del Mamm en Carlos E. y su posterior desarrollo cultural en El Poblado.
Las galerías también han sido un punto importante en el descubrimiento del arte en la comuna 14. Las primeras en establecerse en el sector fueron Arteautopista, el Bar Galería Finale y Galería De La Oficina. Desde eso han llegado otras, como las galerías Duque Arango y Naranjo & Velilla. Igualmente, Alberto Sierra resalta el trabajo que han hecho grupos juveniles en el desarrollo del arte y la cultura como Acción Impro, las charlas Lo doy porque quiero -que nacieron en calle 9-, las galerías y tiendas creativas (permanentes y las temporales) como café Zorba o la iniciativa de Vía Primavera. “Son espacios alternativos en un nivel incipiente pero importantes porque nacen aquí, desde la misma gente que vive en El Poblado, y todo eso es dinámica”, dice.
Acuerdo memorable
Uno de los grandes focos del arte en la comuna 14 se dio por el Acuerdo de Obras de Arte que rigió en Medellín entre 1975 y 1992. “Este acuerdo estableció que, dentro de determinadas condiciones, los constructores debían dotar la edificación de una obra plástica, contribuir a entidades patrimoniales o apoyar los proyectos de restauración del patrimonio arquitectónico e histórico”, explicaba el crítico de arte Carlos Arturo Fernández, en la edición 401 de Vivir en El Poblado, en 2009. En su columna, recopiló estas grandes esculturas que acompañan silenciosamente el urbanismo de El Poblado.
1- Poda, de Bernardo Salcedo. Glorieta donde se unen las lomas El Tesoro y Los Balsos.
2- Jardín de piedras, de Hugo Zapata. Edificio Colmena, Avenida El Poblado.
3- Metamorfosis, de Édgar Negret. Edificio Novatempo, en la Avenida El Poblado.
4- Equinoccio, de Ronny Vayda. Frente al Hotel Park 10.
El Poblado en Púrpura Profundo
/ José Gabriel Baena
Veo hacia El Poblado unos 23 años atrás, cuando se creó “Vivir en…”, pero mi mirada se va mucho más lejos hacia el barrio de los años 70, cuando visto desde lo alto de las montañas occidentales de San Javier semejaba un amable pesebre, al atardecer, con lucecitas titilando aquí y allá. Corre el año 1975, se acaba de fundar la cinemateca “El Subterráneo”, y los estudiantes despalomados por las interminables huelgas universitarias empezamos a ir con curiosidad hacia ese lejanísimo teatro: ir en bus nos tarda dos horas de ida, dos de vuelta, pero uno de nuestros “brothers”, mecánico de fin de semana, viene a ser el salvador: en uno de los famosos jeeps “Comandos” brasileños nos damos una o dos escapaditas semanales al cine “culto” y misterioso de “Pacholo”, en la calle 9 sin pavimentar, exactamente frente donde hoy queda Vivir en El Poblado: Herzog, Fassbinder, Nashville, La danza de los vampiros, mientras en el pasacintas del auto rueda interminablemente la nueva obra que acaba de grabar “Deep Purple”: Púrpura profundo, “Fumemos dentro del agua”. Con la menuda contada nos alcanza para comprar unas dos botellas del famoso vino de Manila, que sabe a cucarachas al vinagre por lo menos, pero algo es algo. Antes de entrar al cine nos tomamos dos o tres tragos cortos matizados por un Pielroja verde; el cielo de la ciudad, enorme todavía, nos ampara mientras se cierra allá muy lejos, de donde venimos. Nubes inverosímiles como explosiones de uranio que jamás he vuelto a ver y púrpura final y profundo de infierno nuclear es el efecto sinestésico de la música británica con el vino “trespatadas”, cosas que desde entonces he llevado en eso que algunos llaman alma, otros sólo “recuerdo”. Siempre me he preguntado por qué esa extraña combinación de efectos me induce unas melancolías tan profundas cuando paso por la esquina de la calle 9, y la mejor respuesta es una de las películas más graves que me han quirurjizado los ojos: Solaris, de Andréi Tarkovski, esa especie de émulo ruso de 2001 Odisea del Espacio, con guión de Stanislaw Lem, que por esas cosas del cine y de la metafísica indomable se convirtió, no en una parodia de una conquista espacial de un planeta que es de sólo agua, sino que es como el insondable lago vivo del inconsciente humano, lleno de monstruos freudianos y de alguna que otra sirena redentora. Fantasmas del pasado y el futuro aparecen íntegros o en fragmentos de pavor con admoniciones que hubieran marcado nuestras vidas para siempre, si las hubiéramos seguido, pero no: nadie llega nunca a Ningunaparte si escoge el camino recto… Si mal no recuerdo, había una mujer misteriosa, Hari, quien conduce, quiérase o no, los destinos de los cuatro tripulantes de la nave. Después de los 80, cuando el teatro emigró de aquí para allá hasta su lamentable desaparición, jamás pude mirar una cinta con ese amor temible con que vi Solaris en El Poblado más antiguo. Y llevo grabada la frase como un puñal oculto en el monederito secreto de mi corazón: “Amas aquello que puedes perder: a ti mismo, a tu mujer, a tu país”. Adónde vamos cada día cuando salimos de casa, nunca lo sabremos. Pienso en el Nowhere man, la canción de John Lennon. ¡Abracémonos fuertemente en esta edición 500 de Vivir en El Poblado! El número 1.000 lo leeremos cantando en el paraíso de Mahoma, seguro. ¡Ah: y oremos por que la patria de nuestros padres y que nunca fue nuestra no sea traicionada en los acuerdos cubanos!
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23 años y su banda sonora
23 años y su banda sonora: El reconocido músico y profesor Juancho Valencia nos presenta una original crónica sobre el transcurrir musical de la ciudad durante los años de vida de Vivir en El Poblado
Hablar de 23 años de historia de música de Medellín no es una tarea fácil en una ciudad donde la memoria nos falla y los cambios vertiginosos son la constante. Es presumir que tenemos una historia homogénea, que nos cruza en línea recta como lo hace el río al valle. Y ahí es donde comienzo, en los mundos tan distantes en los que vivimos en la misma ciudad, y que cada vez se transforman y se alejan a velocidades más extremas.
Yo tenía nueve años
El año 89 fue uno de los periodos más aterradores para vivir en Colombia, sumergida en una guerra sin tregua que hacía ver el apocalipsis como un juego ingenuo.
Sin embargo, al escribir “1989 Colombia” en Google, parece que lo más importante fue el triunfo del Atlético Nacional en Copa Libertadores (recuerdo estar presente en ese partido y ser despertado por el grito de mi madre: ¡¡Ganamos Higuita Ganamos!!). “Oh oh oh mi Nacional y olé olé olé”, nos remite a esa canción que nos describe este primer momento: la salsa.
En 1989 se bailaba salsa, se cantaba salsa, se pensaba en salsa. Solos de timbal y bongó se confundían con disparos y explosiones que musicalizaban los meses finales de la década, pero la salsa dura empezó a ser reemplazada rápidamente por una mezcla impensable en ese momento y que ahora es un sonido común y cotidiano: la salsa romántica. ¿Cómo diablos podía encajar una melodía melosa, tierna, y un cantante con voz inocente con los hierros de las campanas, el metal de los trombones y la agresividad del tumbao?, se preguntaban los salseros de ultranza que interrumpían mis horas de sueño en la noches de bohemia de mi casa.
Bueno, Eddie Santiago lo hizo, y la salsa pasó a ser el discurso del barrio, del latino emigrante, la música de las sábanas blancas que las adolescentes cantaban a todo pulmón. En este año surgió en el occidente de la ciudad una canción que le dio la vuelta al mundo junto con el genio musical que la interpretó, Diego Galé (de quien mi padre -Luis Fernando- me dijo que su ritmo es tan perfecto como la maquinaria de un reloj) inventándose a la vez el sonido de la salsa de Medellín con el hit Mi vecina.
Del merengue y otros ritmos
Luego llegó un ritmo con toda la intención de robarse el trono de las pistas de baile de todos los garajes, cumpleaños, de la joven Avenida Las Palmas, San Juan y la 70: el merengue. Este, más fácil de bailar, fue apoderándose del terreno antes imperado por Fruko y sus Tesos. En el 89 asesinan a Jairo Paternina, cantante del grupo que descubrió el tempo exacto donde el habitante de Medellín baila a la perfección: El Combo de las Estrellas.
El vallenato dominaba el sentimiento poético de los paisas, y en la pista de baile era el momento oportuno para apretar a la pareja mientras se escuchaba a un señor del que, en mi infancia, siempre me atraía un lunar simpático en el cachete: Rafael Orozco
Pero Medellín no vibraba solamente con los ritmos tropicales, vestidos de camisa de chalís y zapato mocasín. La balada, que la historia posteriormente llamó “música para aplanchar” porque en la mente tenemos el sonido de los quehaceres de la casa, la balada y Radioreloj narrando las desgracias de la noche anterior, nos dominaba con su dramatismo e histeria controlada.
También estaba entrando un sonido que iba a transformar las futuras generaciones de manera contundente: el rock en español.
Caía el muro de Berlín y llegaban a Medellín grupos del cono sur y la madre patria, con nombres creativos como los Enanitos Verdes, los Hombres G, Soda Estéreo, Los Prisioneros (que nos mostraban con sus letras que allá abajo en el sur no todo iba a la perfección) y el más grande de la época: Los Toreros Muertos.
Su primer concierto en Medellín fue en el Coliseo y el regalo de cumpleaños que pedí a mi padre fue asistir. “Déjelo entrar, porque un niño que a los nueve años nos quiera escuchar a Los Toreros Muertos tiene que ser especial”, dijo uno de ellos cuando vio el alboroto porque no me dejaban pasar. Eso no se me olvida. Ahora imagino la complejidad de entrar a un niño de nueve años a un concierto de música irreverente en donde el cantante lanzaba rollos de papel higiénico hacia el público.
Los jóvenes (parceros solo se decía en Manrique), coreaban no solo las canciones en inglés inventado “wuachu wuachu” sino también coros como mi agüita amarilla, sufre mamón, o yo no me llamo Javier. La película Rodrigo D, de Víctor Gaviria, rompía esquemas e hizo una importante compilación de músicos punk para la posteridad.
En los 80 surge también un genuino rock de la montaña de la mano de Kraken, Estados Alterados, Ekhymosis y Bajo Tierra, sonidos diferentes que captaron la mirada de Colombia hacia nosotros.
Los 90
Llegan los 90, muere el capo, nueva constitución, llega MTV a Colombia. Época de renacimiento. Una sensación de esperanza se apoderó de la ciudad. La fiesta fluía sin problemas con mezclas de música tropical, merengue, rock alternativo y música “discotequera”. Mientras mis amigos disfrutaban de las virtudes del rock, yo me adentraba en la fantasía de la clave y el tumbao, Juanes comenzaba a convertirse en un ídolo pop y dejaba de componer letras contra el sistema, surgía una ola esperanzadora de salsa dura con jóvenes sobrevivientes de los 80, y llegaban sonidos británico-caribeños para apoderarse de los bares: el reggae y el ska.
Es una época recordada por multitudinarios conciertos entre artistas antagónicos de salsa y pop o rock y tropical, que le daban una apariencia cosmopolita y de vanguardia a una ciudad preparada para un sonido totalmente nuevo y fresco: Carlos Vives logró la unidad rítmica, y sin importar en que parte de la montaña de Medellín vivían, todos cantaban en sintonía los Clásicos de la Provincia.
El 2000
El 2000 entra a Medellín con sonidos resultantes de las experimentaciones realizadas en los 90. Juanes pasa a ser un éxito global y en Medellín ocurren sucesos relevantes a niveles gubernamental y privado que enriquecieron de manera sustancial el principio de siglo: el apoyo incondicional de la Alcaldía a la música; el surgimiento de la carrera de música en la Universidad Eafit, que afirmaba la importancia de un nivel profesional alto musicalmente; y el surgimiento de festivales como Altavoz, que convocaba la escena juvenil, y el Festival de Jazz de Medellín, que abría la mente de la ciudad con sonidos arriesgados y novedosos del mundo.
Grupos que vale la pena mencionar, extintos, o actualmente en su mejor momento como Planeta Rica, Niquitown, Tropicombo, Coffee Makers, Tres de Corazón, Puerto Candelaria; el sinnúmero de éxitos de Diego Galé, los Inquietos del Vallenato, Zona Prieta, IRA, Piso 21, Crew Peligrosos, Alkolíricos, Providencia, La Pestilencia, Sonora Ocho, Panorama, PasaBordo, El Combo de las Estrellas, De Bruces a mí, La Toma, Siguarajazz, Caneo, son sonidos que describen nuestra ciudad, así, como en esta lista, mezclados, sin jerarquías, revueltos todos luchando para sobrevivir en la época en la que nos tocó ver nacer un ritmo poderosamente adictivo y arrasador en su modelo de negocio socio: el reggaeton.
Ahora Medellín, segunda capital del reggaeton después de Puerto Rico, vibra de nuevo en unidad nacional como en otrora lo hacia con Carlos Vives. No importa cual sea la montaña del valle en la que vivas, el huracán caribeño domina.
Hay otras tendencias inamovibles, emperadores inmortales como Darío Gómez (y ahora su versión fashion, Pipe Bueno), que siguen controlando nuestros oídos, pero la conclusión es que nuestra ciudad y sus habitantes siempre serán un ejemplo de trasformación continua, frágil en su estabilidad, una sociedad increíblemente talentosa para hacer el bien y para hacer el mal cuando se lo propone, para hacer bailar o hacer llorar, una ciudad que al final de la canción, siempre te sorprende.
Los días y los números
/ Gustavo Arango
Alguna vez concebí la escritura de un poema de gestación muy lenta, donde iría consignando los hechos y emociones adheridos a los días de mi vida. Ciertas fechas remitían a momentos muy precisos, misterios fugaces que dejaron su huella. Imaginé montones de versiones del poema, tantas como personas en el mundo. Se me ocurrió pensar que al final de una vida de duración promedio el poema que dejara cada uno ofrecería un panorama muy completo.
El entusiasmo inicial me alcanzó para escribir varios fragmentos. Muchos de ellos hablaban de amor: “Octubre 28: La flor azul que brilla sobre praderas rojas. La eternidad de un nuevo primer beso”. “Noviembre 21: La hora de la entrega después de un largo viaje. La noche de los cuerpos. La luz de los abrazos”. “Junio 29: El sabor deseado, a orillas del río del temor y la culpa, bajo un atardecer equivocado”. “Mayo 30: Navegando la noche, me enseñabas a amar”. “Julio 2: Un corazón partido en mil pedazos. Un amor inmolado”.
Inspirado por las primeras líneas, empecé a repasar con más detalle los días de mi vida. Fueron llegando ahora otra clase de imágenes: “Diciembre 28: Adiós, tierra sagrada. Alimentaste mi odio y mi distancia”. ‘Mayo 5: Me duele tu tristeza, tu siempre estar dispuesta para el llanto, el amor que hace años dejé de expresarte”. ‘Mayo 12: El sol se asomó a ver la tinta secarse en el papel. Las palabras finales. Cansancio, soledad, tristeza, sueño y alegría”.
Cuando vi que el poema empezaba a tomar forma, decidí pensar el título. No lograba decidirme entre el árabe “Almanaque” y el latino “Calendario”. Las dos palabras me parecían insuficientes. Consideré también una variación sobre Hesíodo: “Los días y los números”. Al final otros asuntos vinieron a ocuparme y el poema inconcluso se fue traspapelando.
Con el tiempo llegué a escribir nuevas entradas. Así descubrí que hay momentos que se niegan a que uno los recuerde. Cuando empecé a escribir, había olvidado la fecha más triste de mi vida. Traté de atraparla con pocas palabras: “Agosto 14: Tu sangre en mis manos. Soy un sueño abandonado, pero un sueño al fin y al cabo”. La larga reflexión que ha sido escribir ese poema me ha llevado a comprender otras cosas. Comprendí que hay montones de hechos que flotan en un limbo sin números, que hay días que insisten en permanecer en blanco, que es posible que en una de esas fechas sin eventos esté mi último día. Pero, aparte de eso, he creído encontrar misteriosas relaciones que escapan a cualquier entendimiento. Hace apenas dos años, otro 14 de agosto, recibí una de las mejores noticias que he recibido en mi vida. Casi un cuarto de siglo después de que esa fecha se hubiera convertido en la más trágica, llegó -de no se sabe dónde- un curioso equilibrio.
Ahora he vuelto a pensar en la extraña relación entre los días y los hechos de la vida. Vivir en El Poblado, el periódico donde tengo el honor y el orgullo de escribir mis columnas, llega a su edición 500 el mismo 8 de noviembre en que salió su primer número. Pienso, como Cortázar, que el universo todo está lleno de figuras. Ignoro el sentido completo de esta curiosa coincidencia. Confío en que el regreso a los inicios representa el renacer del sueño noble y generoso que hace veintitrés años sembró su fundador.
Oneonta, noviembre de 2012.
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Crónica Rosa, ayer, hoy y siempre: 500 razones para celebrar
Crónica Rosa, ayer, hoy y siempre: 500 razones para celebrar
Recuerdos perdurables de eventos cotidianos ha capturado Vivir en El Poblado durante 500 ediciones. De ellas han hecho parte figuras que han forjado el rumbo de la ciudad en distintos campos, e importantes personajes de la comunidad que habita y confluye diariamente en El Poblado.
Los tiempos, las modas, los protagonistas. Todos ellos cambian, pero el compromiso del periódico Vivir en El Poblado de estar allí cubriendo esos momentos especiales para la posteridad, creando memoria colectiva, persiste con la misma pasión y alegría que en sus comienzos. Estas bellas imágenes hablan por sí solas de esta entrañable tarea de retratar la sociedad de nuestros días.
Óscar de la Renta (1999)
Ernesto Samper, Alfonso López, Álvaro Uribe Guillermo Gaviria y Julio César Turbay (2004)
Catalina Laverde y Santiago Botero (2004)
Shakira (1995)
Mariana Hinestroza, Silvia Tcherassi
y Catalina Álvarez (2008) |
Julián Posada y
Paula Andrea Betancur (2011) |
William Ospina (1999)
Ronny Vayda, Alberto Sierra, Luis Fernando Peláez y Alonso Garcés (1997)
Amelia Toro, Hernán Zajar, Lina Cantillo (2006)
Juan David Posada, Tatiana de los Ríos y Natalia París (2004)
Anthony Bourdain (2008)
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Ana Sofía Henao (2001)
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Argemiro Sierra, Tuti Barrera y Tala Restrepo (2001)
Carlos Tobón y Luis F. Vélez (2011)
Carolina Castro, Alicia Mejía y Amada Rosa Pérez (2001)
Jaime Sánchez y Carolina Gómez (2000)
Lina Marulanda (q.e.p.d.) y Catalina Maya (2000)
Aníbal Gaviria y Claudia Márquez (2011)
Claudia Elena Vásquez (1996)
Ethel Gilmour y Jorge Uribe (2006)
Lina Botero, Sophia VarI y Fernando Botero (2000)
Fernando Restrepo y Carlos Eduardo Botero (2010)
Juan Gómez, Germán Jaramillo Jorge Londoño y Pilar Velilla (1999)
Roberto Pombo y Gilberto Echeverri (q.e.p.d.) (1999)
Gloria Villegas de Molina (q.e.p.d.) y Jorge Molina Moreno (q.e.p.d.) (2005)
Ángela Restrepo
y Jorge Julián Aristizábal (2004) |
Juanes (2006)
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Leonel Estrada (2011)
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Libe de Zulategui (2011)
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Amparo Grisales (1998)
María Elvira Arango y
Liliana Sotomonte (2010) |
Felipe Martínez
y Juliana Restrepo (2008) |
Irene Gaviria y Lina Moreno (2004)
Lucas Arnau, María Eugenia Maya y Luis Alfredo Ramos (2008)
Lucrecia Ramírez y Sergio Fajardo (2004)
Maité Hontelé y Juancho Valencia (2011)
Róbinson Díaz (2002)
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Marcela Carvajal (1998)
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Alonso Salazar y Guillermo Villaveces (2010)
Cecilia Espinosa, Hilda María Olaya y Orlando Mora (2000)
Marcela Posada, Tatiana Gil, Catalina Gómez y Juan Pablo Llano (2002)
Noemí Sanín y Jenaro Pérez (1999)
Juan Camilo Uribe, Óscar Jaramillo y Juan Santiago Uribe (2002)
Isabel Cristina Estrada (2001)
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Jorge Loaiza y
María Cristina Arango (1997) |
Freddy Serna, Marcela Rincón y Óscar Roldán (2007)
Manuel Santiago Mejía, Federico Arango y Juan Felipe Gaviria (2006)
Manuel Molina, Luisa Villa y Andrés Isaza (2010)
Paola Turbay (2006)
|
Catalina Aristizábal y
Lucas Jaramillo (2007) |
Así empezamos
Hace 23 años y 500 ediciones que nació este periódico cuyo nombre en un principio tuvo más de un detractor, pero como decimos en cocina: “… cuando una cosa tiene buena sazón, no importa ni de dónde viene ni cómo se llame”, razón por la cual rápidamente se convirtió en un elemento indispensable y consentido para una heterogénea comunidad de habitantes de esta admirada y convulsionada zona de nuestra ciudad.
Recuerdo de manera patética a Julio Posada y Gabriel Abad leyendo en una mesa del Niágara, con carcajadas de hilaridad y revisando como auténticos correctores de edición, cada página, cada columna, cada palabra, cada letra del primer número en circulación. Ese día, con una felicidad que se les desparramaba por todo el cuerpo, amasaron la idea de hacer una columna de culinaria a partir del segundo número, columna que se transformó en página, luego en separata y desde hace muchos años en la reconocida y bien leída sección La Buena Mesa. Así nació hace 500 ediciones esta sección de la cual podemos asegurar no existe ni ha existido en el periodismo colombiano una propuesta similar y vigente. No pretendemos ser únicos, queremos expresar sí que desde aquella primera columna culinaria y hasta la fecha, Vivir en El Poblado encontró y reconoció la importancia de un género periodístico cuya fortaleza, a diferencia de otras modalidades del oficio, era que aparecía sumamente olvidado y tenía un enorme panorama de posibilidades. Sus editores lo involucran como un tema para todas sus ediciones y le otorgan la misma importancia que a los asuntos de civismo, administración pública, arte, literatura y urbanismo. Por todo lo anterior, La Buena Mesa toma un prestigio único; todo el mundo la lee, la comenta y la espera, y hoy da gusto constatar cómo sus lectores la comentan a diestra y siniestra en los foros y tertulias que sobre el tema aumentan cada día en nuestra ciudad. Quede claro: estamos y seguiremos convencidos de la bondad y acierto de este género periodístico por el cual hemos apostado tanto, seguiremos apostando y nos sentimos auténticos ganadores. Así las cosas, queremos hacer extensiva nuestra sencilla celebración, reconociendo la calidad y el compromiso de todos aquellos colaboradores que durante todos estos años han pasado por las páginas de La Buena Mesa, pues es gracias a ellos que hoy saboreamos lo que estamos saboreando… Va entonces un sincero agradecimiento para Sergio Herbiet, Saúl Álvarez, Olga Clemencia Villegas de Estrada, Anita Botero, Álvaro Molina, Álvaro Navarro y Bibiana González. En lo que a mi concierne, me encargaré de llevarle las felicitaciones a Doña Gula.
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Íconos gastronómicos
Un recorrido por algunos de los restaurantes, personajes y organizaciones que han hecho historia en la oferta culinaria en El Poblado
A través de los años, no han sido pocos los restaurantes que se han quedado en el camino. Muchos desaparecieron sin pena ni gloria; otros, tras vivir días de éxito, murieron por falta de adaptación a los nuevos tiempos, por los obstáculos permanentes del mercado o, simplemente, porque su ciclo llegó a su fin.
Por todo lo anterior, en nuestra edición 500 hacemos un reconocimiento a todos aquellos restaurantes que han sobrevivido en el competitivo negocio del buen comer y se han convertido en referentes para los comensales. Así mismo, destacamos a personajes y organizaciones que han trabajado por el progreso del gremio gastronómico.

Frutos del destino
Ignacio Gonçalves arribó a Medellín por amor, tras los pasos de una antioqueña que conoció en Los Ángeles. En París, Londres, Lisboa y otras ciudades europeas vivió diversas experiencias en torno al arte del buen comer. En 1980, en un sector en ese entonces casi desierto en cuanto oferta gastronómica, hoy La Calle de la Buena Mesa, compró un pequeño restaurante que llevaba tan solo seis meses de funcionamiento. Tras someterlo a una remodelación, abrió las puertas de Frutos del Mar, restaurante que desde hace más de tres décadas es considerado uno de los referentes en comida de mar de altísima calidad.
Además de Frutos del Mar, este simpático portugués también es el creador de otro sitio culinario legendario: Excelsior. Famosa por sus sándwichs y otras delicias para mecatear, Excelsior es reconocida por haber sido la primera salsamentaria de la ciudad especializada en productos importados. Ignacio Gonçalves es, pues un pionero por partida doble.

La Cafetiere de Anita, con sello francés
Verdadera pasión por su oficio y fidelidad a su concepto original han sido, según Anita Botero, las claves del éxito y la permanencia de su famosa Cafetiere, restaurante de cocina francesa, con toques latinoamericanos, muy distintivos de esta talentosa chef.
Inicialmente estudió derecho, siempre teniendo en mente que la gastronomía, la afición de su vida, sería su profesión. Por ello, luego de graduarse viajó a Londres para estudiar en la prestigiosa escuela de cocina Le Cordon Bleu, y posteriormente continuar su especialización en Leith’s School en la capital inglesa.
Los reconocimientos obtenidos por Anita han sido tan numerosos como sus clientes incondicionales. El homenaje que más le enorgullece es la distinción como miembro de la Academia Culinaria de Francia, premio que cuelga en una las paredes de la Cafetiere, un lugar que evoluciona con el gusto de sus comensales, sin perder nunca su esencia.

Podestá, el violinista de Piacenza
En 1957, Adolfo Podestá llegó de Piacenza a Manizales por una propuesta para integrar la Orquesta Sinfónica de Caldas. Dos años después la sinfónica se disolvió, y Adolfo y otros músicos italianos que conformaban la orquesta Italian Jazz fueron contratados para tocar unos meses en el Club Medellín. La estadía de Adolfo se hizo permanente, más aún cuando un compatriota que dejaba Colombia le entregó un restaurante de comida internacional: Piamonte. Este lugar sería durante mucho tiempo sinónimo de gastronomía de la mejor factura.
Desde hace décadas, en Podestá, fatto in casa, su restaurante especializado en comida italiana, Adolfo conquista paladares con la misma facilidad que toca el violín y el saxofón. Hoy ubicado en el Indiana Mall, Podestá es el sitio perfecto para probar comida italiana auténtica y atemporal, como su propietario, el violinista de Piacenza.

La casa del pescador
Entre sus cursos de pesca de aventura en Patagonia, Alaska, el Caribe y el Orinoco, Álvaro Molina se entrega en cuerpo y alma a Casa Molina. En este restaurante prepara platos para compartir, desarrollados bajo un concepto ecléctico, donde se fusionan gastronomías de distintas latitudes con el sello particular del chef.
En su sede original en Manila, Casa Molina funcionaba como un restaurante a puertas cerradas, con reservación. Desde hace un año, con su traslado al Indiana Mall, opera a puertas abiertas sin necesidad de reservación (aunque por la alta demanda que presenta, se recomienda hacerla). Lo que no ha cambiado, además de los sabrosos platos que se ofrecen allí, es ese ambiente familiar que transmiten sus paredes repletas de recuerdos de días de pesca deportiva, encuentros con personajes importantes y seres queridos, y detalles decorativos que atrapan de inmediato la atención. En Casa Molina, comer es una experiencia para disfrutar con los cinco sentidos.

El eterno encanto de Le Gris
En 1978, en Girardot con La Playa, en un pequeño local nació Le Gris, un lugar al que no le pasan los años y que se mantiene vigente como uno de los cafés y restaurantes insignias de El Poblado.
La creciente clientela de aquella sede en el Centro, visitada con frecuencia por figuras nacionales -entre ellas, Luis Carlos Galán, quien nunca perdonaba visita cuando estaba en Medellín-, llevó a sus propietarios, las familias Caicedo y Moreno, a trasladar a Le Gris a su actual sede en Oviedo, cuando el centro comercial recién abría sus puertas.
De acuerdo con Amparo Caicedo, socia fundadora y administradora, el secreto de Le Gris es que “se le ha contemplado como a un niño chiquito”, lo que le ha permitido destacarse durante décadas.

Al rescate de lo nuestro
Investigar y reivindicar las cocinas de las regiones colombianas ha sido una misión de más de tres décadas del antropólogo y crítico gastronómico, Julián Estrada. Desde niño le encantaba estar metido en las cocinas, comiendo y aprendiendo. Y todavía lo sigue haciendo, pues es un buscador incansable de restaurantes campesinos en donde se escondan manjares nacionales olvidados.
En Queareparaenamorarte, Julián rescata platos de la gastronomía popular colombiana. Este restaurante ha sido merecedor de reconocimientos como el premio Kendon Macdonald o el ser visitado por el famoso chef Anthony Bourdain, en el marco de su programa televisivo Sin Reservas, durante el capítulo sobre la gastronomía en Medellín.

Clásica e imperecedera
Elegancia y buen servicio han distinguido a La Fragata, considerado por muchos como uno de los mejores restaurantes de comida de mar e internacional en la ciudad.
Ha sido un largo y sinuoso camino el trasegado por este sitio liderado por Nora Hinestroza, quien adquirió la franquicia de este restaurante bogotano a finales de los años 80. La primera sede en Medellín quedaba en el Centro Comercial Monterrey. De allí pasó al Intercontinental donde permaneció por cerca de una década. Desde hace un buen tiempo se encuentra en el Hotel Park 10, donde sigue cautivando a varias generaciones de clientes con su amplia carta y sus bien estructurados festivales gastronómicos.

Hatoviejo: tres décadas de buen comer
Un símbolo de la gastronomía paisa que rejuvenece con cada generación de comensales. Ese es Hatoviejo, restaurante fundado por los arquitectos Édgar Jaime Isaza, Jorge Velásquez, César Valencia y Juan Guillermo Jaramillo, que es y continúa siendo para muchos foráneos una perfecta introducción a los platos nacionales más emblemáticos.
Actualmente en sus tres sedes, localizadas en Las Palmas, el Centro y Oviedo, Hatoviejo sigue demostrando que el tiempo transcurre pero su calidad se conserva intacta. Prueba de ello es el galardón recibido en 2011 como el mejor restaurante de Antioquia, premio otorgado por la Revista La Barra. Por algo lleva treinta años… y siempre lleno.

Un logro en familia
Los dos Álvaro Vasco caminaban por la calle 9, en búsqueda de un local para un negocio de delicatessen que el hijo pensaba montar como complemento del restaurante de su padre: Torre de Piamonte. Se enamoraron de una casa que transformarían en la Tienda de Piamonte, donde también servirían cocina criolla. Después de la muerte de Álvaro Vasco, padre, se convirtió en la Tienda del Vino y, para satisfacer a los clientes de Piamonte, se agregaron platos de comida internacional. Además, Álvaro Sergio Vasco incluyó los fondues, uno de los atractivos de este restaurante, que apostó por la cultura del vino en una época en la que era incipiente en nuestra ciudad.

II Castello, tradiciones duraderas
Sin olvidarse de las enseñanzas culinarias de su abuela y sus tías, es su padre Roberto (con quien trabajó desde muy joven en su fábrica de pastas artesanales y productos congelados), a quien el chef Gian Luigi Gaudenzi considera su principal maestro. Durante trece años, Gian Luigi cocina y vive con devoción su II Castello, restaurante que con sus clásicas y provocativas recetas transporta a los comensales a la península itálica.
Gaudenzi ha recorrido Italia de norte a sur, comparando sabores. Conservar la calidad que le ha permitido destacarse a II Castello desde sus inicios, es la sana obsesión de Gian Luigi, aquella que admiran sus colegas y agradecen en cada visita sus fieles comensales.

La Provincia de María Adelaida
Todo entra por los ojos y, en el caso de La Provincia, la vista siempre se maravilla ante los platos preparados por la chef María Adelaida Moreno, quien como diseñadora gráfica sabe que no hay nada más cierto que aquel popular refrán.
En La Provincia el concepto del Mediterráneo está presente tanto en sus recetas e ingredientes como en sus encantadoras instalaciones. Allí el placer no solo es comer sino estar.
María Adelaida Moreno considera que el trabajo en equipo de un grupo estable ha sido una de las principales fortalezas de su restaurante, el cual durante 19 años ha sobrevivido sin traicionar su idea inicial, brindado satisfacción a incontables comensales.
El Tour Gastronómico, crece el colegaje
Promover el gremio y fortalecer a sus actores es el objetivo de la Corporación Tour Gastronómico. Desde 2006, esta organización sin ánimo de lucro ha desarrollado alianzas estratégicas con diferentes entidades para impulsar de un modo integral el comercio, la gastronomía y el turismo en la ciudad. La corporación agremia a los principales restaurantes de Medellín-Antioquia. Actualmente cuenta con 96 afiliados y para el primer semestre de 2013 se sumaran otros seis de la región del occidente de Antioquia. Maridaje, festival del que la corporación es uno de sus gestores, es otro espacio para la promoción del gremio y fomentar el colegaje entre quienes se dedican al negocio de deleitar paladares.
El Poblado de aquí a 2030
El Poblado de aquí a 2030
Construcción, movilidad, transporte, zonas verdes y espacio público son temas para analizar el futuro de la comuna 14
La comuna 14 es especial en comparación con el resto de la ciudad por muchas razones: es la zona que concentra casi la totalidad del estrato seis (cerca del 97 %); tiene el metro cuadrado para vivienda más oneroso de la ciudad (cerca de 3 millones 100 mil pesos) y es la comuna con mayor territorio, con una extensión de 1.432 hectáreas (el 14.2% del total de suelo urbano de Medellín).
Según las estimaciones que se vienen extractando desde la Encuesta de Calidad de Vida, Medellín 2007, la población de El Poblado (hoy 122.489 habitantes) dobla la de municipios como Copacabana o La Estrella y equivale a un poco menos del 50 % de una ciudad como Armenia.
El Poblado también tiene la menor densidad poblacional, con 63 habitantes por hectárea, seguida por las comunas Guayabal y La Candelaria (el Centro de Medellín) con 100 y 101 habitantes por hectárea, respectivamente.
Incluso en la economía cuenta con una participación destacada, con alta concentración de unidades productivas: 63 empresas por cada 1.000 habitantes, mientras que el registro para Antioquia es de 23 empresas por cada 1.000 habitantes y en Colombia es de 16 por cada 1.000.
Crecimiento exponencial
Las últimas tres décadas han sido definitivas en un desarrollo vertiginoso que ha traído aspectos negativos y positivos, los mismos que deben tomarse en cuenta para tener claro hacia dónde va este territorio a mediano y largo plazo.
El Poblado se ha convertido en un foco de atención regional como ejemplo de desarrollo no planeado. Solo entre 1989 y 1996 pasó de tener 45.881 habitantes a 73.536, según el Anuario Estadístico Metropolitano.
Y las cifras han seguido creciendo. Según datos de Camacol, el número de viviendas construidas en El Poblado entre 2004 y septiembre de 2012 es de 15.795 unidades.
Las estadísticas revelan que en 2005 se registró el mayor nivel de construcción de viviendas en El Poblado, con 3.856 unidades. Es decir, un impactante 42 % del total de Medellín. Si bien esta participación ha descendido en los últimos siete años -en 2012 es del 18%-, hasta septiembre de 2012 se había iniciado la construcción de 1.331 viviendas, cifra similar a la presentada en el mismo período del año anterior. Es decir, se sigue construyendo a un ritmo sostenido.
El número promedio de proyectos de vivienda en oferta en El Poblado ha sido de 77 entre 2004 y 2012. A septiembre de 2012 ya había en el mercado 81 proyectos de vivienda, con un crecimiento del 13 % anual.
Al mes (de lunes a viernes) ingresan 73.338 personas a las estaciones Industriales (19.596), Poblado (32.465) y Aguacatala (21.277). Se construirían dos estaciones más: entre Industriales y Poblado y Poblado y Aguacatala.
Y aún hay más. De los metros cuadrados construidos en Medellín para edificaciones no residenciales el 34 % se construye en El Poblado y su participación específica respecto al total de Medellín es del 53 % en oficinas, 41 % en locales comerciales, 56 % en hoteles y el 43 % en parqueaderos.
El Poblado en el Bio 2030
Ante este escenario aparecen propuestas metropolitanas a futuro como el Plan Bio 2030, en el que participaron el Área Metropolitana del Valle de Aburrá, el Departamento Administrativo de Planeación del Municipio de Medellín y el Centro de Estudios Urbanos y Ambientales – Universidad Eafit (Urbam).
Para la ciudad, y para El Poblado particularmente, el primer análisis de esta estrategia de ordenamiento territorial a 20 años es que “el río debe ser el escenario natural y corazón de la vida metropolitana y en el que sus laderas se destaquen por un urbanismo contenido en sus bordes, respetuoso del medio ambiente y con un estricto manejo del riesgo”, según lo informa Nora Cadavid, urbanista de Urbam, quien se apoya en el documento del Bio 2030.
En consecuencia, la mayor densidad de ocupación, oferta de servicios, localización de actividades productivas y concentración de la infraestructura pública se concibe en la zona plana de la ciudad, con mayor aptitud urbanística, próxima al río y sobre la llanura.
“Hoy en día, los principales procesos de urbanización (formales o informales) se concentran en áreas de alta pendiente. El 86% del suelo de expansión formal, de 2.200 hectáreas, se concentra en las laderas”, explica Cadavid.
Desarrollos positivos a la vista
Si bien estos desarrollos para tener una ciudad más compacta, en la que se densifique en altura en las áreas planas (llanura), requieren grandes inversiones en infraestructura, vías y procesos urbanos de todo tipo, ya en la ciudad se hizo uno de estos esfuerzos. Se trata de Ciudad del Río, que pasó de una destinación industrial a unas torres de apartamentos que acercan más los desarrollos de vivienda al río.
Todo este andamiaje debe tener en cuenta, al mismo tiempo, la sombra que proveen las zonas verdes, los árboles que generan un microclima confortable, mitigan el ruido y ofrecen un paisaje diverso y ameno. El concepto de bosque urbano para El Poblado es también unas de las pautas a seguir, e “implica dar continuidad a las formas de urbanización tradicional, donde las áreas verdes, con intensa arborización, dominen en los proyectos arquitectónicos. Este patrimonio natural debe integrarse al espacio público”.
Para este caso se pueden citar procesos exitosos como los parques lineales en La Frontera y en La Presidenta, lugares en los que se aprovecharon sus potencialidades y hoy son una muestra de apropiación de parte de la comunidad.
Movilidad
Ningún análisis está completo en la comuna 14 sin hablar de las dificultades que generan las horas pico para los desplazamientos. En parte, este fenómeno se explica por esa explosión súbita de unidades de vivienda en altura que reemplazaron, con todos los vehículos particulares que eso implicaba, a las fincas y casas de otrora.
Los vehículos particulares en El Poblado suman hoy 46.662, con un promedio de 1.5 carros por cada hogar que tiene este medio de transporte (el promedio de la ciudad es 1.25). Eso quiere decir que la comuna 14 aporta 1 de cada 3 carros particulares que hay en Medellín.
“A esto se suma que la mayor parte de los desplazamientos generados desde la comuna 14, se realizan en vehículo particular (66 %) y tienen como destino la misma comuna y el Centro”, según lo expresa Juan Pablo Ospina, urbanista de Urbam.
Sistemas masivos de transporte
La preocupación se centra en entregarle a El Poblado un sistema de transporte público eficiente, para la población flotante y los residentes.
El Metro de Medellín tiene identificados dentro de sus proyectos a 2030 una obra en la calle 10 de aproximadamente 5 kilómetros, que vendría desde la carrera 34, pasaría el río y enlazaría hasta la 80.
Otra propuesta más generaría un corredor por toda la carrera 34. Partiría desde la Aguacatala y atravesaría todo El Poblado, pasando por Las Palmas, el Centro y podría incluso llegar hasta el metrocable, línea K del metro.
El Metro planea, además, construir dos estaciones más en la zona de influencia de El Poblado. Una estaría entre Industriales y El Poblado y la otra en la calle 4 sur, entre las estaciones Aguacatala y El Poblado.
La idea es tener cinco estaciones en la comuna (hoy hay tres) y una secuencia de un kilómetro aproximado entre ellas, que es el promedio general del sistema. Entre las estaciones actuales hay hasta dos kilómetros de distancia.
Son muchos los desarrollos que va a necesitar El Poblado en los próximos 20 años. Proyectos como las obras de Valorización, serán un buen arranque para un plan general que evite el deterioro de la calidad de vida. Quedan además otras tareas pendientes en rubros como la carencia de escenarios recreativos y deportivos, que por ahora muestran una comuna con escasos 14 espacios de este tipo, mientras que una comuna como Castilla cuenta con 90.
Ese trabajo de consolidar muchos más espacios públicos y de convocar a la población para que cada día se interese más por la planeación del lugar en el que vive, probablemente será la mejor estrategia para que la zona siga siendo uno de los mejores lugares para vivir en Medellín.
Protagonista de la comuna 14
Protagonista de la comuna 14
En estos 23 años el Parque Lleras ha sido uno de los referentes que más cambio ha sufrido en la comuna 14
• Desde 1991 las páginas de Vivir en El Poblado se preguntan qué sucederá con el Lleras. Dos años atrás se había anunciado un proyecto de remodelación como regalo de la compañía British Airways a Medellín. En el 91 aún no se empieza el proyecto pero ya Planeación ha autorizado la construcción del Mall del Parque Lleras, Mimos y Pastelitos.
• Para abril de 1993, el Municipio eleva el nivel del andén para evitar el parqueo de carros en zonas verde. Los artistas del parque se quejan de la administración municipal, pues les pide desalojar.
• El contrato 230 de 1994, para remodelar el parque con fuente, pisos, escalas, bancas, lámparas y andenes, se ejecuta de abril a noviembre. Después de 18 semanas y una inversión de 23 millones de pesos, la comunidad queda inconforme: solo se remodela del centro hacia el costado occidental y de forma incompleta.
• En 1995 el Cerca entrega los resultados de la encuesta que hace a los habitantes del Lleras. Sus problemas y necesidades, en orden, fueron: venta y consumo de droga, expendio de licores sin licencia, parqueo en zonas verdes, basuras y ruido.
• En 1996 Obras Públicas anuncia que hay dinero para completar la renovación del costado occidental del parque. En noviembre de ese año empieza el trabajo.
• En 1997 Vivir en El Poblado recorre el cambio del parque desde su fundación en los años 30, cuando solo había casas de 3.200 pesos. En el 97 ya predominan peluquerías, sastrerías, floristerías y establecimientos de comidas; también hay agencia de viajes, centros de estética, marqueterías, una emisora y este periódico.
• En junio de 1999 el Lleras recibe del Tránsito el primer parquímetro. Se organizan 30 celdas que recaudan 1.200 pesos por hora. >
• En octubre de 2000 se planea la cuarta intervención en el área, entre la fuente y el andén de la 40. Las modificaciones incluyen un piso en piedra, escalones que funcionen como graderías y mejoras por un costo de 31 millones.
• En abril de 2001, con un retraso de seis meses, empiezan las obras de la cuarta intervención. El presupuesto aumenta a 55 millones y se proyecta para junio. Sin embargo, el 17 de mayo estalla el carrobomba que deja 8 personas fallecidas y 160 heridos. Para junio el parque ha reactivado su dinamismo.
• En abril de 2003 Obras Públicas inicia una quinta intervención que incluye plazoleta central para espectáculos, rampas para sillas de ruedas, jardineras, cableado subterráneo y una escultura de Rodrigo Arenas Betancur. En agosto, después de destinar 230 millones de pesos, se entrega la mayor transformación al parque.
• En septiembre de 2005 empiezan a regir los decretos 1583 y 1224 que prohiben el consumo, venta y porte de licor en las vías y parques públicos, entre las carreras 36 B y 42, y entre la quebrada La Presidenta y la calle 10 A.
• En abril de 2009 los establecimientos tratan de cumplir con los exigencias del Comité Local de Gobierno para que su horario de operación sea ampliado. El pacto se basa en los niveles de ruido: 55 decibeles es el máximo permitido, pero el ruido oscila entre 70 y 80.
• En marzo de 2010 se implementa Rumba Segura. La Secretaría de Gobierno califica el comportamiento de los establecimientos y según esta pueden operar hasta las 2 am., 4 am. o 24 horas. Los que no se certifican deben cerrar a la 1 am.
• Durante 2011 el protagonista de las quejas de los vecinos del Lleras es el hotel The Charlee con sus fiestas de piscina, el volumen de la música y con la invasión del andén. Este último ya fue despejado.
• EnProtagonista de la comuna 14el Parque Lleras vuelve a ser sujeto de una posible intervención significativa. Desde hace más de siete años se discute la posibilidad de peatonalizar el parque. Se programa para octubre una prueba piloto de seis meses antes de hacer modificaciones físicas. Aún no empieza.
Esto opinan
Esto opinan
Muchos personajes de Medellín son habitantes de El Poblado, o trabajan en la comuna o escriben sobre ella. Así ven algunos de ellos la propuesta de Vivir en El Poblado
Gabriel Harry, empresario:
“Es muy meritorio lograr sostener tantos años una causa tan difícil como el periodismo, y con la competencia que hay. Es muy informativo; por Vivir en El Poblado uno se da cuenta de lo que se va a hacer en El Poblado, de los diferentes sitios de esparcimiento, todo lo que tiene que ver con los posibles parques de el sector. Por este periódico, uno sabe de las vías nuevas que van a hacer; son muy interesantes los comentarios que hacen sobre gastronomía y tienen personas muy amenas que uno lee con mucho juicio. En un periódico como este uno se informa de hechos que en otros periódicos no se informan. Para la gente que vive en El Poblado trae mucha información de cosas de las que uno no está al tanto”.
Lina Vélez de Nicholls, presidente de la Cámara de Comercio de Medellín
“Es muy entretenido porque cuando uno lee se siente parte de él, y aunque las noticias son muy locales este periódico logra trascender en los hechos. Es muy interesante porque uno se da cuenta que lo que publica Vivir en El Poblado se convierte en noticia para las autoridades y esto es importante porque logran reaccionar”.
Juliana Restrepo, exdirectora del Mamm:
“Gracias Vivir en El Poblado por hacer el mejor periódico para nuestro barrio. Destacar noticias y personajes de interés, construir y felicitar, pero también por denunciar. Por ser la voz de los vecinos. Y sobre todo por ser plataforma para los artistas de Medellín a través del maravilloso proyecto de portadas de arte; ese, es un gran diferencial y un aporte invaluable al arte de la ciudad”. ¡¡¡Felicitaciones!!!

Juan Luis Mejía, rector de Eafit:
“La historia del barrio es la de esos primeros años de la vida, del lugar donde transcurre lo cotidiano, del espacio que nos es más propio y cercano. Por eso, que un periódico como Vivir en El Poblado llegue a las 500 ediciones es un suceso que debe celebrarse, porque es en sus páginas donde se cuenta el transcurrir de ese inmenso barrio en el que comenzó a escribirse el devenir de Medellín.
El suyo es un periodismo ciudadano, que se acerca a las necesidades de la comunidad, de la gente, que ha logrado perdurar en el tiempo gracias a la profundidad con que asume cada tema. Allí también cabe la cultura, hecha arte en esas bellísimas portadas que rompen con lo habitual y que sorprenden en cada número. Vivir en El Poblado significa, entonces, la vida del barrio, una vida que esperamos se siga contando por muchos años más”.

Gabriel Jaime Arango, experto en educación y cultura:
“Vivir en El Poblado tiene muchos valores. Es de actualidad y vigencia, es localizado y por ello cercano e inmediato. Tiene uno la conciencia de que está ubicado en un espacio y en un lugar al que pertenece. Nos pone en diálogo con los inmediatos y con los cercanos. Hoy las TIC nos llevan a estar cercanos al lejano pero lejanos al cercano; se empezaron a romper los tejidos sociales con el próximo. No es un periódico alternativo sino esencial a la configuración del tejido social de la inmediatez, donde uno vive. Tiene la noticia del vecindario, opciones de entretenimiento, reclamo y denuncia para que las estructuras gubernamentales se ocupen de lo que no conocen. Es lectura obligada, no por deber sino por gusto”.

Adriana Mejía, periodista y columnista:
“Como periodista, me parece espectacular que una idea que salió de la nada, se hubiera fraguado y continuado. Me quito el sombrero frente a Julio y los equipos de trabajo que lo siguieron. Como ciudadana, creo que el periódico ha jugado un papel fundamental en el sentido de pertenencia de los habitantes de El Poblado por su barrio. Ha logrado ponerle cara, cuerpo, alma y nombre a la comuna 14. También me encanta la cercanía porque, como dicen los grandes de la literatura, mientras más cercanos los temas, más universales son; de todas maneras el ser humano es el mismo.
Y, por último, me encanta el apoyo del periódico al arte y a la cultura en todas sus manifestaciones”.

Fernando Restrepo, gerente FLA:
“Vivir en El Poblado innovó, fue una revolución dentro del periodismo escrito de Medellín, pues si bien en otros países había ese tipo de publicaciones sectoriales, la ciudad no las tenía. Entonces picó en la punta. Uno no alcanza a agarrar tanta información por cualquier otro medio de comunicación generalizada, ya sea de Medellín o del área metropolitana.
Vivir en El Poblado concentra la esencia, no solo de los problemas del transcurrir cotidiano, sino de la información. Yo espero Vivir en El Poblado todas las semanas, yo me entero en Vivir en El Poblado; hay algunas secciones que me gustan, hay otras por las que paso derecho pero, en general, me parece muy especializado y me fascina”.

Jorge Vega, médico antroposófico y columnista
“Cuando Vivir en El Poblado me invitó a escribir una columna con temas de salud y calidad de vida, sentí una deliciosa mezcla de reto y de sueño hecho realidad. En enero de 2011 inicié mi periplo en esta casa periodística. Y ha sido singular la experiencia de reconocer un medio que no tiene compromisos políticos ni de poder y que está al servicio de la comunidad. Un periódico que sacrifica el interés comercial de la portada por una obra de arte, que se interesa por la cultura y la buena mesa, por el entretenimiento, el buen vivir y la salud es un periódico salutogenético: genera bienestar, alegría y salud en lectores y colaboradores. En Vivir en El Poblado hay alimento para el alma y el espíritu humanos y un respiro en medio de esta cultura light y materialista”.

Hugo Gallego, médico toxicólogo:
“El periódico siempre ha estado comprometido con la información, la formación, la educación, el debate. Con las campañas de prevención de conductas adictivas y prevención del consumo de sustancias psicoactivas se han despertado toda serie de comentarios, tanto de quienes defienden el consumo de ciertas sustancias (por ejemplo la cannabis) como de quienes agradecen que hayamos abordado los temas, los hayamos profundizado y que hubiésemos aclarado inquietudes y desmitificado conceptos.
Producto de los artículos sobre las adicciones escritos en Vivir en El Poblado hemos ayudado a madres de familia a reconocer su adicción al zolpidem y a salir de ella. Hemos brindado para los padres y colegios, materiales que les sirven de base para propiciar el diálogo, fijar posiciones y tomar decisiones. Dicho material ha aclarado a algunos jóvenes conceptos no precisos y los ha llevado a reconocer los riesgos del consumo, a solicitar orientación y ayuda y hoy están en tratamiento y rehabilitación.
Felicitaciones por estos años de una fecunda labor y que sean muchísimos más años para el bien de todos. Gracias por permitirnos un espacio para dirigirnos a la comunidad con los temas de adicciones.
¡Mil gracias por todo el apoyo siempre!”

Elena María Molina, columnista:
“Son 23 años de Vivir en El Poblado que nos llenan de entusiasmo. Llegar al cinco ( 23= 2+3=5) es un momento en que se manifiesta libertad de acción y coherencia. Dos es el número de la materia y tres el principio Divino. El cinco es una invitación a la libertad de acción y al respeto, a la unión, a la fuerza, y la revisión de los límites del Hombre en su relación con la naturaleza.
La experiencia de Vivir en El Poblado nos toca porque su principio ha sido suscitar y apasionarse por el interés común, por el bien común. Y todo lo que concierne a la persona, el respeto por ella, permitirá que la conciencia se eleve, y que haya progreso paulatino y excepcional”.

Ana Piedad Jaramillo, directora del Museo de Antioquia:
“Para los habitantes de la comuna 14 es un gran aliciente tener cada ejemplar que va saliendo, porque la gente se identifica. Yo, por ejemplo, vivo en El Poblado y me identifico mucho con el periódico. Pero no solamente para la comuna 14 es importante, creo que Vivir en El Poblado ha ido cogiendo mucha fuerza en Medellín porque tiene artículos de interés general y articula El Poblado con el resto de la ciudad. Los felicito porque es un esfuerzo que ha hecho que la gente se identifique de verdad con Vivir en El Poblado”.
Un Poblado muy poblado
/ Juan Carlos Vélez Uribe
Recuerdo que cuando era niño mi abuelo materno, quien vivía en El Poblado desde hacía muchos años, me decía que lo acompañara al “pueblo” a comprar la prensa. El “pueblo” era la plaza de El Poblado. Hoy en día uno le hace el mismo comentario a uno de los hijos y queda desconcertado, pues el parque de El Poblado es ya parte integral de un conglomerado urbano que literalmente se tragó la zona rural. Se acabaron las fincas, los establos, las arboledas, los guayabales, la línea del ferrocarril, la carretera a Envigado, en fin, en muy pocos años se borró el pasado. Pasamos de ser un corregimiento a un barrio más, a ser, en síntesis, la comuna 14 de Medellín.
En este sector de la ciudad nos correspondió en el pasado asumir la representación de algunos de sus habitantes en la Junta Administradora Local, y luego en el Concejo de la ciudad. Participamos entonces en diferentes procesos que marcaron el desarrollo de esta comuna: la consulta popular para realizar la Obra 500 de valorización, las discusiones de la Transversal Intermedia, la ubicación de las nuevas inspecciones de policía y la comisaría de familia, el levantamiento de las restricciones a la ubicación de restaurantes en la zona del Parque Lleras y en los debates que se llevaron a cabo en el Concejo de Medellín para la implementación del Plan de Ordenamiento de la ciudad, que tuvo que ver a su vez en la organización urbanística de El Poblado.
Hoy en día podemos decir que este sector de la ciudad ha logrado un importante desarrollo, y que en los últimos 23 años se ha duplicado su población. Apenas pocos años se había iniciado la construcción de los primeros edificios de apartamentos y unidades residenciales, los cuales fueron ubicándose primero en las arboledas de la fincas, luego en los potreros de estas y por último fueron reemplazando las casas de barrios como Patio Bonito, Alejandría, La Aguacatala o Santa María de los Ángeles. En algunos casos por rascacielos de 25 o 30 pisos, algo que hace 23 años veíamos como un imposible.
A pesar del desarrollo urbanístico que ha tenido este sector de la ciudad con la construcción de múltiples unidades residenciales, centros comerciales -que yo catalogaría como los mejores del país-, clínicas, hoteles, edificios de oficinas, etcétera, no hemos planeado debidamente el desarrollo vial de la comuna 14, lo que ha generado que en algunos de sus barrios, la congestión vehicular se haya convertido en un absoluto caos.
Ello nos lleva a concluir que definitivamente esos crecimientos desmesurados que transforman una zona de la ciudad, también deben tener sus límites, de lo contrario, este crecimiento exagerado de la urbanización se convierte en freno a la calidad de vida y produce un efecto en el mediano plazo de deterioro del sector, que a su vez podría conducir a la desvalorización de la propiedad y al desplazamiento de los pobladores más pudientes a otros sectores de la ciudad. Aprendamos de lo que ocurrió en el centro de Medellín, para que no suceda lo mismo en El Poblado.
De todos estos cambios, más que testigo del crecimiento y transformación del Barrio, el periódico Vivir en El Poblado ha sido protagonista de su desarrollo durante los últimos 23 años, siguiendo el pulso de una comunidad pujante, con sentido de pertenencia, que hoy cuenta con un medio de comunicación ya patrimonio de los pobladeños. ¡Felicitaciones!
[email protected]
Retrato de El Poblado 1990
En 1990 El Poblado era un barrio esencialmente residencial. La Avenida todavía se veía un poco sobrada frente al tráfico. Y no tenía semáforos, no los necesitaba. Casi nunca había congestión. Se podía hacer giro a la izquierda para subir por cualquier loma.
Las transversales, hasta entonces de doble vía, eran un destino algo remoto, con mínimos servicios, aún con enormes fincas y repletas de lotes vacíos.
Para salir de El Poblado hacia Las Palmas inicialmente había que ir hasta Sandiego. Luego se pudo llegar por las transversales hasta el Inter. Algunos valientes se atrevían por la Cola del Zorro, que era peligrosa justamente por su soledad (y bueno, porque allí a veces aparecían “muñecos”).
Para el transporte nos defendíamos con una ruta de buses grandes de Envigado que pasaba por la Avenida y otra por el Éxito. Ah, y una de El Poblado que llegaba hasta el parque y subía por la 10. Nada por las transversales, solo taxis.
Bancos y otros servicios, unos pocos alrededor o muy cerca del parque de El Poblado. Y tal vez en Oviedo y el Éxito y de ahí nada hasta Sandiego o Envigado. Faltaba mucho aún para la llegada de los demás centros comerciales.
Había menos vías pero era más fácil llegar al otro lado del río. Aunque en horas pico siempre había trancones en las glorietas, ninguna tenía paso a desnivel.
Aún quedaba aire limpio por todo el Poblado. Y había parqueaderos suficientes.
Muy pocos restaurantes de buen nivel. Muy elegante, La Bella Época. Comer buena pizza en Rumo’s, mariscos en Frutos del Mar, italiano en Fiorentino y chino en Asia o Shanghai. Cero sushis, peruanos, vegetarianos, etcétera.
Salvo Oviedo y el inolvidable Teatro Subterráneo (¡en un principio al frente de donde hoy tiene su sede este periódico de 500 ediciones!), la gente de El Poblado todavía iba a cine al Centro, donde por supuesto también quedaba la mayoría de oficinas.
Discotecas en las partes altas de las lomas (¿Casa Verde?) o en Palmas (¿Aquarius? ¿Baviera?). Para algo más light, salir con los amigos a tabernas a escuchar Suramérica o trova cubana.
Computadores había en las oficinas, no en las casas. Pero había que pedir turno con días de anticipación. Nos maravillábamos con la velocidad de los procesadores 486 y todavía tenía sentido estudiar programación de computadores. Y mandábamos a revelar los rollos de fotografía. Y pedíamos una llamada a Estados Unidos por el 01, siempre ocupado.
Por supuesto, cero celulares. A la gente había que escribirle una carta por correo, enviarle un fax o llamarla a su casa. Y si alguien estaba llegando tarde no había cómo ubicarla ni avisar nada. Simplemente se esperaba. O se buscaba a la persona entre la multitud. ¿Quién tiene hoy esa paciencia?
Estábamos estrenando elección popular de alcaldes pero vivíamos asustados, sentíamos que el país se desmoronaba con cada atentado o asesinato en plena calle, a cualquier hora. Masacres frecuentes. Vehículos con luz interior encendida en las noches, prohibición de vidrios polarizados. Salíamos poco, la verdad.
Y por eso nos sentíamos reinventando el país con la constituyente de 1990, suponíamos que pondría fin a la corrupción y el clientelismo… y hasta pensamos que se iban a debilitar las mafias. La guerrilla no nos quitaba el sueño, al menos todavía.
Celebramos hasta el extremo la clasificación al Mundial de Italia 90, luego el empate ante Alemania… nos veíamos en cuartos de final… hasta aquella infortunada, nunca bien lamentada pifia de Higuita y Perea para regalarle el gol al viejo Roger Milla, de Camerún.
Uno de tantos choques con la realidad que nos esperaban…
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Las obras que transformaron El Poblado
Las obras que transformaron El Poblado
Estas intervenciones configuraron en poco más de dos décadas el aspecto de esta zona y se erigieron como referentes de ciudad
2002 empezó con la promesa de la Alcaldía de hacer de la 10 una vía más amable. El anhelo por convertirla en un corredor en el que las personas se pudieran detener a hablar en andenes amplios, se transformó en un tire y afloje entre la administración municipal y la comunidad. Por esos días el arquitecto Luis Fernando Arbeláez dijo que este corredor necesitaría más arborización y que si se intervenía bien podía ser la demostración de que “a las personas sí les gusta caminar, desde que tengan andenes de buena calidad por donde hacerlo”. Hubo que esperar hasta 2007 para que esta vía mostrara su nueva cara completa.
En el año 1995 Planeación Municipal midió el número de vehículos que transitaban las glorietas de Medellín. En La Aguacatala en un día el dato fue de 78 mil vehículos, y en la 10 de 77 mil. Dos años después comenzó la construcción del Intercambio de La Aguacatala, con un innovador puente elevado de 280 metros. En la obra se invirtieron 25 mil millones de pesos y fue entregada en 1999. Estas dos glorietas fueron noticia nuevamente en 2005, cuando se identificaron como los puntos de mayor accidentalidad en El Poblado. Ese año reportaron 1.770 casos (el 7 % de la ciudad).
Luego de 22 meses de construcción, el puente intraurbano más grande del país fue inaugurado el 20 de abril de 2012 por el alcalde de Medellín, Aníbal Gaviria. Financiado 100 % por el Municipio, con una inversión de 205 mil millones de pesos, el proyecto buscó aliviar las congestiones vehiculares y superar el atraso vial. Su longitud de 580 metros, las calzadas de cuatro carriles a cada lado y los amplios andenes para la circulación peatonal y de bicicletas, el puente Gilberto Echeverri se convirtió en un referente de ciudad. A siete meses de su apertura, no es clara su capacidad para descongestionar la zona en la que se asienta, pues hace falta la construcción de obras complementarias. Los detractores de este megaproyecto consideran que lo que ha pasado es un traslado de los embotellamientos hacia las vías de entrada y de salida del puente colgante.
Los primeros 5 años de los 90, ad portas de la inauguración del metro de Medellín (1995), fueron de mucha intensidad por las obras complementarias. Por aquellos días El Poblado sería la última estación (en sentido norte – sur). Una de esas intervenciones fue la demolición del viejo puente de la 10, que se llevó a cabo en plena Semana Santa. Según la empresa Metro, el objetivo era aumentar la capacidad vial del sur de la ciudad, con la habilitación de mayores conexiones. Se construyeron además puentes en la 12 Sur, 37 Sur y 50 Sur. El 30 de noviembre de 1995 los trenes empezaron sus recorridos.
Este desarrollo, que empezó en 2007, hoy es visto como un modelo de ciudad compacta. En la edición 461 del 9 de febrero de 2012, así quedó reseñado uno de tantos recorridos por este complejo de viviendas que tiene al Mamm como su principal referente: “…Hace cinco años, cuando se iniciaron las demoliciones, pocos tenían la sospecha del efecto que el proyecto Ciudad del Río tendría sobre el barrio Villa Carlota, en El Poblado, y sobre la ciudad. Aún hoy es difícil calcular su importancia futura. Solo empezaremos a apreciar esa influencia en veinte años, cuando el sector industrial le dé paso a las últimas etapas, y los trescientos mil metros cuadrados del proyecto tengan una vida activa…”
Se han destacado en la comuna
Se han destacado en la comuna
Muchas personas que nacieron, vivieron o viven en El Poblado han sido líderes en diversos campos. Estos son algunos de ellos
Amparo Gaviria
Nacida y criada en el barrio Lleras, “Amparo la incansable”, como la denominaría en 2011 Vivir en El Poblado, es una de las líderes comunitarias más queridas y visibles de El Poblado. Su vocación educadora y empeño por el bienestar social de los habitantes de la comuna 14, la posicionaron popularmente como “la profe” y “la alcaldesa”. Por más de 30 años ha defendido los derechos de sus habitantes y se ha apropiado de las diferentes problemáticas, como presidente de la JAL y de la JAC Poblado Centro.
Jorge Molina
“El hombre que nos enseñó a amar la naturaleza”, dirían sus hijos y la ciudad entera tras el legado ecológico de este habitante de El Poblado. Su vocación cívica, además de la empresarial y artística, lo llevó a ser el “Alcalde Verde” al promover las zonas verdes y siembra de árboles que hoy hacen parte de la estética urbana de Medellín. Llevar las riendas de Suramericana de Seguros durante 20 años y colaborar en importantes empresas del departamento, convirtieron además a Jorge Molina en uno de los empresarios más queridos y condecorados del país.
Juan Carlos Vélez
Como vecino del barrio, comenzó su vida política en 1988 en la Junta de Administración Local de El Poblado, de la cual hizo parte durante tres periodos. El actual senador de la República por el Partido de la U, fue elegido concejal de la ciudad en 1995 y hasta el 2000 defendió intereses de El Poblado en el cabildo municipal. También fue director de la Aeronáutica Civil, entre 2001 y 2005.
Abel Sánchez
Lo cierto es que los buses ruedan por las lomas desde 1940, cuando Abel Sánchez comenzó con su empresa: Autobuses El Poblado. Más allá de las discordancias suscitadas por la utilización de algunos espacios públicos del barrio El Poblado para el parqueo de los buses a manera de terminales, existe un servicio que ha beneficiado durante años la movilidad de las comunidades de los sectores con menos recursos económicos de la comuna.
Aníbal Gaviria
Descendiente de una familia de empresarios y políticos, propietarios de el periódico El Mundo e hijo del fundador de las empresas Colanta, Unibán y Carbocol, Aníbal Gaviria llega a la gobernación de Antioquia tras el deceso de su hermano Guillermo Gaviria en 2003. El actual alcalde de Medellín, por su trayectoria en la vida política y por ser habitante del sector, es considerado un buen conocedor de la realidad de la comuna 14.
Gilberto Echeverri
Entre los dirigentes que habitaron El Poblado está Gilberto Echeverri. Quien fuera ministro en dos ocasiones, gobernador de Antioquia y asesor de paz del departamento, terminaría su vida en 2003, al ser asesinado en cautiverio por las Farc. Igual suerte corrió su compañero de secuestro, el entonces gobernador de Antioquia, Guillermo Gaviria. En homenaje a su dedicada labor, la reciente obra del puente de la calle 4 Sur lleva su nombre.
Pilar Velilla
Esta periodista se destacó por su gestión al frente del Museo Antioquia entre 1997 y 2004, periodo en el que logró conseguir una nueva sede, importantes donaciones de arte del maestro Fernando Botero y construir la Plaza de las Esculturas. Posteriormente se ocupó de la dirección y transformación del Jardín Botánico, y luego de la del Club El Rodeo. La también editora de libros y galerista, se dedica ahora a la cocina con su nuevo restaurante Le Coq.
Héctor Abad
Algo de poesía, medicina, filosofía, periodismo, un estudio concluido en lenguas y literaturas modernas, viajes, libros, traducciones y columnas de opinión hicieron de Héctor Abad un escritor de tiempo completo. Sus novelas y diferentes publicaciones dentro y fuera del país, lo incluyen en el selecto grupo de escritores colombianos reconocidos y premiado en literatura y periodismo. Retratado en 1998 por Carlos Tobón.
Mariana Pajón
La primera medalla de oro en ciclismo BMX (bicicross) y el segundo oro en la historia de Colombia, alcanzado en los Juegos Olímpicos Londres 2012, fue el gran logro con el que soñaba en 2006, cuando fue entrevistada por Vivir en El Poblado. Su dedicación desde niña y el entusiasmo con el que enfrenta cada reto, enaltecen a esta deportista que ha entusiasmado al país con varios triunfos en campeonatos mundiales, nacionales, panamericanos y locales.
Camilo Villegas
Es el primer golfista colombiano en alcanzar un título en la PGA Tour, el principal circuito norteamericano de golf. Nace en Medellín y desde niño comienza a practicar este deporte en el que en dos ocasiones es campeón suramericano. Su entrada al golf estadounidense se da cuando ingresa al equipo de la Universidad de Florida, en la que se gradúa en negocios. La Federación Colombiana lo consideró el deportista de la década.
Sergio Fajardo
En las calles y algunas construcciones de El Poblado está el rastro del actual gobernador de Antioquia y su familia. Desde 2004, cuando inició el mandato de la administración municipal, se empeñaría en materializar el Plan de Ordenamiento de El Poblado. Durante su periodo se llevó a cabo la ampliación de andenes en la Avenida El Poblado y se construyó el Parque Lineal La Presidenta. Dentro del balance de su gestión en la Alcaldía al finalizar 2007, Vivir en El Poblado destacó del académico y excandidato a la presidencia el priorizar la educación.
Juan Luis Mejía
Un abogado que tras la dirección de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín en 1979, ligó su vida con la educación y la cultura. Vigilante del patrimonio cultural, gerente de libros y editoriales, transformador de la ley de cultura nacional e impulsor de proyectos educativos. El hoy rector de la Universidad Eafit es miembro de grandes fundaciones, empresas culturales del departamento y consejos nacionales. Por su experiencia académica y aporte en el área, es un referente para la educación en El Poblado y el resto de la ciudad.
Blanquita Uribe
La mujer que desde niña encantó con su talento en el piano, estudió en la mejor escuela de música de Viena y en la Escuela Juiliard de Nueva York. Ha viajado por el mundo dando conciertos, recitales y clases maestras; y ha sido compensada, entre otros, con los premios Beethoven (Viena), Chopin (Varsovia), Orense y Albéniz (España). Quien es considerada la principal pianista colombiana, es ahora la maestra contemplada de Eafit y de El Poblado.
Alberto Sierra
Un arquitecto por profesión y hombre de arte por intuición, convertiría su galería, la De La Oficina, en uno de los centros culturales más importantes de la ciudad. Esta, que inició en la calle Sucre en 1972, llegó a la calle 10 de El Poblado en los 90. El arte se constituyó en el propósito y necesidad social de Alberto Sierra, por lo que sus gestiones como curador, promotor y crítico hacen parte del mundo de la cultura de la ciudad y el país.
Álvaro Uribe
Este otrora habitante de El Poblado, polémico dirigente que entre amores y odios permaneció durante dos períodos al mando de Colombia (2002-2010), es también el antioqueño que durante su gobierno más influencia ha tenido en el futuro de Medellín y Antioquia. Además de haber sido alcalde de la ciudad en 1982, fue concejal entre el 84 y el 86, senador entre el 86 y el 94 y gobernador de Antioquia de 1995 a 1997. Su experiencia empresarial y política se evidencia en los hechos y reformas coyunturales que sucedieron en el país, cuestionadas por unos y exaltadas por otros.
Leonel Estrada
Este ortodoncista y artista polifacético le dio a Medellín una nueva manera de ver y entender el arte, cuando en los años 70 realizó las primeras y célebres Bienales de Arte Coltejer. Entre los más recientes reconocimientos a uno de los fundadores del Mamm, autor del Diccionario de Arte Actual y exsecretario de Educación Departamental, están el Amigo Platino -del Museo de Arte Moderno- y el nombramiento como doctor en artes de la U. de A.
Augusto Posada
El actual presidente de la Cámara de Representantes nació en Pereira, pero su vida política inició en Medellín, concretamente en El Poblado, cuando ingresó a la organización estudiantil mientras estudiaba negocios internacionales en Eafit. Luego fue elegido al primer Consejo Municipal de la Juventud por la comuna de El Poblado. También se desempeñó como miembro de la OEA en Colombia y como subdirector de Regalías en Planeación Nacional. Se le reconoce su amplio respaldo a la JAL de la comuna 14.
Luis Fernando Árbelaez
Maestro del urbanismo, fue el reconocimiento que le otorgó la Sociedad Antioqueña de Ingenieros en 2008. Este arquitecto, con oficina cerca al Parque Lleras, es especializado en urbanismo. Ha hecho parte del debate en temas de espacio público de la ciudad y de su planeación, a través de su trayectoria como concejal, asesor en ordenamiento territorial, promotor del estudio “El Medellín que yo quiero” y la planimetría histórica de Medellín, entre otros espacios.
Lo que fue noticia
Lo que fue noticia
En 500 ediciones, muchas noticias han sido registradas por Vivir en El Poblado. Estas son algunas de ellas
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1991. Se van las Carmelitas Descalzas Después de 32 años de permanecer como vecinas del barrio Provenza, las Carmelitas Descalzas abandonaron el convento que ocupaban desde 1959. La causa del traslado fue el desarrollo urbanístico de El Poblado, que, según ellas, le restaba la privacidad necesaria a la vida conventual. La salida de las Carmelitas ocasionó una polémica, ya que los predios serían ocupados por el Ministerio de Justicia, a lo que se opuso la comunidad residencial. Finalmente, Planeación Municipal pidió el desalojo del ente gubernamental. |
1994. Inaugurada la Inspección 14 A Tras una inversión de 115 millones de pesos, la Alcaldía entregó a la comunidad la Inspección de Policía 14 A, la cual comenzó desde diciembre de 1994 a recibir quejas y denuncias penales, solucionar conflictos y retener a delincuentes. Esta inspección atiende los barrios comprendidos entre la Avenida El Poblado y la Avenida del Río y desde San Diego hasta la calle 20 Sur. Actualmente ubicada en la calle 11 con 43 D, sirve de puente administrativo entre la población de la comuna 14 y la administración municipal. |
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1997. Vía libre a Casa de la Cultura Tras una larga discusión, miembros de la JAL, las JAC y la Alcaldía acordaron que el lugar indicado para construir la Casa de la Cultura era la antigua escuela Francisco Herrera Campuzano, en Manila. El Concejo aprobó el proyecto y los recursos para iniciarlo; en 1999 empezó labores y en 2001 comenzó la remodelación del predio. Hoy la Casa de la Cultura es motivo de discordia entre la comunidad, la Alcaldía y la Corporación Taller de la Música, que recibió la casa temporalmente en comodato y se niega a devolverla. El proceso jurídico aún no se resuelve. |
1998. Después de un siglo, acueducto en El Tesoro En agosto de 1998 el agua potable llegó al barrio El Tesoro. Empresas Públicas de Medellín (EPM) construyó una red de acueducto de 700 metros que en su momento benefició 75 viviendas en El Tesoro. 19 años atrás, en 1979, los primeros pobladores de este sector construyeron un tanque comunal para surtirse de la quebrada La Volcana, que según Gustavo Torres, líder cívico de El Tesoro La Virgen, tenía un 70 por ciento de contaminación y causaba enfermedades y problemas intestinales a los pobladores. |
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1999. Primer parquímetro en el Parque Lleras En junio del 99 la Secretaría de Tránsito, por medio de empresa Azer, realizó la prueba piloto del programa de parquímetros en el Parque Lleras. El objetivo, sensibilizar a residentes y visitantes sobre el buen uso del espacio público y prepararlos para la instalación inicial de 30 celdas en inmediaciones del parque. Su instalación causó polémica por los costos, la explotación comercial de la vía por parte de terceros y por la afectación del comercio, y la comunidad protestó mediante una marcha por la calle 10. Hoy la medida sigue en pie. |
2000. El CTI salió del Mónaco El controvertido edificio Mónaco, otrora propiedad de Pablo Escobar, ubicado en Santa María de Los Ángeles, suscitó la cólera de los vecinos, quienes se opusieron al funcionamiento de las oficinas del CTI de la Fiscalía en este lugar. La comunidad interpuso dos tutelas contra la permanencia de esta entidad en el Mónaco, reclamando sus derechos fundamentales a la propiedad, la seguridad y la tranquilidad. El proceso fue fallado a favor de la comunidad y obligó a la Fiscalía a desocupar el inmueble. Actualmente el predio está desocupado. |
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2001. Carrobomba en el Parque Lleras El 17 de mayo, a las 10 y dos minutos de la noche, un Renault 9 rojo explotó en pleno Parque Lleras. El ataque, en el que se utilizaron 20 kilos de explosivo, dejó 160 personas heridas y ocho víctimas fatales, todas personas jóvenes que departían en los establecimientos comerciales del Parque Lleras. La explosión afectó locales y edificios de 200 metros a la redonda, en especial al bar Orleans. En una muestra de fortaleza, comerciantes y vecinos del Parque Lleras salieron al otro día a limpiar y a reconstruir los locales. |
2002. Se define transformación de la 10 La falta de espacio público y la poca movilidad, fueron las causas para que proyectos urbanísticos como la ampliación de la calle 10 fueran una de las intervenciones más impactantes en la comuna 14 en este siglo. En enero de 2002, la Alcaldía presentó un proyecto a la comunidad, que pretendía convertir la calle 10, hasta entonces con estrechos andenes peatonales, en un bulevar para el disfrute de los transeúntes. Finalmente gran parte de la intervención urbanística y de embellecimiento del espacio público, fue entregada en diciembre de 2007. |
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2003. Protestas en El Chispero “No somos invasores, no estamos vendiendo y no queremos el proyecto porque acaba con el barrio”, fue la consigna con la que protestaron propietarios y residentes del barrio El Chispero, (en la carrera 34 con la calle 5 sur) ante la eventual ejecución de la segunda etapa de construcción de la avenida 34, antes denominada Transversal Intermedia, obra que implicaría la demolición de varias casas. El 26 de septiembre, un grupo de habitantes del barrio se tomó las calles para protestar por tal medida. |
2006. Empezó la construcción del nuevo barrio Con la demolición del antiguo edificio de Argos, en la calle 30, comenzó la transformación del tradicional Barrio Colombia, que buscaba trasladar las grandes industrias asentadas en esta zona a la periferia urbana y dejar este sector con una vocación comercial y residencial. Para lograr la transformación urbana, el municipio incluyó en el POT del 99, los dos primeros planes parciales de carácter privado de la ciudad: Simesa y Argos I. Actualmente allí funcionan la sede de Bancolombia y Ciudad del Río. |
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2007. Se inaugura el Parque Lineal La PresidentaCerca de 10 mil millones de pesos invirtió la Alcaldía en el Parque Lineal La Presidenta, pulmón verde que une el área financiera y de negocios de la Avenida El Poblado con la Zona Rosa y el Parque Lleras. Cuenta con 46 especies nativas de arborización y 20 mil metros cuadrados de zona verde. En junio de 2012 se dispuso que El Jardín Botánico sería el encargado (durante siete meses) del cuidado del Parque Lineal La Presidenta, dado el deterioro por basuras y por mala utilización del equipamiento con el que cuenta. Todo los domingos se realiza en este sitio el Mercado Campesino. | 2008. Tragedia en Alto Verde La madrugada del 16 de noviembre de 2008, la urbanización Alto Verde, ubicada en la Cola del Zorro, sufrió el deslizamiento de un talud de tierra que destruyó seis casas y dejó doce víctimas fatales. Esta tragedia, que conmovió a toda la comunidad, prendió las alarmas de las autoridades ambientales que conformaron una Comisión de Evaluación de Laderas y Movimientos de Tierra. Los estudios determinaron que el deslizamiento fue ocasionado por dos causas principalmente: las lluvias y las aguas del tanque de la unidad residencial. |
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2009. Se inaugura el Santa Catalina de Siena Después de gran esfuerzo de los líderes comunitarios por tener un colegio público para los habitantes de las lomas de El Poblado, en enero abrió sus puertas Santa Catalina de Siena, en la loma de Los Parra, institución anexa al Inem José Félix de Restrepo. Luego de la intervención de los terrenos por parte del Municipio, las clases se iniciaron con 13 grupos, de primero a séptimo. En septiembre de ese año, la Alcaldía inauguró oficialmente la primera etapa del colegio, en la que se invirtieron mil millones de pesos de Presupuesto Participativo. |
2010. El invierno deja estragos La temporada invernal de finales de 2010 fue una de las que más estragos causó a lo largo y ancho del país. El aguacero del 8 de noviembre en El Poblado no fue la excepción y la emergencia dejó como resultado dos casas colapsadas en Las Palmas; otras afectadas y evacuadas en la Cola del Zorro; nueve vehículos anegados en sótanos; piscinas y cuartos útiles invadidos de lodo. Las aguas desbordadas de quebradas como La Poblada y La Presidenta, inundaron barrios como Patio Bonito, dejando cuantiosos daños materiales. |
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2011. Se destapa trampa de las falsas VIP En marzo de 2011 Vivir en El Poblado denunció por primer vez la problemática de los proyectos de Viviendas de Interés Prioritario (VIP) que se estaban gestando en El Poblado. Gracias a la preocupación de la comunidad vecina de varios de estos proyectos, el Municipio ha intentado ponerle freno al engaño de algunos constructores, quienes pretenden ganarse incentivos por construir estos proyectos, pensados para personas de escasos recursos. La situación puso entre ojos a los curadores urbanos por el otorgamiento de licencias de construcción. |
2012. Hallan cementerio indígena en Eafit Durante la construcción del puente de la 4 Sur, fue encontrado un cementerio indígena de 1.500 años de antigüedad en predios contiguos a la universidad Eafit, en el lote Los Guayabos. El antropólogo Pablo Aristizábal, quien estuvo a cargo de la excavación, halló un pequeño cementerio del período Quimbaya Clásico y muchos otros materiales que hablan de la historia de El Poblado y de la ciudad, como cinco vasijas que corresponden a un cementerio familiar precolombino con cinco urnas funerarias con tapa. |
Cosas que no cambian
Cosas que no cambian
La seguridad, el medio ambiente y la movilidad siguen siendo las preocupaciones más frecuentes
A lo largo de 23 años, varias quejas, denuncias y preocupaciones de los habitantes de El Poblado han sido comunes: robos e inseguridad en las lomas, contaminación de quebradas, mala utilización de las zonas de estacionamiento, acopios de taxis ilegales, contaminación visual por el abuso de instalación de vallas publicitarias, descuido de parques y zonas verdes, basuras, podas indiscriminadas y arboricidios, altos niveles de ruido en horas nocturnas y congestiones vehiculares.
Entre los asuntos más comunes desde las primeras ediciones hasta hoy, están los inconvenientes entre residentes y comerciantes por las rumbas en zonas de El Poblado como el Parque Lleras, Las Palmas, Castropol y Barrio Colombia, y las emisiones de ruido que afectan la tranquilidad de los habitantes, sobre todo en las noches. Esta situación no ha encontrado una solución definitiva, a pesar de haberse hechos pactos de convivencia y organizado sinnúmero de comités mixtos (residentes, comerciantes, funcionarios y autoridades civiles y de policía) y asambleas comunitarias para tratar el tema.
En mayo de 1997, el lector Carlos Echavarría escribía a la Línea 312: “Vivo desde hace cuatro años en un conjunto residencial de la vía Las Palmas y desde que vivo allí he tenido el eterno problema del ruido insoportable de mis vecinos que son discoteca Babilonia, discoteca La Tranquera, discoteca Sodoma y Estadero El Indio…”. Tras las quejas ciudadanas, en agosto de ese mismo año el Área Metropolitana realizó las primeras mediciones con sonómetros y fueron sancionados varios establecimientos. Sin embargo, 15 años después, problemas como este persisten. En la pasada edición de Vivir en El Poblado (499), residentes del barrio Provenza manifestaron que aún esperaban respuesta de la administración municipal a una acción popular interpuesta en 2011, para solucionar el tema del ruido que los afecta en sus horas de sueño.
Otro de los temas recurrentes de la ciudadanía tiene que ver con la generación de espacio público para el disfrute de habitantes y visitantes de la comuna 14. En septiembre de 1992, el periódico evidenció por primera vez los problemas de espacio público que comenzaban a presentarse en El Poblado, situación que se convertiría en un tire y afloje entre la administración municipal y la comunidad a lo largo de los años, hasta el presente. “… Basta mirar cómo bares, tabernas, cantinas, heladerías, se han apoderado de calles y aceras. El Parque Lleras fue convertido en un parqueadero privado…”, publicó este periódico en la portada de la edición 23. Veinte años después, líderes comunitarios, funcionarios públicos y concejales discuten la posibilidad de peatonalizar las inmediaciones del parque y devolverle el espacio público al disfrute de los transeúntes.
Temas de obras públicas, como la falta de andenes peatonales a lo largo de las lomas de la comuna 14 y la carencia de espacios recreativos y culturales para la comunidad, son otros tópicos que se destacan como recurrentes. El impacto del desarrollo urbanístico y la transformación que ha tenido la comuna 14 en las últimas dos décadas, con el impulso de los centros comerciales y proyectos de vivienda, han sido registrados continuamente por Vivir en El Poblado .
Problemáticas, no menos importantes, y muy presentes también, han sido el manejo de los residuos sólidos y basuras en barrios como Provenza y Manila; malos olores por manholes y caños de quebradas debido a la contaminación y desecho de basuras; la invasión de avisos, vallas y pasacalles en las principales avenidas de El Poblado; consumo y venta de drogas en parques y espacios públicos; congestiones de tránsito en las afueras de las instituciones escolares e iglesias, entre otras. Todos son todos temas que siguen ocupando buena parte de la agenda pública de la comuna 14.
Un camino de reconocimientos
Un camino de reconocimientos
Vivir en El Poblado y su fundador Julio Posada () han sido merecedores de diversos galardones y homenajes por su labor periodística
De izquierda a derecha: Julio Posada (q.e.p.d.), Humberto López del GAE (q.e.p.d.)
y Guillermo Gaviria, director de El Mundo
Mayo de 1999: Vivir en El Poblado recibe el premio como Mejor Periódico Alternativo, otorgado por el Grupo de Asesoría Económica de El Mundo y el Reportero Económico de Múnera Eastman Radio.
Octubre de 2001: Vivir en El Poblado, junto a la Tienda Creativa e Integración Publicidad, obtiene en México dos distinciones Caracol de Plata, Reconocimiento Iberoamericano al Mensaje de Beneficio Social en las categorías Educación (campaña Cógela con Calma) y Salud (campaña Busca ayuda, estás a tiempo siempre).
Gabriel Jaime Rico y Julio Posada
Abril de 2005: En una ceremonia en el Concejo de Medellín, le es otorgada a Vivir en El Poblado la Orden al Mérito Don Juan del Corral, Grado Plata, máxima distinción que ofrece el Cabildo. Este galardón le fue entregado al periódico con motivo de sus primeros quince años.
Manuel Posada, Sergio Fajardo y Julio Posada
Septiembre de 2005: La Alcaldía de Medellín, en cabeza de Sergio Fajardo, entregó a Vivir El Poblado la Medalla Gonzalo Mejía, reconocimiento al mérito cívico y empresarial, en Categoría Plata.
Julio Posada y Federico Gutiérrez
Noviembre de 2009: Federico Gutiérrez entrega a Vivir en El Poblado, en nombre del Concejo de Medellín, la Orden Juan del Corral en Categoría Plata, destacándolo como el primer periódico comunitario del país.
Julio Posada y Alonso Salazar
Noviembre de 2009: De manos del Alcalde de la ciudad, Alonso Salazar, Julio Posada recibe, en nombre de Vivir en El Poblado, la Medalla al Mérito Cívico Gonzalo Mejía.
Julio Posada y Luis Alfredo Ramos
Noviembre de 2009: La Gobernación otorgó a Vivir en El Poblado el Escudo de Antioquia, en Categoría Plata, por sus dos décadas de brindar información útil a la comunidad.
Juan Carlos Vélez y Julio Posada
Noviembre de 2009: En el salón Corales, del Hotel San Fernando Plaza, Vivir en El Poblado recibió con beneplácito la Orden del Congreso de Colombia, en Grado Comendador.
José Jaramillo y Manuel Posada
Agosto de 2010: El Cipa (Círculo de Periodistas y Comunicadores de Antioquia) le otorgó al periódico una Moción de Felicitación, un homenaje póstumo a Julio Posada.
Rosalba Aristizábal y Alberto Posada
Septiembre de 2010: Como homenaje póstumo, la UPB otorgó a Julio Posada Aristizábal el galardón Talento Bolivariano en el Campo Cultural, por su condición de pionero del periodismo sectorial en el país.
Febrero de 2011: Vivir en El Poblado fue galardonado en los premios de periodismo Manuel del Socorro Rodríguez, del Club de la Prensa, en la categoría de Medio Alternativo. La premiación hizo parte del acto inaugural del Parque de la Libertad de Información.
La flor de 500 pétalos
La flor de 500 pétalos
“Cuando el sentimiento se da en el corazón la conexión es total”
Por Saúl Álvarez Lara
Mientras Ana María Giraldo habla de su trabajo con voz pausada y suave, ocupo una silla del otro lado de la mesa frente a ella, la misma mesa donde Julio Posada se sentó tantas veces en reuniones, a conversar, a definir las situaciones que vive un periódico en el día a día. Nos encontramos allí para hablar de una imagen, la que va a aparecer en la primera página de esta, la edición 500 de Vivir en El Poblado. Es una flor de 500 pétalos que Ana María realizó sobre papel hecho a mano con rapidógrafo, compás y regla, las herramientas que utiliza con frecuencia.
Las luces prendidas hacen que parezca más tarde de la hora que realmente es, el día está nublado pero es posible que Ana María no lo note, los últimos seis años los pasó en Londres donde buena parte de los días son también de nubes bajas. Allí estudió, hizo una maestría y se convirtió en la asistente de su maestro con quien realizó e ilustró un libro sobre la geometría de las flores.
La flor de los 500 pétalos está tratada con la técnica rigurosa y precisa que siempre aplica, ella sabe cuántos son y dónde se encuentran los puntos que la construyen. Sus palabras apenas se escuchan del otro lado de la mesa, habla de la flor que por ser especial, a la medida del momento y del sentimiento, no tiene referente en la naturaleza. O quizá sí. Si uno observa con atención, dice, la naturaleza está llena de sorpresas. Coincido con ella en que la flor de 500 pétalos, solo tiene referente en su imaginario y en el homenaje a Julio, su amigo. Lo conoció en un aeropuerto en Estados Unidos gracias a un conocido común y se hicieron buenos amigos. No es la primera vez que su trabajo aparece en Vivir en El Poblado., pues cuando Julio comenzó a publicar obras de arte en la primera página ella fue una de las invitadas.
Tal vez la hora, el día gris, o la ilustración de la flor de 500 pétalos sobre la mesa nos pide hablar en voz baja. Sus palabras se cruzan con la flor que a pesar de las dos dimensiones parece leve y se desplaza hasta la esfera donde el reflejo de una silueta espera. La flor le llega al corazón. Una silueta es un reflejo presente, le digo. Ella está de acuerdo. “Siempre quise hacerlo, cuando el sentimiento se da en el corazón la conexión es total”, dice. Ese reflejo y la flor son la presencia de Julio en su obra y en esta edición especial.
¡La edición 500!
¡La edición 500!
A lo largo de estas 500 ediciones hemos crecido a la par con la comuna 14 y hemos dado cuenta, paso a paso, de su desarrollo vertiginoso
Para un medio de comunicación, llegar a su edición 500 no es un hecho trivial. Son muchas las publicaciones que pese a su ímpetu inicial, a la entrega y a las firmes intenciones de sus fundadores, no logran cruzar la barrera de las cinco entregas -en el mejor de los casos-, e, incluso, no son pocas las que nacen y mueren con su primera edición. La razón simple y escueta es que crear una publicación y darle periodicidad y permanencia no es fácil, ni económica ni periodísticamente hablando. Por eso no queremos dejar pasar por alto esta celebración de la edición número 500 de Vivir en El Poblado.
El 8 de noviembre de 1990, luego de un año de trabajo, un joven y visionario periodista, Julio César Posada Aristizábal, publicó el primer número del primer periódico barrial de Colombia. Fue en nuestro medio la primera persona consciente de que los barrios, en este caso El Poblado, adolecían de una gran carencia informativa, que los periódicos disponibles, regionales y nacionales, no les ofrecían nada en particular que los tocara directamente a ellos, a su comunidad, a su entorno; ningún medio propiciaba el diálogo, ni les hablaba de los problemas y necesidades cercanos, ni de las proyecciones y planes que tenía el Municipio con ellos. En ese contexto nació Vivir en El Poblado , en un principio llamado simplemente El Poblado.
Julio Posada no solo innovó en el concepto de lo que se consideraba noticia sino que se arriesgó con un modelo comercial que no tenía precedentes en el campo del periodismo informativo: publicar un periódico gratuito, que no le costara nada a nadie, con excepción de su dueño. La única manera de que fuera viable era convertirle en un medio de comunicación imprescindible para la comunidad, dada la calidad de su contenido informativo. De paso, los anunciantes se interesarían en él. Y así fue. El resultado es que hoy Vivir en El Poblado llega a la edición 500 con una periodicidad semanal, un tiraje de 43 mil ejemplares, presencia en la web y actividad continua en las redes sociales.
Esta edición 500, con un contenido especial, es pues un homenaje a Julio, su fundador, fallecido el 20 de marzo de 2010, a los 46 años; a los lectores y habitantes de El Poblado, sin quienes nuestra labor no tendría razón de ser; y a los anunciantes, quienes con su apoyo nos han permitido seguir adelante.
Gracias a la comunidad de El Poblado –que para 1993 estaba compuesta por 63.315 habitantes y hoy por 122.489–, hemos podido realizar nuestra misión de informar. Son ellos quienes nos motivan a continuar este proyecto por el que Julio nos contagió el amor; gracias a ellos y a su empuje, a sus denuncias, informaciones, inquietudes y comentarios continuos, nuestra tarea de informar se convirtió en inagotable, en una labor de todos los días que semanalmente da resultados y es llevada de manera gratuita a las puertas de sus casas y locales.
A lo largo de estas 500 ediciones hemos crecido a la par con la comuna 14, y hemos dado cuenta, paso a paso, de su desarrollo vertiginoso en las áreas residencial, comercial, hotelera, gastronómica, cultural y financiera, evidenciado en zonas reconocidas nacional e internacionalmente, como la Milla de Oro y la Zona Rosa. En síntesis, hemos sido testigos y a la vez historiadores de un sector que fue determinante para Medellín desde los años en que era solo un poblado indígena, y que hoy sigue marcando la pauta de su evolución.
Pero, además de informar, Vivir en El Poblado ha estado comprometido con otras causas. Una de ellas la educativa, a través de diversas campañas realizadas en compañía de la Tienda Creativa, y la social, mediante la Corporación Vivir Julio Posada. Esta, gestada en el periódico en 2001, ha apoyado diferentes eventos sociales y ambientales, ha servido de puente entre la solidaridad de la población y las numerosas necesidades de corporaciones, entidades, fundaciones o personas que también sueñan con una sociedad más justa y mejor.
¡De nuevo, gracias a quienes nos han permitido ser y estar!
¡La edición 500!
¡La edición 500!
A lo largo de estas 500 ediciones hemos crecido a la par con la comuna 14 y hemos dado cuenta, paso a paso, de su desarrollo vertiginoso
Para un medio de comunicación, llegar a su edición 500 no es un hecho trivial. Son muchas las publicaciones que pese a su ímpetu inicial, a la entrega y a las firmes intenciones de sus fundadores, no logran cruzar la barrera de las cinco entregas -en el mejor de los casos-, e, incluso, no son pocas las que nacen y mueren con su primera edición. La razón simple y escueta es que crear una publicación y darle periodicidad y permanencia no es fácil, ni económica ni periodísticamente hablando. Por eso no queremos dejar pasar por alto esta celebración de la edición número 500 de Vivir en El Poblado.
El 8 de noviembre de 1990, luego de un año de trabajo, un joven y visionario periodista, Julio César Posada Aristizábal, publicó el primer número del primer periódico barrial de Colombia. Fue en nuestro medio la primera persona consciente de que los barrios, en este caso El Poblado, adolecían de una gran carencia informativa, que los periódicos disponibles, regionales y nacionales, no les ofrecían nada en particular que los tocara directamente a ellos, a su comunidad, a su entorno; ningún medio propiciaba el diálogo, ni les hablaba de los problemas y necesidades cercanos, ni de las proyecciones y planes que tenía el Municipio con ellos. En ese contexto nació Vivir en El Poblado , en un principio llamado simplemente El Poblado.
Julio Posada no solo innovó en el concepto de lo que se consideraba noticia sino que se arriesgó con un modelo comercial que no tenía precedentes en el campo del periodismo informativo: publicar un periódico gratuito, que no le costara nada a nadie, con excepción de su dueño. La única manera de que fuera viable era convertirle en un medio de comunicación imprescindible para la comunidad, dada la calidad de su contenido informativo. De paso, los anunciantes se interesarían en él. Y así fue. El resultado es que hoy Vivir en El Poblado llega a la edición 500 con una periodicidad semanal, un tiraje de 43 mil ejemplares, presencia en la web y actividad continua en las redes sociales.
Esta edición 500, con un contenido especial, es pues un homenaje a Julio, su fundador, fallecido el 20 de marzo de 2010, a los 46 años; a los lectores y habitantes de El Poblado, sin quienes nuestra labor no tendría razón de ser; y a los anunciantes, quienes con su apoyo nos han permitido seguir adelante.
Gracias a la comunidad de El Poblado –que para 1993 estaba compuesta por 63.315 habitantes y hoy por 122.489–, hemos podido realizar nuestra misión de informar. Son ellos quienes nos motivan a continuar este proyecto por el que Julio nos contagió el amor; gracias a ellos y a su empuje, a sus denuncias, informaciones, inquietudes y comentarios continuos, nuestra tarea de informar se convirtió en inagotable, en una labor de todos los días que semanalmente da resultados y es llevada de manera gratuita a las puertas de sus casas y locales.
A lo largo de estas 500 ediciones hemos crecido a la par con la comuna 14, y hemos dado cuenta, paso a paso, de su desarrollo vertiginoso en las áreas residencial, comercial, hotelera, gastronómica, cultural y financiera, evidenciado en zonas reconocidas nacional e internacionalmente, como la Milla de Oro y la Zona Rosa. En síntesis, hemos sido testigos y a la vez historiadores de un sector que fue determinante para Medellín desde los años en que era solo un poblado indígena, y que hoy sigue marcando la pauta de su evolución.
Pero, además de informar, Vivir en El Poblado ha estado comprometido con otras causas. Una de ellas la educativa, a través de diversas campañas realizadas en compañía de la Tienda Creativa, y la social, mediante la Corporación Vivir Julio Posada. Esta, gestada en el periódico en 2001, ha apoyado diferentes eventos sociales y ambientales, ha servido de puente entre la solidaridad de la población y las numerosas necesidades de corporaciones, entidades, fundaciones o personas que también sueñan con una sociedad más justa y mejor.
¡De nuevo, gracias a quienes nos han permitido ser y estar!
¡La edición 500!
¡La edición 500!
A lo largo de estas 500 ediciones hemos crecido a la par con la comuna 14 y hemos dado cuenta, paso a paso, de su desarrollo vertiginoso
Para un medio de comunicación, llegar a su edición 500 no es un hecho trivial. Son muchas las publicaciones que pese a su ímpetu inicial, a la entrega y a las firmes intenciones de sus fundadores, no logran cruzar la barrera de las cinco entregas -en el mejor de los casos-, e, incluso, no son pocas las que nacen y mueren con su primera edición. La razón simple y escueta es que crear una publicación y darle periodicidad y permanencia no es fácil, ni económica ni periodísticamente hablando. Por eso no queremos dejar pasar por alto esta celebración de la edición número 500 de Vivir en El Poblado.
El 8 de noviembre de 1990, luego de un año de trabajo, un joven y visionario periodista, Julio César Posada Aristizábal, publicó el primer número del primer periódico barrial de Colombia. Fue en nuestro medio la primera persona consciente de que los barrios, en este caso El Poblado, adolecían de una gran carencia informativa, que los periódicos disponibles, regionales y nacionales, no les ofrecían nada en particular que los tocara directamente a ellos, a su comunidad, a su entorno; ningún medio propiciaba el diálogo, ni les hablaba de los problemas y necesidades cercanos, ni de las proyecciones y planes que tenía el Municipio con ellos. En ese contexto nació Vivir en El Poblado , en un principio llamado simplemente El Poblado.
Julio Posada no solo innovó en el concepto de lo que se consideraba noticia sino que se arriesgó con un modelo comercial que no tenía precedentes en el campo del periodismo informativo: publicar un periódico gratuito, que no le costara nada a nadie, con excepción de su dueño. La única manera de que fuera viable era convertirle en un medio de comunicación imprescindible para la comunidad, dada la calidad de su contenido informativo. De paso, los anunciantes se interesarían en él. Y así fue. El resultado es que hoy Vivir en El Poblado llega a la edición 500 con una periodicidad semanal, un tiraje de 43 mil ejemplares, presencia en la web y actividad continua en las redes sociales.
Esta edición 500, con un contenido especial, es pues un homenaje a Julio, su fundador, fallecido el 20 de marzo de 2010, a los 46 años; a los lectores y habitantes de El Poblado, sin quienes nuestra labor no tendría razón de ser; y a los anunciantes, quienes con su apoyo nos han permitido seguir adelante.
Gracias a la comunidad de El Poblado –que para 1993 estaba compuesta por 63.315 habitantes y hoy por 122.489–, hemos podido realizar nuestra misión de informar. Son ellos quienes nos motivan a continuar este proyecto por el que Julio nos contagió el amor; gracias a ellos y a su empuje, a sus denuncias, informaciones, inquietudes y comentarios continuos, nuestra tarea de informar se convirtió en inagotable, en una labor de todos los días que semanalmente da resultados y es llevada de manera gratuita a las puertas de sus casas y locales.
A lo largo de estas 500 ediciones hemos crecido a la par con la comuna 14, y hemos dado cuenta, paso a paso, de su desarrollo vertiginoso en las áreas residencial, comercial, hotelera, gastronómica, cultural y financiera, evidenciado en zonas reconocidas nacional e internacionalmente, como la Milla de Oro y la Zona Rosa. En síntesis, hemos sido testigos y a la vez historiadores de un sector que fue determinante para Medellín desde los años en que era solo un poblado indígena, y que hoy sigue marcando la pauta de su evolución.
Pero, además de informar, Vivir en El Poblado ha estado comprometido con otras causas. Una de ellas la educativa, a través de diversas campañas realizadas en compañía de la Tienda Creativa, y la social, mediante la Corporación Vivir Julio Posada. Esta, gestada en el periódico en 2001, ha apoyado diferentes eventos sociales y ambientales, ha servido de puente entre la solidaridad de la población y las numerosas necesidades de corporaciones, entidades, fundaciones o personas que también sueñan con una sociedad más justa y mejor.
¡De nuevo, gracias a quienes nos han permitido ser y estar!
Cambia todo cambia
Cuando Julio (q.e.p.d.) y Manuel Posada me invitaron a escribir en Vivir en El Poblado, nuestro querido barrio era muy distinto, lo mismo que la cocina. Durante estos años desapareció gran parte del patrimonio arquitectónico compuesto por bellas casas y fincas, remplazado casi todo por moles insulsas de ladrillo a la vista, todas iguales, iguales a las que se hacen desde hace 40 años; algo parecido pasó con nuestras cocinas caseras antioqueña y colombiana, hoy casi en extinción salvo algunos héroes empecinados en conservarlas.
En muchas casas aún se conservaban las tradiciones culinarias paisas: sopa, seco y sobremesa. Se comía en familia a horas exactas en medio de un ritual de amor en el cual la buena conversación era sagrada. Se mantenían en las despensas dulces y postres memorables: de tomate de árbol, moras, cocas de guayaba, papayuela, brevas, cernidos, bocadillo, arequipe, pionono y demás delicias. Aún se hacían arepas de verdad, no esos engendros de CD y babosa que comemos hoy; los apartamentos se entregaban con dos huecos en el pollo para instalar el molino. Pasear por las carreteras era un placer, pues los estaderos y fondas ofrecían gran parte de los platos que componían nuestro menú matriarcal: sopas de papa, plátano y guineo, campesina, de oreja, de arracacha, sudaos y sancochos, arroz y espaguetis con pollo, todo lo que desapareció para ser remplazado por la bandeja paisa como representante de la exageración desmedida de una época y varios personajes que debemos olvidar.
“Cambia, todo cambia” y gracias a Dios, mucho para bien. El boom de la construcción y el auge de la gastronomía llegaron con montones de restaurantes: unos buenos, otros malos, otros deplorables y, gracias a Dios, algunos extraordinarios. Se mantienen varios de los montados por cocineros apasionados; desaparecieron, sin pena ni gloria, gran parte de los que montaron inversores que improvisaron mostrando su desconocimiento del sector. Murieron lentamente leyendas de ciudad como La Aguacatala, El Café Café, La Posada de la Montaña, La Bella Época, Monserrat, San Jorge, Las 4 Estaciones, La Tranquera, El Club de Ejecutivos, El Castellano, Manhattan y La Estación, confirmando las dificultades para sostener restaurantes en nuestra ciudad. Algunos que empezaron con éxito desbordante, subieron como palma y bajaron como coco; cuando un restaurante abre con sus ventas en lo alto de la curva, la caída es casi segura, mejor les va a los que empiezan despacio y se van consolidando gracias al boca a boca. Otros que ya son leyenda, como Frutos del Mar, Podestá, Hatoviejo, Donde Bupos, El Herbario, Il Castelo, Mystique, El Cielo, La Provincia y El Café Le Gris, casi siempre tienen una característica común y es su dueño o chef al frente; igualmente propuestas auténticas, con identidad, unas nuevas y otras no tanto, como Milagros, Brulée, Ferro, El Cuadril, Verdeo, Chef Burger, Le Coq, Artisano y Niña Juani cada día se consolidan más como excelentes alternativas. Nuestro barrio ha progresado bastante y hoy se come mucho mejor, ahí está la Virgen.
Durante estos años creció mucho la devoción por el asado y hoy la oferta de parrilla a la manera argentina se encuentra por cada rincón. El boom de las alitas picantes duró poco y quedaron los pioneros. Aparecieron las plazoletas de comidas en los centros comerciales, unas con muy buenas propuestas y otras regulares en donde la mayor virtud de muchos es vender barato sin importar la calidad.
Lo mejor de todos estos años es la evolución del comensal, hoy mucho más conocedor. Las nuevas generaciones exigen cada día más calidad en comidas, bebidas y servicio. Por eso es triste ver tantos negocios fracasar con una conclusión, fruto de la arrogancia y la ignorancia: “Es que la gente de aquí no sabe comer”, como una mujer que no consigue novio y cree que el problema son los hombres. Espero sus comentarios en [email protected]
[email protected]
Cinco años de satisfacciones personales
Tuve la fortuna de llegar a esta casa a mediados del año 2007. Desde el primer día, ella me ha ofrecido la oportunidad de decir lo que pienso y siento en relación con temas atinentes a dos de mis entretenimientos preferidos: la gastronomía y la cocina.
Llegué de la mano de dos grandes: Álvaro Molina y Julián Estrada, quienes tuvieron a bien recomendarle mis escritos al inolvidable Julio Posada; a él, a los sucesivos editores y al público les han gustado, y heme aquí que después de un poco más de cinco años continúo colaborando regularmente con gran alegría y orgullo personal.
He escrito más de 70 artículos y he tenido grandes satisfacciones, especialmente cuando recibo comentarios buenos y críticas respecto a lo dicho. Además, el periódico me ha servido para atender mis inquietudes investigativas y ampliar conocimientos, con el fin de darle a los lectores una visión lo más acertada posible sobre los temas abordados.
Al igual que los dueños de casa y mis compañeros de columna, creo firmemente en la importancia de valorar lo nuestro, la cocina de nuestros mayores, aquella cocina que cada vez es menos frecuente y se disfruta menos como consecuencia de la modernidad y las urgencias de la vida actual; pero todos creemos a pie juntillas en la importancia de recopilar y mantener los secretos de esa cocina tradicional, la que se realizaba con lo que producía la tierra antes de que fuera posible disfrutar de los frutos y productos de tierras extrañas.
En este sentido, no olvidemos que cuando se van los mayores, si no hemos tenido la iniciativa de averiguarles cómo es que hacían esto o aquello o sus historias de vida, sus secretos se irán para siempre; es por eso que insisto en la importancia de recopilar “el cómo es que mi abuela hacía su dulce de preferido, o el pernil para la Navidad, o el almíbar de azahares para los platos de fin de año, o aquella torta especial que hacía para las fiestas o los cumpleaños”; en fin, cada cual tendrá su propia lista de platos o sabores entrañables que le gustaría le sirvieran de compañía en su vida para disfrutarlos, acordarse de los mayores y enseñárselos a sus descendientes.
Pero el periódico también ha estado siempre abierto a aceptar y promover iniciativas gastronómicas orientadas a ampliar nuestras fronteras, para el disfrute de los sabores y cocinas de otras tierras; ha valorado aquellas que han contribuido o contribuyen a mejorar la calidad de vida en nuestra ciudad y ha promovido conocimientos nuevos, como fue la serie de artículos dedicados al maravilloso mundo del vino.
A mí, particularmente, me gustaría recibir algunas de las recetas de los mayores que hayan recopilado algunos lectores, complementando así la colección que he iniciado a partir de apuntes propios y de algunos de los libros que he reseñado en mis columnas a lo largo de los años.
En el medio local, Vivir en El Poblado ha sido un pionero en abordar en forma coherente y ordenada aquellos temas relacionados con el diario vivir y el bienestar de la comunidad a la que atiende, la de El Poblado; en algún momento de su historia llevó adelante la iniciativa de aportar ideas y críticas a un tema que debería ser de interés de todos, el de la alimentación y a partir de ella el atinente al nombre de esta sección: la Buena Mesa, tema que estoy seguro seguirá haciendo parte del futuro de esta casa.
Comentarios y sugerencias serán bien recibidos en [email protected]
Buenos Aires, noviembre de 2012
[email protected]
José Ignacio Vélez
José Ignacio Vélez
El objeto utilitario está ligado al espíritu, a la vida, a la cultura de los pueblos
Lo llamé por teléfono al llegar a El Carmen para que me indicara el camino de su casa. Me dijo que tomara la vía de El Canadá, que va hasta La Ceja, y que no me desviara; él me estaría esperando en algún lugar al borde de la carretera, luego iríamos hasta su casa en la vereda El Cerro. Lo vi de lejos: alto, delgado, firme, como los nativos del Golfo de Morrosquillo cuando palanquean en sus canoas, un arte en el que es experto, me lo dijo más tarde. No imaginé, en ese momento, que el encuentro con José Ignacio Vélez, el pintor, dibujante, diseñador y alfarero, el oficio que ama, me iba a llevar por los senderos del arte, la expresión, los materiales, hasta donde me llevó.
Su taller, donde pasa la mayor parte del día, desborda de proyectos y de historias. Temo haberlo interrumpido pero mi presencia no le molesta, trabaja en el homenaje –esculturas en arcillas de distintos colores y densidades– a su profesor Luis Fernando Mejía. “Luis gozaba con la figura humana”, dice. “Era un experto dibujante que gozaba poniendo cajas, canastas, jaulas, encima de sus personajes. Era el placer de la experiencia visual, de la fuerza del gesto, de la belleza del dibujo. Él ponía cajas y jaulas, yo voy a agregar a los personajes los objetos que amo, botellas, pocillos y objetos de uso habitual”.
José Ignacio continúa con su trabajo. La escultura, la tercera de la serie, gira entre él y yo a medida que pule, hace cortes, inserta arcilla de otro color, golpea con un mazo pequeño de madera, pule de nuevo. Tiene la destreza de alguien que ha pasado la vida en contacto con los materiales. Se lo pregunto. Me habla entonces de sus encuentros, de niño, con los nativos del Golfo de Morrosquillo, sobre todo con Santiago Zúñiga, tallador de totumos y, Primitivo, tallador de canoas con herramientas fabricadas por él. José Ignacio se emociona viéndolos trabajar, siente que ese es su mundo y a fuerza de machucones y cortadas aprende a manejar el machete, el hacha, el formón y todas las herramientas que su padre tenía y también manejaba con destreza. En aquellos años aprendió a palanquear la canoa en las aguas tranquilas del Golfo y descubrió su habilidad para el dibujo y la pintura. “Dibujaba todo el día”, cuenta mientras perfecciona la escultura; “mi madre pintaba al óleo y entonces yo tenía a mi disposición lienzos, pinceles, lápices”.
“Los profesores son cuestión de suerte”, agrega. “Profesores como Luis Fernando Mejía; o Aníbal Gil, que se sentaba en la sala de su casa a mirar mis dibujos cuando yo tenía once años; o Gustavo Jaramillo, que me dijo cuando me recibió a dibujar de catorce años ‘aquí están estas Playboy: mire buenas fotografías, mire luz, mire sombra, mire composición y dibuje. No mire más’”.
“Ya en la Universidad, con Patricia, mi esposa, la madre de María y Amelia, nuestras hijas, hicimos una tesis sobre el objeto espontáneo, de uso, el objeto del hombre que necesita hacer su colador y la mujer que necesita hacer su silla. En aquellos años, sabíamos que el contacto con Santiago y Primitivo, que me había alimentado de manera tan especial, era algo que no íbamos a encontrar en la Universidad ni en los espacios urbanos, era algo con otro sabor. Fue entonces cuando viajamos a Italia, Patricia a estudiar tejido y yo cerámica en Porta Romana, una reconocida escuela florentina. Un año después pasamos a “La Casa de los Picos”, en Segovia. Fueron años de grandes influencias, de maestros como los hermanos Cipolla, Stefano y Salvatore, o referentes como Nino Caruso. Fue una época de acercamiento a la obra de Giorgio Morandi; y la época también en que Arcadio Blasco me hizo ver -continúa José Ignacio-, que era posible crear una obra y dejarla tranquila, sin pensar en la necesidad de venderla; con Arcadio entendí que también es posible hacer teteras y jarras y venderlas si están bien hechas”.
Entonces regresan a Colombia y todo lo aprendido, lo experimentado y lo soñado comienza a tomar forma. Artesanías de Colombia les propone trabajar en un proyecto que adelanta en El Carmen de Viboral, aceptan, y desde 1985 viven en la región, en familia y en el campo, como quisieron desde siempre, haciendo lo que les gusta, trabajando con la gente, en contacto con las comunidades, investigando el objeto de uso, el objeto utilitario, el objeto que por su sencillez guarda en su interior los significados más profundos.
Mientras José Ignacio agrega, gira, trabaja la escultura homenaje a su profesor y recuerda el camino recorrido, el alfarero que descubrió en él a los doce años en Bellas Artes, cuando tuvo un pedazo de barro en sus manos y sintió una energía distinta recorrer su cuerpo, es hoy un artista, quizá en el momento más creativo de su carrera.
Cinelibertad
Cinelibertad
Una experiencia para vivir el cine y compartir las artes
Todas las noches llaman la atención unos visos luminosos y multicolores en el segundo piso de una casa ubicada en una esquina del parque de El Poblado, carrera 43 B con la calle 8. Tras la ventana se ven las siluetas de dos jóvenes. Es la Casa Audiovisual Cinelibertad y quienes la habitan son Iván Aristizábal y Óscar Pico.
A eso de las 8 pm. la sala en donde conversan se vuelve pública. Entra cualquier persona que desee admirar obras maestras de la historia del séptimo arte que no se encuentran en los cines comerciales de la ciudad. Dos sofás de cuero están dispuestos para los espectadores, además de sillas de madera traídas de algún comedero antiguo. La pared, a la que se le da la espalda cuando se ve la película, está cubierta de afiches de festivales audiovisuales pasados y de algunas frases a manera de grafitis: “zumpiendo el underground”, “la libertad tiene la palabra”, “la mirada corta del mundo”. De un cuadro sale la cara de una mujer esculpida y bajo esta, la forma abstracta de un dibujo en lápiz sin terminar. Mientras es la hora de obturar el proyector, un joven llega al lugar y escucha rock de una de las listas de reproducción de un computador. Es uno de los autores del dibujo y trabaja por un rato en los ojos derretidos de un monstruo que inició días atrás en aquella superficie.
Comienzan a entrar los primeros interesados en ver la proyección de ese día. Con acento extranjero preguntan por el título y pasan a sentarse en uno de los muebles, en los que también se estira Bob, la gata de la casa. “Los turistas son el público que nunca falta. A veces son los únicos”, cuenta Iván. Más tarde, entran dos hombres de edad avanzada. “Esto no parece Luis Buñuel”, dice uno de ellos, después de unos minutos de inicio de Él. “Esta película la realizó el director cuando estuvo exiliado en México durante la dictadura franquista en España”, aclara Óscar. “Quizá es la película donde más he puesto yo, hay algo de mí en el protagonista”, dijo Buñuel de esta producción, basada en la novela homónima de la escritora Mercedes Pinto, aseveración que quizá plantearía otras miradas al inquieto.
El film prosigue y la gente entra y sale a su antojo, ingresa en la mitad o se va sin ver el final. Una pareja, que llega retrasada, alcanza a comprender la paranoia del protagonista y saca conclusiones: “Está enfermo, existe gente así, posesiva, celosa e insegura”.
“Recuerden que tenemos tinto y cerveza”, dice de pronto una joven, mientras saca estas bebidas de una habitación. El precio aparece señalado en un cartel que también invita a hacer un aporte voluntario. En la sala principal hay una consola para que Djs toquen en fiestas interactivas y al final del único corredor se abre la puerta a un cuarto convertido en galería. Allí se exponen las obras de pintura, escultura y collage de amigos bogotanos, hasta cuando otros artistas deseen apropiarse de él.
Además de proyectar películas, la casa de Cinelibertad “es un espacio incluyente de resistencia cultural en el que músicos, dibujantes, realizadores audiovisuales, artistas y diferentes colectivos se unen y dan a conocer lo que hacen”, dice Óscar. “¡Pueden traer a su familia, a los parches de amigos!”, agrega Iván.
Cine al barrio, el inicio
“Contemos una historia, la que tú quieras. Puede salir de tu imaginación, de tu experiencia, o de la combinación de ambas, le digo a una niña que está en el parche. Y empezamos a escribirla: ‘Aquí en esta cancha fue donde por primera vez fumé marihuana’, y así…”.
Iván Aristizábal es de Bogotá. Llegó en diciembre de 2011 a vivir en Medellín, al barrio Belén. Allí conoció a los jóvenes que tienen como punto de encuentro la cancha de Belén Los Alpes. “Este es un espacio en el que se olvida lo demás para vivir lo que pasa ahí”, por eso le pareció una comunidad ideal para intervenir, y eso fue lo que empezó a hacer.
El objetivo es que esos jóvenes produzcan una película. “En la creación y en la realización de varias labores es cuando se puede aprender para la vida” y es así como se da la educación, según Iván. Para llevarlo a cabo, buscan el apoyo de la Alcaldía de Medellín, de empresas privadas y demás aliados que quieran hacer parte de esta propuesta. “Por el momento contamos con amigos que nos facilitan equipos técnicos”, agrega Óscar.
Proyectos como el de Belén son los que promueve la Fundación Cinelibertad Arte Audiovisual, creada en 2009 en Bogotá por estudiantes de cine y cinéfilos, entre ellos Iván y Óscar. La idea era llevar el cine a la calle. Transmitir una película desde una tractomula y circular por toda la ciudad, utilizar el edificio del Banco de la República como pantalla y reproducir videos en piscinas, fueron algunas de las formas como comenzaron a irrumpir en el espacio público. Hicieron cineclubes en colegios y universidades, talleres de formación audiovisual y producciones a partir de estos. Al principio estas labores fueron autogestionadas: aportes de amigos, préstamos personales y con la ayuda de voluntarios. Con un cineclub itinerante, obtuvieron los primeros equipos. En el transcurso de estas acciones, se han financiado con recursos de la Alcaldía de Bogotá y del Ministerio de Cultura participando en convocatorias.
“Cinelibertad busca ser una alternativa a la idea que nos quiere vender el mundo del entretenimiento”. El nombre Cinelibertad “habla de una misión de liberar el arte, de explorar otros caminos, cambiar las narrativas, salir de la estandarización y pasarse los límites que existen”, manifiesta Óscar.
El cine como herramienta de transformación fue lo que impulsó el proyecto en Belén, antes de la llegada en julio de este año a El Poblado. La Casa Audiovisual Cinelibertad es uno de los tantos proyectos de la fundación.
Así como a Medellín, quieren llegar a otras ciudades del país. Y, así como a Belén, quieren llegar a otros barrios como Barrio Antioquia, continuando la labor de cambiar escenarios, adecuarlos para ver cine, llegar a la calle, abrir mentes y transformar realidades.
Una historia de ”onda corta“
Una historia de ”onda corta“
“Cuando uno es aficionado a la “onda corta”, escanea, es decir, busca en el dial las emisoras más lejanas”
Zenith-Transoceánico
1950 |
Telefunken
1953 |
Stromberg-Carlson
1957 |
Zenith Royal 3000 de 1973
|
Por Saúl Alvarez Lara
¿Qué llevó a un doctor en Epistemología e Historia de las Ciencias y las Técnicas de la Universidad de París VII y profesor de la Universidad Nacional, a convertirse en coleccionista de radios? Cuando pregunto a Jorge William Montoya, el profesor con más de 200 radios en su apartamento, qué lo llevó a coleccionarlos, cuenta una historia que se remonta a Concordia, su pueblo natal.
Don Alirio Montoya, su papá, era profesor de geografía en el colegio, pegaba mapas por todas partes en la casa y tenía un radio Telefunken alemán, de los años 50, que aún se conserva en casa de uno de sus hermanos mayores. Ese radio era fuente de curiosidad porque tenía “onda corta”, permitía sintonizar emisoras de países lejanos y, aparte de ser el único contacto con el mundo exterior, obligaba a recrear los lugares y las historias que narraban en Radio Nederlands, Family Radio o Radio Transmundial. La “onda corta” transportaba a lugares difíciles de encontrar, si no fuera en los mapas de su papá. Para completar, por “onda corta” llegaban también, en idiomas incomprensibles, voces que la hacían todavía más misteriosa. Era el comienzo de la década de los 70.
Pasaron los años. Jorge William se graduó en la Universidad Nacional y se fue a Francia a hacer el doctorado. A su regreso, en 2003, su interés por el asunto de la onda corta revivió cuando quiso encontrar un radio como aquel Telefunken de su papá. Lo halló por internet y lo compró pero llegó en un estado tan lamentable que fue necesario hacerle un trabajo de restauración. El día que el técnico le iba a entregar el aparato restaurado, en la vitrina de un anticuario vio un modelo igual al que iba a recibir. Ese mismo día tuvo dos radios Telefunken como el de su papá. Algo extraordinario porque esos radios eran difíciles de encontrar.
Cuando empezó a buscar, un poco a ciegas porque no recordaba la referencia exacta del radio familiar en Concordia, se encontró con un universo inesperado de formas, de colores, de épocas que le atrajo como la onda corta. Fue así como apareció el interés por el objeto radio, por la poca atención que se le había prestado y por la importancia que tenía en la vida cotidiana de la gente. Hay personas para quienes el radio ha sido todo, con él han vivido, han gozado, han compartido, sin embargo el medio de comunicación está más en la memoria que el aparato. La importancia del objeto, que en el mejor de los casos se convierte en una pieza de decoración o cuando ya no sirve va a parar a la basura o la prendería, es poca. La búsqueda de aquel radio dio inicio entonces a una colección de interés académico, cultural y técnico.
< Jorge William Montoya
La colección de radios de Jorge William tiene hoy más de 200 modelos distintos. El más antiguo es un Philips holandés de 1946 en baquelita, uno de los primeros materiales sintéticos utilizados. También hay un RCA Víctor fabricado en Canadá en 1956 con compartimento para pilas. Un Zenith Royal 500 de 1957, con cuerpo de nylon, que lleva la leyenda: “Sin tubos, totalmente transistorizado e irrompible”, reposa cerca de los Zenith Transoceánicos, desde el H500 de 1950 hasta el Zenith Royal 3000 de 1973, considerados los “reyes” por su diseño y solidez, costosos pero utilizados por verdaderos aficionados. El Stromberg Carlson AWP8 de 1957 llegó a la colección hace algunos meses. Después de buscarlo por internet y verlo en el mercado de San Telmo en Buenos Aires, Jorge William lo encontró donde un anticuario de la calle Perú pero en mal estado, el mismo modelo, con resorte para recuperar el cable, antena de salida automática, dos parlantes, casi estéreo, termómetro, hidrómetro y medidor de presión atmosférica, pero fue necesario hacerle un laborioso trabajo de restauración. Dos de los modelos que Radio Sutatenza mandó a fabricar a Toshiba en 1963 con la posibilidad única de escuchar esa emisora están también por allí. Un SqueezeBox, Wi-Fi, de Logitech, que puede sintonizar miles de emisoras de todos los géneros con calidad digital, lo último en tecnología, cierra la colección.
Los radios viven en todos los rincones del apartamento de Jorge William Montoya. Sony, Gründig, Punto Azul, Sanyo, Orión, Toshiba, Philips, todas las marcas se encuentran. Él pasa y los prende para verificar que funcionen. No se trata de un asunto decorativo, los radios deben funcionar porque el sentido del objeto técnico es ese, que funcione. Mientras lo sigo, al mismo tiempo que el carraspeo de los radios al prender me parece escuchar las voces que en otras épocas llegaban misteriosamente por la “onda corta”. “Cuando uno es aficionado a la onda corta escanea, es decir, busca en el dial las emisoras más lejanas”, dice Jorge William, y continúa hablando de radios, un tema interminable.
Marte, música y arte
Marte, música y arte
Una exposición de 16 artistas de distintos campos (fotografía, pintura, ilustración y arte digital)
The Clocks
Ana Arenas, Carlos Durango
Ana Isabel Duque, Ángela Duque
Andrea Ariza, Mariana Vargas, Stephanie Giraldo
Andrés Agudelo, Laura Franco
Andy García, Diana Toro, Andrés Marín, Diego Montoya
Calavera y La Popular Independiente
Camila Botero, Juan Raúl Muñoz
César Pineda, Judith Pineda, Saidy Pineda
Estados Alterados
Felipe Betancur, Ángela Jiménez
Isaac Nieto, María Claudia Vélez, Flor Restrepo, Carolina Tobón, Juan Esteban Vélez, Mariana Oyaga
Juan Carlos Cantillo
Judy Upegui, Fredy Florez
Laura Jimena Pérez, Vanessa Ruíz, Andrés Felipe Gómez
Roland Granada, Diana Pinto, Andrés Vélez
Sandra Lozano, Diana Cano, Eliana Alarcón
Santiago Rúa, Laura Rivera
Tomás Restrepo, Laura Zuleta
Walter Soto
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Fiesta de Aniversario del Club Unión
Fiesta de Aniversario del Club Unión
Una elegante cena y un show de flamenco fueron los actos centrales de la celebración de la Fiesta de Aniversario del Club Unión, institución que cumplió 118 años. La velada fue realizada en honor de las esposas de los socios.
Elvira Posada
Fernando Gutiérrez, Guillermo Cárdenas
Gloria Ángel, María Isabel Vásquez
Hernán de La Cuesta, Dalia María Joseliz
Inés Piedrahita de Valencia, Cecilia Hernández
José Ignacio Arboleda, Jorge Valencia
Julio César Vélez, Adriana de La Cuesta
Lilian Botero de Restrepo, Óscar Darío Restrepo
Luis Guillermo Saldarriaga, Nury Giraldo
Luis Norman Pérez
María Cristina de Arango, Enoris Restrepo de Martínez
Margarita Soto
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Mauricio Lalinde
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Pablo Gutiérrez
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Elvira Laverde
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Patricia Noreña
Sandra Suárez, Jaime Arrubla
Sergio Delgado, Humberto Martínez
Victoria Eugenia Palacio, Germán Sánchez
Adolfo León ruíz
Adolfo Naranjo
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Adela Correa de Uribe
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Betty Zuluaga, Beatríz Bedoya
Elsy López, Gabriel Ripoll
La sombra y el disfraz
/ Gustavo Arango
Me pregunto por qué, de todos los instantes de su vida, nos quedaron sólo esos. Quedaron mucho más, cientos de miles. Hay fotos, pensamientos, que lo conservan con vida. Pero nuestro culto a la mirada le confiere a esos minutos de película un valor especial. No es lo mismo ver fotos, leer lo que alguien ha escrito; hay algo decisivo que se escapa. Hace unos años creí estar enamorado solamente con leer lo que alguien me había escrito, con ver algunas fotos. Pero algo murió en el instante preciso en que vi a esa persona moverse, caminar, ser en el mundo. Es una historia triste, probablemente aburrida, y esta otra que les cuento me parece mejor, entretenida, luminosa, celestial.
Lo malo es que creo haber empezado la historia por el final. La mañana del 5 de diciembre de 1968, en las afueras de Bangkok. Lo malo, también, es que no creo que las historias comiencen cuando alguien nace, ni con los antepasados, como empiezan los biógrafos convencionales. La historia puede empezar hace miles de años, o en el momento en que el padre Louis descubrió su llamado y se encerró en un convento de clausura, o en el momento en que emprendió su viaje hacia el oriente. Puede empezar, incluso, tratando de imaginar lo que yo hacía esa mañana de diciembre -esa noche del día anterior, porque yo estaba en el otro lado del mundo–, especulando sobre lo que era mi vida a los cuatro años (¿habría una señal en ese instante?, ¿un sueño, un despertar inexplicable en medio de la noche?).
El padre Louis nació en Francia y quedó huérfano temprano. Tuvo una juventud disoluta y, mientras estudiaba en Cambridge, embarazó a una muchacha. Por eso, su acudiente lo envió a estudiar a la Universidad de Columbia, en Nueva York. Fue en Nueva York donde dejó las rumbas y se convirtió al catolicismo. Entró a la abadía de Nuestra Señora de Getsemaní, en Kentucky, el mismo día que los Estados Unidos entraron a la Segunda Guerra Mundial. Cuando estaba en el convento, un superior leyó sus diarios y le ordenó escribir sus memorias. El padre Louis escribió La montaña de siete pisos y, así, se volvió celebridad. Su obra completa incluye 60 libros de prosa y poesía, siete volúmenes de diarios y cinco de cartas. Eran tantas las personas que lo visitaban que, en 1965, pidió y consiguió permiso para vivir como eremita en un lugar tranquilo de la abadía. Allí intensificó su estudio de las filosofías orientales. Para él, había una secreta afinidad entre el budismo y el cristianismo.
La historia termina con el único viaje que el padre Louis hizo en sus veinte años de vida en el convento. Estaba pletórico de dicha. En el Tibet tuvo una conversación con el Dalai Lama. Vivió un éxtasis místico frente al Buda reclinado de Polonnaruwa, en Sri Lanka; pudo ver “más allá de la sombra y el disfraz”. Cinco días después de esa experiencia decisiva se hallaba en Bangkok, dando una valerosa conferencia sobre la responsabilidad que cada uno tiene con su vida. A esa conferencia corresponde el único testimonio fílmico que se conserva de él. Su voz era serena y su mirada, firme y dulce. Terminó con la frase: “Ahora me desaparezco”, y fue a sentarse con gesto sonriente y tímido. Pocos minutos después se marchó a su cuarto, tomó una ducha refrescante, encendió un ventilador y murió electrocutado.
Oneonta, noviembre de 2012
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