Abracemos la Universidad
De la edición impresa (Edición 322)
Hace apenas unos meses nos regocijamos al celebrar el segundo centenario de una institución que llena de orgullo no solo a los antioqueños, por ser su Alma Máter, sino a todos los colombianos por el simple hecho de contar entre su patrimonio con una universidad que ha acompañado toda nuestra vida republicana y en parte es gestora de la misma causa libertadora.
Casi cien mil egresados durante estos doscientos años han dado y dan testimonio con su propia vida de la calidad de la educación que recibieron de la Universidad, poniendo en práctica, en su actuación profesional o personal cinco valores que son pilares de su formación: vida, respeto, fraternidad, solidaridad y libertad.
La Universidad debe ser, por encima de cualquier proselitismo, el espacio del debate del las ideas, el espacio de la confrontación de la razón y en esa medida ser ejemplo a la sociedad de la posibilidad de la convivencia pacífica de diversos modos de pensar.
Es pertinente reproducir aquí apartes de una reflexión hecha por el propio Consejo Académico en relación con el ser y el quehacer de la Universidad.
La comunidad universitaria reivindica para sí la práctica de la deliberación efectiva y permanente. Ello implica el reconocimiento de la diversidad y el respeto por la opinión del otro, como afirmaciones tangibles y no retóricas de la diferencia.
La argumentación constituye la forma de comunicación propia de los universitarios: supone dar la cara a los otros, hacerse responsable de lo que se piensa o se cree, ser capaz en un determinado momento de cambiar de opinión, si la opinión del otro tiene poder persuasivo. En la Universidad la autoridad la otorga el saber: el rigor de las propuestas, la coherencia de las posiciones, la autenticidad de los actores del diálogo.
En todo momento la Universidad está llamada a construir espacios pedagógicos de diálogo: en lugar de miedo, confianza; en lugar de intimidación, persuasión; en lugar de agresión, el sentido de lo simbólico.
En momentos de incertidumbre en los que se pone en juego la supervivencia de estos valores, la Universidad está llamada a apelar al espíritu de la solidaridad, y a cultivar con más ahínco su compromiso con el saber transformador, con el diálogo horizontal y creador de espacios de inclusión.
Al amenazar en su vida a miembros activos o no del centro universitario, a quien en realidad se está atacando es al principio mismo que hace de aquella universidad medieval el lugar donde se encontraban las vertientes del conocimiento y que de su debate salieron las diversas ciencias modernas y los distintos modos de pensar. Pretender silenciar por la fuerza las voces dentro de la Universidad es una muestra más de una sociedad enferma que ve en la diversidad una amenaza y no la base misma de su riqueza.
Abrazar a la Universidad debe ser un gesto no solo simbólico, sino un acto real en el sentido de asumir como propio el respeto por las mil formas de ver y de pensar que conviven, ríen y sufren no solo en las sedes de Medellín, sino también en las 10 sedes regionales, el Hospital Universitario, los grupos de investigación y que han compartido sus sentimientos con más de un millón de beneficiarios con los programas y proyectos de extensión o presencia comunitaria.
Nuestra solidaridad con los cinco mil profesores y empleados y con los cerca de 35 mil estudiantes que a causa de esta perturbación pueden ver afectado su trabajo o su rendimiento en esta institución Invicta en su Fecundidad.