Botero: la noche de un día agitado En compañía de un grupo de amigos e importantes personalidades de la ciudad, el maestro Fernando Botero finalizó un día de memorables acontecimientos, con un festín de delicias criollas en Herbario. Los motivos para celebrar esa noche no eran pocos. Horas antes, por su cumpleaños número ochenta, fue homenajeado en la plaza que lleva su nombre, con un concierto del Coro Infantil y el Ensamble de Músicas Populares de la Red de Escuelas de Música de Medellín. La celebración continuó con la esperada inauguración, en el Museo de Antioquia, de Viacrucis: la pasión de Cristo, la primera exposición individual del artista en su ciudad natal después de doce años.
EXPOSICION VIACRUCIS – MUSEO DE ANTIOQUIA
Maestro Fernando Botero, Anibal Gaviria Maria Victoria de Robayo, Marta Elana Bravo, Gustavo Vives Nicolás Ramírez Cano, Gloria Lucía Gómez, Olga Elena Mattei, Teresita Peña Pablo José Mejía, Alicia Mejía de Jaramillo, Germán Jaramillo Olano Piedad Escobar, Jorge Orozco Alberto Morales, Yolanda Botero, Óscar Giraldo Alejandro Santamaría, Diego Herrera, Cristina Echavarría Asistente Asistentes Beatriz Bedoya, María Isabel Jiménez Carlos Ríos Rodríguez, Martha Ríos de Rodriguez
Cesar Palacio, Marcelo Palacio
David Antonio Picón
Diego Arango, Walter Correa Cadavid El Alcalde y su esposa admirando uno de los cuadros del Maestro Botero Iván Hurtado, Carlos Tobón, Alberto Sierra, Sara Isabel Gaviria, Juan Alberto Gaviria Jaime Raigosa, Roberto Uribe Botero, Victoria de Vallejo Jorge Delgado, Lucy Sierra, Carlos Esteban Montoya, María Raigosa José Correa, Gabriel Hurtado Maestro Fernando Botero Germán Jaramillo Olano haciendo entrega de condecoración al Maestro Fernando Botero 2 Maestro Fernando Botero
FERNANDO BOTERO Y AMIGOS EN EL HERBARIO
Anibal Gaviria, Maestro Fernando Botero, Ana Piedad Jaramillo Ana Piedad Jaramillo, Eliana Uribe, Cristina Abad Juan Guillermo Bustamante, Juliana Restrepo María Elvira Quintana, Juan Gómez Martínez Juan David Botero, Carmen de Botero Martha Urrea de Botero, Juan Manuel Botero Olga Escobar, Byron Vélez, Carlos Guisao Pilar Angulo, John Frankel Roberto Uribe, Aurora Lario Sergio Ignacio Soto, Luz Elena Gaviria, Gustavo Rossi Sofía Bari, María Teresa de Gómez Alicia Jaramillo, Wilma Zafra
… ¿Qué tiene ella cuando baila? Como dice la canción. Definitivamente hay restaurantes y negocios del sector que algo tienen para que les vaya tan bien, y, entre tantas razones, hay una que es clave: identidad. Algo que no se ve pero se siente y muchas veces se pierde en medio del desespero cuando no se vende nada y, peor aún, cuando otros sí venden. En estos días fui a un mexicano y me encontré en la carta las alitas de pollo a la manera de Buffalo y los tacos paisas con frisoles, chicharrón y plátano maduro; otra vez, en un español, me sorprendieron con vegetales tempura del Japón, con la moda peruana, casi todos ofrecen cebiche de ese país sin importar su tendencia; ahora muchos están recurriendo a la fórmula colombiana para cambiar sus cartas y encuentra uno bandeja paisa y ajiaco al lado de su oferta tradicional “gourmet”. Perder la identidad es lo mismo que cambiar la pesca con vara por la pesca con chichorro o, peor, con dinamita. Pasa a menudo en los restaurantes en donde soy consultor -que generalmente van muy mal, o sino no me contratarían-, que el dueño no duerme de pensar en los restaurantes exitosos y termina proponiendo una terrible carta fusión entre Antioquia, Líbano, Argentina y Francia. Lo que yo llamo la carta de la envidia; casi siempre están condenados al fracaso. Los restaurantes exitosos generalmente tienen identidad. Se concentran en lo que saben hacer muy bien hecho sin querer abarcar todo. Todos envidiamos propuestas tan consistentes como la de “Ajiacos y Mondongos Exquisitos”, y soñamos con tener una gran idea como para crear un negocio tan brillante como Crepes & Waffles o tener el valor de jugársela con toda una carta de delicias sobre arepa como J&C. Medellín es una plaza muy difícil para los restauradores, por algo será que los grandes chefs que invierten por todo el país le tienen pánico a nuestra ciudad. Sin embargo, el peor error y la disculpa fácil cuando nos va mal es echarle la culpa al mercado; el mercado hay que conocerlo pero, sobre todo, respetarlo ya que por alguna razón varios negocios se mantienen con magníficos resultados, como El Castelo, el Café Le Gris o el Trifásico, y otros entran con pie derecho como La Legumbrería, Brulee, Barbacoa o Philly Cheese (hace mucho no me comía unos sánduches tan ricos) Lo más fácil es echarle la culpa al otro, cuando de pronto lo que necesitamos es examinarnos a fondo y analizar muy bien en dónde radica el éxito de estos negocios y cuáles son nuestras debilidades. Me acuerdo de una amiga que nunca conseguía un novio y se quejaba todo el día de los hombres, y al pasar de los años se quedó sola, pensando que la culpa era de ellos que no la miraban y menos la invitaban. Muchos negocios que van mal, aguantan y aguantan la soledad de las mesas pero insisten en pensar que hacen las cosas bien cuando de pronto necesitan un cambio de fondo, como la misma propuesta, el servicio, el sitio, la carta, la decoración, la música o quién sabe qué. Si se acabó un negocio reconocido en el mundo entero como Mango´s, es que todos tenemos el riesgo de desaparecer tarde que temprano, qué susto. Escríbanme a [email protected] [email protected]
La vivienda en Medellín, una tarea pendiente Los estratos bajos requieren construcción y mejoramientos, mientras los altos adolecen de programas de convivencia en comunidad
Uno de los retos más importantes que la Alcaldía de Medellín tiene en 2012, es tratar de minimizar el déficit de vivienda de la ciudad. Y tiene que hacerlo desde los puntos de vista cuantitativo y cualitativo. Según la operación matemática que hace Diego Restrepo Isaza, director general del Instituto Social de Vivienda (Isvimed) “habría cerca de 200 mil necesidades para atender en la ciudad, que se deben sumar a las 692 mil viviendas que existen y que albergan a 697 mil hogares en la actualidad”. El desglose de estos datos muestra que hay un déficit de unas 45 mil viviendas, al que hay que agregar 40 mil viviendas situadas en zonas de alto riesgo no recuperables. Adicionalmente hay déficit cualitativo: calidad de la vivienda, de aproximadamente 35 mil. Estas últimas, representadas en espacios sin pisos, sin conexiones de alcantarillado, sin conexiones de acueducto y con dificultades en los techos, entre otras. Además, hay unos 70 mil inmuebles con matrículas ficticias, según el reporte de Isvimed. Estas son el resultado de invasiones establecidas desde hace varias décadas, a las que se les cobra impuesto predial por mejoras, mas no por la propiedad como tal. Este panorama está representado casi en su totalidad por los estratos 1, 2 y 3, que significan el 75 por ciento de viviendas en Medellín. Tras el diagnóstico llega la intervención, que debe cobijar a todas las comunas de la ciudad, siempre y cuando se entienda cuáles son los problemas de habitabilidad en cada una de ellas. “Los aspectos clave empiezan con la titulación, que es la posibilidad de que todas las personas tengan su título de propiedad debidamente registrado. Tenemos una meta ambiciosa de llegar a 45 mil. Lo segundo son las soluciones habitacionales de mejoramiento, para combatir el déficit cualitativo. Esos son unos 25 mil mejoramientos y requerirán del apoyo de los subsidios”, advierte Restrepo. En el tercer componente, la administración municipal, en convenio con Camacol, planea construir unas 10 mil soluciones de vivienda, y la meta total son 25 mil. En el caso de los estratos altos, y particularmente en El Poblado, las intervenciones de Isvimed se enfocarán en programas que ayuden a la población a vivir en comunidad. En consecuencia, habrá programas de televisión y campañas de motivación para solucionar conflictos de vecindad. Este plan para unidades residenciales tendría la vinculación de la Lonja y Camacol.
Fuad Akel “Crear y reinventar” a partir de los productos base de la cocina del suroeste asiático, es el proyecto culinario de Satay, un restaurante que ha causado revuelo tanto por su atractiva propuesta gastronómica, como por su sede dividida en distintos ambientes que transportan a los comensales al Lejano Oriente.
El hombre detrás de la carta de Satay es Fuad Akel, chef cartagenero, graduado en la Colegiatura, quien vive desde hace varios años en Medellín. Su receta de sopa de mariscos, un manjar con influencia tailandesa e india, es la elegida en esta edición de La Buena Mesa. Un plato fuerte, de sabor incomparable.
Sopa de mariscos (para una persona)
2 langostinos U15. 4 anillos de calamares. Un pulpo baby. 2 mejillones negros. 4 unidades de camarón tigre. 2 escalopes viera. 5 guisantes. 15 gramos de zucchini. 2 dientes de ajo.
2 gramos de jengibre. 2 gramos de limonaria. 40 gramos de leche coco. 30 gramos de curry verde. 1 hoja de lima kafir. 50 de gramos de cebolla blanca. 2 cucharadas de crema leche. Una taza de agua. Sal y Pimienta.
Preparación Pique finamente la cebolla, el ajo, la limonaria y el jengibre. Corte el zucchini en julianas y los guisantes en mitades. Combine todos los ingredientes, y saltéelos en mantequilla durante tres minutos, agregando de manera simultánea la lima kafir. Luego mézclelos con la leche de coco, el curry verde* y el agua. Deje reducir a fuego lento durante 25 minutos, revolviendo constantemente. Limpie los mariscos, agrégueles sal y pimienta, mientras los saltea (durante un par de minutos) en un poco de aceite, con curry verde. Posteriormente, introdúzcalos a la sopa. Antes de servirla, agréguele dos cucharadas de crema de leche y una pizca de azúcar (esto con la intención de reducir la acidez del curry). Decórela con ajonjolí negro. * El curry verde de Satay es hecho en casa, razón por el cual el sabor de este plato puede variar según el curry elegido.
*Nota: Nuestras recetas de La Buena Mesa son elaboradas por expertos de la cocina, con conocimiento en el manejo de alimentos y en sus técnicas de preparación. Las recetas han sido ensayadas por ellos mismos con utensilios profesionales y los resultados en casa están sujetos al conocimiento gastronómico, de ingredientes y uso de herramientas adecuadas.
Juan Carlos Uribe La espiritualidad y la vida austera son algunas de las características de este egresado suigéneris del Columbus School
Juan Carlos Uribe
“Nadie se imagina que a este cuchitril de Guayabal La Raya puedan venir tantas personas”, comenta Juan Carlos Uribe, interrumpiendo una vez más el relato de la aventura de su vida para saludar a nuevos comensales que llegan a Buena Mar. Es el capitán de este “cuchitril”, un acogedor restaurante de tres pisos situado a dos cuadras de la Central Mayorista. Aquí llegan líderes de pesca del Orinoco, veteranos pescadores del Chocó, taitas del alto Putumayo, indígenas peruanos, empresarios, músicos, poetas y asalariados comunes y silvestres, toda una serie de personajes variopintos que ha conocido en alguna de sus correrías o que simplemente vienen atraídos por la fama de su cocina. Más que una experiencia gastronómica, visitar Buena Mar es un viaje por los recuerdos, la sensibilidad y la filosofía sencilla de vida de este pescador y navegante de 52 años, tallador de madera, sanador “cuando el Padre me lo permite” y por siempre aventurero. En medio de la bulla del tráfico del sector, Buena Mar es un oasis donde Juan Carlos puede darse el lujo de disertar sobre la paz del espíritu. Entre peceras, plantas, hamacas, timones, pinturas, tallas de madera y aromas que evocan la vida del mar, cuenta historias, prepara diferentes platos con Carlina -su cocinera estrella- y atiende las mesas, todo simultáneamente y sin perder el hilo y el buen ánimo. Arriba del fogón, donde un bravo se cuece en la deliciosa salsa de la casa, sobresale un letrero de madera que más parece una advertencia: “Cocina leenta”. Esta allí por sugerencia de un alto ejecutivo, quien perdió la paciencia a la espera de un almuerzo, recién inaugurado el restaurante, hace ya ocho años. La recobró cuando probó el celestial bocado marino, pero pidió a Juan Carlos que pusiera la aclaración, bien visible, de cocina leenta, con doble e, para que los clientes supieran a qué atenerse.
Puntos de giro A los 18 años y recién egresado del Columbus School, todo apuntaba a que siguiera los pasos de su padre y se convirtiera en ejecutivo. “Era el año 78 y en Medellín había cuatro opciones: estudiar Derecho en la Medellín, Medicina en el CES, Arquitectura en Bolivariana o Administración de Empresas en Eafit”. La quinta opción se la inventó él: la selva virgen, y cambió las comodidades de hijo del gerente de una multinacional, por un rancho de tres metros por cinco en una playa de Bahía Solano. Quería ser pescador, vivir con los nativos y, sobre todo, rehuir el sistema de “carro, casa, endeudamiento y beca” en el cual se sentía matriculado. Pocos meses después, una leishmaniasis lo trajo de vuelta a la civilización, pero al recuperarse despedazó por segunda vez los sueños paternos. Se embarcó como ayudante de oficios varios en una naviera alemana. “Eran estrictos hasta para exprimir una trapeadora”, recuerda. Fueron dos años en medio de tempestades en aguas del norte de Europa, mareos y tareas de limpieza que en un principio le revolcaron más la cabeza que el estómago, pero que lo convirtieron en navegante hábil y cocinero recursivo. A esta altura de la narración, Juan Carlos se abstiene de revelar los pormenores de un naufragio en la Costa de la Muerte, en el que conoció de cerca no solo la muerte sino el lado oscuro del corazón humano. Una vez rescatados, abandonó el barco y estuvo a punto de tirar el mar por la borda para estudiar psicología. Pero hay designios tan misteriosos como ineludibles: resultó estudiando tecnología marina y pesquera en Estados Unidos, viviendo en un puerto de pescadores y, luego, en una granja de cultivo de camarones, en la frontera con México. El Pacífico, mientras tanto, no dejaba de llamarlo y la selva de Bahía Solano se lo tragó de nuevo, esta vez por 11 años. “Me quedé viviendo como ermitaño, como Róbinson Crusoe, con letrina y sin espejos, porque no me interesaba cómo me veía sino cómo me sentía. Al principio pescaba; luego empezó a llegar turismo ecológico, gente muy mágica: personas que iban a meditar y a buscar contacto telepático con los delfines; expertos en tarot egipcio; hechiceras doctas en la baraja francesa y el I Ching; monjes en peregrinaje hacia la India, señoras que alineaban chacras y ayudaban en exorcismos; llegaba el que sabía de plantas, el buscador, el aventurero. Yo manejaba la lancha, los llevaba a los pescaderos y convertí mi casa en una pequeña posada”. Por petición de los turistas, después de siete años instaló sanitarios y colgó varios espejos, pero la presión de los grupos armados lo obligó a regresar a Medellín. Y aquí comenzó de la nada, trayendo pescado fresco de Bahía, echándoselo al hombro y surtiendo restaurantes, negocio que continúa hoy. Luego puso un puesto de cebiches, “se fue regando la bola” y después abrió Buena Mar, hasta el sol de hoy. Su vocación de ermitaño sigue en pie. Sólo hace un año, más por insistencia ajena, conectó luz eléctrica en su casa, en el Alto de Las Palmas, y dejó de cargar agua de la quebrada. Madruga a alimentar guacharacas, a tallar madera, a sembrar matas, y al mediodía baja a atender el restaurante y a ayudarle a la negra Carlina en la cocina. De las cifras y las cuentas, que se ocupen otros. Su espíritu aventurero también está vigente. Hace poco regresó de Indonesia con una nueva técnica de cocina en cáscara de coco, con la cual espera seguir conquistando paladares y sonrisas. Después de todo, “ver que la gente sale contenta de comer acá, para mí es la felicidad más grande”.
En una de sus columnas de hace pocas semanas en “El Espectador”, el escritor antioqueño Esteban Carlos Mejía se preguntaba “por qué en Medellín gustan tanto las novelas del húngaro Sándor Márai”. Yo agregaría: ¿y por qué les gustan tanto a las mujeres? En las tres librerías supervivientes en la ciudad, las novelas (y otros géneros) que cultivó Márai son por autor las de más alta demanda, más precisamente por parte de señoras muy cultas de El Poblado y, yendo más lejos, separadas o divorciadas, y escritoras o “aspirantas” a serlo. Yo mismo fui culpable de haber sido uno de los iniciadores de la “moda Márai”, en 1995, cuando escribí en alguna revista que el poeta León de Greiff había traído a Colombia su primer libro traducido al español por la editorial Destino, “Música en Florencia” (1951). Desde hace unos 15 años, cuando lo reaparecieron, “Sándor”, como le dicen las señoras, se volvió objeto de culto literario cuasi-sexual, santo de prenderle vela y, habrá que decirlo con envidia, todas ellas son sus incensarias devotas con más amor que el que le dedican a sus maridos paisas, tan prosaicos y futboleros. Yo hacía mucho que no leía al desventurado Márai –exiliado de su patria en el 48 y suicidado en California en 1989- hasta que hace pocos días devoré sobre el sofá a “La mujer justa”, en ocho horas de feliz cópula literaria. Y fue entonces cuando al cabo de tanto tiempo descubrí su secreto: Sándor Márai, escritor-hombre, fue en realidad lo que los semánticos llaman un autor-hembra: una mujer extraordinaria, una mujer, sí, que habitaba en su espíritu y la que escribió el conjunto de su obra fascinante. En “La mujer justa”, cuya primera parte la escribe precisamente “una mujer” de la alta sociedad húngara, se descubre el enigma. Es un largo monólogo de repostería, escrito con un teclado ardiendo en llamas de hielo, el modo puro del pensamiento femenino. La hermosa dama, revisando como revisan todas un día la cartera o maletín de su marido, un rico empresario, descubre un trocillo de desvaída cinta morada, una pista ínfima pero inquietante, que la pone en la tenaz persecución y captura de la que ella supone que es “la otra”, la “amante” de su marido, supuestamente fiel durante largos años de matrimonio. A través de la búsqueda, la señora desengañada pero serenamente furiosa se las arregla para ajustar cuentas con los para ella y hasta entonces sagrados valores de Amor, Felicidad, Verdad, Cultura, Riqueza, Arte, Clases Sociales, Orden, Fidelidad: todo cae en un prodigioso abismo destructivo (completado en la segunda parte con voz “masculina”) de donde el lector no sale ileso y sí más bien al borde de una matadora anarquía. Pero es en el espinoso asunto de la “Felicidad” donde más se detiene, considerándola desde todos los ángulos con incisivo bisturí de género y declarándola al final imposible. La mujer justa, el hombre justo, no existen… Señores de El Poblado con esposas amantes de Sándor: no dejen nunca el maletín al alcance de sus mujeres, ni mucho menos de sus amantisas ocasionales: estas últimas suelen dejar allí algún rastro, esperando que “la bruja” lo encuentre para precipitar y darle más ebullición a la aventura. Pero si de pronto… otra novela femenina sería escrita, para bien de la literatura colombiana tan escasa de ellas. [email protected]
Es la solicitud del comandante de la Estación Poblado, teniente coronel Fabio Rojas
Teniente coronel Fabio Rojas
Las denuncias sobre extorsiones que se empezaron a presentar a finales del año pasado entre algunos empresarios de Provenza, alertaron a las autoridades. Desde inicios de este año, la Policía de El Poblado ha estado preparando operativos especiales para identificar a los “vacunadores” y combatir a la delincuencia.
El comandante de la Estación de Policía El Poblado, teniente coronel Fabio Rojas, aconseja hoy a los empresarios negarse totalmente al pago de “vacunas” y estimular la denuncia entre la comunidad para tener un diagnóstico real de la seguridad. “En reuniones con algunos comerciantes de la noche se ha hablado sobre que no puede darse ningún viso de aceptación a una autoridad paralela. Lo triste es que algunos están pagando las llamadas vacunas y existe una especie de connivencia con algunos empresarios. Tengo identificados a nueve sujetos de esos, se les ha hecho seguimiento y traído a la estación. Se les ha dejado claro que aquí no aceptamos su supuesta autoridad, porque no existe, legalmente no la tienen. Es una subcultura que se ha creado, de que haya alguien paralelo que garantice seguridad”, expresa el comandante Rojas.
Guillermo Orjuela, presidente de la Corporación Zona Rosa, manifiesta que “hemos conocido de las vacunas por la policía, pero acá no ha llegado ninguna queja de los empresarios”. Por el contrario, destaca que “estamos muy contentos con los operativos especiales de la policía en la Zona Rosa, ya que esta es la vitrina internacional de Medellín. Se está logrando un control más estricto a vendedores ambulantes y ya hay 32 carnetizados”.
Medidas y controles Debido a los patrullajes y a las cámaras de seguridad, se ha logrado el control especialmente de motociclistas con parrilleros. Para las autoridades, son estos los que más afectan la seguridad mediante “el hurto express” con arma de fuego. “Creemos que si se restringe el parrillero en esta comuna podemos reducir hasta en un 70 por ciento los delitos. No podemos estar en todas partes al mismo tiempo, pero sí que la policía esté cerca para que el tiempo de respuesta se traduzca a cuatro minutos y medio”, manifiesta el comandante de la estación.
Sectores como Barrio Colombia, por la poca iluminación en sus vías, Monterrey y el Parque Lineal La Presidenta continúan siendo los más afectados por la inseguridad, sobretodo por el hurto callejero.
Aunque los esfuerzos de la policía son reconocidos por la comunidad, la sensación de inseguridad persiste entre algunos. Martha Ramírez, residente de Patio Bonito, expresa que “espacios como La Presidenta se ven abandonados, pocos se atreven a caminar por ahí en las noches, debido a los atracos”. Guillermo Mesa, del restaurante Aguacate, víctima de robo, pide más presencia de las autoridades en este parque, “pues los raponeos son pan de cada día”.
Con aportes de la Corporación Zona Rosa, en los próximos días empezarán a funcionar cinco CAI móviles, para que haya control policial permanente en puntos como la calle 10, el Parque Lleras, La Presidenta y Provenza.
Este año, hasta la Semana Santa, la Policía ya había capturado en la comuna 14 a cinco personas por estafa, 45 por hurto y 15 por porte y tráfico de estupefacientes.
En las últimas semanas el tema del fuero militar ha estado en primer nivel de debate por parte de la opinión pública nacional. Sin embargo, a mi modo de ver, no se ha podido explicar en detalle en qué consiste la discusión que en torno a este se ha venido suscitando. En primer lugar, la Constitución Nacional en su artículo 221 dice que “de los delitos cometidos por los miembros de la fuerza pública en servicio activo y en relación con el mismo servicio, conocerán las Cortes Marciales o Tribunales Militares, con arreglo a las prescripciones del Código Penal Militar…”. Es decir, que el fuero militar es una condición especial para el juzgamiento de los policías y soldados cuando realizan conductas propias de su actividad. En segundo lugar, queda muy claro que cuando ellos cometen delitos comunes, como robar una farmacia cuando se está de licencia, serán procesados por la justicia ordinaria. Lo mismo sucede cuando ellos cometen violaciones al Derecho Internacional Humanitario (DIH); por ejemplo, cuando en una operación militar asesinan a los enemigos que se entregan o se encuentran heridos. La discusión y el debate que hoy existe se debe a que hace unos seis años, el Ministro de Defensa de la época, Camilo Ospina, y el Fiscal General de la Nación, Mario Iguarán, firmaron un acuerdo interadministrativo con el fin de que en todo acto de combate donde se presentaran bajas, el ejercicio de la acción penal le correspondiera a la Fiscalía y no a la justicia penal militar, como había sido siempre. Esto último era ilógico, porque un combate donde mediase una orden de operaciones se consideraba como un acto propio del servicio. Esta decisión por parte de ambos funcionarios del Estado ha llevado a vincular a un número muy importante de militares y policías a procesos penales, lo que a su vez ha generado una parálisis en la actividad de la fuerza pública. La pregunta que se hacen mucho militares hoy es: ¿Para qué voy a realizar una emboscada si inmediatamente quedaré en manos de un fiscal? Es más fácil, entonces, no hacer nada. La propuesta que hace parte de la Reforma a la Justicia referente al fuero militar, pretende darle prioridad a la justicia penal militar y no a la justicia ordinaria en cuanto al ejercicio de la acción penal cuando se realizan conductas propias de la actividad militar o policial. Si hay violación a leyes penales comunes o al DIH, será la justicia ordinaria la que los procese, así medie orden de operaciones militares. El Gobierno Nacional acaba de radicar un nuevo proyecto de reforma constitucional para fortalecer el fuero militar, pero, tengo que decirlo con toda sinceridad, esa propuesta no resuelve la problemática que alegan padecer los militares en Colombia. En una encuesta reciente, el 85 por ciento de ellos respondió que lo que más los preocupaba era la inseguridad jurídica, que los estaba llevando a un momento de confusión que nunca antes habían padecido. Para ganarle la guerra a la guerrilla y a las bandas criminales -bacrim- necesitamos una fuerza pública motivada. Por ello, seguiremos dando la batalla en el Congreso para garantizarles seguridad jurídica en sus actuaciones militares o policiales. [email protected]
En las últimas semanas el tema del fuero militar ha estado en primer nivel de debate por parte de la opinión pública nacional. Sin embargo, a mi modo de ver, no se ha podido explicar en detalle en qué consiste la discusión que en torno a este se ha venido suscitando. En primer lugar, la Constitución Nacional en su artículo 221 dice que “de los delitos cometidos por los miembros de la fuerza pública en servicio activo y en relación con el mismo servicio, conocerán las Cortes Marciales o Tribunales Militares, con arreglo a las prescripciones del Código Penal Militar…”. Es decir, que el fuero militar es una condición especial para el juzgamiento de los policías y soldados cuando realizan conductas propias de su actividad. En segundo lugar, queda muy claro que cuando ellos cometen delitos comunes, como robar una farmacia cuando se está de licencia, serán procesados por la justicia ordinaria. Lo mismo sucede cuando ellos cometen violaciones al Derecho Internacional Humanitario (DIH); por ejemplo, cuando en una operación militar asesinan a los enemigos que se entregan o se encuentran heridos. La discusión y el debate que hoy existe se debe a que hace unos seis años, el Ministro de Defensa de la época, Camilo Ospina, y el Fiscal General de la Nación, Mario Iguarán, firmaron un acuerdo interadministrativo con el fin de que en todo acto de combate donde se presentaran bajas, el ejercicio de la acción penal le correspondiera a la Fiscalía y no a la justicia penal militar, como había sido siempre. Esto último era ilógico, porque un combate donde mediase una orden de operaciones se consideraba como un acto propio del servicio. Esta decisión por parte de ambos funcionarios del Estado ha llevado a vincular a un número muy importante de militares y policías a procesos penales, lo que a su vez ha generado una parálisis en la actividad de la fuerza pública. La pregunta que se hacen mucho militares hoy es: ¿Para qué voy a realizar una emboscada si inmediatamente quedaré en manos de un fiscal? Es más fácil, entonces, no hacer nada. La propuesta que hace parte de la Reforma a la Justicia referente al fuero militar, pretende darle prioridad a la justicia penal militar y no a la justicia ordinaria en cuanto al ejercicio de la acción penal cuando se realizan conductas propias de la actividad militar o policial. Si hay violación a leyes penales comunes o al DIH, será la justicia ordinaria la que los procese, así medie orden de operaciones militares. El Gobierno Nacional acaba de radicar un nuevo proyecto de reforma constitucional para fortalecer el fuero militar, pero, tengo que decirlo con toda sinceridad, esa propuesta no resuelve la problemática que alegan padecer los militares en Colombia. En una encuesta reciente, el 85 por ciento de ellos respondió que lo que más los preocupaba era la inseguridad jurídica, que los estaba llevando a un momento de confusión que nunca antes habían padecido. Para ganarle la guerra a la guerrilla y a las bandas criminales -bacrim- necesitamos una fuerza pública motivada. Por ello, seguiremos dando la batalla en el Congreso para garantizarles seguridad jurídica en sus actuaciones militares o policiales. [email protected]
“La obra no cumple la norma” El puente de la carrera 43C entre calles 7 y 6 continúa su marcha. Vecinos afectados piden revisión del POT por sus cotas de retiro
Las respuestas que las autoridades municipales han dado frente a las obras del puente de la 43C no han dejado satisfechos a algunos residentes de Astorga y Patio Bonito que se sienten perjudicados por la nueva vía que servirá de alternativa a la Avenida El Poblado. Ante tal situación, Eliney Francis Llanos, Johel Moreno y Juan Fernando Forero, propietarios de oficinas en Oficentro Astorga, han interpuesto un recurso de acción de cumplimiento al Departamento de Administrativo de Planeación Municipal, solicitando la suspensión de la obra. Los demandantes esgrimen que no se cumplen las normas de retiro estipuladas por el Plan de Ordenamiento Territorial – POT–, por lo que piden su revisión. Según lo establecido en el decreto 1521 de 2008, el cual reglamenta disposiciones del Acuerdo 046 de 2006 (POT), la norma de retiro a intercambios viales y a infraestructura de transporte expresa que “las edificaciones en lotes que den frente a pasos a desnivel en altura o deprimido, dependiendo de su uso o altura, o los proyectos viales que se diseñen a partir de la publicación del presente Decreto, habrán de respetar retiros que impidan el encajonamiento de la vía adyacente”. Las cotas establecidas indican que el retiro por exigir es de 15 metros, medidos desde el borde exterior del intercambio a la edificación. “El proyecto del puente hace caso omiso al POT de acuerdo al parámetro donde hoy se instala el edificio Oficentro Astorga. La afectación, por razón de dicha construcción, es una reducción impuesta al derecho de propiedad”, señala la acción de cumplimiento. Esta obra, que comprende el desarrollo del corredor vial de la carrera 43 B C D, es uno de los cuatro proyectos por valorización que se iniciaron a mediados de febrero, por un valor cercano a los 4.600 millones de pesos. Según Luis Alberto García, director del Fonval, el puente para la conexión de la 43C está planeado hace más de 25 años y cumple con las normas técnicas. Gabriel Aramburo, presidente de la Junta Administradora Local, expresa que “es clara la necesidad por mejorar la infraestructura vial y mejorar las condiciones de movilidad. Estas son obras que no son bien recibidas por parte de las personas vecinas a ellas, pues se ven afectados directamente. Pero para el resto de la comunidad de El Poblado, estos son proyectos necesarios y se convierten en alternativas para solucionar el problema de tráfico”. Por su parte, Johel Moreno apunta que “lo que nosotros exigimos no es un capricho, sino algo que está estipulado en la norma. Creemos que no se cumplen los requerimientos legales, por lo tanto el Municipio debe evaluar y revisar las cotas del retiro. Hay razones para pedirle a la autoridad la suspensión de las obras, hasta que haya claridad”. Al cierre de esta edición, Planeación aún no había dado respuesta a esta acción de cumplimiento.
Población flotante Los semáforos de Medellín, y los de El Poblado no son la excepción, evidencian la falta de oportunidades de buena parte de la población
Llegar a un semáforo es encontrar lo inesperado: fuego, cuchillos, bicicletas que miran al cielo sostenidas con la boca de alguien que quiere vivir dignamente, o jóvenes que flotan en el aire. Como la muchacha de la fotografía. Caminando al borde del interminable taco de la calle 10 con la Avenida El Poblado se ve a una joven elevándose sobre los carros y alcanzando una altura increíble en plena hora pico. All Stars Medellín es el nombre del grupo de porristas que recurre a la también llamada ciudad del semáforo. Entre los 16 y 24 años, estos jóvenes apasionados por este deporte bajan de las barriadas a romper la cotidianidad de las calles con su asombrosa habilidad. Es una forma de recoger dinero para los uniformes y los viajes a los campeonatos, dicen, mientras aprovechan el color rojo del semáforo para descansar, tomar agua y aire para el próximo y peligroso acto. “Hay personas indiferentes pero también hay otras generosas que se asombran con lo que hacemos y nos felicitan”, dice la muchacha acróbata en un corto respiro. El deseo más cercano de estos jóvenes es poder viajar a Cartagena donde se realizará un importante torneo de porrismo. Ellos hacen parte de toda una población que flota entre la falta de apoyo, oportunidades y empleo formal. Ponen en riesgo sus vidas en un esfuerzo extremo por romper la cadena de carencias y la violencia a la que han estado expuestos. Escogieron el camino de la cultura y la lúdica, al igual que muchos otros jóvenes de poblaciones vulnerables de Medellín, quienes encontraron en las manifestaciones artísticas un camino de resistencia al conflicto armado y la senda para ayudar a construir una ciudad más amable.
Un año de fotodetecciones y sigue la controversia Voces de respaldo y fuertes críticas continúan a la orden del día. Según el Tránsito, con la tecnología buscan salvar vidas y mejorar la movilidad
Hace un par de semanas, circuló el rumor en emisoras radiales y en redes sociales de que el Consejo de Estado había declarado ilegales las conocidas fotomultas, llamadas fotodetecciones por la Secretaría de Tránsito. La información no fue constatada por dicha entidad y el Tránsito sigue argumentando la legalidad del uso de las cámaras para imponer comparendos.
Entre tanto, después de ajustar un año de funcionamiento el pasado 1 de abril, la ciudadanía sigue dividida en torno a este modelo y se ha vuelto tema de conversación en reuniones familiares, de trabajo y en la misma calle.
Entre el 1 de abril de 2011 y el 17 de marzo de 2012, las 40 cámaras que operan en la ciudad generaron 343.768 fotodetecciones, de las cuales han sido pagadas 153.886, correspondientes al 45 por ciento, y cerca de 24 mil millones de pesos. Este dinero recaudado se ha distribuido así: 7.300 millones para el Municipio, 10.000 millones para UNE, empresa que realizó una alianza con la Alcaldía de Medellín y actúa como desarrollador tecnológico. Los CIA (Centro Integral de Atención al Infractor, donde se hacen los cursos pedagógicos) se quedan con el 25 por ciento del valor de cada multa, en este caso cerca de 4.500 millones de pesos; y el SIMIT (sistema que integra el registro de infractores a nivel nacional) de la Federación Colombiana de Municipios recibió 1.900 millones de pesos.
Las fotodetecciones solo son uno de los siete componentes del Sistema Inteligente de Movilidad de Medellín (SIMM), el cual funciona desde el Centro de Control en la Secretaría de Transportes y Tránsito. Desde allí la ciudad es monitoreada, reduciendo, según esta dependencia, los tiempos de atención en los choques y la información oportuna en tiempo real por medio de redes sociales.
“Lo primero que buscamos es salvar vidas y mejorar la movilidad. Nos debemos culturizar y entender que en países grandes hay cámaras de fotodetección y han bajado sus índices de accidentalidad”, dijo el subsecretario Administrativo del Tránsito, Carlos Gil.
¿Cómo funcionan y en qué se invierte el dinero? Las 40 cámaras de fotodetección son rotadas estratégica y periódicamente en 200 puntos diferentes de la ciudad. Según el Tránsito, la accidentalidad a 200 metros alrededor de las cámaras se ha reducido en un 18 por ciento.
El 65 por ciento de las infracciones son por exceso de velocidad. En El Poblado, la cámara que más fotodetecciones registra está ubicada en la Avenida El Poblado con la calle 31. La que menos registra está en la misma avenida con la calle 9.
El proceso de la fotodetección inicia cuando la cámara registra la infracción, luego pasa a una máquina que califica el tipo de falta y llega a un grupo de ocho o diez personas que revisan que la foto sea suficientemente clara. Después pasa a un grupo de agentes de tránsito que revisan una a una, ven los videos si tienen dudas y finalmente ponen la firma para hacer efectivo el comparendo si así lo determinan. En el sitio donde se revisan las imágenes, no puede ingresar nadie diferente a ellos, ni hay celulares ni otros dispositivos. Sin embargo, no son pocos los casos polémicos que siembran en muchos ciudadanos serias dudas sobre la supuesta infalibilidad de este sistema.
El valor del SIMM se estima en 64 mil millones de pesos a 25 años. Con los ingresos por las multas se mantiene el sistema, el software y el Centro de Control, único en el país y uno de los más modernos de América Latina. Además, la Alcaldía de Medellín invierte en obras de la ciudad, señalización de las vías y semaforización. Según el Tránsito, pintar la ciudad horizontalmente vale 12 mil millones de pesos al año, sin contar la señalización vertical.
Puntos polémicos Además de la inconformidad de muchos ciudadanos con el uso de esta tecnología y con el proceso de pago, varios concejales de la ciudad insisten en que las fotomultas violan la ley por dejarle al usuario la carga de la prueba para demostrar la equivocación en la sanción. Nelson Hurtado es abogado y también sostiene dicho argumento. “El hecho de que la Corte Constitucional haya dicho que se puede usar la tecnología, no avala que la multa, que es la consecuencia final del proceso contravencional, sea legal. La fotodetección no implica culpabilidad, entonces se violenta el debido proceso y el derecho de defensa. Uno no tiene que ir ante la autoridad a probar la inocencia, es el Estado el que debe probar que uno es culpable”, dice el abogado.
Al respecto, el Tránsito afirma que no están atentando contra el debido proceso porque si el ciudadano no está de acuerdo con la multa, puede presentarse personalmente o por medio de un apoderado, durante los siguientes once días hábiles al recibo de la notificación del comparendo. Allí, puede solicitar una audiencia pública, durante la cual podrá presentar las pruebas que considere útiles para su defensa. Sin embargo, si opta por esta opción pierde el descuento por pronto pago.
Otro asunto que genera inconformidad tiene que ver con los cursos pedagógicos que dicta el CIA, Centro Integral de Atención al Infractor. Los cursos los pueden realizar otras personas en reemplazo de los conductores que reciben la sanción, así no conduzcan, lo cual resulta absurdo y crea desconfianza sobre su idoneidad. Carlos Gil, subsecretario administrativo del Tránsito aclaró que ellos no pueden regular el CIA. “Con los CIA no tenemos ninguna relación, hace más de un año, por orden del Gobierno Nacional, se trasladó la responsabilidad de esa capacitación a terceros. Es posible que con la Ley Antitrámites tengamos la posibilidad de hacer los cursos, pero por ahora no nos corresponde”, afirma.
Mitos o realidades Que al pasar un semáforo en amarillo la cámara lo detecta; que si no cumple con el pico y placa le pueden hacer varios comparendos en un mismo horario durante el día; que si un agente de tránsito da vía y el semáforo está en rojo, le puede llegar la fotomulta.
Estos son ejemplos que los ciudadanos comentan en conversaciones cotidianas. Sobre esos casos, el subsecretario administrativo del Tránsito, Carlos Gil, indicó que “todavía hay mitos, como que se multa a los 61 kilómetros. Casos como el del agente que da vía con el semáforo en rojo y luego llega la fotomulta, cada vez son menores porque gracias al Centro de Control podemos ver si es verdad que el agente dio paso o no. Las cámaras en semáforos tienen video y los agentes tienen instrucción de estar visibles a la cámara. La fotodetección no es la última palabra, recuerden que pueden pedir audiencia porque hay situaciones que se deben analizar”. Sobre el pico y placa aclaró que solo se cobrará multa una vez por horario. Si el conductor es sorprendido por la mañana no tendrá otro comparendo en el mismo horario. Si en la tarde reincide sería una nueva multa.
No solo son fotodetecciones El (SIMM) Sistema Inteligente de Movilidad de Medellín tiene siete componentes: fotodetección, gestión de flota, optimización de semáforos, software, paneles informativos, circuito cerrado de televisión e información oportuna a través de redes sociales.
Gestión de flota consiste en incorporar tecnología en buses y taxis para mejorar la prestación del servicio. 1.500 buses ya envían información al Centro de Control para constatar la velocidad, el sobrecupo y demás situaciones anómalas. Los semáforos tienen cámaras para que ingenieros decidan si es conveniente darle prioridad en verde a cierta vía, dependiendo del flujo vehicular. Los paneles de información tienen mensajes preventivos y educativos en algunas de las principales avenidas. El circuito cerrado de televisión permite analizar en tiempo real toda la movilidad de la ciudad y enviar agentes de manera más rápida. Por su actualización de redes sociales como Twitter, el Tránsito de Medellín se ha ganado varios premios y es una de las cuentas de mayor influencia en la ciudad.
Recientemente, mi papá iba en un taxi por una de las avenidas principales de la ciudad de México, cuando observó unos árboles grandes y florecidos cerca a la carretera. Fascinado por su belleza, le preguntó al taxista si sabía el nombre de estos árboles. “Órale, mire que llevo pasando 30 años por esta misma avenida y jamás los había observado”, le contestó. Impactado por esta respuesta, nos escribió contándonos la historia bajo el título: ¿Será que estamos ciegos? Su mensaje me llegó al alma pues solo dos días antes, mientras caminaba por la calle del lado de mi casa y por la cual paso todos los días, noté que uno de los locales estaba vacío y para la venta. Me quedé pensando qué era lo que había ahí antes y no me pude acordar. ¡Yo también estoy ciega! Estoy convencida de que el taxista y yo no somos los únicos. En la sociedad actual vivimos tan rápido que vamos de un lugar a otro metidos en nuestra mente y nos olvidamos de observar, de ver lo que nos rodea. A veces pasamos por el lado de las personas sin darnos cuenta si están felices o tristes, inclusive los más cercanos. Decimos que la vida se está pasando muy rápido, pero ¿será que se siente así de rápida porque no nos detenemos a observar lo que realmente está sucediendo? ¿Para dónde vamos con tanto afán? Esta ceguera la aborda El Guerrero Pacífico, una película que cuenta la historia de un joven gimnasta, quien, a pesar de ser muy exitoso, siente que algo falta en su vida. Conoce entonces a un hombre que le enseñará los secretos para vivir una vida plena. En un momento, el sabio le dice al joven que su mente se está llenando de tantos pensamientos que se está perdiendo de lo que está sucediendo. “Nada está pasando”, le replica el gimnasta. En ese momento la cámara empieza a mostrar en detalle todo lo que está sucediendo a su alrededor: unos hombres ríen a carcajadas, una mujer juega con su perro, un hombre lee a la sombra de un árbol, una mariquita camina por una hoja verde y una pareja enamorada se besa. El sabio le dice: “¡Nunca hay ‘nada’ pasando, todos los momentos de la vida son extraordinarios”! Nuestra vida cotidiana es extraordinaria pero hay muchas cosas de las que no tenemos consciencia, así que estamos ciegos. Lo más importante, sin embargo, es que tenemos el poder para abrir los ojos. Te invito a que le bajes la velocidad a tu vida y a que tomes consciencia de todo lo que está sucediendo a tu alrededor. Aumenta tu nivel de atención a lo que sientes, oyes, hablas, pruebas y ves. En tu camino al trabajo descubre algo que nunca antes habías visto. Mira a tus seres queridos, ¿qué ves en sus ojos? ¡Vive un poco más despacio para incrementar tu nivel de consciencia y así exprimirle todo el jugo a tu vida! [email protected]
El 20 de abril estará al servicio Esta estructura, el puente intraurbano más largo del país, ha generado gran expectativa como posible alivio de movilidad
Retrasos, accidentes de obreros, demandas, protestas de los vecinos cercanos, discusión sobre su financiación y hasta un descubrimiento arqueológico al remover las tierras, fueron elementos que hicieron parte de la construcción del Puente Gilberto Echeverri. Fue la gran apuesta de movilidad del hoy exalcalde Alonso Salazar en El Poblado. Después de aplazar su inauguración, prevista para finales de 2011, finalmente el puente será entregado por el Alcalde de Medellín, Aníbal Gaviria Correa, el próximo viernes 20 de abril en un acto formal, para luego darle apertura y libre circulación al tráfico vehicular. Actualmente la obra se encuentra en un 97 por ciento de ejecución. Faltan detalles de paisajismo y obras complementarias en la zona inferior de parqueaderos y en la plazoleta de comidas. Luego de los ajustes y nuevos plazos, la inversión del proyecto ascendió a 180 mil millones de pesos. José Diego Gallo, secretario de Obras Públicas de Medellín, confirmó el buen estado del puente luego de una visita de inspección y destacó la importancia que va a tener para la movilidad de El Poblado y de la ciudad en general. “Medellín tiene un atraso de vías de 30 años. Si hoy fuera cualquier día de la década de los 80, estaríamos bien de vías para los carros que había en esa época. Pero la realidad es que no solo se necesita este puente, sino otros cinco cruzando el Río Medellín para descongestionar. La gente dice que eso es trasladar el trancón de un sitio a otro y es verdad. Pero por algún lado hay que comenzar a solucionar el problema, es peor no hacer nada. Hay que saber que en cuatro años no se resuelve un retraso vial de tres décadas”, dijo el funcionario. Ignacio Arbeláez, presidente de la Junta de Representantes de Propietarios y Poseedores de El Poblado, manifestó que falta mejorar la señalización de las vías que van a alimentar la entrada y salida del puente. “Estuvimos en una reunión en el Tránsito y nos mostraron varias alternativas. El punto es que van a cambiar muchas vías cercanas y aún no se ha socializado”, expresó. Valorización, estancada A punto de entregarse el Puente Gilberto Echeverri, y mientras avanzan las obras iniciales de la continuidad de la vía Linares, la conexión de la carrera 29D con la calle 10, el empalme de las calles 11 y 11A sobre la quebrada La Poblada, y el puente sobre la quebrada La Presidenta, en Astorga, la comunidad continúa a la espera de decisiones sobre el cobro de valorización para el resto de obras incluidas para El Poblado. Luis Alberto García, subsecretario de Valorización y director ejecutivo del Fonval, indicó que aún no hay decisiones pero que avisarán con tiempo para claridad de los habitantes. El presidente de la Junta de Representantes, Ignacio Arbeláez, reclamó que desde enero no hay reuniones sobre el asunto y recordó alternativas que había dado la Junta de Representantes. “Dijimos que para no ampliar la zona de citación, el Municipio hiciera con recursos propios la Avenida 34 y la ampliación de Los Balsos, y que la comunidad pagara por valorización el resto de obras dentro de El Poblado. No contestaron nada”.
Que no se repita la historia Baste recordar un poco de la historia reciente de la ciudad para cuidarnos de repetir un capítulo fatal del que aún vivimos los estragos
Preocupante la aseveración que hace el comandante de policía de la Estación Poblado, teniente coronel Fabio Rojas. Asegura que en algunos sectores de El Poblado hay comerciantes que están pagando a personas extrañas para que les brinden una supuesta seguridad y denuncia que hay una connivencia con estas personas ilegales. En otras palabras y sin eufemismos, a esto se le llama extorsión o “vacunas”. Pero, más allá del término, puede ser el inicio de un camino sin retorno para que grupos delincuenciales se establezcan, amañen y afiancen en El Poblado. Baste recordar un poco de la historia reciente de la ciudad para cuidarnos de repetir un capítulo fatal del que aún vivimos los estragos. Las “vacunas” hicieron su tristemente célebre irrupción en Medellín, sobre todo durante las dos últimas décadas del siglo pasado, años en que la ciudad y sus estadísticas de criminalidad la convirtieron en la más violenta del mundo. Algunas de estas extorsiones llegaron disfrazadas, de la mano de las llamadas milicias populares, adscritas a grupos guerrilleros como el ELN. La falta de presencia del Estado en varios barrios de la ciudad, hizo que muchos de estos personajes “vacunadores” fueran vistos por los desprotegidos ciudadanos como homólogos locales de Robin Hood, con la loable misión de protegerlos de la delincuencia e instaurar la disciplina en los barrios. Situaciones similares se vivieron en otras áreas del departamento, donde surgieron grupos paramilitares que cobraban cuotas mensuales para proteger a los finqueros y lugareños de los desmanes de la delincuencia y de la guerrilla. Cuánta gente no pagó por una tranquilidad ficticia en aquel entonces y crió cuervos que después les sacaron los ojos. Cuando menos se pensó, numerosas zonas de la ciudad, el departamento y el país estaban invadidas por grupos armados sin más credo político que lucrarse de los ríos revueltos, bautizados bajo diferentes nombres, el último de los cuales es Bacrim, bandas criminales. Pero es injusto trasladar a los ciudadanos inermes la responsabilidad por la legendaria incapacidad del Estado para proteger su vida y sus bienes y para construir un territorio con justicia social, que no sea caldo de cultivo para manifestaciones violentas. Eso le corresponde a las autoridades, y, en este caso concreto, a la Alcaldía de Medellín. Por eso ahora, cuando el alcalde Aníbal Gaviria está a punto de dar vida a la Secretaría de Seguridad Ciudadana y el Plan de Desarrollo sigue en construcción, es el momento de mirar con lupa lo que está sucediendo en El Poblado y tomar decisiones que impidan que la “seguridad” de este territorio caiga en manos de delincuentes. En últimas, eso es gobernar.
Que no se repita la historia Baste recordar un poco de la historia reciente de la ciudad para cuidarnos de repetir un capítulo fatal del que aún vivimos los estragos
Preocupante la aseveración que hace el comandante de policía de la Estación Poblado, teniente coronel Fabio Rojas. Asegura que en algunos sectores de El Poblado hay comerciantes que están pagando a personas extrañas para que les brinden una supuesta seguridad y denuncia que hay una connivencia con estas personas ilegales. En otras palabras y sin eufemismos, a esto se le llama extorsión o “vacunas”. Pero, más allá del término, puede ser el inicio de un camino sin retorno para que grupos delincuenciales se establezcan, amañen y afiancen en El Poblado. Baste recordar un poco de la historia reciente de la ciudad para cuidarnos de repetir un capítulo fatal del que aún vivimos los estragos. Las “vacunas” hicieron su tristemente célebre irrupción en Medellín, sobre todo durante las dos últimas décadas del siglo pasado, años en que la ciudad y sus estadísticas de criminalidad la convirtieron en la más violenta del mundo. Algunas de estas extorsiones llegaron disfrazadas, de la mano de las llamadas milicias populares, adscritas a grupos guerrilleros como el ELN. La falta de presencia del Estado en varios barrios de la ciudad, hizo que muchos de estos personajes “vacunadores” fueran vistos por los desprotegidos ciudadanos como homólogos locales de Robin Hood, con la loable misión de protegerlos de la delincuencia e instaurar la disciplina en los barrios. Situaciones similares se vivieron en otras áreas del departamento, donde surgieron grupos paramilitares que cobraban cuotas mensuales para proteger a los finqueros y lugareños de los desmanes de la delincuencia y de la guerrilla. Cuánta gente no pagó por una tranquilidad ficticia en aquel entonces y crió cuervos que después les sacaron los ojos. Cuando menos se pensó, numerosas zonas de la ciudad, el departamento y el país estaban invadidas por grupos armados sin más credo político que lucrarse de los ríos revueltos, bautizados bajo diferentes nombres, el último de los cuales es Bacrim, bandas criminales. Pero es injusto trasladar a los ciudadanos inermes la responsabilidad por la legendaria incapacidad del Estado para proteger su vida y sus bienes y para construir un territorio con justicia social, que no sea caldo de cultivo para manifestaciones violentas. Eso le corresponde a las autoridades, y, en este caso concreto, a la Alcaldía de Medellín. Por eso ahora, cuando el alcalde Aníbal Gaviria está a punto de dar vida a la Secretaría de Seguridad Ciudadana y el Plan de Desarrollo sigue en construcción, es el momento de mirar con lupa lo que está sucediendo en El Poblado y tomar decisiones que impidan que la “seguridad” de este territorio caiga en manos de delincuentes. En últimas, eso es gobernar.
Que no se repita la historia Baste recordar un poco de la historia reciente de la ciudad para cuidarnos de repetir un capítulo fatal del que aún vivimos los estragos
Preocupante la aseveración que hace el comandante de policía de la Estación Poblado, teniente coronel Fabio Rojas. Asegura que en algunos sectores de El Poblado hay comerciantes que están pagando a personas extrañas para que les brinden una supuesta seguridad y denuncia que hay una connivencia con estas personas ilegales. En otras palabras y sin eufemismos, a esto se le llama extorsión o “vacunas”. Pero, más allá del término, puede ser el inicio de un camino sin retorno para que grupos delincuenciales se establezcan, amañen y afiancen en El Poblado. Baste recordar un poco de la historia reciente de la ciudad para cuidarnos de repetir un capítulo fatal del que aún vivimos los estragos. Las “vacunas” hicieron su tristemente célebre irrupción en Medellín, sobre todo durante las dos últimas décadas del siglo pasado, años en que la ciudad y sus estadísticas de criminalidad la convirtieron en la más violenta del mundo. Algunas de estas extorsiones llegaron disfrazadas, de la mano de las llamadas milicias populares, adscritas a grupos guerrilleros como el ELN. La falta de presencia del Estado en varios barrios de la ciudad, hizo que muchos de estos personajes “vacunadores” fueran vistos por los desprotegidos ciudadanos como homólogos locales de Robin Hood, con la loable misión de protegerlos de la delincuencia e instaurar la disciplina en los barrios. Situaciones similares se vivieron en otras áreas del departamento, donde surgieron grupos paramilitares que cobraban cuotas mensuales para proteger a los finqueros y lugareños de los desmanes de la delincuencia y de la guerrilla. Cuánta gente no pagó por una tranquilidad ficticia en aquel entonces y crió cuervos que después les sacaron los ojos. Cuando menos se pensó, numerosas zonas de la ciudad, el departamento y el país estaban invadidas por grupos armados sin más credo político que lucrarse de los ríos revueltos, bautizados bajo diferentes nombres, el último de los cuales es Bacrim, bandas criminales. Pero es injusto trasladar a los ciudadanos inermes la responsabilidad por la legendaria incapacidad del Estado para proteger su vida y sus bienes y para construir un territorio con justicia social, que no sea caldo de cultivo para manifestaciones violentas. Eso le corresponde a las autoridades, y, en este caso concreto, a la Alcaldía de Medellín. Por eso ahora, cuando el alcalde Aníbal Gaviria está a punto de dar vida a la Secretaría de Seguridad Ciudadana y el Plan de Desarrollo sigue en construcción, es el momento de mirar con lupa lo que está sucediendo en El Poblado y tomar decisiones que impidan que la “seguridad” de este territorio caiga en manos de delincuentes. En últimas, eso es gobernar.
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