Todavía les queda la oportunidad de mostrar un poco de gallardía y, cuando se abra la próxima emisión de acciones por otro 10%, discretamente susurren a sus copartidarios que no sería tan mala idea comprar unas accioncitas
Traicionado por sus exdrugos y en estado de coma, es trasladado a un ultracientífico manicomio británico donde finge entregarse a la voluntad del Señor
Repetidamente se ha mencionado en esta columna que en nuestra ciudad el problema no es tanto de falta de obras o de inversión. Sino que cuando las hacemos, tenemos una tendencia muy arraigada a hacerlas mal o incompletas.
Ya que estás tan preocupado con defender nuestro medio ambiente, seas igualmente estricto con las volquetas, buses y camiones, que son los que verdaderamente ensucian el aire en esta ciudad
El 20% de vehículos particulares que hoy saldrían de circulación se recuperarían con otros nuevos en 2 ó 3 años, al cabo de los cuales volveremos a quedar en la misma situación que hoy
Durante unas recientes vacaciones costaneras en Co-veñas, con el poeta y periodista Pascual Gaviria, su esposa y su sobrino el también poeta japonés Jesús Gaviria, nos reuníamos después de los calores del día, en el corredor de la cabaña, a las siete de la tarde, a componer, por orden, poemitas que hablaran de la jornada, de los mares y los soles, y de las nacientes estrellas fulgurantes.
Se fueron a vivir al campo a tratar de vivir a la manera de las protagonistas de esa obra, especialmente de la enigmática Justine, con muchos amantes, vino, opio.
Ya sea vivir la vida en ralentí, esto es, en “cámara lenta”, ya en velocidad de términos medios o por el Justo Sendero del cual sabían ya los chinos mil años antes que Aristóteles.
Jamás el peso colombiano había alcanzado niveles tan altos frente al dólar. Jamás había sido tan barato importar cualquier mercancía a este país. Y jamás había sido tan difícil exportar.
Politiqueros de provincia antojados de inmortalidad, publicistas bogotanos imberbes y patriotas ecologistas han asumido el asunto como si se tratara de un concurso escolar de dibujo.
Estos jardincillos de iglesia han sido desplazados en importancia por los largos parques del siglo 21, los cuales, a pesar de su pretendida majestad, son apenas las ruinas de un concepto entrañable
Está claro que demoler los resonadores (prohibido seguir llamándolos “reductores”) y volver a poner pavimento para volver al estado original sería aún más costoso de lo que fue construirlos
El 23 de abril siempre tendrá algo de entrañable, por más que se trate de una fiesta civil ignorada por la sapientísima Ley Emiliani y rivalizada por el concupiscente Día de la Secretaria. Pero, ¿quién no tiene en la cabeza, como parte del botín de su memoria, la imagen legendaria de un acto cívico con recital poético y de las rústicas carteleras —acabadas a la media noche— con la cara larga del manco Cervantes o la barba algodonosa de Don Quijote?
Entre las canciones que más fatigan la radio nacional, los primeros lugares los ocupan las invenciones de Juanes y Rodolfo Aicardi, con tercer lugar -y nada podría ser más lamentable- del Himno nacional de Colombia.
Un amigo, maestro de adolescentes, me dijo que los candidatos de su colegio se comportaban como aspirantes a diputados en tarima de pueblo: con hipertrofiada irresponsabilidad prometían hacer placas deportivas
Los de las 9 p.m. protestan -a lo mejor hacen una marcha junto a las taquillas- pero les responden que el teatro es muy democrático y que la mayoría (de los que están adentro, of course) ya se ha pronunciado
“Somos partidarios de que se proteja a los animales del maltrato y creemos que en las corridas se trata cada vez más para que el toro sufra lo menos posible”
Con motivo del sesquicentenario del famosísimo Tomás Carrasquilla Naranjo, aquí y allá se ha divulgado todo tipo de semblanzas y reflexiones y, como era de esperarse, cierta idea sostenida por buena parte de los críticos aparece como la más recurrida: la especie de que el escritor de Santo Domingo no era costumbrista, cantinela que, por lo vana y obsesiva, a lo que más se parece es a un rebuzno de burro.
“Vivimos en un país color de luto, vivimos en un país color de luto, vivimos en un país color de luto” era un estribillo, prestado de una obra de teatro alemana, que utilicé hasta el cansancio en mi última novela anti-posmoderna, “O sea” (2003).
Durante muchos, pero muchos años del siglo 20, el mundo occidental se mantuvo convencido de que la Unión Soviética era una potencia mundial de altísimo nivel, comparable solo con Estados Unidos. Sus logros científicos, artísticos, deportivos y militares no dejaban espacio a la duda.
El conservatismo negrísimo de Suárez le fue inyectado en su larga educación en el Seminario y su trato con sus curas protectores desde su tierna infancia, casi hasta los treinta años
Por fortuna, mis hijos nunca han sido particularmente aficionados a los muñecos de felpa, entre los que, bien se sabe, las encuestas son encabezadas por el oso
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