Desde el Museo / Mayo (quincena 2)

- Publicidad -

 
 
Publicado en la edición 414, Mayo 22 de 2010
 
     
 
 
 
Casa vieja – Colegio La Enseñanza
 
 
Esta casa, modelo de la arquitectura antioqueña tradicional,
se estructura a partir de un patio central que actúa como ordenador
de toda la construcción y alberga las plantas que dan luz, frescura, tranquilidad y color al ambiente
 
     
 
 
     
 
Por Carlos Arturo Fernández U.
 
  Por desgracia, durante gran parte del siglo 20 predominó entre nosotros la idea de que el progreso y el desarrollo estaban vinculados sólo con el impulso de lo nuevo, mientras que lo antiguo parecía condenarnos al atraso y la pobreza. Por eso, como resulta evidente cuando se mira el paisaje urbano de Medellín, destruimos casi todo el patrimonio arquitectónico del pasado. Parecía que aquí no hubiera casi nada que valiera la pena rescatar y conservar por encima del simple valor mercantil. Y, en efecto, casi nada quedó.
La casa vieja del Colegio La Enseñanza, en la Loma de Los Balsos, es uno de los escasos ejemplos de la arquitectura tradicional antioqueña que todavía se mantiene en pie en el Valle del Aburrá, y que nos recuerda los grandes valores patrimoniales que perdimos.
Según información del historiador Roberto Luis Jaramillo, la casa, construida a mediados del siglo 19, era propiedad de Luciano Restrepo Escobar quien, entre 1881 y 1885, ejerció como último Presidente del Estado Soberano de Antioquia, en el seno de los Estados Unidos de Colombia; además, Luciano Restrepo, junto con su pariente Fernando Restrepo Soto, fue uno de los primeros promotores de la industria antioqueña.
El Colegio La Enseñanza, que había sido establecido en Medellín en 1899, se trasladó al sector de El Poblado en 1955. Gracias a ello, aunque la vieja casa perdió su vista sobre el paisaje del valle, ha conservado su belleza y utilidad.
Siguiendo los análisis del profesor Néstor Tobón Botero, puede anotarse que esta casa, modelo de la arquitectura antioqueña tradicional, se estructura a partir de un patio central que actúa como ordenador de toda la construcción y alberga las plantas que dan luz, frescura, tranquilidad y color al ambiente. Las dependencias se desarrollan en forma de claustro, alrededor de los cuatro lados del patio, aunque el cuerpo que da hacia el oriente es sobre todo el cerramiento que separa el espacio doméstico de la finca circundante, frente a la que abre con cuerpos adicionales en forma de U.
Como es habitual en este tipo de arquitectura, el patio está rodeado de amplios corredores que garantizan la separación y simultanea continuidad entre el espacio abierto y el íntimo de las habitaciones y los espacios familiares. Por su parte, el corredor externo que rodea la casa por el norte, el occidente y el sur, está cerrado por chambranas de macana que garantizan la más estrecha vinculación con el paisaje.
Por lo demás, también con el paisaje regional se relacionan los materiales de construcción: tapias, pisos de piedra y ladrillo en patios y zonas interiores, pilastras y vigas de madera, techos con teja de barro. De todo ello se desprende una sensación de solidaridad y de respeto con el ambiente natural.
En fin, más allá de cualquier sentimiento de nostalgia, ya inútil, esta vieja casa nos hace caer en la cuenta de lo que perdimos por el prurito de la novedad y el ansia de la ganancia inmediata; pero, sobre todo, debería servirnos para defender los restos que todavía se conservan de este riquísimo patrimonio cultural: una gran arquitectura, plena de sencillez, de sobriedad, de paz, de elegancia, de variedad y de riqueza artesanal.
 
 
- Publicidad -

Más notas

- Publicidad -

Más noticias

- Publicidad -