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La Plaza de la Luz o el urinario más grande del Universo

 
 

  La Plaza de la Luz o el urinario más grande del Universo

¿Alguien en sus sentidos ha visto la luz que nos brinda la Luna nueva?

Cada seis meses, por julio y diciembre, me toca ser anfitrión de parientes o amigos que vienen de la USA o de Europa en plan de descanso. Este año se agregaron otros más de la India. Ya casi todos conocían lo poquito que hay que ver en la ciudad:Museo de Antioquia, Catedral, Metro con su cable (el Jardín Botánico está “en obras”), el Tesoro, y se me ocurrió una mala noche llevar a un grupo a ver la tan mentada “Plaza de la Luz” o de Cisneros (nombre oficial). Y fue la vergüenza y el horror.

Yo ya iba prevenido por un artículo de El Mundo (junio 25) sobre lo que podría encontrar allí, pero las literalmente sombrías expectativas fueron superadas con creces. La Plaza de la Luz, de noche, llena de tinieblas el espíritu. En efecto, al contrario de lo que su nombre anuncia, el lugar funge como antesala de los reinos oscuros, la suciedad, el delito. A poco de bajarnos de los taxis en que íbamos, las mujeres temerosas ya querían irse. Grupos de bazuqueros se agazapaban bajo escuálidos guaduales a prender sus antorchas contra el viento. Al pie de decenas de los centenares de falos de cemento que conforman la fallida escultura urbana había un charco de lo que ustedes se imaginan. Un vigilante se hacía el bobo, a lo lejos, en la esquina de la Biblioteca Epm. Las “luminarias” no alumbraban ni deslumbraban con sus futuristas luces digitales (inexistentes) activadas por la luna, como se anunciaba hace tres o cuatro años cuando se adjudicó el proyecto. Cogidos de la mano los visitantes (los únicos arriesgados a esa hora, 8 p.m.) huimos a saltos de canguro a refugiarnos en el Salón Málaga, en Bolívar.

La experiencia nos mostró la negación total de lo que se pregonaba en un documento en marzo de 2003, que transcribimos: “El bosque (sic) de Luis Fernando Peláez tiene algo cósmico. Será un bosque de 10 mil metros cuadrados. Con 365 postes de 25 metros de altura, que se encienden (sic); elementos desmaterializados: de metal; conformados por círculos y secciones transparentes por donde se proyecta más o menos luz, según la luna: menguante, creciente, nueva y llena. Y, en esas transformaciones, se definen los volúmenes. (…) Al bosque artificial se le agrega uno de guadua, que juega con sol y sombras en el día. (…) Hay callejones de agua, piso de pizarra y piedra que se transforma en banca. El público, al penetrar, le da sentido”. Pero, ¿alguien en sus sentidos ha visto la luz que nos brinda la Luna nueva?

Por ninguna parte vimos “ni pizca” de tan prometedora poesía. Los postes no son de 25 sino de 18 metros. No son 365 sino 300. No alumbran ni deslumbran segúnlos ritmos milenarios de la Luna sino que están ensayando iluminarlos con reflectores electrónicos que costarán millonadas. No hay dónde sentarse, aunque en el proyecto anunciaron 500 bancas. Los callejones de agua están secos y llenos de basura. A mediodía, el Sol derrite el cerebro. En suma, el pregonado “bosque cósmico” es lamentablemente cómico. Los nueve mil millones de pesos invertidos se han escurrido por entre los desagües del meadero más grande del mundo diseñado por una alcaldía: en Barcelona hicieron un urinario lineal gigante pero no tan costoso ni ostentoso. En esto sí tenemos el Guinness. Que me caigan los rayos y centellas de la furia del bonachón escultor Luis Fernando Peláez, pero estas cosas hay que decirlas y remacharlas. En Medellín no hay ni un solo parque que merezca ese nombre. Todo es una burda consagración del cemento. ¿Cuándo tendremos uno “de verdad”?

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Con la habitual resistencia al cambio

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Así son todas las cosas de esta ciudad. Nuevamente los despalomados, como es de esperarse, solo se dieron cuenta de las implicaciones del cambio cuando este ya había sucedido. A pesar de ser una cosa anunciada desde hace varios meses, el cambio de sentido en la circulación de Los Balsos y Los González se convirtió en un trauma para muchas personas que, o no se habían dado cuenta de que esto iba a pasar, o no habían entendido lo que iba a pasar, o creyeron que el anuncio oficial previo era un chiste.

Con tiempo la Secretaría de Tránsito anunció que iba a hacer este cambio pues sus estudios de flujo vehicular indican que así se optimiza la circulación en esta zona de la ciudad; dijo que el cambio sería efectivo tan pronto estuviera terminada la conexión de la Avenida 34 entre ambas lomas. Y así fue, tal cual.

La mañana que la cosa se hizo efectiva, anunciada en estas páginas con debida antelación, replicada en www. vivirenelpoblado.com y en otros medios de comunicación, los teléfonos y el correo electrónico de la Línea 312 se llenaron de voces en contra de la medida. Válidas o no, las quejas, sí son extemporáneas. Hubo tiempo y oportunidad para pronunciarse. Es cierto sí, que el Municipio anunció que también tendría lista la conexión entre las lomas a la altura de Astipalea, y no fue así, pero eso no hará que deshagan el cambio aunque la obra se demore. Más bien prolongará los viajes de algunas personas, como lo hizo el cambio de las transversales hace algunos años. Quizás no pase nada más.

 

 

El Municipio profundiza investigaciones sobre licencias de construcción

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Para resolver estos problemas Corantioquia, el Área Metropolitana, la Secretaría de Medio Ambiente, Planeación, Obras Públicas y Empresas Públicas, se han venido reuniendo desde mediados de junio en un comité interinstitucional para adelantar acciones sobre este sector en particular.

Las quebradas

Según Carlos H. Jaramillo, Subdirector de Planeación Territorial del Municipio, para resolver el problema del desbordamiento de las quebradas Chacaltaya y La Paulita, intervenidas por parcelaciones, se adelantan acciones para que los constructores cumplan en el corto plazo con el plan de manejo ambiental y hagan las correcciones necesarias en las cuencas como requisito indispensable para el recibo de obras exigido por Planeación.

Para la quebrada La Aguacatala, que pasa sobre la carrera 10, “se está requiriendo a las urbanizaciones del sector, ya que los predios donde la quebrada afecta la vía son privados y las constructoras hicieron manejos cuestionables de los cauces. Por ello es responsabilidad de los urbanizadores que adecúen una sección mínima de la vía afectada y realicen la intervención de la quebrada acorde con los requisitos ambientales”, explica Jaramillo.

La carrera 10

En la deteriorada carrera 10, Planeación asegura que a la fecha buscar establecer a quién corresponden los predios donde está la vía, ya que mucha de la documentación reposaba en la Curaduría Segunda. “Cuando empezó el proceso de estas urbanizadoras, el Curador de entonces era Carlos Eugenio González. La licencia de las urbanizaciones de este sector se aprobó bajo la normatividad del Acuerdo 38, pero actualmente la documentación no existe y por lo tanto hay vacíos que estamos tratando de llenar con información de otras dependencias como la Secretaría de Hacienda y los mismos archivos de Planeación”, explica Carlos H. Jaramillo. No obstante, Planeación asegura que el deterioro de la vía fue causado por las urbanizaciones y parcelaciones en el proceso de construcción y serán estos particulares quienes respondan por la reparación de la vía, ya que al ser terrenos privados Obras Públicas no puede intervenir y entonces habrá que buscar otros mecanismos como conciliación entre los urbanizadores que generaron esta situación.

Servidumbre del Tesoro La Virgen

Y hablando de problemas de vías en este sector, la comunidad del Tesoro La Virgen afirma que tradicionalmente ha tenido una servidumbre: un camino de herradura que pasa por encima de la base militar cerca de Isa y se extiende hasta Envigado. Sin embargo, cuando construyeron el condominio San Gabriel,taparon la servidumbre con malla y le cerraron el paso a la comunidad. Porfirio Arango, Presidente de la Junta de Acción Comunal, sostiene que la comunidad tiene escrituras con las que puede comprobar que esta vía es propiedad pública y jurisdicción del barrio. Actualmente, hay una demanda de la comunidad para recuperar el paso en la servidumbre, pero hasta el momento no ha habido un pronunciamiento sobre el proceso de conciliación.

Al respecto de las servidumbres, Planeación afirma que los urbanizadores deben respetar estas vías que son de dominio público. “Pero cuando ciertos predios o tramos son intervenidos por particulares, la comunidad debe demostrar en un proceso legal que estas servidumbres han sido utilizadas históricamente para ratificar la afectación de uso público”, según afirmó Carlos H. Jaramillo.

El Pot
busca soluciones de fondo

Para evitar que continúe la proliferación de urbanizaciones en la parte Alta de El Poblado, y que se siga deteriorando esta zona considerada de reserva ambiental, en la revisión del Plan de Ordenamiento Territorial, Planeación incluyó la propuesta de que sobre el corredor de Las Palmas solo se acepten proyectos constructivos para usos de competitividad internacional y hacia abajo se conserven estas zonas de reserva como un parque que permita proteger los recursos ambientales. Así mismo, estableció que las densidades en zonas rurales sean definidas y supervisadas por Corantioquia.

“Además de definir un marco que regule definitivamente estas zonas, se están investigando las urbanizaciones existentes, ya que en el tránsito entre el Acuerdo 38 y el 62, se otorgaron licencias a ciertos proyectos acorde con un porcentaje de avance de las obras. Por ello se determinará quiénes cumplían estos requisitos y quiénes no, para definir su responsabilidad en actuaciones indebidas. En la actualidad a uno de estos proyectos se le cursa una investigación” concluye Carlos H. Jaramillo, Subdirector de Planeación Territorial.

 

 

Avenida 34 en la primera semana de septiembre

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El día en que hizo el anuncio de la puesta en funcionamiento de parte del tramo 2 de la obra, el que une Los Balsos con los González en sentido norte sur y que ha valido a la fecha 3 mil 787 millones de pesos, el Secretario de Obras Públicas, Mauricio Valencia, dijo que si todo sale como está planeado, la Avenida 34 estará lista en la primera semana de septiembre. En esa fecha podrá hacerse el recorrido completo desde La Aguacatala hasta Las Palmas, pues entonces deberá estar habilitado el paso por el tramo 6, el que va desde el Park 10 hasta Asia.

Conexión Balsos González

El tramo 2 de la Avenida 34 une las lomas de Los Balsos y Los González. Las obras empezaron en diciembre del año pasado; incluyen el viaducto o puente paralelo a la quebrada La Volcana.

En este momento esa conexión es uno de los puntos de apoyo de la recién inaugurada unidireccionalidad de las lomas pues permite el retorno desde Los González hacia Los Balsos sin necesidad de bajar hasta la Avenida El Poblado.

 

 

Fauna de El Poblado: amenazada y exterminada

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Hay una gran diversidad de aves, más de 100 especies, como búhos, guacamayas, guacharacas, loros, turpiales, barranqueros, copetones, chamones. Una variedad de pequeños reptiles y anfibios como ranas, lagartos y serpientes, además de la riqueza entomológica (insectos). Sin embargo, en la última década los urbanizadores han afectado los bosques, las cuencas y la fauna silvestre a diestra y siniestra, como si no hubiera mañana. Debido a la inminente expansión de la zona urbana en esta zona de reserva ambiental, el Área Metropolitana busca que los constructores y nuevos residentes tengan un manejo armónico de los recursos naturales.

Recomendaciones a constructores

Toda urbanización requiere una licencia ambiental para hacer la intervención en zonas de reserva natural. El constructor debe hacer un estudio de impacto ambiental y cumplir con la obligación de identificar qué especies hay, reubicarlas dentro de la franja de bosque y desarrollar un plan de manejo. Sin embargo, según el Área Metropolitana muy poco de esto se cumple porque los constructores piensan que en la reposición paisajística se harán las compensaciones a los daños causados. Pero las compensaciones son pobres en valor ambiental y la consolidación de un nuevo ecosistema es lenta. “Por eso se exige a los constructores minimizar los impactos negativos antes de ejecutar la obra y sensibilizar a sus operarios, porque cuando estos encuentran animales como culebras las matan, cuando se pueden reubicar con el apoyo de la autoridad ambiental”, afirma Víctor Vélez, Coordinador del Grupo de Protección a la Fauna del Área Metropolitana.

Los residentes contra la naturaleza

Uno de los principales problemas de los moradores en esta zona silvestre es que solo cuidan especies carismáticas como ardillas, porque son agradables y llamativas. Pero cuando ven especies como las chuchas campestres, de gran importancia en el equilibrio ecológico, la tratan como a una rata grande y tratan de exterminarla. “Lo que la gente debe entender es que al urbanizar estas zonas disminuye el espacio para el desarrollo de estas especies. Por eso es necesario establecer medidas de manejo, y convivir con la fauna silvestre antes que exterminarla por una simple apreciación estética”, aclara Víctor Vélez.

Qué hacer con la fauna silvestre

Cuando se corta el bosque que suministra el alimento y nicho ecológico a la fauna silvestre, las diversas especies buscan en las plantas frutales y basuras de las urbanizaciones un nuevo medio de subsistencia. Por eso es necesario el manejo adecuado de las basuras, porque su consumo afecta la dieta básica de los animales, les puede generar enfermedades por la falta de tolerancia a determinados alimentos o intoxicación por su estado descomposición. “Cuando hay animales silvestres en las urbanizaciones, allí deben pedir la intervención de la autoridad ambiental para su reubicación. Si hay proliferación de estos animales (o plaga) también hay que informar al Área Metropolitana para que haga una visita y proponga medidas de control, como barreras físicas o químicas, para que el animal no ingrese y afecte el predio”, explica Víctor Vélez.

Mortalidad animal

No es posible cuantificar el impacto de las construcciones sobre la fauna de esta zona por varias razones: la diversidad de proyectos urbanísticos, la irregularidad en el cumplimiento de los requisitos ambientales, y porque no se puede determinar la afectación con base en la cantidad de especies sino en la importancia de su función ecológica en el entorno, empezando con los insectos.

La amplia riqueza florística permite que haya más variedad de alimentos y por ello hay una gran cantidad de aves. Pero al erradicar la flora nativa, las aves, que son dispersadoras de semillas y controladoras de insectos, se desplazan. Esto provoca que aumenten las poblaciones de otros animales (insectos) y se produzca el desequilibrio ecológico (a veces en forma de plagas).

Recomendaciones

Vienen del Área Metropolitana:
1.
Convivir con la naturaleza y preservar corredores ecológicos como quebradas, parches de bosques, respetar el retiro de las quebradas y usar este potencial ambiental como gancho comercial para el proyecto; hasta ahora la tendencia ha sido expandir el concreto y cortar de tajo con la riqueza y diversidad ambiental.

2. Para los moradores lo primero es no tener fauna silvestre como mascota, y garantizar la permanencia de las especies en su hábitat natural. Cuando haya un problema con fauna silvestre no recurrir a la erradicación de plagas con venenos sino llamar a la autoridad ambiental: Grupo de Fauna del Área Metropolitana 385 6000, extensión 311. Hay un grupo de expertos en manejo de fauna que pueden proponer soluciones ambientales.

 
     
 
 
 

La meta: abril de 2007

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El caso de Freddy, el representante de los consumidores ante la Junta de Epm, que resultó ideólogo de las Farc, ha puesto a todo el mundo a temblar. Dice el Alcalde que lo que más le duele es haber sido engañado. Es claro. El engaño, como la burla, son las peores traiciones al espíritu.

La Alcaldía promete un mejor manejo de las obras en este segundo tramo del Paseo Urbano de la Avenida El Poblado sobre todo en lo que a cierres parciales de vías, congestión vehicular, talas y siembras de árboles, señalización, etcétera, se refiere. La Alcaldía asegura que aprendió la lección de lo sucedido en la construcción del primer tramo.

Ahora bien, ¿será cierto? Pues habrá que conceder el beneficio de la duda, a pesar de que ninguna obra pública aquí ha sido hecha como estaba planeada. Por lo pronto, entre las medidas anunciadas para hacer más llevaderos los próximos meses de trabajos en la Avenida El Poblado, el anuncio oficial dice que no habrá obras simultáneas a ambos lados de la misma calzada, que siempre habrá un carril habilitado para los vehículos, que podría, dada la necesidad, implementarse el pico y placa extendido en números y tiempo sobre la Avenida durante el tiempo de las obras, que siempre habrá agentes de tránsito en la zona intervenida, que habrá información oportuna sobre desvíos, cierres de vías o cualquier contingencia que se presente, que sembrarán 152 árboles nuevos de cinco especies diferentes, que no suspenderán el paso del transporte público y que este tendrá paraderos fijos, en fin, que esta vez sí todo será al derecho.

 

 

Infiltrados, secreto a voces

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Confiar en alguien para que después resulte con un chorro de babas como esta no es para menos. Pero a todas estas, alguien se ha preguntado si alguna vez a algún aspirante a cargo público le han preguntado abiertamente, bajo la gravedad del juramento, si hace parte de grupos alzados en armas, si es terrorista, o si planea atentar contra la sociedad que lo está contratando. No, eso no se estila y no por algo muy propio de nuestra cultura: confiamos en la palabra del otro y preguntar cosas así serían contrarias a la Constitución, sería tanto como pedir una prueba de embarazo.

Por esa misma discreción nuestra, nadie le pidió el título de abogado al nuevo Contralor, Julio César Turbay, para ejercer como tal durante 20 años, o por lo menos, para ocupar cargos que suponen este título, no el conocimiento de las artimañas para ejercer como tal.

Nunca o por lo menos que se sepa, a nadie se le ha preguntado si cuando va trabajar para el Estado planea pedir sobornos. Por eso, por ejemplo, en la oficina de Megaproyectos del Departamento, ni el director ni el señor Villegas sabían que unos millones en un contrato podían ser interpretados como un soborno por el contratista o ser mal vistos por algunos mojigatos que se enteraran del negocio.

Por eso lo de Freddy sorprende. Pero la verdad, no debería causarnos tanto asombro que esta gente tenga infiltrados en la Universidad y en las entidades del Estado. Lo que preocupa no es tanto la información que pudo haber sacado en estos tres meses que estuvo al servicio de los consumidores en las Epm, allá aseguran que todo Medellín tiene acceso a la misma información que los miembros de la Junta, y así será. A nosotros lo que nos asusta es la cantidad de Freddys que debe haber por ahí, en bancos, corporaciones, entidades autónomas, Congreso de la República, en todas partes.

Si bien es cierto que los guerrilleros que custodian a los secuestrados producen miedo, es casi como tenerle miedo al “coco” frente al terror que pueden sembrar estos otros jojoyes viviendo como ciudadanos de bien, dando clases en la universidad, madrugando como todos y soportando los calores y tacos de Medellín.

Por eso, pedir el polígrafo para separar las aguas, es tan inocente y tan ingenuo como exigirle a los guerrilleros que se dejen crecer la barba para distinguirlos. No hay pruebas de sangre que se puedan aplicar a los “malos” y aunque aún se oiga eso de que los buenos somos más, los malos tienen información, armas y objetivos, y usan las primeras para lograr lo segundo.

Así pues, que el blindaje de la sociedad frente a la infiltración de las Farc, es tan endeble como el blindaje contra la mafia o el paramilitarismo o la corrupción. El blindaje solo puede ser individual, o colectivo teniendo todos un mismo objetivo, porque la paranoia Macartista que producen medidas como la propuesta por Jorge Vélez, solo conduce a cacerías de brujas inútiles, de las que ya hemos vivido mil veces y de las que tendríamos que esperar 20 años para esperar que una nueva Virginia Vallejo amante de algún Freddy nos cuente una nueva verdad en 2025.

 
 
 
     

Obras del Museo Ed.284/Bandeja paisa (homenaje)

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Bandeja paisa (homenaje) es una obra de Juan Camilo Uribe, realizada en 1992, de 68.5 por 100.5 centímetros, que donó al Museo de Antioquia en 2002, en un acto que simbolizó el compromiso de los artistas de vanguardia con esta idea cultural.

La obra es un collage, lo que significa que se realiza pegando sobre la superficie diversos materiales. Sobre una bandeja de plata, el artista fijó una lámina con una imagen del Niño Jesús dormido y luego la rodeó con aureolas de otras estampas de angelitos y del mismo Niño en un formato menor, sobre un fondo oscuro; también los ángulos superiores del cuadro alojan láminas pegadas. En todos los casos, se trata de ilustraciones de circulación general y muy corrientes dentro de los ámbitos de la cultura popular; es decir, aquí las referencias no están limitadas al terreno especializado del mundo del arte sino que pueden ser captadas por todas la personas que, al menos en el ámbito regional, han conocido estas mismas imágenes por medio de estampas devotas o por un uso folclórico generalizado. El artista las recorta cuidadosamente, saca las figuras del medio en el cual se presentan en aquellas estampas y, gracias a la repetición y a la estructura, crea un contexto nuevo. Por otra parte, todas las láminas han sido intervenidas con lápices de colores y toques en tinta.

Esta Bandeja paisa está llena de humor y de simpatía; por supuesto, puede evocar recuerdos de infancia, casi siempre gratos, pero además lo hace con un gesto abiertamente chistoso y desacralizado que propicia una adhesión espontánea de quien observa. Por lo demás, el conjunto es muy agradable, gracias al orden de la estructura de formas y de colores, con un valor decorativo que nos atrapa y nos obliga a detenernos en su contemplación. Pero, al mismo tiempo, nos cuestiona por su sentido.

Durante siglos, el arte asumió una posición fundamentalmente filosófica y teológica, centrado en la representación de lo divino para buscar la manifestación de una verdad de valor universal. La Bandeja paisa de Juan Camilo Uribe se mueve en una dirección diferente, no como referencia exclusiva a la religión sino, más bien, al juego de sentidos que el arte puede descubrir en todas las manifestaciones de la cultura. Por eso, tras el humor, esta Bandeja paisa –¿que es un “homenaje” a qué?– encierra preguntas acerca del arte, de su historia y de su valor, de las tradiciones, y también, ¿por qué no?, acerca del sentido de la religiosidad popular.

El pueblo y el guayacán

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En el Museo presentan así la exposición: ‘‘Ethel Gilmour nos cuenta un cuento para celebrar la alegría de la vida y la belleza del mundo. En esta obra vemos fragmentos rebosantes de ternura sobre la vida apacible de un pueblo, cuyo centro es un guayacán florecido. Ethel, diminuta entre la lluvia de flores amarillas, mira la majestuosidad del árbol. Ella nos cuenta que los viejitos del pueblo se sientan a mirar el guayacán al final del día’’.

Sí, una serie de obras recientes relativas a la posible vida idílica de un pueblo colombiano, en el que es posible sentarse a la sombra de un guayacán amarillo florecido y apreciar (disfrutar) del mundo que nos rodea. Y sí, también, el cuestionamiento implícito a las razones que hacen imposible que en un pueblo colombiano, aunque florezcan los guayacanes, se pueda llevar esa vida de contemplación y deleite.

La obra de Ethel Gilmour siempre ha invitado a este tipo de reflexiones desde su creación artística llena de la exuberancia de color y vida del trópico. Ella, natural de lo que algunos llaman el sur profundo de Estados Unidos, que vino a Colombia enamorada de un colombiano, es una de las personas que con fuerza ha cuestionado, desde la plástica, el mundo contemporáneo según se ve desde estas montañas. Es la misma artista que en la puerta de su estudio recibe con estas palabras: “Una crítica de arte es la persona que sale al campo de batalla después de que la batalla ha terminado y dispara a los heridos”.

Informes en el 251 3636.


Obras del Museo Ed.248/La Anunciación

La Anunciación, de Carlos Correa es, tal vez, la obra que mayores polémicas ha desatado en toda la historia del arte colombiano, defendida por unos pocos mientras la mayoría la rechazaba como antiestética, inmoral e inclusive sacrílega: un “abominable pedazo de lienzo, bestial e irreverente”, según escribieron algunos.

El pintor, alumno de Pedro Nel Gómez, envió este cuadro, un óleo sobre lienzo de 149 por 149 centímetros, realizado en 1941, al II Salón Anual de Artistas Colombianos de ese año y fue reglamentariamente admitido por el jurado competente, para ser luego retirado por orden directa del Ministro de Educación. Al año siguiente Correa lo presentó de nuevo al III Salón, esta vez con el título de Desnudo y en esta oportunidad la situación fue todavía más grave. La obra no sólo fue admitida y expuesta sino que recibió el Primer Premio del Salón en el área de Pintura; la reacción no se hizo esperar y el nuevo Ministro de Educación anuló la decisión del jurado y ordenó, otra vez, la exclusión de la obra. Eran los primeros resultados de un debate que adquirió proporciones de problema de estado, con el gobierno liberal acorralado por el poder de la curia de Bogotá y de la prensa conservadora, sin el apoyo de los intelectuales y críticos liberales.

Hoy, sesenta años más tarde, La Anunciación de Carlos Correa es una joya preciada dentro de la colección del Museo, donde testimonia una de las etapas más vitales dentro de nuestra historia artística. El debate que produjo no puede ser ignorado, pero quizá lo más importante que nos sigue enseñando La Anunciación de Carlos Correa no se limita a esos aspectos, más o menos anecdóticos, sino que viene a demostrar que la obra de arte implica la creación de valores que conservan su validez en el tiempo, porque siguen haciendo vibrar el espíritu de quienes la observan y, sobre todo, de quienes están dispuestos a comprender su sentido poético.

Muy lejos de una ofensa sacrílega, la obra de Correa anuncia la inminencia de la vida en la figura de la mujer encinta, elemental y desnuda, pura en su simplicidad, sin adornos de ninguna clase. Y reivindica su condición sagrada, casi como si la mujer desnuda fuese un altar en honor de la Virgen María y no un sacrilegio. Así, La Anunciación permanece como obra de arte y sigue abierta para cualquiera que se acerque a ella con respeto, sin prejuicios que impongan lecturas amañadas.


Obras del Museo Ed.247/Barequera áurea

Dentro de la colección del Museo de Antioquia, la Barequera Áurea de Pedro Nel Gómez documenta un momento crítico dentro de la historia del arte regional pero, al mismo tiempo, un proceso fundamental en la obra del artista.

Se trata de una gran pintura al óleo, de 219 por 166 centímetros, con la cual Pedro Nel gana en 1949 el primer premio en una exposición nacional de artistas, organizada por la Sociedad de Amigos del Arte y patrocinada por Tejicondor.

La pintura de los frescos de Gómez en los años treinta para el Salón del Concejo y el despacho del Alcalde, en el entonces Palacio Municipal –hoy sede del Museo–, estuvo rodeada de intensas discusiones estéticas y políticas. Al contrario, después de 1945 se asiste a una especie de letargo y se elimina la perspectiva política, por lo menos en el sentido antes predominante. Pero, quizá, fue la oportunidad de desarrollar otra fase poética y simbólica, al menos en la obra de Pedro Nel.

Las barequeras, es decir, las mujeres que extraen de los ríos el oro de aluvión, llegaron a convertirse en la imagen característica de toda la obra de Pedro Nel; e incluso se entiende muchas veces, quizá no justamente, que la obsesión por ella descubre las debilidades estéticas de un artista dedicado a repetirse a sí mismo.

Sin embargo, la Barequera Áurea revela que alrededor del trabajo de las minas Pedro Nel Gómez desarrolla un auténtico proceso poético. Aunque el artista dirá muchas veces que la experiencia de los mineros lo acompañó desde la cuna, hace falta esperar hasta los frescos del Palacio Municipal para que se convierta en tema efectivo de su pintura. Y en ese momento, como ya se dijo, predomina en Pedro Nel una visión política: lo que le interesa es discutir la injusticia que se ejerce sobre los mineros y las consecuencias sociales que de ello se desprenden.

En comparación con esas escenas, la Barequera Áurea aparece como una composición independiente que, por tanto, pretende expresar un significado autónomo, aunque sin desconocer el punto de vista político original. La repetición de la imagen de la barequera busca constituirla como realidad simbólica: ya no es sólo la mujer que sufre en la mina sino, ante todo, la proclamación como mito de la relación de amor y lucha con la tierra, el trabajo y la violencia, la fuerza de la vida. Y, por eso, es la mujer que surge como manifestación misma de toda la condición humana.


Obras del Museo Ed.246/Constructivismo

En la primera mitad del siglo XX, el arte antioqueño permaneció muy encerrado en sus fronteras, quizá convencido de que con los grandes pintores de los años treinta y cuarenta había logrado su plena madurez. Sin embargo, la colección del Museo de Antioquia permite descubrir que ya en los cincuenta se presenta el esfuerzo consciente de establecer vínculos con otras posibilidades estéticas los cuales, al mismo tiempo, permiten descubrir los límites de la situación anterior.

Constructivismo, una pintura al óleo sobre madera, de 101 por 69 centímetros, realizada por el uruguayo Julio Alpuy en 1958 y adquirida por el Museo en ese mismo año, es un buen testimonio de esa preocupación.

La pintura de Alpuy debió aparecer como sumamente “moderna” en el contexto de la ciudad, incluso mucho más moderna que lo pretendido por el mismo artista. Este tipo de trabajo es resultado de una apasionada actividad educativa desarrollada en el sur del continente por Joaquín Torres García, también él de origen uruguayo, uno de cuyos mejores discípulos fue, precisamente, Julio Alpuy.

Constructivismo sigue en lo esencial la enseñanza de Torres García, inclusive desde la misma elección del tema de la pintura, que Alpuy plantea como una mirada sobre el paisaje de la ciudad: con un poco de atención es posible descubrir que tras el rigor de las formas geométricas se revelan calles y edificios, pero también montañas, el mar y el cielo, los barcos y las personas.

Entonces, se nos manifiesta con toda claridad que el artista no pretende escondernos la realidad, ni mucho menos hacer que la olvidemos para dedicarnos a un ritmo abstracto de geometría y color. Por el contrario, Julio Alpuy intenta que descubramos una nueva dimensión del mundo. La realidad que vivimos como seres humanos no puede ser definida únicamente por los conceptos geométricos de largo, ancho y profundo, y ni siquiera cuando, como Alpuy sabe hacer muy bien, se agrega el valor del tiempo. Es verdad que las implicaciones de la racionalidad nos acompañan siempre, como en este paisaje geométrico. Pero todavía más en el fondo, Alpuy nos revela la presencia de la poesía y de la sensibilidad, que no imponen una definición precisa y conceptual, sino que nos abren al universo infinito de los significados y a la reivindicación de los valores de la concreta existencia humana.


Obras del Museo Ed.245/Busto de mujer

El Busto de mujer, obra de Rodrigo Arenas Betancourt, es una talla en piedra, de 53 centímetros de altura por 36 de ancho y 26 de profundidad, que permite aproximarse a las características propias de la escultura, lo mismo que a las formas originales de los primeros trabajos de su autor.

En efecto, el Busto de mujer fue una de las primeras obras realizadas por Arenas Betancourt, quien la presentó en el Segundo Salón de Artistas Nacionales en 1941, cuando sólo contaba 22 años de edad; por tanto, es muy anterior a todos los monumentos que el escultor realizó en su madurez, y que son mucho más conocidos.

Una escultura como ésta es el resultado de la talla directa de un bloque de piedra, que se enfrenta con cinceles y martillos para eliminar progresivamente las capas exteriores del material, hasta llegar a una forma y a una superficie final, más o menos pulida según los intereses del artista. Miguel Ángel, quizá el mayor escultor de toda la historia del arte, decía que se trataba de quitar lo sobrante para que pudiera salir afuera la imagen que, de alguna manera, ya vivía dentro de la piedra.

Aunque ello no puede afirmarse de manera general, en una tal concepción de la escultura es muy frecuente que predomine el sentido del volumen y la sensación de bloque. En esa dirección, el Busto de mujer, por ejemplo, presenta un cierto carácter estático, que Arenas Betancourt abandona totalmente en los grandes monumentos posteriores, que ya no fueron realizados por la talla directa en piedra sino por el sistema de construir modelos en arcilla o yeso, luego vaciados en bronce, lo que posibilita las complejidades (y complicaciones) a veces extremas de estas obras.

El Busto de mujer, por el contrario, se caracteriza por una intensa sencillez, dentro de la cual el estatismo se convierte en virtud. La mujer simplemente está allí, frente a nosotros; no hace nada, no intenta convencernos de nada, no relata ninguna anécdota. Se nos impone por su presencia. Sólo existe como obra de arte, es decir, se nos presenta como una realidad que conocemos a través de los medios sensibles.

Pero se trata de una sencillez eficaz porque no nos deja impasibles ni desatentos. En efecto, la obra crea un ámbito solemne y arcaico, como si nos obligara a entrar en un universo mítico elemental en el cual, sin ninguna retórica, descubrimos los valores esenciales del mundo primitivo al cual todos pertenecemos.


Obras del Museo Ed.244/Los hermanos de Greiff

Ignacio Gómez Jaramillo, quien nació en Medellín en 1910 y murió en 1970, es una de las figuras más trascendentales en la historia de las artes plásticas en Colombia, aunque su obra no siempre ha gozado del reconocimiento que merece.

Quizá podría decirse que, especialmente hacia la década de los años cuarenta, la suya es una de las pinturas más modernas que se realizan en el país, porque Gómez Jaramillo tiene conciencia de la gran transformación que significaron la obra de Cézanne y el cubismo de Picasso, pero, al mismo tiempo, está cargado del espíritu social y político de los muralistas mejicanos. Como consecuencia de esos vínculos, desarrolla una pintura que se aparta de la idea tradicional según la cual la función del arte consiste, sobre todo, en ofrecernos una imagen lo más exacta posible de la realidad. Sin embargo, ese alejamiento de los conceptos del pasado no presenta todavía el carácter radical que encontraremos más adelante en el arte abstracto.

El retrato de Los Hermanos De Greiff, un óleo de 131 por 101 centímetros, que Gómez Jaramillo pintó en 1940, ofrece muchos elementos que, muy fácilmente, podemos entender desde el habitual aspecto de una representación de elementos reales. Así, por ejemplo, se distinguen los retratos de los dos hermanos, el poeta León y Otto, el músico, aunque dentro de un cierto esquematismo y reducción a formas simples. Y a su alrededor se despliega una gran cantidad de elementos que también identificamos claramente: los libros, las fotografías de artistas del pasado, las jarras para beber, el paisaje al fondo.

Pero una mirada atenta a la pintura nos revela que los componentes de la obra se acumulan en el primer plano y que nosotros mismos, como espectadores, parecemos asumir un punto de vista muy cercano, que casi nos introduce dentro del cuadro; inclusive el paisaje del fondo no parece tan distante como sería normal.

En efecto, lo que ocurre es que Ignacio Gómez Jaramillo no se limita a retratar a los De Greiff sino que está interesado en relacionarlos con una serie de elementos y ambientes muy disímiles. Y esas relaciones le obligan a realizar un análisis y simplificación de las formas. Es decir, la pintura se ubica en un terreno en el cual lo que se busca es el desarrollo de la obra de arte como realidad con un valor propio que procede de su construcción y no solo de la referencia con el mundo representado.


Obras del Museo Ed.243/La procesión va por dentro

Desde mediados de los años ochenta, Débora Arango entregó al Museo de Arte Moderno de Medellín un amplio conjunto de su trabajo pictórico, una donación que se constituye en uno de los más ricos patrimonios artísticos del país. Gracias a un generoso préstamo por parte del Museo de Arte Moderno, dentro de la muestra de arte antioqueño del Museo de Antioquia se cuenta siempre con algunas obras de la artista, que se cambian periódicamente, mientras que, de manera permanente, se exhibe una acuarela de 120 por 133 centímetros, realizada hacia 1940.

Es curioso que, incluso desde sus primeras presentaciones, esta pintura no contara con un título preciso; en efecto, se la conocía con los nombres de El Obispo, La indulgencia o La procesión. En la actualidad se expone en el Museo de Antioquia como La procesión va por dentro. Puede tratarse de un asunto meramente anecdótico y, con toda razón, debería admitirse que lo que interesa es el cuadro mismo mientras que el rótulo que se le asigna es secundario. Sin embargo, a partir de allí, también es posible vislumbrar, de manera muy fragmentaria, el proceso que comienza a desarrollarse en la obra de Débora Arango, entre el tradicional mecanismo de la representación y una revolucionaria intención de expresarse.

Por supuesto, la acuarela tiene un carácter de representación. La escena es muy clara: una procesión religiosa con la presencia del Obispo y un conjunto de clérigos o seminaristas, y la irrupción de una mujer, bastante maquillada y de apariencia mundana, que besa humildemente el anillo del prelado; inclusive puede afirmarse que se trata de la presentación de un hecho efectivamente ocurrido.

Pero Débora Arango no se contenta con referir una anécdota; sabe que los eventos y los comportamientos humanos están cargados de significado y, por eso, quiere profundizar en ellos e interpretarlos. Aquí se enfrentan el bien y el mal; pero el bien no parece morar en el alma de algunos de aquellos clérigos solapados que miran lascivamente a la mujer, sino, en la descubierta actitud de alguien que la sociedad considera una pecadora pero que se atreve a llegar ante la Iglesia, en una nueva versión del episodio evangélico de la adúltera.

No sabemos bien qué es lo que pasa, y de allí surge la vieja inquietud por el título. Pero también el acierto final: siempre “La procesión va por dentro”, y de lo interior no juzga ni la Iglesia, dice San Pablo. Ahora, la pintura de Débora Arango deja de lado todo interés por las bellas apariencias y se asoma a las profundidades del alma humana.

Obras del Museo Ed.242/Muchachas de color

Muchachas de color es una pintura al óleo, de 62 por 83 centímetros, realizada por Guillermo Wiedemann, un artista nacido en Alemania pero radicado en Colombia, donde desarrolló prácticamente todo el ciclo de su trabajo.

En un contexto artístico como el colombiano, en el cual predominó durante toda la primera mitad del siglo XX una visión muy local y cerrada, esta obra de Wiedemann permite descubrir la manera como paulatinamente comienzan a asimilarse los procesos de los movimientos internacionales más avanzados, que el artista había tenido la oportunidad de conocer en su juventud en Alemania.

Muchachas de color revela el interés que despierta en el pintor europeo el mundo del trópico y, de manera especial, el ambiente del litoral del Pacífico que le permite descubrir un universo de formas y colores que le resultan insólitos. Durante cierto tiempo se dedicará, sobre todo, a representar lo que allí encuentra, fascinado por su vitalidad y exotismo.

Sin embargo, paulatinamente, emprende un proceso en el cual su pintura se libera de la función tradicional de reproducir las apariencias de la realidad exterior y comienza a preocuparse por sus propios elementos. El punto de llegada de ese camino será un arte ‘‘abstracto’’, que no intenta producir imágenes que se parezcan a las que nos da nuestra mirada habitual, pero que sigue viviendo de las más profundas experiencias con lo real. Por eso, las posteriores pinturas abstractas de Wiedemann conservarán los valores de sus vivencias de las tierras húmedas y cálidas.

Muchachas de color se ubica, precisamente, en el momento en el cual el color comienza a liberarse de las ataduras que le imponía el dibujo tradicional y adquiere el carácter de una yuxtaposición de manchas que, al menos hasta cierto punto, se despreocupan de la forma anatómica o de los elementos con los cuales se relacionan.

De todas maneras, no podría decirse que se desvincule del contenido. Por el contrario, lo que aquí ocurre es que la pintura vive del color con más fuerza que antes, y que éste asume toda la función expresiva de la obra.

En síntesis, Muchachas de color se ubica en una línea expresionista que enriquece nuestra visión de la realidad y del arte con las vivencias más íntimas y los sentimientos más intensos del artista frente a su mundo.


Obras del Museo Ed.241/El retrato de Arturo Celis

El Retrato de Arturo Celis, de Ángel María Palomino, en el Museo de Antioquia, es una de las obras que mejor ilustra la situación en la cual se encontraba el arte en esta región en la segunda mitad del siglo XIX, cuando todavía no existía una educación artística organizada ni había aparecido la figura del artista profesional.

Seguramente tienen razón quienes consideran que el arte es una actividad necesaria, unida a la historia de manera tan esencial que nos resulta imposible imaginar una sociedad humana sin alguna forma de producción estética. Y, por eso, parecería desarrollarse por todas partes, sin las limitaciones que actualmente relacionamos con el ejercicio académico y profesional del arte. Sin embargo, no puede pensarse que el arte nace de la nada, de una manera espontánea.

El Retrato de Arturo Celis parece ingenuo y primitivo, cuando se compara con otras pinturas similares en el mismo Museo, más sofisticadas, muchas de ellas procedentes de Europa, donde los personajes más adinerados de la época se hacían retratar. Pero también la obra de Ángel María Palomino es el resultado de un largo proceso de aprendizaje, en este caso de carácter familiar y artesanal, con numerosas manifestaciones en toda la vieja Antioquia.

Surgen de aquí por lo menos dos maneras de aproximarnos al retrato de este niño. La primera, se limitaría a compararlo con los retratos que lo acompañan, para demostrar que no se ajusta a las normas clásicas; es, en efecto, la visión negativa que casi siempre se tuvo de obras como ésta, que acabaron consideradas como poco importantes y relegadas al olvido.

Pero, si en lugar de mirarlo a partir de lo que presentan otros retratos, observamos directamente el de Palomino, sus valores se nos revelan de manera positiva.

En esa dirección, el carácter en cierto sentido ingenuo y primitivo de la obra es uno de sus atractivos fundamentales, porque permite dejar de lado los artificios académicos y nos ofrece una visión más auténtica de la realidad. No se trata, en este caso, de discutir si el retrato pudiese o no parecerse más al niño Celis. Se trata de la sensación que produce de estar presente y de ser real. En otras palabras, Palomino logra producir una obra viva. Y, en definitiva, es ese –y no el dominio de los artificios académicos– el objetivo que persigue la creación artística.


Obras del Museo Ed.240/Boceto para la batalla de Boyacá

En 1926, el artista bogotano Andrés de Santa María pintó un óleo gigantesco sobre la campaña libertadora, para ser ubicado en el Capitolio Nacional. La obra desató una polémica muy violenta, entre otras cosas porque Santa María abandona la idea de una representación retórica de los héroes de la independencia, tal como había predominado en el arte académico, y busca una expresión más verdadera y humana.

Por eso, en lugar de la imagen de un ejército glorioso, visto después de la Batalla de Boyacá, el pintor escoge el episodio dramático y doloroso del paso del Páramo de Pisba que, como se sabe, permitió a los patriotas sorprender a las tropas realistas y aseguró la independencia nacional.

En este caso, el artista asume una posición muy moderna ante los acontecimientos, al reconocer que la historia es el resultado de las acciones y los compromisos de seres humanos concretos: el triunfo de la campaña libertadora se debe a estos hombres humildes y corrientes y no a unas fuerzas sobrenaturales que, casi siempre, parecen sostener la condición mítica de los héroes.

Dentro de la colección del Museo de Antioquia se conserva el Boceto para la Batalla de Boyacá, que sirvió a Santa María como trabajo preparatorio para el óleo destinado al Capitolio y que hoy se encuentra en el Museo Nacional. Como todo boceto, éste le permitió al artista definir la estructura de la pintura, es decir, la manera de organizar los distintos elementos, tales como los grupos de personajes, la distribución de los colores o la manera de reunir todos los componentes a través de unas líneas fundamentales.

En el Boceto del Museo de Antioquia, un óleo sobre lienzo de 46 por 85 centímetros, la obra se concibe dividida en tres partes –por lo que decimos que es un "tríptico"–; y cada una de ellas adquiere una carga significativa propia, dentro de la historia que se presenta. Por supuesto, el Boceto no tiene la definición de detalles que luego aparecen en la obra final; pero, tal vez por eso mismo, nos revela mucho mejor la manera como se crean las imágenes a través de los colores y de las líneas que las envuelven. El Boceto, quizá mejor que la obra final, nos habla de manera contundente por estos medios y, en ese sentido, se ubica en un contexto expresivo: más que relatarnos unos hechos, nos compromete emocionalmente con sus protagonistas.


Lengua atomatada

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Lengua atomatada

Receta de Silvia Mosquera, chef de La Tienda del Vino

Ingredientes
2 lenguas de res
1 kilo de tomates maduros
1 cucharada sopera de pasta de tomate
250 gramos de cebolla junca
7 hojas de laurel
2 cabezas de ajo
1 cucharadita de mantequilla
Sal al gusto

Preparación
Limpiar las lenguas quitando las agallas. Ponerlas a cocinar por una hora a fuego alto con la cebolla, el ajo y tres hojas de laurel. Después de cocinadas se pelan y se cortan en tajadas. Pelar los tomates, sofreírlos en la mantequilla, agregarles las cuatro hojas de laurel restantes, la pasta de tomate y la sal al gusto. Cuando se tengan todos los ingredientes mezclados, adicionar las lenguas y dejarlas en la salsa por 10 minutos. Si la salsa se ve un poco seca se le agrega consomé de manera que quede suelta.

 

Silvia Mosquera


Silvia Mosquera

El legado gastronómico de Álvaro Vasco, quien fuera dueño y creador de la carta del restaurante Piamonte y de La Tienda del Vino, tiene en esta mujer chocoana uno de sus mejores depositarios. Junto a él y a Ana de Dios Grajales, chef de Piamonte, ella complementó los conocimientos que traía de su natal Itsmina, en el Chocó, aprendiendo cocina internacional. Ingresó al restaurante en una ocasión en la que una amiga le propuso trabajar como extra en uno de los banquetes que allí atendían, la volvieron a llamar en varias ocasiones y finalmente la contrataron como cocinera de planta, hasta que llegó a ser jefe de cocina de La Tienda del Vino, hoy administrada por Álvaro Sergio Vasco, hijo del fundador. Son ya nueve años de trabajo en ese restaurante, al que entra todos los días pensando: “llegué a hacer lo que me gusta”.

Este chef propone: Lengua atomatada


El Tesoro La Virgen exige agua limpia

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En el proyecto Reservas del Tesoro, de la firma Fajardo Moreno, se solicitó hacer estructuras de contención para impedir que los sedimentos se vayan a la quebrada; la conservación de los retiros de mínimo 10 metros, y “trasladar de manera provisional la captación de agua sobre el cauce de la quebrada La Volcana, a unos 10 metros arriba del puente de la vía El Tesoro (cota 1.863), como medida de compensación y mitigación a las afectaciones generadas en la construcción del proyecto. Y se sugiere la captación provisional más arriba (cota 1.930) en el mismo lugar donde capta la sociedad Santa María Botero y Cia”.

Merced de la aguas

Ante la preocupación de que las urbanizaciones de la parte alta viertan el residuo de aguas hacia El Tesoro La Virgen, la comunidad solicitó a Corantioquia una prórroga de la merced de la quebrada La Volcana, y el permiso para que se hiciera la captación de este recurso, más arriba de la actual cota (1.865) a través de un sistema de tuberías al tanque surtidor. En febrero de 2005 Corantioquia, concluyó:

  1. Que es viable la prórroga de la concesión de aguas otorgada en 1994 de la quebrada La Volcana a favor de la Junta de Acción Comunal del barrio El Tesoro La Virgen.
  2. El aprovechamiento puede hacerse en la cota 2.010, en predio de la urbanización Santa María (cerca de la vía principal de El Tesoro – Las Palmas), con diseño y planos recomendados por Corantioquia para la construcción de la obra de control y reparto.
  3. La concesión de esta agua será otorgada por 5 años con el objeto de verificar las obras de control, reparto y mejoramiento del sistema de acueducto.
  4. Que a futuro se deberá reconsiderar el trámite de prórroga de la concesión de aguas, debido a que la comunidad del sector de La Virgen tiene una alternativa de abastecimiento distinta al acueducto veredal (servicio de acueducto de Epm). La viabilidad dependerá de la gestión y uso eficiente del recurso hídrico. 
  5. Así mismo, se debe mejorar la cobertura boscosa en el punto donde se realizan las bocatomas entre las cotas 2.000 y 1.865. Aislar los cauces para evitar intervención humana, actividad que el compete a Reservas de El Tesoro. 
  6. Para construcciones futuras se deberá dejar un retiro de 100 metros con respecto a zonas de nacimiento y un retiro de 30 metros a cualquier fuente, según lo determina el POT.

En que va la solución

La comunidad del Tesoro La Virgen solicitó a la constructora Fajardo Moreno la restitución de la captación del agua sobre la vía Las Palmas. Y ahí está el problema porque Gabriel Jaime Rincón, ingeniero residente afirma que “esta cota se puede subir solo si existe un acuerdo entre las comunidades involucradas (Reservas de El Tesoro y sector de La Virgen), pero la comunidad Reserva de El Tesoro no es la constructora sino el Consejo de Administración”, aclara. Frente a este problema Corantioquia establece “que si no se llega a un acuerdo entre las partes se podrá considerar el mismo sitio de la captación sobre la quebrada La Volcana en la cota 1.865”. Por lo tanto, la constructora Fajardo Moreno afirma que “solo debe restituir la bocatoma tal cual estaba en el inicio de la obra, y no se ha hecho en espera de un acuerdo entre las comunidades”. Gabriel Jaime Rincón, agrega que el problema para la constructora autorizar que la cota se suba es que implica una servidumbre y es algo que la comunidad Reservas del Tesoro debe definir. Así mismo, el representante de la constructora dice que ya cumplió con los retiros de la quebrada, exigidos por Corantioquia, y aclara que Reservas de El Tesoro toma agua de otro ramal de la quebrada La Volcana, donde tiene una merced de aguas y una planta de tratamientos para su consumo, otorgada por Corantioquia.


‘‘Parcelaciones deterioraron zona rural de El Poblado’’

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Sin embargo, allí en los últimos 8 años han construido 20 proyectos urbanísticos, con parcelaciones y condominios en lugares con restricciones de uso, que han afectado la calidad ambiental de esta zona, según indica un diagnóstico hecho por Martha Ruby Falla, Secretaria de Medio Ambiente, en el Primer Encuentro de Curadores y Autoridades Ambientales del Área Metropolitana.

No hay condiciones para construir, sin embargo…

En la actualidad esta zona rural de El Poblado presenta una alta vulnerabilidad ambiental para soportar a la población que se piensa instalar allí. Para proteger los suelos de las zonas rurales el POT le ha dado una categoría acorde con sus condiciones ambientales.

  1. Suelo forestal protector: Con un uso restrictivo para urbanizar por cada 30 mil metros cuadrados.
  2. Suelo forestal protector productor: No se permite fraccionamiento para urbanización.
  3. Suelo mixto urbano: Permite la mezcla de usos urbanos y rurales. Se reconoce el fraccionamiento para vivienda semicampestre.

No obstante estas limitaciones, según la Secretaría de Medio Ambiente en El Poblado hay 803 hectáreas urbanizadas; de estas, 259 están en suelos de protección, 291 en suelos de protección producción, 48 en suelos de uso mixto y 113 en suelos suburbanos, con una generalización de vivienda campestre cuya densidad es 40 veces mayor que la capacidad de soporte. Esta situación ha causado, dice el diagnóstico de Medio Ambiente, que 63% de los suelos estén sin cobertura vegetal y solo el 37% estén en condiciones adecuadas.

Recursos afectados

En el mismo diagnóstico, la Secretaría de Medio Ambiente dice que el recurso hídrico es el más afectado, principalmente por intervenciones inadecuadas en zonas de retiros y cauces, por procesos de socavación de estructuras, tráfico pesado en vías que no tienen resistencia, banqueos verticales, drenajes mal elaborados, excavaciones y deforestaciones indiscriminadas y sin cumplir con normas de preservación forestal. ‘‘Hay quebradas que están siendo intervenidas por constructores hasta en 7 puntos sin plan de manejo de microcuencas como lo exigen el POT y las entidades ambientales. Estas son las causantes de inundaciones y deslizamientos, suelos sin cobertura vegetal, zonas erosionadas, impactos paisajísticos y serios daños al recurso hídrico’’. Solo en la zona alta de El Poblado las autoridades encontraron 35 puntos graves que presentan deterioro ambiental.

Proyectos urbanísticos a medias

La Secretaría de Medio Ambiente dice en su diagnóstico que de los 20 proyectos urbanísticos identificados en la parte alta de El Poblado, 6 ya están construidos y habitados, 12 están en ejecución pero en etapas por iniciar y 2 sin iniciar. ‘‘Pero solo 9 lotes están en trámites ante las entidades ambientales de 13 que solicitaron licencia ambiental. 8 tienen concesión de aguas, 2 cuentan con redes de acueductos, apenas 3 tienen manejo de vertimientos, 9 están conectados a redes de alcantarillados, y solo 1 tiene una vía adecuada de soporte’’.

Acciones para resolver la problemática ambiental

Según Martha Ruby Falla, Secretaria de Medio Ambiente, este problema de saturación de proyectos urbanísticos en la zona rural de El Poblado se ocasionó por un tránsito normativo. La norma antigua definía casi unas 6 viviendas por hectárea en zonas rurales y la siguiente fue muy restrictiva de una sola vivienda por hectárea, porque con la nueva norma son considerados suelos de protección. “Por ello se está haciendo un trabajo conjunto con Corantioquia y el Área Metropolitana para requerir a los parceladores y constructores y lograr que ellos mitiguen los daños ambientales generados. Independiente de la legalidad de las licencias, que será otro tema que tendremos que evaluar con Planeación y los curadores, los daños ya están hechos a los cauces, a las reservas forestales y a los suelos con la pérdida de capa vegetal, pero muchos de esas cosas con inversión económica son recuperables y mitigables. Lo que falta es tomar la decisión de hacerlo y a exigirlo a particulares”, explica la Secretaria de Medio Ambiente.


Marco regulatorio de tarifas para 2007

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Marco regulatorio de tarifas para 2007

De la edición impresa (Edición 325)

Tanto la Contraloría como el Concejo afirmaron que para evitar que las nuevas tarifas para 2007 alteren la sostenibilidad del sistema y la prestación continua e ininterrumpida del servicio de aseo en la ciudad, se requiere que la Superservicios permita que Empresas Varias permanezca con su esquema de tarifas actuales por los menos 3 años más, ya que al aplicar el nuevo marco de tarifas Empresas Varias tendría una reducción de 44% de sus ingresos actuales.

En Medellín la empresa privada Tierra Blanca E.S.P. solicitó a Empresas Varias la liberación de 500 usuarios para ser ella la que les preste el servicio. Según dijo en marzo pasado Nicolás Ossa, Gerente de Tierra Blanca, a Vivir en El Poblado, esta compañía pretende prestar el servicio de aseo inicialmente a clientes comerciales y de estrato alto. Esos son los que mayores ingresos reportan, según argumenta Empresas Varias. La prestación del servicio a los más pobres no es rentable por sí sola y se financia en parte con subsidios. Sobre este punto dijo Ossa en marzo: “Aunque Tierra Blanca por ahora está concentrada en ofrecer sus servicios a sectores comerciales y estratos altos, garantiza que destinará el porcentaje de subsidios para el fondo de solidaridad del Municipio, mientras se generan servicios a otros estratos”.


El libre mercado en servicios de aseo necesita reglas claras

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Según Martha Cecilia Vélez, Contralora General de Medellín, “la Superintendencia debe ser respetuosa del orden legal, el cual establece que mientras un acuerdo esté vigente, una autoridad nacional, que no sea jurisdicción de los contencioso administrativo, no puede exigir que no se aplique”.

Por su parte, la Concejal Aura Marleny Arcila, afirma que “la apertura a una libre competencia en la prestación del servicio de aseo en la ciudad se debe dar siempre y cuando no afecte la viabilidad de Empresas Varias, que es un patrimonio público, y se garantice una clara reglamentación para los nuevos operadores”. Porque como ya lo había dicho Andrés de Bedout a Vivir en El Poblado, “sin la debida reglamentación, la entrada de nuevos operadores generaría un caos en el servicio de aseo y un grave problema de salud pública en la ciudad”.

Normas claras para la libre competencia

Para garantizar que con la apertura al libre mercado en la prestación del servicio de aseo en Medellín mantenga la cobertura universal que hasta ahora tiene, el Concejo y la Contraloría solicitaron a la Superservicios que reglamente aspectos para los nuevos operadores como subsidio a los estratos bajos, barrido de vías públicas y disposición de residuos.

Por esta razón, la Contraloría constituyó una comisión especial de carácter interdisciplinario para ver hasta que punto la actuación de las autoridades nacionales afecta el servicio de aseo en Medellín con la entrada de la libre competencia, y así mismo, instó a la Superservicios ‘‘a constituir un escenario común donde se permita la defensa de los intereses de los usuarios y promoción de la libre competencia en un ambiente de sostenibilidad, que no afecte ni vaya en detrimento del patrimonio público’’.

Hay que buscar otras alternativas

Por su parte el Concejo tras su debate ratificó su posición de defender a Empresas Varias como patrimonio público de la ciudad, al concluir que: “Ante la errada creencia de que con la expedición de la Ley 142 de 1994 las autoridades municipales han perdido todo tipo de competencias en materia de servicios públicos domiciliarios, es necesario que las autoridades municipales, en especial alcaldías y concejos, ratifiquen de manera clara sus competencias y se haga cumplir lo afirmado en diferentes pronunciamientos por la Corte Constitucional, para la defensa de la autodeterminación local y el autogobierno”, afirma la Concejal Aura Marleny Arcila. Por ello, se propuso considerar otras modalidades de competencia, como la desagregación vertical de las etapas del servicio, abrir licitación pública para la concesión de zonas, competencia por comparación de mercados (similar a la que está aplicando Bogotá) y la competencia virtual o por regulación, acorde con indicadores de capacidad.


Las novedades

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Las novedades

De la edición impresa (Edición 325)

Las obras se harán en un recorrido de 930 metros entre la quebrada La Presidenta y Oviedo, en un esquema similar a lo ya hecho, aunque con andenes más pequeños, más detalle en la arborización, mejor planificación en lo de las redes de servicios públicos y con obras adicionales relativas al proyecto de Metroplús en la Avenida El Poblado, que tendría estaciones en La Presidenta, Los Parra y Los González (en la zona de cobertura del corredor urbano, porque en su recorrido total, entre Envigado y la calle 30 en Medellín, habrá más estaciones).

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‘Siempre hay espacio para aprender’’

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‘Siempre hay espacio para aprender’’

De la edición impresa (Edición 325)

Eso le dijo a Vivir en El Poblado Luis Alberto García, Gerente del Plan Poblado, cuando se le preguntó con el mismo tono escéptico por lo aprendido en el tramo uno del corredor urbano. ‘‘Aún con los planos de las redes en la mano, lo que se encuentra en el terreno es sorprendente’’, dijo García, y anotó. ‘‘Hay redes muy viejas, construidas en tiempos en que la sistematización no era tan rigurosa como es hoy, y además encontramos hechos dados, que no figuraban en ningún plano oficial, que con seguridad son fruto de la indisciplina social del contratista de turno o de algún ciudadano’’.

Y en cuanto a las enseñanzas, García habló de mejorar, en extremo, la planificación del trabajo, asunto en el que dijo ya están trabajando para no tener los mismos problemas en la segunda etapa. Además, dice, hay que darle a la comunidad tanta información como sea posible, entre otras cosas, para que esté advertida de las incomodidades inherentes a este tipo de trabajos, y entre todos, los empleados oficiales, los contratistas y la ciudadanía, las sobrelleven de la mejor manera.

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Que para algo sirva la experiencia

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Lamentablemente así fue. Esta primera etapa, prometida oficialmente para mayo, estuvo terminada en julio, no sin antes sortear toda clase de obstáculos, principalmente con las redes de Empresas Públicas, pero también por el invierno y el debate oportunista sobre la tala de árboles frente a la iglesia.

Ahora, cuando estamos próximos al inicio de las obras desde La Presidenta hasta Oviedo, es probable que no se oigan más las quejas iniciales (‘‘¿Para qué más espacio para los peatones?’’), pero sí habrá, eso es seguro, voces de protesta por los tacos, el polvo (o el pantano, si a los críticos les llueve), los cierres de vía, y la demora para la entrega. Y sí, la obra no la entregarán a tiempo (palabra de apostador) porque nunca una obra pública en El Poblado ha sido entregada en el tiempo prometido y ha valido lo calculado inicialmente.

La primera etapa del corredor estuvo presupuestada en 1.646 millones de pesos y valió 2.157; prometida para mayo y entregada en julio.

Esta vez el anuncio oficial dice que los trabajos en la calle empezarían después de la Feria de las Flores, y durarán 8 meses, es decir, estarían listas para abril de 2007. La recomendación es pensar en junio o julio para no hacerse falsas ilusiones. Con seguridad valdrá más plata de la presupuestada (3.948 millones) y tendrá muchos problemas con las redes de Empresas Públicas.

Este panorama irónico y pesimista podrá superarse, claro está, si las enseñanzas que dejó la construcción de la primera etapa sirvieron para algo.


¿Por qué talaron los árboles del separador frente al parque?

La explicación oficial: Porque estaban sembrados sobre una superficie inapropiada (una losa de pavimento) que eventualmente los podría hacer peligrosos. “El Estado debe actuar antes de que ocurran las tragedias”, dijo en su momento Luis Alberto García, Gerente del Plan Poblado.

La explicación oportunista: Por el mal manejo ambiental dado al proyecto. En los días en que más se hablaba de esto, un aguacero tropical tumbó un árbol grande en el cruce de la Avenida con la calle 5, lejos de las obras, por la misma razón por la que talaron los otros, porque estaba sembrado sobre una losa de pavimento. Al debate lo desinfló el aguacero.

En lo que viene, en las obras desde La Presidenta hasta Oviedo, más de 300 árboles serían plantados a lo largo del recorrido del corredor urbano, otros serían talados y algunos más transplantados.


Tres temas no tan sueltos

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Por eso, por el hecho de que se haya tenido en cuenta a los ciudadanos, porque se tuvo en cuenta a los peatones y porque el resultado final es muy agradable debemos dar cuenta en esta página de un trabajo bien hecho.

Los peros claro, los hay, lo han denunciado en estas mismas páginas varios lectores y algunos son ciertos. Falta calidad en la instalación de los adoquines; los árboles son muy pequeños; no se sembraron árboles en el costado sur de la Iglesia, el empate con la calle 9 deja mucho que desear y todo esto le resta méritos a la obra, aunque no por ello podemos dejar de sentir alegría por las mejoras en nuestra comuna.

Igualmente, y en la misma línea, la apertura de la carretera a Las Palmas nos ha permitido constatar que esta obra efectivamente quedará estupenda. La reducción de la distancia al aeropuerto, que todo Medellín había rogado desde hace veinte años, por fin será una realidad y el paso que se dio al servicio permite imaginar lo que será este paseo al Oriente. Lo mismo que con la Avenida El Poblado, las obras se pudieron haber hecho más rápido y los interventores pudieran ser más exigentes a la hora de la recepción de las obras.

Agosto es por tradición el mes de Antioquia, en Medellín se celebra la Feria de las Flores y en general en la ciudad el ambiente de fiesta inunda parques y calles. Cada vez más, la Feria acoge más personas y públicos. La transformación es notoria, de una feria cuyo principal atractivo era el Desfile de Silleteros, se ha pasado a un jolgorio de una semana, con altos consumos de licor y excesos de todo tipo. La fiesta, si bien logra el propósito de conmemorar la Independencia de Antioquia no deja de tener desvíos delicados. Por eso, las restricciones al porte de armas, a la movilización de motocicletas con parrilleros y el incremento en la vigilancia son medidas apenas lógicas.

Se debería aprovechar esta fiesta para romper barreras imaginarias y saltar los propios prejuicios, a veces expresados en formas tan simples y evidentes como las palabras cotidianas. Cuántas veces no se oye descalificar a alguien con un término tan denigrante como el estrato social al que pertenece. Normalmente las palabras esconden nuestros propios miedos y por eso es común oír que se insulta con el nombre de un barrio, un oficio, una profesión o el color de la piel. Podría ser este mes el de la oportunidad para celebrar la independencia y leer en nuestras propias palabras esas barreras que las obras públicas intentan eliminar físicamente.

Una acera no es solo el lugar por donde se puede caminar, es también el símbolo de la posibilidad de acceder con igualdad de condiciones y sin barreras impuestas a un lugar. Hacer espacios públicos de calidad es una tarea de la administración municipal. Hacer de la convivencia una forma de vida, del lenguaje un puente entre las personas es tarea de cada uno, y es esa suma de individualidades las que pueden cambiarlo todo.


En la Zona Rosa

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En la Zona Rosa

De la edición impresa (Edición 325)

El proyecto de intervención en la Zona Rosa sigue en discusión, después de que el año pasado el Municipio anunciara que este quedaba en suspenso debido a los problemas de convivencia en el sector.

La idea inicial planteada por el alcalde Fajardo, según la cual estas obras deben ser pagadas en parte por los directos beneficiarios de ellas, sigue en pie. Los funcionarios del Plan Poblado y representantes de la Corporación Zona Rosa siguen conversando, en busca de un acuerdo que permita la realización del proyecto según las directrices del Alcalde. Al cierre de esta edición, en el Municipio esperaban una contrapropuesta de intervención por parte de los comerciantes del Lleras. La del Municipio es conocida y ya ha sido reseñada en estas páginas. Hace alusión al mejoramiento del espacio público en el parque y en concordancia con otras obras, como la del Parque Lineal de La Presidenta.

Sin embargo, todavía no se ha dicho la última palabra sobre la delimitación de la zona intervenida, los costos de las obras y la financiación.


Doble calzada de Los Balsos

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Doble calzada de Los Balsos

Está definido que la doble calzada irá desde la Inferior hasta el lote de los guayabales en Patio Bonito. Ya está en curso la compra de los predios relacionados con el proyecto entre la Inferior y la Avenida El Poblado. El plan oficial es iniciar las obras en octubre, igual que las del intercambio con la 43A.

La unidireccionalidad de Los Balsos, en par vial con Los González, sigue programada para agosto. Empezaría el 9 si la señalización está lista a tiempo (depende del clima).

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La 10

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La 10

De la edición impresa (Edición 325)

Las reuniones de socialización del proyecto han dejado en claro a los funcionarios municipales que no hay oposición al proyecto de forma global, sino observaciones puntuales de parte de algunos propietarios de predios sobre la zona afectada.

Las obras están planificadas para empezar en octubre, aunque con la advertencia de que al proceso de socialización del proyecto se le dará todo el tiempo que requiera.

El proyecto de La 10 se refiere a una mejora significativa del espacio público y del entorno ambiental de esta calle entre la Avenida El Poblado y Vizcaya.

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Revive idea de Metroplús para El Poblado

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Del Metroplús que se habla ahora es del que iría desde Envigado hasta La 30, en la estación Industriales del metro. Como se ve, este no es un proyecto barrial sino metropolitano, por lo tanto no hace parte en sentido estricto del Plan Poblado, sin embargo, en lo que a esta comuna se refiere, hay intención de hacer las estaciones en los cruces principales de la Avenida, o sea con las lomas, en el separador central del tráfico vehicular, y en el estilo ahora llamado de pretroncal, es decir, sin un carril exclusivo. En el momento no se sabe mucho más, pero ya estamos investigando.


Poblado en construcción

¿Qué hace usted cuándo en su apartamento tiene a un grupo de albañiles trabajando? ¿Para dónde se va? Pues bien, algo así provocará hacer desde octubre cuando en El Poblado estén haciendo simultáneamente la segunda etapa del corredor urbano de la Avenida, la doble calzada de Los Balsos, el intercambio de esta loma con la misma avenida y la reforma de La 10.

Hasta ahora ese será el panorama que tendremos desde octubre, en las vacaciones de fin de año, al volver al colegio y quizás hasta mitad, o más, de 2007.

Ahora, más que nunca, la planificación adecuada y rigurosa, de la mano del compromiso y comprensión ciudadana, serán las que hagan más llevaderos los meses por venir.


Estado de otras intervenciones del Plan Poblado

Zona Rosa

Doble calzada de Los Balsos

La 10


El Colectivo, pionero del trip-trop

El Colectivo, pionero del trip-trop
En el cuarto piso de un antiguo edificio gris, a dos cuadras del parque de Boston, El Colectivo, prepara su próximo disco. El apartamento es amplio y funciona como sala de ensayos, estudio de grabación y centro de operaciones del grupo. A través de la ventana se divisa una amplia panorámica de los cerros centro-orientales de Medellín, iluminados por la claridad y el brillo de una tarde veraniega.

Abajo, los solares de las casas, sembrados de frondosos árboles nativos, proclaman en todos los tonos de verde la exuberante diversidad de esta tierra. Más arriba las escamas de los techos van conduciendo a disformes construcciones de ladrillo y cuando la vista se expande, la perspectiva arma
un atropellado laberinto anaranjado que invade la montaña. Coronando este paisaje urbano tropical, el Cerro Pan de Azúcar, centinela sempiterno de esta ciudad, tiene marcado en letras blancas, un anhelo: “Paz”. Mientras tanto suena la música que El Colectivo prepara, adereza y pule. Es entonces cuando uno siente que la esencia de ese escenario que se contempla, que ese colectivo de gente, espacios y clima que son esta ciudad, está siendo interpretado por la música de este grupo local. Así comienza la entrevista con dos de los tres miembros de El Colectivo, Andrei Castillo (Zeta Dei) y Jorge Mario Giraldo (Magio), quienes se identifican con sus seudónimos. Falta el vocalista Camilo Vásquez, pero tras escuchar su voz en las canciones uno siente que ronda por allí.

El colectivo
Hace 4 años nació El Colectivo. “En una época en la que estábamos observando proyectos de colectividades musicales del mundo. Entonces nos encontramos un grupo de amigos, hacíamos música por diferentes lados y tendencias y decidimos reunirnos para hacer un ensamble que bautizamos como: El Colectivo Sonoro Automático”, explica Andrei Castillo. La intención fundamental era hacer música automática, lo más rápido posible, sin pensar mucho y en colectividad (todos componían). Al año el proyecto comenzó a cuajar con 8 músicos y otros artistas itinerantes que aportaron sus ideas. Y después de un arduo trabajo de producción, al año siguiente logró crear el primer sencillo, con 5 temas, que se llamó El Colectivo, un trabajo “producido en casa”. Gracias a la calidad de este trabajo y a su innovadora propuesta, el grupo fue escogido como el telonero del concierto de Bossacucanova, realizado en el Jardín Botánico

El nuevo disco
Con el nuevo disco, El Colectivo ha visto una luz al final del túnel, tras dos años de explorar rutas sonoras. “Lo que tenemos claro es que nuestra propuesta es hacer canción electrónica, porque ante todo nos interesan las canciones, las letras”, afirma Andrei. El nivel de audio del nuevo trabajo es más dinámico, gracias a la incorporación de elementos como el house, jazz, balada, rock y hip-hop. “Es una propuesta de fusiones donde se cuentan canciones siempre de una manera diferente para no quedar atrapados en la misma fórmula”, explica Jorge Mario. El lanzamiento del disco será en septiembre.

Padre Marianito

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Padre Marianito

De la edición impresa (Edición 325)

Aunque las obras de la nueva parroquia avanzan a pasos agigantados, la verdad es que todavía hacen falta muchos recursos para que esta maqueta sea realidad. El llamado es para quienes quieran vincularse y hacer posible este templo. Para informarse de cómo se puede hacer efectiva su contribución, llame al 266 0813.

Palmahía, la discoteca

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Palmahía, la discoteca

De la edición impresa (Edición 325)

Era una noche esperada. Nadie quería perderse la inauguración de Palmahía, pues los rumores hablaban del sitio como el más grande e impactante, en su género, en toda Latinoamérica. Así que sus tres mil metros de construcción se vieron abarrotados por gran cantidad de visitantes que se sorprendieron con el diseño de Palmahía: volley playa, ocho balcones V.I.P., escenario central para espectáculos en vivo, dos barras centrales y seis más laterales sumadas a sus servicios de lavado de carros y valet parking convirtieron a esta discoteca en el sitio del momento, el sitio de la rumba en Medellín.

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Raúl Fajardo Moreno, más de 50 años construyendo ciudad

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Raúl Fajardo Moreno
Más de 50 años construyendo ciudad.

En 2004 Carlos Tobón realizó, en su estudio, el retrato de este arquitecto, quien desde hace más de 50 años está vinculado a una de las firmas constructoras más importantes de la ciudad, Fajardo Moreno, la cual ayudó a fundar en 1950 con el nombre de Aristizábal – Fajardo – Zapata. Solo o en asociación con otros arquitectos ha ganado numerosos concursos. Por mencionar tan solo uno, el del edificio Coltejer, en compañía de Germán Samper, Aníbal Saldarriaga y Jorge Manjarrés. Raúl Fajardo ha sido siempre arquitecto jefe del taller de diseño, y actualmente es el gerente de la compañía.

Un cuarteto de buenos restaurantes en Llanogrande

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Hasta no hace muchos años pretender encontrar un restaurante en la carretera de Llanogrande -distinto a una parrillada o un puesto de arepas y empanadas- era algo escaso. Recuerdo los esfuerzos iniciales de Truchas Sierra Blanca con su carta de truchas en 8 ó 10 versiones, tratando de educar la idiosincrasia gastronómica paisa acostumbrada a carnes asadas, frijoles y chicharrones. No menos dificultades tuvieron lugares como La Pampa Argentina o Restaurante Don Ramón, los cuales han perseverado pasando por épocas de vacas gordas y flacas, pero sobre todo por éstas últimas.

Hoy en día las cosas son muy diferentes y da gusto ver durante los fines de semana y me atrevo a decir -desde el jueves en la tarde- comensales sentados en todos los lugares mencionados en la crónica anterior, convirtiéndose en verdadera romería gastronómica los fines de semana y festivos. En otras palabras, aquella diáspora ocurrida durante años recientes por asuntos de orden público ha sido superada, no solo por los viajeros de carretera, sino más importante aun, por los inversionistas y empresarios dedicados a fogones y manteles. Es así como en la carretera a Llanogrande hoy existen 4 nuevos restaurantes que merecen mi reconocimiento y que espero detallar sobre su oferta culinaria en próximas crónicas, pues por el momento solo mencionaré sus nombres y mínimas señas de ubicación a manera de abrebocas. Son ellos:

  1. Cocina, Campo & Madera: hermoso restaurante metido entre un bosque de pinos, cuya chimenea y platos elaborados en horno de leña cautivan a propios y extraños.
  2. La Casa de Amelia: plácida atmósfera de comedor, ubicada antes de las partidas para el aeropuerto, con la más deliciosa oferta de sánduches y ensaladas bajo la dirección de nuestro amigo y excelente cocinero Sergio Tamayo.
  3. M.Aquí: arquitectónicamente es un simpático galpón californiano donde funciona un lindo anticuario y a la vez se disfruta de especialidades italianas y otros platos preparados todos en fogón de leña. Quien lo visita vuelve. Lo regenta la siempre sonriente Maquí Vásquez.
  4. Chez León: Pequeño y acogedor fogón de carbón en donde su propietario León Ruiz (el fotógrafo) pone su toque y entusiasmo de gran chef para brindar a sus visitantes deliciosas carnes al carbón. Una vez se llega a las partidas de El Tablazo, todo el mundo da cuenta de él.

Me comprometo, en próximas crónicas, a profundizar sobre la cocina de cada uno de ellos. Por el momento dejo la inquietud y presento excusas por mis precarias señas para su ubicación. Estoy segura de que una vez los encuentren y los disfruten, me agradecerán.


¿JMC, sardino de 21 o anciano de 80?

No hablemos de asuntos estrictamente aeronáuticos, en los que nuestro aeropuerto más o menos se ha mantenido vigente. Sin duda es seguro para operaciones en condiciones meteorológicas normales. Mereciendo incluso el honor de recibir, hace poco, al famoso A380. Claro que el honor es dudoso, pues no fue escogido tanto por bueno como por poco usado.

Solo vamos a referirnos al terminal, al edificio propiamente dicho. Del que son clientes y usuarios los pasajeros que llegan y los que salen, la gente que los lleva y recoge, los pilotos y azafatas, y claro, muchos empleados del mismo aeropuerto y de los negocios allí instalados.

Lo primero que impacta es la estrechez. En un terreno tan amplio como el que había para trabajar, de todos modos tenía que imponerse la estrechez. La misma que nos hacina en nuestras vías, en nuestras ciudades. Y también se impusieron la incompetencia y la mezquindad. Veamos:

  1. ¿Salas de espera? ¡Estrechísimas! Pregúntenle a los viajeros matutinos a Panamá y Miami. Gente de pie, sentada en el piso… para no hablar de la silletería tan inapropiada. Y de su mala calidad. Y de su peor estado. Pero esa sería otra historia.
  2. ¿Area de emigración? Perfecta para horas de poco movimiento, fatal para horas pico. Y ni hablar cuando la Policía decide hacer requisas manuales detalladas; no hay ni dónde hacer la cola. Claro, si solo son dos máquinas de rayos equis. Pero aún si decidieran poner más, simplemente no cabrían.
  3. ¿Recepción de maletas de vuelo internacional? ¡Los maleteros están afuera de la sala de equipajes! Tú pagas por el carrito y te toca montar las maletas al carrito, bajarlas para rayos equis o aduana, subirlas a la banda, bajarlas de la banda, volverlas a montar al carrito… y allá, a lo lejos, con la gente que te espera, hallarás al dichoso maletero cuando ya casi no lo necesitas, cuando lo más difícil ha pasado. Ah, tampoco se puede sacar el carrito. ¿Por qué será, a propósito, que en este aeropuerto los maleteros no pueden ingresar hasta la sala de equipajes, pero sí en el de Bogotá, lo mismo que en todos los demás?
  4. ¿Salir con maletas hacia el parqueadero? ¡Esta sí es increíble! Reto a cualquiera a que encuentre otro aeropuerto de tamaño medio o grande sin el más mínimo rastro de ascensor para subir las maletas. Defiéndase como pueda, porque es al hombro. Y se quejan de que la gente quiera entrar en carro a recoger pasajeros.

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Avenida Agripina Montes del Valle

Llama la atención el nutrido batallón de mujeres incluido en la iniciativa del Concejo: Cacica Dabeiba, Cacica Arazaba, María Centeno, Simona Duque, Luzmila Acosta de Ochoa, María Martínez de Nisser, María Cano, Judith Márquez Montoya, Jesusita Vallejo, Luz Castro de Gutiérrez, Blanca Isaza de Jaramillo Meza y Benedikta Zur Nieden de Echavarría Misas. Indias, patriotas, sindicalistas, científicas, artistas y matronas de la beneficencia son estas nuevas habitantes de las rúas medellinenses, y oscilan entre la celebridad de la valiente María Cano -recordada también en la razón social de una universidad de Boston (Medellín, Colombia) y por el cotidiano uso irónico del título de “Flor del Trabajo” que le adjudicara un congreso obrero- y el franco anonimato de una Luzmila Acosta de Ochoa.

No deja de ser paradójico que el homenaje tenga lugar durante la administración de un alcalde matemático, pues algunos de los nombres femeninos entran en reemplazo de contundentes y límpidos guarismos que, según me parece, eran ya entrañables en la memoria urbana. Me refiero a la Avenida 33, desde ahora “María Cano”; la 70, hoy en día “Judith Márquez Montoya”, y la 80, bautizada en este siglo 21 como “Jesusita Vallejo”. Interesante reto el que asumen estas corajudas señoras de obligarnos a usar sus nombres para referirnos cotidianamente a las calles supradichas; más tarde o más temprano llegará el día en que lo logren, por más que ahora parezca imposible decir, por ejemplo, que la Clínica Las Américas queda en toda la Jesusita -mejor: entre ésta y Judith- o que siguiendo a María Cano va uno a dar a la Iglesia Santa Gema.

La historia de la Conquista y de la Colonia tiene lo suyo: Arazaba y Dabeiba, dos cacicas feroces y semi legendarias, asesina de españoles la una y candidata a diosa de la naturaleza la otra; y una matrona minera no menos fantasmagórica que las aborígenes, María Centeno, protagonista de incontables leyendas del norte de Antioquia en que aparece pactando con el Diablo. Como quien dice, tres advocaciones como para no transitar sus calles bien entrada la noche. Pero no les van a la zaga las ferocísimas mujeres republicanas María Martínez de Nisser, soldado en las guerras de la Independencia de Antioquia, y Simona Duque, generala de sus 7 hijos varones, a quienes obligó a alistarse en los ejércitos libertadores; oportunísimo resulta el homenaje a esta desprendida madre, hasta hoy relegada al nombre de un parque bogotano que tapaba con bruma su origen marinillo.

El siglo 20 enarbola sus mujeres científicas y humanistas: la siquiatra Luzmila Acosta, la fundadora de hospitales Luz Castro, la mecenas de bibliotecas Benedikta Zur Nieden de Echavarría y, muy especialmente, la poetisa Blanca Isaza de Jaramillo Meza. Con la designación del nombre de nuestra “Gabriela Mistral” a cambio de aquel, insípido, de “Transversal Inferior”, el Municipio se pone a tono con los homenajes que la Nación ha hecho a otros poetas -Núñez, Silva e Isaacs-, inmortalizados en ese otro bien público que es el codiciado papel moneda. Inmediatamente siento la nostalgia por lo que pudo haber sido y no fue: el nombramiento, como patrona de alguna calle, de la gran poetisa paisa del siglo 19, Agripina Montes del Valle; su mérito no es menor: fue quien, entre una multitud de poetas bigotudos, mejor le cantó al referente oficial de la poesía de su época, el Salto del Tequendama. La juglar nació en Salamina, pero entonces eran ésas tierras antioqueñas, y distaban menos de nuestra ciudad que la Alemania en que vio la luz la celebrada Benedikta Zür Nieden de Echavarría Misas, Virgen de la Transversal Intermedia. Si lo único que hace falta para acordarse de Agripina es el espacio, yo, sin dudarlo un segundo, cedo la calle 29 en que crecí.

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Obras del Museo Ed.239/El florero azul

Justo Arosemena es un artista de origen panameño que eligió a Colombia como su segunda patria y desarrolló aquí casi toda su producción estética, desde su llegada al país en 1955 hasta su muerte en 1998. Pero, más allá de lo anecdótico, su procedencia y formación previa son indispensables para entender la novedad de sus aportes en el terreno artístico.

El florero azul es una pintura al óleo sobre lienzo, de 110 por 65 centímetros, que manifiesta claramente la compleja posición del artista y que permite adivinar por qué su obra no fue bien recibida en los medios académicos tradicionalistas, que todavía dominaban el panorama del arte colombiano alrededor de 1960.

El Justo Arosemena que llega a Medellín es un joven artista cuya formación contrasta con la de los pintores locales. Vive directamente al menos una parte del desarrollo de la pintura norteamericana de la segunda posguerra y, más adelante, completa sus estudios en España. Esos dos momentos le permiten estar en contacto, por una parte, con las formas más avanzadas de la vanguardia artística de mediados del siglo, pero, por otra, lo convencen de la necesidad de mantener abiertos los vínculos con la realidad exterior y con el público. El resultado es un arte que, por lo general, no se entrega al despliegue de lo abstracto pero que somete la imagen a un violento proceso de transformación expresiva, que tiene en cuenta los aportes de los principales movimientos artísticos de las primeras décadas del XX.

A partir de El florero azul es posible analizar los propósitos poéticos de Arosemena. La obra presenta un bodegón, que resulta identificable, si le dedicamos la atención suficiente. Sin embargo, las formas de los objetos se han descompuesto intensamente, y por eso también es evidente que no nos servirían como representación de su apariencia en la vida cotidiana. En otras palabras, Arosemena se desplaza entre dos posiciones extremas, la de la absoluta abstracción y la de la representación, pero no quiere identificarse con ninguna de ellas.

Más allá de la creación de una “imagen fotográfica”, el objetivo de El florero azul es el cuadro mismo, es decir, el manejo de los colores y la descomposición de las formas. Quizá podría afirmarse que el gran aporte de Justo Arosemena al arte de su momento, fue la proclamación de una total libertad y autonomía creativa.


Obras del Museo Ed.238/La marcha fúnebre

Casi siempre entendemos que una de las finalidades fundamentales del arte es la de posibilitarnos una comprensión más profunda de la realidad en la cual vivimos. Y esa era, claramente, la concepción a la cual se remitían la mayoría de los artistas antioqueños, formados a lo largo de la primera mitad del siglo XX.

La marcha fúnebre, de Rafael Sáenz, un gran cuadro al óleo de 164 por 194 centímetros, realizada en 1959, es un magnífico ejemplo de la preocupación de los pintores regionales por comprometerse con toda seriedad en el análisis de las dramáticas realidades que le ha correspondido vivir a los hombres de su generación: realidades que, desgraciadamente, parecen haberse perpetuado en la historia nacional.

Como es evidente, la obra representa a un grupo de campesinos que traslada un ataúd, en un medio dominado por una penumbra relativa que obliga a usar luces artificiales pero que no acaba por ocultar totalmente las formas y colores circundantes. El resultado es un contraste dramático que nos remite de inmediato a las consecuencias de la violencia política que ha vivido Colombia a partir de 1948.

Pero, tal vez, La marcha fúnebre de Rafael Sáenz es una obra más compleja de lo que aparece a simple vista. Frente a quienes consideran que el arte se dedica a explicar la realidad, podría afirmarse que existen medios más directos y precisos para lograr esa finalidad. En efecto, aquí hay un clima de sugerencias que nos permite afirmar que, más allá de una pretendida explicación objetiva, está la vivencia de la realidad que solo puede analizarse desde el punto de vista de la experiencia vital.

El conjunto de personajes que integran esta marcha fúnebre parece dividido por dos diagonales que unen los ángulos opuestos de la pintura y se cortan en el centro de la misma. A nuestra derecha se encuentran las mujeres que parecen detenidas, mientras miran pasar el grupo de hombres que se mueven desde la izquierda, llevando un ataúd que, bien mirado, quizá resulta demasiado largo y estrecho, pero que contribuye a acentuar la sensación de un vertiginoso descenso. Quien asiste a la escena podrá saber que existe un camino; pero quien mira el cuadro no puede dejar de percibir que la luz de la lámpara crea una especie de curva y que todos los personajes –es decir, nosotros mismos, porque esta es una historia nuestra– se deslizan irremediablemente hacia el abismo, con la carga de la violencia, de la destrucción y de la muerte.


Obras del Museo Ed.237/Collage matérico

El Collage Matérico de Leonel Estrada, de 1964, presenta características de innegable novedad con respecto al medio artístico en el cual aparece, y puede servir como símbolo de los profundos cambios que iban a enfrentar las artes plásticas en los años siguientes.

En efecto, mientras el arte de gran parte de los países occidentales realiza algunas de las más radicales transformaciones de toda la historia, el arte colombiano, y de manera especial el que se reconoce públicamente en Antioquia, se mantiene en una especie de sopor, muy diferente de los convulsionados procesos estéticos y políticos de los años treinta. Es en ese contexto donde Leonel Estrada despliega una intensa agitación de las ideas del arte de vanguardia, tanto desde el frente de la educación y de la gestión y promoción de eventos artísticos como de su propia producción plástica.

En su Collage Matérico, de 82 por 124 centímetros, Leonel Estrada introduce materiales que habían sido completamente extraños dentro del campo del arte en nuestro medio, hasta entonces dedicado al uso de óleos y acuarelas. Y lo que es todavía más impactante, no los somete a ningún proceso de ocultamiento o transformación: el costal y la madera aparecen como lo que son, inclusive con los letreros que los cubrían en el momento en el cual servían para propósitos útiles.

En otras palabras, una parte esencial de la acción del artista ha sido simplemente la de recoger materiales cotidianos y pegarlos sobre una superficie –college es una palabra francesa que significa pegado–. El propósito de ese gesto es el de establecer una nueva vinculación entre el mundo del arte y la vida concreta en la cual nos movemos. Es evidente que esta clase de obra no nos invita a contemplar una belleza ideal sino la que se puede descubrir en el tráfago urbano.

Y es allí, precisamente, en el contacto con la ciudad contemporánea, donde se establecen los nuevos parámetros estéticos. Pero, además, ello es posible porque Leonel Estrada tiene en ese momento un conocimiento poco común acerca de los movimientos artísticos internacionales, que pondrá al servicio de un proyecto educativo, las Bienales de Arte de Medellín, una realidad que transformará de manera radical el panorama del arte colombiano en las décadas finales del siglo XX.


Obras del Museo Ed.235/El despertar del indio a la civilización

El despertar del indio a la civilización, del pintor mexicano Diego Rivera, fue durante mucho tiempo la obra más importante dentro de las colecciones del Museo de Antioquia. Se trata de una pintura de gran formato, de 227 por 158 centímetros, realizada en la técnica de la témpera en el año de 1943.

La importancia de la obra debe entenderse, ante todo, en un sentido histórico. En efecto, desde los años veinte, el arte que se desarrollaba en el contexto de la Revolución Mexicana aparecía como uno de los más vitales en todo el mundo, con un fuerte sentido político y social. La pintura, especialmente la que se expresaba a través de frescos y murales públicos, era herramienta educativa al alcance de todo el pueblo.

Aunque puede demostrarse que los principales muralistas colombianos, como Pedro Nel Gómez, se remiten a un punto de partida independiente en su trabajo artístico, es innegable que los mexicanos ejercieron una influencia definitiva en toda América Latina con sus ideas de un arte político, público, didáctico y popular. Y precisamente esas serán las características que las décadas posteriores rechazarán en este tipo de pintura, definida con frecuencia como demasiado retórica, anecdótica y comprometida con causas exteriores al arte mismo.

Sin embargo, en este sentido, El despertar del indio a la civilización aparece como una pintura especial. Es evidente que el tema continúa vinculado con las ideas fundamentales de los muralistas mexicanos, pero aquí Diego Rivera lo desarrolla sin detenerse en pequeños detalles, no como un hecho cotidiano sino con un sentido casi mítico, con una contundencia desconcertante, como una realidad plástica.

En realidad, la figura del personaje desaparece ante nosotros, reemplazada por una imagen que no podemos identificar con unos rasgos individuales porque los oculta el sombrero y la gran manta casi abstracta. Es un indígena concreto, decidido en una actitud que apenas se manifiesta en la solidez de las piernas y de la mano con la hoz, arma y herramienta de trabajo al mismo tiempo, respaldado por la montaña. Pero no es ninguno indígena en particular: es una clase, un pueblo, una sociedad.

Y se comprende el interés despertado por esta obra, que venía a demostrar la posibilidad significativa del arte, en un medio como el nuestro donde, a nivel oficial, se privilegiaba entonces la mera referencia anecdótica al paisaje y al folklore.


Obras del Museo Ed.234/Parque Santander

El Parque Santander, que también recibe el título de Iglesia de San Francisco, de José Restrepo Rivera, es una acuarela de 42 por 55 centímetros, posiblemente pintada después de 1938. En ese momento, el artista había realizado un álbum de dibujos sobre distintos lugares, antiguos y actuales, de la ciudad de Bogotá, con motivo de la celebración del cuarto centenario de su fundación. Tal vez para algunos de ellos, el artista se valió de fotografías a partir de las cuales desarrolló sus dibujos y posteriormente acuarelas, como en este caso de El Parque Santander.

José Restrepo Rivera, quien había sido discípulo de Francisco Antonio Cano, se desempeñó sobre todo como ilustrador y dibujante en numerosas revistas del país, a lo largo de la primera mitad del siglo XX. Y es necesario recordar que por mucho tiempo trabajos como los de Restrepo Rivera eran considerados como “artes menores”, para poder entender que el artista no fuera analizado con la atención que se merecía.

Sin embargo, El Parque Santander nos revela que se trata de un pintor de la más alta calidad, con un dominio excepcional de la difícil técnica de la acuarela y con una visión profundamente poética que descubre el misterio y la belleza en la ciudad.

En otras palabras, Restrepo Rivera es un artista que tiene la capacidad de poner todos los recursos disponibles al servicio de la producción de su obra –como ocurre aquí con el uso de la fotografía y del dibujo–, pero sin permitir que el evidente gusto que experimenta en los medios técnicos nos haga detenernos sólo en ellos. Por el contrario, contribuyen a crear un mundo tan preciso y delicado que genera en nosotros una cierta inquietud: paradójicamente, la exactitud de El Parque Santander parece transportarnos fuera de la vida vivida, hacia un mundo más real que la misma realidad.

En buena medida, ese efecto inquietante se plantea porque en esta acuarela, como en casi todos los paisajes de José Restrepo Rivera, la figura humana está ausente; aunque se trate de un ambiente urbano, el artista no se detiene en el análisis de la ciudad ni en el carácter efímero de su historia o de sus habitantes.

Lo único que realmente parece interesar en El Parque Santander es la arquitectura de formas y colores de la acuarela, es decir, el propio desarrollo de la obra de arte, como una creación que encuentra su valor en si misma y no en su estricta semejanza con los objetos del mundo exterior.


Obras del Museo Ed.233/Naturaleza muerta

La Naturaleza muerta de Aníbal Gil, una pintura al óleo de 150 por 101 centímetros, realizada en 1958, presenta unas características nuevas dentro de los procesos que había seguido hasta entonces el arte en regional y por eso, seguramente, se convierte en una obra de especial interés dentro de la colección del Museo de Antioquia.

En las décadas anteriores la pintura antioqueña se había ido centrando en discusiones muy locales y había perdido marcos de análisis más amplios. Siguiendo una dirección diferente, Aníbal Gil integra en esta Naturaleza muerta las reflexiones acerca de las vanguardias artísticas de la primera parte del siglo, tal como se percibían en la época en la cual realiza sus estudios artísticos en Italia, cuando ya han sido decantadas de sus extremos rigores originales.

En última instancia, la Naturaleza muerta de Aníbal Gil se remite a la gran revolución generada por Cézanne a finales del siglo XIX y desarrollada por Picasso a lo largo de la primera mitad del XX. El propósito del artista ya no es el de lograr una representación lo más exacta posible de las apariencias de la realidad sino que pretende, ante todo, organizar los elementos que conforman la misma pintura. Por eso, el cuadro presenta una rigurosa estructuración geométrica que, obviamente, no tiene el propósito de crear en nosotros la ilusión de que estamos ante personas y objetos concretos. Al contrario, lo que nos aparece como algo real es el cuadro mismo, pero también las personas y cosas como imágenes concretas creadas por el artista en el contexto de la pintura.

Quizá a ello alude el título de la obra. Las figuras humanas aparecen con la misma presencia efectiva de los demás elementos que llenan el espacio, y todos se nos ofrecen de manera directa y total. Por ejemplo, la mesa que ocupa el centro de la pintura se mira desde arriba, lo que la transforma en una especie de plano vertical contra el cual se definen los objetos, con la evidencia que les confiere el estar ubicados en primer plano.

Pero Aníbal Gil no quiere dejar de lado su realidad social ni entregarse a una pura búsqueda formal. Así, junto a las formas de Picasso, la obra se enriquece con unos personajes que son herederos directos de la tradición latinoamericana.

Obras del Museo Ed.232/Imagen de Antioquia

Tras la aparente ingenuidad de la Imagen de Antioquia de Rafael Sáenz, una acuarela de 54 por 72 centímetros, pintada en 1969, puede revelarse gran parte de la historia del arte regional a lo largo del siglo XX.

Rafael Sáenz es uno de los principales representantes de la llamada “Escuela de acuarelistas antioqueños” que se desarrolla tras las enseñanzas de Pedro Nel Gómez y de Eladio Vélez; para estos artistas, la técnica veloz y exacta de la acuarela se convierte en el mejor medio de expresar la realidad, aunque a veces parece que la técnica llegara a ser más importante que la realidad manifestada.

La Imagen de Antioquia se inscribe en una larga tradición de paisajes, que se remonta a los primeros cuadros de Francisco Antonio Cano y se consagra con su pintura Horizontes, en la cual se exalta la gesta de la colonización del territorio. En esa tradición, la pintura de paisaje en Antioquia no se contenta con revelarnos un paraje pintoresco sino que es, ante todo, la manifestación de las relaciones entre el hombre y la naturaleza, un paisaje humanizado por el trabajo. Y es ese, precisamente el carácter básico de esta Imagen de Antioquia.

Pero frente a la figura heroica de la gigantesca mujer encinta recostada en la montaña e identificada con ella, es también posible remitirse a los mitos de la madre tierra, la diosa primigenia; Antioquia aparece aquí como una tierra transformada por la cultura rural –“cultura” viene de “cultivo”–, una madre protectora que garantiza la riqueza y la dulce placidez que ella misma parece expresar, al margen de toda angustia.

En otras palabras, éste ya no es un paisaje que hemos visto sino un símbolo de Antioquia, lo que nos ubica en un contexto diferente dentro de la tradición del paisaje. O, mejor, es una síntesis del carácter que desarrolló este género de pintura antioqueña a lo largo de las décadas que nos separan de Cano.

En efecto, a comienzos del siglo el paisaje revelaba el descubrimiento de la naturaleza a través del trabajo humano. Ahora predominan valores más ideológicos, donde la Imagen de Antioquia se ubica en el universo del mito que supera toda realidad concreta. Ya no es tanto el mundo construido por el esfuerzo, sino un ideal con el cual nos confrontamos o, en el peor de los casos, simplemente anhelamos.


Obras del Museo Ed.231/El cafetal

Cuando el Museo de Antioquia se trasladó a su nueva sede, decidió organizar la colección de arte desde un punto de vista histórico, lo que permite al visitante establecer relaciones más claras entre los diferentes artistas e, inclusive, entre el arte regional y el de otras zonas del país.

Es lo que ocurre, por ejemplo, frente a la pintura El cafetal, un óleo sobre lienzo de 44 cm de alto por 59 cm de ancho, obra de Jesús María Zamora, pintor nacido en Boyacá en 1875, pero quien estuvo toda su vida vinculado con el arte que se desarrollaba en Bogotá, hasta su muerte en 1949.

Conviene tener en cuenta que a finales del siglo XIX la mayoría de los artistas colombianos se dedicaban a la pintura más tradicional, centrada en retratos o en escenas tomadas de la historia sagrada, temas que implicaban casi siempre una alta dosis de idealización. Solo unos pocos, entre los cuales Francisco Antonio Cano será pionero, comenzaban a interesarse por la pintura de paisajes.

El cafetal de Jesús María Zamora es un buen ejemplo de la revolución que en esa época desarrollan los paisajistas en el arte colombiano. Se trata de una obra que refleja la llegada del Impresionismo, movimiento que constituyó la gran revelación de los jóvenes artistas en la Exposición Nacional de 1899, después de generaciones en las cuales había predominado la pintura académica.

Zamora crea ante todo un ambiente, con base en pequeños toques de color, sin que podamos encontrar una representación detallada y precisa; en efecto, el interés se dirige al espacio sereno, creado por el color y por los contrastes de luces: una atmósfera que se difunde suavemente, desde la relación de verdes de las plantas de café en la parte inferior de la pintura hacia los azules del fondo, contra los cuales se recortan las manchas rosadas de los árboles florecidos. Sin embargo, es evidente que aquí no hay descripción ni detalles, y que sólo por efecto del hábito sabemos que aquellos son cafetos y éstos guayacanes en flor.

Pero, quizá más importante que la presencia de la pincelada impresionista o la búsqueda de colores puros, lo que hace patente El cafetal de Zamora es el novedoso interés por mirar nuestro propio mundo. Así, esta nueva pintura de paisaje, a fines del XIX abre las puertas a un arte nacional mucho más auténtico y vivo.


Obras del Museo Ed.230/El Cristo del Perdón

Una de las más importantes colecciones del Museo de Antioquia es la serie de bocetos que Francisco Antonio Cano realizó para preparar el gran cuadro titulado El Cristo del Perdón, cuya versión definitiva pertenece a la Catedral Metropolitana.

Cano había comenzado a trabajar en esta obra desde su época de estudiante en París, hacia 1900; pero la pintura quedó sin terminar cuando se agotaron los dineros necesarios y, más todavía, cuando el artista regresó al país poco después de la Guerra de los Mil Días. En 1910, Cano sugirió que se realizara una colecta para sufragar la conclusión del cuadro; la generosa respuesta de la ciudadanía, muy superior a la esperada, le permitió terminar la obra y entregarla a la Catedral de Villanueva, entonces en construcción.

El Cristo del Perdón de la colección del Museo de Antioquia es el más importante de los estudios preparatorios de la obra. Y hablamos en este caso de “estudio”, sólo porque existe el cuadro más completo de la Catedral. Pero, en realidad, la pintura del Museo, un óleo sobre lienzo, de 249 cm de altura por 129 cm de ancho, tiene todas las condiciones de una obra terminada. Lo único que revela su condición secundaria es cierto grado de fragmentación en las figuras que rodean a Cristo, una situación que Cano, con su formación académica, habría evitado en cualquier cuadro que considerara como definitivo.

Pero esa, al mismo tiempo, es una de las causas que le confieren una fuerza especial: totalmente centrado en Cristo que carga la cruz, con su blanquísima vestidura, sobre un fondo oscuro, sin énfasis en los tormentos previos y sin los múltiples detalles que llenan la pintura de la Catedral, Cano lograr crear aquí una imagen absolutamente convincente de la bondad divina, que no surge de la anécdota sino de una especie de revelación inmediata que se impone al espectador.

En la actualidad, por primera vez en la historia, el Museo expone de manera temporal toda su colección de bocetos de El Cristo del Perdón, junto con la obra terminada, gracias al préstamo de la misma por parte de la Arquidiócesis. Es una oportunidad excepcional, quizá irrepetible, para disfrutar con detenimiento de uno de los mayores trabajos del arte en Antioquia a comienzos del siglo XX y, sin lugar a dudas, de la pintura religiosa más importante de la historia del arte en la región.


El lanzamiento de Une

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El lanzamiento de Une

De la edición impresa (Edición 324)

Ya todos conocemos los servicios unificados de la nueva compañía, que empaquetan en una sola factura televisión, internet, telefonía, celulares y larga distancia y datos además de ofrecer la posibilidad particular de generar paquetes a la propia medida. Y fue precisamente para explicar los beneficios de esa empresa que el alcalde Sergio Fajardo, Juan Felipe Gaviria de Empresas Públicas y Alejandro Ceballos de Une, invitaron al Teatro Metropolitano a un grupo de personas multiplicadores de esa información. Y para el deleite visual trajeron al húngaro Ferenc Cakó quien con sus habilidosas manos, arena y carbón realiza las más bellas figuras casi salidas de un mundo mágico. Y para rematar, las risas generales que ocasiona Andrés López con un stand up comedy al que nadie se resistió. Si los beneficios que nos traerá Une son tan buenos como la noche de su presentación, podemos decir que valió la pena su creación.

El alcalde Sergio Fajardo

Manuel Santiago Mejía, Federico Arango Toro, Juan Felipe Gaviria

Carlos Franco, Luo JongPing, Tao Wang, Alejandro Ceballos

Composiciones del artista húngaro Ferenc Cakó


Un deporte para la familia

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Un deporte para la familia

De la edición impresa (Edición 324)

La práctica de la navegación a vela existe desde hace mucho tiempo en Colombia. En el mar, las represas y lagunas están sus escenarios. El Caribe, Guatapé, la Mesa de los Santos, Calima, son algunos de ellos.

El Club de Vela de Antioquia y sus navegantes quieren que se convierta en un deporte popular que se pueda realizar en sitios como el Parque Norte y el Parque de los Salados en la Fe. Su meta es crear para los niños escuelas de vela que cuenten con pequeños veleros llamados Optimist.

No se trata de un deporte costoso; con una pequeña inversión se aprende a navegar y se puede obtener un velero que puede usar por muchísimos años.

El primer contacto es muy sencillo: llegar hasta la sede del Club de Vela en Guatapé y enterarse de sus programas. Se dará cuenta de que hay oportunidad para todas las edades: niños, papá y mamá, amigos, familiares. Lo mejor: el viento y el paisaje los pone la naturaleza.