Alberto Morales, Álvaro Enrigue, María Cristina Restrepo, Sergio Ocampo, Juan Carlos Méndez y Miguel Ángel Manrique y sus obras en el antojo mensual de...
La cresta de una ola me zapateó en la nuca, y el éter me hamacó sin apuro, un algodonoso cúmulo de constelaciones y galaxias. Cerré los ojos y oí a Faulkner, dios hecho hombre. “Joder y jolines”, pensé aterrado
/ Esteban Carlos Mejía Su escritura tiene duende, como decía Federico García Lorca: el duende de la originalidad y la consistencia narrativa, la independencia espiritual de un creador sin ambages ni cortapisas, hecho para ser leído con veneración y respeto
En julio, Sílaba Editores publicó Momentos, de Nora Arango Díez, Norrita del corazón. Es una colección de 44 relatos cortos sobre situaciones cotidianas, al alcance de cualquiera, narradas con sencillez, sin enredos, tal cual pasaron
/ Esteban Carlos Mejía Después y antes de Dios es una novela sobre el asesinato de una matrona por su propia hija, la fuga de la asesina junto con Bibiana, su joven amante, el posterior secuestro de ambas… más un final que no les voy a contar
/ Esteban Carlos Mejía Aldemarcito lanzó una bomba lacrimógena en forma de libro, un escandaloso análisis de la vida, pasión y resurrección de las mujeres de Pereira que escudriña los vericuetos de la Perla del Otún. No queda títere con cabeza
Pablo Rolando Arango, magíster en Filosofía de la Universidad de Caldas, escritor de “piezas sin género”, publicó en abril Borrachos grecocaldenses: un libro chiquito en la forma y grande en el contenido
En su nuevo libro Esteban Carlos Mejía les dio a sus creaciones la capacidad del rebusque, para que se sacudieran la tinta y el papel y pudieran ser leídos como de carne y hueso
/ Esteban Carlos Mejía Ambientada en Río de Janeiro, está narrada con desparpajo casi procaz por el escritor Gustavo Flavio, mulato gordo, pedante e insufrible, sátiro y hambrón, cuyo seudónimo es homenaje a Gustave Flaubert
/ Esteban Carlos Mejía Otro golazo de Juan Diego Mejía y su equipo de trabajo, con el apoyo de Amalia Londoño Duque, secretaria de Cultura Ciudadana. Al César, lo que es del César
/ Esteban Carlos Mejía Pegados al televisor, desorientados, sin imaginación, rústicos, pensando en vacas y bestias. O, quién quita, rezanderos, cándidos, prósperos y borregos, de rodillas ante la Virgen de los Sicarios rogando para que gane el No
/ Esteban Carlos Mejía Eres astuto. Rápido, gatillo veloz. Precavido y desvergonzado al mismo tiempo. Con simpatía y cinismo. Intrépido. Sentimental. Capaz de atravesar medio valle de Aburrá para conseguir y entregar tu droga
/ Esteban Carlos Mejía La curiosidad me dañó el tinto. Leí por encima del hombro: imposible: una tipografía demasiado chiquita para mi voyerismo. Se volteó y me miró con desconfianza. No tenía ni 16 años
/ Esteban Carlos Mejía ¿A quién le lees tú? ¿A tus hijos chiquitos? ¿Has notado que cuando cierras el libro ellos abren los ojos? Sus cabecitas fantasean hasta que la oscuridad los obnubila. ¿Les lees a tus compañeritas de estudio, youtuberistas feroces?
/ Esteban Carlos Mejía A mi abuela, mamá Julia, el cura confesor de San Jerónimo de los Cedros le prohibía, bajo pena de condenarse a la gehena, que leyera María, de Jorge Isaacs por ser un libro judío, masón y hediondo
/ Esteban Carlos Mejía Con la boca hecha agua, pregonan que ya nadie lee como ellos leían cuando eran muchachos. “Los jóvenes de hoy no leen nada”, se indignan. “Y lo poco que leen es malo”. Les tengo lástima, pobrecitos
/ Esteban Carlos Mejía Si leer nos hace mejores, ¿entonces para qué leer a Henry Miller o a Charles Bukowski, sujetos que sólo quieren follarse a las mujeres de este mundo lleno de mujeres? Si leer nos hace peores, ¿entonces para que leer a sor Juana Inés de la Cruz?
/ Esteban Carlos Mejía Conan Doyle fue médico y oftalmólogo, espiritista y francmasón, jugador de rugby y golf, boxeador y grafómano. Parece que no tuvo muchos pacientes. En 1887, a los 28 años de edad, publicó Estudio en escarlata, primera novela con Sherlock Holmes
/ Esteban Carlos Mejía ¿Para qué leemos? Para aprender, gozar, odiar y amar, rabiar, olvidar. Leemos para ser letraheridos. Para dejar de ser lo que somos, fantasear o navegar por entre las nubes sin alzar vuelo del horripilante suelo donde descansan nuestras posaderas
/ Esteban Carlos Mejía Propongo a Vargas Llosa y me regañan porque, a sus 80 años, viagra de por medio, anda en la cama con Isabel Preysler. Pero yo qué puedo hacer. Insinúo a Doris Lessing y ¡ay!, me crucifican: “Esa gringa es una p… de la peor calaña”
Conozco un taxista que cuando le cae un semáforo en rojo coge su libro de turno, y se pone a leer hasta que, pasados unos hijueputésimos de segundo, los carros de atrás empiezan a pitar
/ Esteban Carlos Mejía Leer de todo, lo que a uno le dé la p… y reverenda gana, haciendo caso omiso a la voz de la conciencia. Leer por goce pagano, por puro hedonismo
/ Esteban Carlos Mejía Nadie debería imponernos un canon al leer. Ni tutores, ni amantes, ni novios, ni compañeros de trabajo. Los dioses bendigan el despelote que Gutenberg creó con su imprenta
/ Esteban Carlos Mejía Un derechista pragmático, Vargas Llosa, que escribe con la sutileza de un idealista y un izquierdista recalcitrante, García Márquez, que narra con la sapiencia de un príncipe de la Iglesia, de los de antes, los del Renacimiento
/ Esteban Carlos Mejía Nos pone contentos, nos vuelve flexibles al entendimiento y a la comprensión de las ideas ajenas. Inclusive, nos hace respetuosos
/ Esteban Carlos Mejía No conozco al primer lector envidioso. Descubrir lo que están leyendo los demás no da tristeza ni pesar. Si mucho, un leve cosquilleo en el esternón al darnos cuenta de que el tiempo no alcanza y constatar que tenemos un rimero de libros aún por leer
/ Esteban Carlos Mejía Guerra y paz es una novela incomparable e inolvidable. Sus personajes son criaturas casi reales, vivaces, intensas, pletóricas de fuerza, contradicciones, emociones y sentimientos. Criaturas entrañables: ¡todas!
/ Esteban Carlos Mejía ¿Para qué leerme las voluminosas novelas policíacas de Henning Mankell, muerto hace más o menos un mes, en vez de conseguirme un estudio de la ONU o repasarme ciertas páginas de The Economist?
/ Esteban Carlos Mejía Permítanme recomendarles lo más puppy de este mundo. Directamente desde Madrid, España, y después de una gira por 21 naciones de América y Asia, aquí está la versión electrónica de la vigésima tercera edición del Diccionario de la Real Academia
/ Esteban Carlos Mejía ¿Hay algún vínculo oculto o explícito entre Adoum, Bibliowicz y Faulkner? Todavía no lo sé. Pero algún día lo sabré. Porque creo, a pies juntillas, en la sabiduría de Roa Bastos: “Existe el azar porque existe el olvido”
/ Esteban Carlos Mejía Al leer un buen texto uno no quiere que el gusto se acabe jamás y que al avanzar en la lectura solo se ansía que el final se postergue o se retarde lo máximo posible
/ Esteban Carlos Mejía ¿Qué pasará con la Fiesta del Libro en el cambio de alcalde? Sería clave conocer la posición de los candidatos. ¿Mantendrán, restringirán o ampliarán el presupuesto del Municipio? ¿Respetarán su autonomía intelectual?
/ Esteban Carlos Mejía Tarde o temprano, viene la decepción. Esos tipos también son seres de carne y hueso, con virtudes y vicios como el resto de la humanidad. Vanidosos, malgeniados, aburridos o humildes, simpaticones, ingeniosos
/ Esteban Carlos Mejía El ladrón juzga por su condición. Como algunos no leen, creen que los demás tampoco. Pobres angelitos, váyanse con ese manto a misa
/ Esteban Carlos Mejía Nombres y fechas, frases célebres o candidatas a la celebridad, títulos de textos, citas y notas de pie de página. Subrayé hasta el índice
/ Esteban Carlos Mejía Las recomendaciones son una secuela del nepotismo. Y a mí, el nepotismo en sus múltiples versiones, sibilinas o campechanas, me inflama el colon
/ Esteban Carlos Mejía El día menos pensado, al lector de un solo libro le puede brotar el sarampión de Cortázar o el sarampión de Saramago, cacofónico y todo, o el sarampión de Borges
/ Esteban Carlos Mejía Eduardo Mendoza, uno de los novelistas españoles más amenos y traviesos de hoy en día, sólo conserva en la casa aquellos libros que considera imprescindibles en su vida
/ Esteban Carlos Mejía El cerebro titubea, aún en duermevela: no apto para razonar. La mente bucea en una nebulosa sin fin, impenetrable y silenciosa. Entonces cada párrafo es más nítido que el anterior, cada frase es más pertinente que la siguiente
/ Esteban Carlos Mejía Y, dicho con todo respeto, los pro-motores de lectura parecen vendedores de ataúdes azuzando al moribundo a dar el paso hacia la lectura obligatoria
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