Novelas forever, mi amor

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Alberto Morales, Álvaro Enrigue, María Cristina Restrepo, Sergio Ocampo, Juan Carlos Méndez y Miguel Ángel Manrique y sus obras en el antojo mensual de libros de Vivir en El Poblado.

Por Esteban Carlos Mejía
Por Esteban Carlos Mejía / Hic et nunc

A cada rato me apiado de los libretistas. Almas benditas: esclavos del rating y de la opinión pública, o sea, la opinión ajena. Haciendo y deshaciendo textos a gusto de la audiencia, casi siempre pobre e ignorante, y de los mandamases de los canales, casi siempre ricos e ignorantes. Su agonía por escribir novelas en vez de telenovelas es patética. Aquí y en Constantinopla, una novela es una novela. Lo que sale en televisión son telenovelas, soap operas, culebrones, cualquier cosa menos literatura. Duélale al que le duela…

 

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¡Todo sea por la causa! (Editorial Garamond, 242 páginas)
¡Todo sea por la causa! (Editorial Garamond, 242 páginas) Alberto Morales Gutiérrez

Ni César ni burgués ni Dios

Ya Stendhal advirtió con severidad (o hipocresía) en La cartuja de Parma: “Escribir de política en una obra literaria produce el mismo efecto que un pistoletazo en medio de un sublime concierto. Resulta algo así como una grosería que, como tal, siempre llama la atención”. Para mí, no es grosería: es osadía. Y aún más si se escribe en la República del Sagrado Corazón.

Alberto Morales Gutiérrez, publicista e inspirador de publicistas, sacó en 2013 una novela sobre las vivencias de los revolucionarios de este país.     

¡Todo sea por la causa! (Editorial Garamond, 242 páginas) narra con devoción y consistencia las vicisitudes de la izquierda en Colombia. Una travesía de penurias: desde la honestidad y la ingenuidad hasta la perversión ideológica y la corrupción económica. Sin miedos ni rencores, Morales deja las entrañas en cada página de su inusual creación y nos hace sentir saudade, nostalgia del más allá de los recuerdos. Después de todo, la buena literatura es una causa feliz.

 

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Álvaro Enrigue / Ahora me rindo y eso es todo (Anagrama, 457 páginas)
Álvaro Enrigue / Ahora me rindo y eso es todo (Anagrama, 457 páginas)

Antes volaba como el viento

En los westerns de antes había indios y vaqueros. John Wayne era el matarife. Los nativos eran Gerónimo, chamán de guerra de los apaches chiricahuas, y sus indómitos guerreros. Después de hora y media de tiroteos, emboscadas, señales de humo y gritería, ganaban los gringos. A la nación apache la masacraron dos veces: en las guerras de Estados Unidos y México contra la Apachería y en el cine.

Poca gente se acuerda hoy de los apaches. Álvaro Enrigue publicó en octubre de 2018 una portentosa novela sobre Gerónimo, Cochís, Mangas Coloradas, Nana y la treintena de hombres, mujeres y niños apaches, que durante décadas controlaron Sonora, Chihuahua, Arizona y Nuevo México. Ahora me rindo y eso es todo (Anagrama, 457 páginas) es la recreación del fin de esa epopeya. Enrigue es un escritorazo, nutrido por tres héroes de la literatura mexicana: don Juan Rulfo, Fernando del Paso y Roberto Bolaño, chileno y todo. Una escritura impetuosa y espléndida.

 

De una vez y para siempre llega ahora a una segunda edición con la Editorial de la Universidad de Antioquia (2019, 194 páginas).
María Cristina Restrepo – De una vez y para siempre llega ahora a una segunda edición con la Editorial de la Universidad de Antioquia (2019, 194 páginas).

La historia también quiere ser ficción

En el año 2000, apareció la primera novela de María Cristina Restrepo, una escritora de racamandaca. De una vez y para siempre llega ahora a una segunda edición con la Editorial de la Universidad de Antioquia (2019, 194 páginas).

Escribir novelas históricas es fatigoso, según tengo entendido. El autor se deja arrastrar por la emoción y empieza a concebir un entorno, una época, unos acontecimientos. Solo al rato descubre que eso es lo de menos. La fortaleza de una ficción histórica radica en las criaturas imaginarias y/o reales que se relacionan con los escenarios inventados. Piensen en Tolstoi con Guerra y paz o en Stendhal con La cartuja de Parma. María Cristina no se queda a la zaga. En la creación de sus personajes abundan la sabiduría, la finura y una envidiable displicencia. Por ejemplo, Rosita, la protagonista, afronta con candidez y sensibilidad toda una vida de sumisión, típica de las mujeres antioqueñas del siglo 19, casi vírgenes, casi mártires.

 

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Es mejor no preguntar (Planeta, diciembre de 2018, 382 páginas),
Es mejor no preguntar (Planeta, diciembre de 2018, 382 páginas),

Si te dejan en ‘visto’, no te pongas a llorar

¿De qué hablan los millennials? ¿Sienten las mismas emociones que los demás mortales? ¿Viven tan vacíos como creen los baby-boomers, o sea, sus abuelitos? ¿Aún se besan? ¿Hacen el amor o follan?

En su más reciente novela, Es mejor no preguntar (Planeta, diciembre de 2018, 382 páginas), Sergio Ocampo Madrid, el sutil columnista de El Tiempo, se metió a inventar la historia de una pareja de veinteañeros contemporáneos, y no murió en el intento. Salió vivito y coleando.

Jacobo Lersundi y Nicoleta Dalmar, en unas imprecisas coordenadas espacio-temporales, se encuentran, se buscan, se consiguen y se enredan. Sergio cuenta su romance con el tono y el estilo de las charlas por WhatsApp. Algunos dirán que ese lenguaje es precario, rústico, casi analfabeta. Para mí, es un dialecto recién nacido y en crecimiento, digno de conocerse y reconocerse. ¿O acaso todo tiempo pasado fue mejor?

 

Miguel Ángel Manrique / Su libro de relatos Las preocupaciones (Taller de Edición Rocca, noviembre de 2018, 198 páginas)
Miguel Ángel Manrique / Su libro de relatos Las preocupaciones (Taller de Edición Rocca, noviembre de 2018, 198 páginas)

No vale la pena sufrir en este mundo

Miguel Ángel Manrique tiene cara de malo de película, mi Dios me perdone la insolencia. Por fortuna escribe muy bien. Una delicia. Su libro de relatos Las preocupaciones (Taller de Edición Rocca, noviembre de 2018, 198 páginas) derrocha desparpajo, picardía y buen humor. Además, su estilo sin artimañas te atrapa y engatusa hasta el último párrafo.

Los Rodríguez, presentes en los 17 relatos, son o parecen una familia disfuncional, apabullados por la incapacidad de ir más allá. El sarcasmo campea en cada página y la ironía se desborda por los semblantes de los personajes. Como Miguel no tiene ínfulas de presbítero literario, la lectura es placentera, preñada de carcajadas y alegrías: una aventura de irrealidades muy realistas. Después de leer estos relatos a mí se me esfumaron las preocupaciones. Gracias, Miguel, y acepte un consejo: haga casting en Netflix. 

 

La ola detenida, de Juan Carlos Méndez Guédez (Harper Collins, 2017, 317 páginas)
La ola detenida, de Juan Carlos Méndez Guédez (Harper Collins, 2017, 317 páginas)

María Lionza, por favor, salva a Caracas

Magdalena Yaracuy es una detective sagaz, muy ardiente en la cama y en la calle, vertiginosa y justa. Por encima de todas las cosas ama y venera a María Lionza, la diosa de Venezuela. Cuando sus investigaciones cojean, Magdalena con fuerza y fe, y las cosas se desenredan con (sobre)naturalidad.

Es la ficción casi real en La ola detenida, de Juan Carlos Méndez Guédez (Harper Collins, 2017, 317 páginas), una historia que mezcla crímenes, intrigas y engaños con la suavidad de las brisas del Monte Ávila y las añoranzas de una caraqueña en el exilio. Lo policíaco desenmascara la violencia exacerbada de una nación en el despeñadero por culpa de unos chafarotes sin ley ni dios. Al final, Magdalena desentrañará los enigmas, restituirá el orden perdido y volverá a su vida feliz: investigar, averiguar, sospechas, espiar, dudar, cavilar, rezar y follar.

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