Por eso, por el hecho de que se haya tenido en cuenta a los ciudadanos, porque se tuvo en cuenta a los peatones y porque el resultado final es muy agradable debemos dar cuenta en esta página de un trabajo bien hecho.
Los peros claro, los hay, lo han denunciado en estas mismas páginas varios lectores y algunos son ciertos. Falta calidad en la instalación de los adoquines; los árboles son muy pequeños; no se sembraron árboles en el costado sur de la Iglesia, el empate con la calle 9 deja mucho que desear y todo esto le resta méritos a la obra, aunque no por ello podemos dejar de sentir alegría por las mejoras en nuestra comuna.
Igualmente, y en la misma línea, la apertura de la carretera a Las Palmas nos ha permitido constatar que esta obra efectivamente quedará estupenda. La reducción de la distancia al aeropuerto, que todo Medellín había rogado desde hace veinte años, por fin será una realidad y el paso que se dio al servicio permite imaginar lo que será este paseo al Oriente. Lo mismo que con la Avenida El Poblado, las obras se pudieron haber hecho más rápido y los interventores pudieran ser más exigentes a la hora de la recepción de las obras.
Agosto es por tradición el mes de Antioquia, en Medellín se celebra la Feria de las Flores y en general en la ciudad el ambiente de fiesta inunda parques y calles. Cada vez más, la Feria acoge más personas y públicos. La transformación es notoria, de una feria cuyo principal atractivo era el Desfile de Silleteros, se ha pasado a un jolgorio de una semana, con altos consumos de licor y excesos de todo tipo. La fiesta, si bien logra el propósito de conmemorar la Independencia de Antioquia no deja de tener desvíos delicados. Por eso, las restricciones al porte de armas, a la movilización de motocicletas con parrilleros y el incremento en la vigilancia son medidas apenas lógicas.
Se debería aprovechar esta fiesta para romper barreras imaginarias y saltar los propios prejuicios, a veces expresados en formas tan simples y evidentes como las palabras cotidianas. Cuántas veces no se oye descalificar a alguien con un término tan denigrante como el estrato social al que pertenece. Normalmente las palabras esconden nuestros propios miedos y por eso es común oír que se insulta con el nombre de un barrio, un oficio, una profesión o el color de la piel. Podría ser este mes el de la oportunidad para celebrar la independencia y leer en nuestras propias palabras esas barreras que las obras públicas intentan eliminar físicamente.
Una acera no es solo el lugar por donde se puede caminar, es también el símbolo de la posibilidad de acceder con igualdad de condiciones y sin barreras impuestas a un lugar. Hacer espacios públicos de calidad es una tarea de la administración municipal. Hacer de la convivencia una forma de vida, del lenguaje un puente entre las personas es tarea de cada uno, y es esa suma de individualidades las que pueden cambiarlo todo.