Más que una opinión la intención de este artículo es presentar una breve descripción de las razones, apenas unas cuantas, que nos ayudaron a desarrollar la campaña que, a partir de esta edición, presentamos como propuesta de diálogo para los lectores de Vivir en El Poblado: El maltrato infantil.
Vivir en El Poblado tiene un compromiso activo con la cultura
Compromiso permanente con la cultura. Esa es una de las premisas fundamentales del trabajo que hacemos en Vivir en El Poblado, la cultura entendida en su sentido más amplio, en su expresión máxima de la creación humana. Sabiendo que no solo representa aquellas expresiones tradicionales de las bellas artes, sino de otras muchas relaciones y explicaciones del hombre con su entorno, al tratar de dar respuesta a las más trascendentales preguntas: ¿Para qué estamos aquí?, ¿por qué nos tocó el mundo que nos tocó?, ¿cómo podemos dejar un mundo mejor?
Que enorme alegría tener la oportunidad en estas líneas de exaltar un hecho que merece el reconocimiento público. Aunque con algunos peros, la primera parte de la nueva Avenida El Poblado quedó muy buena. Es algo que llama la atención, y es muy particular, que todo el mundo ande admirado con unos pocos metros de aceras, unos pocos árboles y unos cables escondidos. Cebras para cruzar en las esquinas y semáforos retrasados. Muy poco para lograr tanto. Tal vez por eso causa admiración que nos sorprendamos de algo que debería ser la constante en toda la ciudad, un espacio público decente.
Volver a clases. Sentimientos enfrentados en las caras de los miles de niños y jóvenes que por estos días tendrán que atender nuevamente su rutina cotidiana. El sufrimiento por los exámenes, la alegría por los reencuentros, los sueños y las angustias. Se inicia esta semana el segundo semestre de clases. De nuevo estudiantes, madrugadas y, claro, tacos en la mañana, al medio día y en la tarde. Congestiones, aprendices de choferes y busetas de todo tipo de aquí para allá.
Abracemos la Universidad De la edición impresa (Edición 322)Hace apenas unos meses nos regocijamos al celebrar el segundo centenario de una institución que llena...
Acostumbrados como estamos a los realities no podemos dejar de ver en ellos ciertas semejanzas con la realidad que nos llaman la atención y nos obligan a proponer toda una suerte de acrobáticas parábolas.
Hace unos años Colombia deliró, porque no puede decirse menos, con las tristezas, franqueza y simpleza de Jaider, el aspirante a Protagonista de Novela, que para lo único que sirvió en su meteórica carrera artística fue para dar testimonio de mala actuación y como comodín de muchos para ejemplificar al malo que por pesar, y sin méritos reales, llega a la cumbre de la fama.
Nadie lo recordará por su increíble capacidad histriónica, y más bien será recordado como aquel “pelaito que no duró nada”. Jaider fue elegido, como decían en el programa, por los votos de Colombia, que contra todo pronóstico y contra toda realidad lo eligió como su Protagonista de Novela.
No es un galán, no sabe hablar, no canta y tampoco baila. Apenas recita, como en un sainete de escuela municipal los pocos diálogos que le dieron para deslumbrar a sus miles de seguidores. Así como dicen de la espuma, se deshizo en un santiamén y hoy, no se le ve ni siquiera haciendo de maniquí en una serie criolla.
Por estos días, en el Factor X, también y como en un regreso al pasado, los cantantes que pretenden llegar a compartir escenario con Shakira y Juanes, han demostrado casi todo, incluso algunos, los más pocos, su capacidad para el canto. Los hay negros, altos, gordos, viejos. Los hay en parejas, en grupo o solistas, igualmente, están los que se encomiendan a la Virgen y quienes no tienen devoción por nadie. Y con base en esas cualidades los televidentes más fanáticos se han dado a la tarea de apoyar a sus candidatos con sus llamadas. Sorpréndase, el que va ganando, contra todo presagio, es uno que como Jaider, tampoco tiene talento para el oficio que pretende. Votan por él sus seguidores, un grupo de aficionados a la lástima, que apoyan a su candidato más porque proviene de una región lejana y para llegar al escenario debió recorrer varias horas en chalupa, que por la belleza de su voz o el timbre de su canto.
Estos dos ejemplos hablan elocuentemente de una costumbre colombiana de pegarse de causas perdidas, apoyamos a Inglaterra en la guerra de las Malvinas y a Estados Unidos en la de Irak, y de nuestra tradición de adherir visceralmente a causas solo por el hecho de ir en contra de otras o por negarlas, o simplemente, por el mero hecho de llevar la contraria. Hoy, a escasos quince días para escoger un nuevo Presidente de la República, estamos enfrentados a un reto similar.
Ha sido tradición que los electores voten no por el candidato que les gusta, o por el que está cerca de su pensamiento, sino por el que puede evitar que “otro” llegue. Así se votó por Samper, para evitar que llegara Pastrana. Por Pastrana para evitar que llegara Serpa, por Uribe porque era inevitable y ahora, el dilema está en si votar por Gaviria para evitar que Serpa llegue a la segunda vuelta; por Serpa para evitar que Gaviria llegue a la segunda vuelta o por Uribe para evitar la segunda vuelta.
Definitivamente, se esperarían argumentos un poco más sólidos y evitar que Jaider o Francisco se conviertan en los Protagonistas de Novela que terminen demostrando lo que ya habían declarado abiertamente en todas sus galas: su falta de talento para la actuación o el canto. Votar a conciencia y por el candidato que esté a la altura del propio pensamiento es la responsabilidad que debemos asumir como ciudadanos este 28 de mayo, por lo menos para poder reclamar después.
Por estos días, y no es nada nuevo, se discute mucho en Medellín el tema del medio ambiente, confundiendo, de manera casi prosaica, ecología con árboles. Claro, el tema ambiental, como algunos otros, son simpáticos a muchos oídos y en términos generales permiten que la mayoría de las personas opinen sin que para argumentar a favor o en contra se requiera algún título profesional.
Hablar de economía, de deportes, de religión, de política y hasta de novelas es asunto que se debate en cualquier esquina y en cualquier café. Normalmente los argumentos no son muy profundos ni exigen comprobación de parte de quien los ofrece.
De igual manera podría decirse que ocurre con el tema del medio ambiente. Cada que se corta una rama de un árbol salta alguien a clamar por el equilibrio del sistema planetario. De cierta forma el asunto nos habla del gran afecto que sentimos todos por los árboles y por el paisaje, pero también, del desconocimiento de la ciudadanía en esta materia. Lo han dicho las autoridades ambientales del Municipio, el proceso para la poda, trasplante o tala de un árbol no es caprichoso ni se hace arbitrariamente.
Es necesario saber que no todo árbol es patrimonio y que la ciudad no ha contado con un manual suficientemente estricto y técnico para el manejo del árbol urbano. Recordemos que apenas hace unos años el Vivero Municipal fue intervenido y que el manejo científico de la flora en la ciudad se ha hecho más a sentimiento de algunos funcionarios preocupados por el paisajismo que obedeciendo a alguna norma.
Solo desde 2004 institucionalmente se ha hecho un trabajo sistemático para catalogar e inventariar las especies vegetales de la ciudad, una a una. El resumen en cifras es muy diciente: Medellín cuenta en sus áreas públicas con un poco menos de 280 mil árboles, de los cuales el 25 por ciento, es decir 70 mil, tienen problemas físicos, y 16 mil están enfermos. Estos 86 mil árboles, el 31 por ciento, deberán ser tratados y posiblemente ser talados, por tanto, el tema de las intervenciones en la flora apenas comienza. Con base en las cifras anteriores, en agosto, cuando sea presentado el Plan Maestro para el manejo del árbol urbano para Medellín, se contará con un instrumento científico que regulará las discusiones bizantinas que se presentan hoy en día.
Tema aparte, que merece toda la atención y que se desprende como colofón de esta situación, es la divulgación que la Alcaldía hace de sus trabajos de impacto en la ciudad. Acostumbrados a un lenguaje cifrado y a convocatorias hechas para cumplir con la Ley, muchas veces los ciudadanos nos encontramos con obras públicas que son sorpresas para la mayoría. Lo que deberíamos estar cuestionando aquí no es las intervenciones en sí mismas, pues se supone que para eso están trabajando los técnicos, ni la conveniencia o no de talas, trasplantes o podas, sino el deficiente manejo de la divulgación y socialización de estos proyectos.
Poca o casi nula fue la divulgación pública que hizo la Alcaldía del Manual del Espacio Público, carta de navegación de las intervenciones físicas y aprobado por el Concejo como decreto en 2002. Pareciera muchas veces que ni los mismos contratistas lo conocen y mucho menos que los interventores lo hacen cumplir. Baste mirar las nuevas aceras de la calle 10A para darse cuenta de que son intervenciones macheteras y descuidadas, hechas a la carrera y torpemente recibidas por los interventores del Municipio.
En síntesis, la ciudad debe contar con cartas de navegación claras en materia ambiental y de espacio público, pero no basta, como lo vemos con el Manual del Espacio Público, con que se produzca un documento como este; es necesario que se divulgue y se de a conocer en todas las instancias, esto incluye al ciudadano corriente, pero fundamentalmente a contratistas, constructores privados e interventores de estas obras.
La ciudad es un compromiso colectivo De la edición impresa (Edición 317)2006 será un año emocionante. Así terminó su intervención el Alcalde al presentar...
Las obras que se ven por todas partes dan alegría y rabia, entre otros sentimientos, pues por un lado se ve que por fin le están metiendo la mano a nuestro barrio, y de qué modo, pero igualmente causan desconcierto pues, a pesar de que en Vivir en El Poblado se han explicado una veintena de veces, hay quienes aún no saben lo que pasa, y eso les molesta.
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