Entre 1935 y 1938, Pedro Nel Gómez pintó un conjunto de once murales en el nuevo Palacio Municipal de Medellín, hoy sede del Museo de Antioquia. La idea fundamental de estas obras radicaba en el desarrollo de una relación estrecha entre pintura y arquitectura en espacios públicos; por ese medio, se buscaba establecer un contacto inmediato con el espectador y fortalecer el valor educativo y político de la obra de arte, a través de una especie de acción subliminal a largo plazo.
En ese sentido, un artista como Pedro Nel Gómez no se contenta con crear una pintura impactante pero de efecto pasajero sino que pretende hablar al pueblo desde los muros, para defender los valores fundamentales de la patria. Por eso, el entonces Palacio Municipal se cubre con pinturas al fresco que exaltan la vida y el trabajo como las instancias fundamentales de la cultura nacional.
En el amplio descanso superior de la escalera principal del edificio, entre el segundo y el tercer piso, desarrolló un conjunto titulado Homenaje al trabajo, dividido en tres partes, que en total mide 4,52 metros de altura por 6 metros de ancho. Por supuesto, la pintura está ubicada en un lugar de paso y, aunque ofrece una visión frontal a quienes suben o bajan las escalas, está concebida para ser vista mientras se camina o, mejor, para acompañar el movimiento del público en este espacio central del edificio. Por eso, su autor no se detiene en pequeños detalles sino que busca la manera de crear imágenes fuertes, cargadas de simbolismo y de poder de recordación.
Cada una de las tres partes del Homenaje al trabajo está centrada en una gran figura femenina y las tres, en conjunto, crean un triángulo que nos permite recorrer la obra y descubrir el papel de la mujer como fuerza y energía esencial de la sociedad: a la izquierda la trabajadora, en un contexto de empresas textiles; al centro, una alegoría de la República yace sobre las montañas, mientras bajo su mirada se despliega el mundo de la industria, de los recursos naturales y del transporte; a la derecha, la mujer embarazada siente el parto inminente, en un medio en el cual la energía eléctrica determina la fábrica y el hogar.
Pero no todo son símbolos positivos. En el plano central, bajo la República pensativa, se contraponen un gigantesco brazo desnudo que, con su puño cerrado, es imagen clara del esfuerzo obrero, y la mano abierta con los dineros mal habidos de los criminales de cuello blanco que refuerzan, como hoy, los ciclos de la esclavitud.
A veces se critica a Pedro Nel Gómez por su insistencia retórica en estos temas. Pero lo que hay aquí es, ante todo, una lección de historia política, social y cultural, en momentos en los cuales el país se enfrentaba a novedosos procesos de agitación y cambio.