En 2010 Medellín fue escenario del primer título de Colombia en el ciclo olímpico. Un triunfo que, además, marcó un hito social y cultural.
2010
Oro, oro, oro… Fueron en total 144 las veces que los narradores hicieron eco de la palabra. Esa que solo fue superada por la que aún resuena en lo más alto de la historia deportiva nacional: campeones.
Y es que aquel marzo del 2010 sigue siendo el máximo logro deportivo del país, al ser la primera vez (y hasta hora la única) que Colombia se ha consagrado vencedora de un certamen del ciclo olímpico. Los IX Juegos Suramericanos de Medellín contaron con la participación de 4.500 deportistas y más de 41 mil espectadores.
Aun así, y antes de poner los reflectores en el hito deportivo, hizo eco en la opinión pública la necesidad de que las justas sirvieran para algo más que para alimentar las vitrinas de los deportistas. Legado, que llaman.
4.500 DEPORTISTAS participaron en los IX Juegos aSuramericanos de Medellín.
En las páginas de Vivir en el Poblado la columnista Olga Clemencia Villegas de Estrada, por esos días anhelaba “conquistar a todos esos visitantes como embajadores de oficio… que nos seguirán convirtiendo en destino predilecto para otros encuentros”. ¿Qué ha pasado desde entonces?
Confrontando el mito
Uno de los principales argumentos de la oposición a la realización de estos grandes eventos es la orfandad a la que suele someterse la infraestructura que emerge durante los juegos. El aeropuerto Ellinikón, en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004; la pista de BMX de Beijing 2008 o el mismísimo parque olímpico de Río 2014 son memoriales al detrimento. Basta con dar un clic en Google.
En el caso de Medellín, la suerte con la que corrieron estos escenarios ha sido otra. El principal conglomerado, la Unidad Deportiva Atanasio Girardot, construida durante la alcaldía de Alonso Salazar, continúa siendo un espacio privilegiado para el deporte, incluso para muchas disciplinas que antes de los Juegos Suramericanos no contaban con espacio para su práctica.
Sería irresponsable atribuir lo que vino en exclusiva a los Juegos; sin embargo, es un hecho que en adelante Medellín mostró que estaba lista para atraer algunas de las citas más importantes del mundo. Algunos ejemplos: la Asamblea de la OEA, el Mundial Juvenil de Fútbol, el Foro Urbano Mundial, el Circo del Sol o el concierto de Madonna. Estos dos últimos realizados en escenarios deportivos renovados durante el certamen suramericano.
¿Y El Poblado?
Hasta hace una década una de las principales solicitudes de la comunidad de El Poblado pasaba por la necesidad de incrementar los espacios públicos para el deporte.
Uno de los testimonios sobrevive en las páginas de Vivir en El Poblado. Allí la jueza de atletismo durante los Suramericanos y habitante de la Comuna 14, Luz Victoria Gaviria, destacaba la escasez de espacios y el deficiente estado de los pocos existentes.
Once años después, la realidad evoluciona. Al consultar a varios ciudadanos de la zona, coinciden en que podrían ser más, aunque reconocen que hay una intención de pensar las obras en El Poblado, más allá de la movilidad.
Quizás el caso más reciente es el Parque Providencia, en los Balsos, que dotó el sector de 22.000 metros cuadrados con canchas de tenis, fútbol, juegos infantiles y gimnasio. Casos semejantes, en mayor o menor medida, son la UVA Ilusión Verde, frente a El Tesoro; la ciclorruta de Las Vegas o los gimnasios al aire libre en la Divina Eucaristía, Manila, Los Parra y El Garabato.
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Escenarios que, de nuevo, no pueden señalarse como consecuencia directa de los Suramericanos, pero que sí son el resultado de una cultura cambiante que tiene una historia para contar: la de una ciudad, más allá de un gobierno, que decidió empezar a priorizar el deporte como oportunidad de inclusión, salud y buen vivir.