Cuando el hombre se enfrenta con cualquier realidad, busca de inmediato la manera de entenderla; por eso nuestro contacto con el mundo es siempre una relación dinámica, de permanente aprendizaje. Sin embargo, aunque por lo general tendemos a mirar las cosas desde un punto de vista racional, sabemos que no todo puede entenderse de la misma manera. Y ese es, quizá, uno de los asuntos que muchas veces dificulta nuestra relación con las obras de arte, porque llegamos frente a ellas con la firme intención de abarcarlas con la razón y los conceptos. Por supuesto, muchas cosas se pueden entender en el arte, y un mayor conocimiento abre las posibilidades de un mejor disfrute; pero las obras se escapan a los conceptos porque, en realidad, se estructuran en un nivel diferente donde ellos no logran operar.
Un ejemplo claro de la imposibilidad de acceder al arte por la vía de lo puramente racional se presenta en obras como Les fureurs l’espirit, de Roberto Matta, una pintura al óleo sobre lienzo, de 153 por 206 centímetros, de 1957.
Matta, pintor chileno nacido en 1911 y fallecido en 2002, se relacionó a lo largo de toda su vida con una cierta forma de Surrealismo, un movimiento artístico que buscó dar salida al mundo del inconsciente y de los sueños. El resultado, como es evidente, no corresponde a los esquemas de una lógica racional ni, en consecuencia, puede ser enfrentado desde ese punto de vista. Pero el problema no se limita a las pinturas surrealistas: todas las obras de arte, desde la antigüedad hasta el presente, se despliegan siempre en el terreno de la sensibilidad y, sin negar nuestra condición de seres racionales, nos invitan a experimentarlas en ese nivel.
Desde un punto de vista lógico no es claro lo que encontramos en Les fureurs l’espirit; no sabemos qué representa el cuadro y ni siquiera el título, –los furores el espíritu–, tiene un sentido lógico. Pero sí podemos percibir la puesta en escena de líneas, formas y colores que generan un espacio dinámico, y hasta el título contribuye a producir la sensación de un despliegue de fuerzas, el furor de las energías vitales.
Como espectadores, podemos suponer que el artista conoce más de cerca el desarrollo de su obra y, por supuesto, entiende muchos aspectos que se nos escapan. Pero tampoco Matta, ni ningún otro artista, tiene un control racional completo, ni podría abarcar lógicamente su obra.
No se trata solo de entender sino, primero que todo, de experimentar, de llegar frente a la pintura con la mente abierta y de darnos tiempo para que se establezca el contacto que buscaba el artista.
Paulatinamente descubriremos su lenguaje y sistema de comunicación. Y entonces comenzaremos a comprender de manera sensible, y a partir de allí podremos pasar al análisis e incluso a la razón y a los conceptos.