Caminamos a diario bajo perspectivas y verdades creadas por una mente racional. Igualmente, cuestionamos y refutamos pensamientos contrarios a los nuestros, intentando esquivar ideas aniquiladoras de nuestra única fuente de seguridad, nuestra mente.
Entre pensamientos toscos y ligeros, pasamos nuestra vida imponiendo nuestra realidad, imaginada en un plano invisible, pero elaborada con cautela por nuestras emociones y experiencias y por los sueños más profundos que escondemos con delicadeza de una cruel sociedad.
La mente poderosa y terca impone, en mayor proporción del tiempo, argumentos vagos y decisiones poco coherentes en lo que realmente deseamos manifestar en nuestro plano físico y material. Con ella, somos capaces de crear dudas y miedos oscuros permitiéndoles gobernar la única esperanza de felicidad y plenitud que nuestra alma pide a gritos, incluso desde antes de llegar a tierra.
Y es que me atrevería a decir que somos utilizados por un órgano vital que nos provee la fuerza de vivir y al mismo tiempo nos quita el aliento de seguir intentándolo. Lo anterior, gracias a que cedemos nuestro control a los pensamientos que diseñamos lejanos a lo que somos por naturaleza, lejanos a nuestro estado del ser, lo que somos realmente, lo que nos define, nuestro yo verdadero. ¿Te has propuesto callar tu mente y escucharte fielmente?
Los conflictos y al mismo tiempo los estados de bienestar, son creados por cada una de las neuronas que a través de la sinapsis se conectan y llegan a expresar deliberadamente al exterior. No obstante, somos más que nuestra propia mente, hay algo más allá de un cerebro puesto en función de supervivencia, y digo supervivencia porque se nos olvidó vivir bajo un propósito de felicidad.
Y ese algo son los sentimientos que brotan desde adentro hablándonos claramente sobre la verdad absoluta que viene de adentro de nosotros hacia afuera. Se nos olvida que son las vibraciones las encargadas de darle un sentido a cada palabra y acción realizada. De igual manera, esas intenciones que florecen desde la pureza del cuerpo son las responsables de poner en el lugar correspondiente, las creaciones sueltas que divagan en nuestra mente.
Esto nos lleva a crear coherencia entre una conciencia pura conectada con nuestro ser y dibujada mágicamente entres líneas imaginarias en la mente. Todo hace parte de nuestra creación, la conexión con una fuente a través de nuestros pensamientos y la expresión de ellos a través de nuestras emociones, son la guía certera del que el camino correcto está en nuestras manos.
Por: Ana F. Vásquez O.
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