De lo pequeño que crea crisis

Todos tenemos claro que estamos atravesando una de las crisis más fuertes de las que se tenga noticia en la historia de la vida en este planeta. Las guerras han dejado estragos y huellas imborrables; las grandes catástrofes naturales y las anteriores glaciaciones y calentamientos nos depuraron. Y ahora aparece un pequeño ser, sin vida propia, en ese punto intermedio entre lo mineral-muerto y la célula viva. Mucho más simple que una bacteria, y cargado de una información que puede modificar el corazón de nuestras células y ponerlas a su servicio. Es un revolcón sin violencia, que toca el corazón de lo que somos como humanos.

Tengo muchas preguntas frente a esta pandemia. Hay muchas hipótesis que van más allá de la simple transmisión del coronavirus a partir de los animales del mercado de Wuhan, o de la extraña posibilidad de que sea un virus modificado en el laboratorio y lanzado al mundo con la intención de crear caos. ¿Será esto posible?

El caso es que estamos frente a un gran desafío. En este tiempo de cuarentena, cuando tenemos la opción de interiorizar, me permito recoger algunas preguntas sobre la pandemia y proponer algunas salidas.

El médico alemán Tomas Cownan plantea una hipótesis que nos lleva a pensar mucho. La mayor parte de las epidemias de enfermedades virales masivas, han estado relacionadas con el período que sigue a la instalación de redes eléctricas y electromagnéticas en el planeta. A raíz de la primera guerra mundial desde fin de 1917 se introdujeron numerosos radares alrededor de la Tierra y las ondas de radio inundaron el entorno. Y justo en 1918 asistimos a la gran epidemia de gripa española que deja entre 20 y 40 millones de víctimas. Para 1968 aparece en Hong Kong la gripe asiática que coincide con el período que sigue a la ubicación de una gran cantidad de satélites a la altura del cinturón exterior de Van Allen1

En 2003 se introduce la tecnología 3G y ese año aparece el brote de SARS. En el 2009-10 la gripa porcina o gripa A (H1N1) después de la introducción del 4G. Y a finales de 2019 se introduce el 5G. Curiosamente la región de Wuhan es de las primeras regiones conectadas a esta nueva tecnología. ¿Coincidencia o causalidad?

“Las enfermedades son imágenes espejo de la vida actual, especialmente cuando afectan a toda la humanidad, como es el caso del COVID-19. Lo que promueve esta enfermedad está muy relacionado con lo que está sufriendo nuestra sociedad de rendimiento. El virus nos muestra lo valioso que es el regalo de la vida. Para encontrar la salida a esta enfermedad, es importante considerar las perspectivas ecológicas y cosmológicas del ser humano y la naturaleza”: M. Girke y G. Soldner.

La salutogénesis habla de la resiliencia como un factor espiritual importante para mantener y recuperar la salud. Existen muchos testimonios, que pueden estar relacionados o no con experiencias religiosas, pero que se pueden considerar prácticas espirituales, que refuerzan a la persona en el ámbito anímico y físico.

La pregunta que nos hacemos es: ¿Cómo se puede ayudar a las personas asustadas que no conocen la oración, la meditación o una actitud devocional y es posible que ni puedan entenderlas? Encuentro una buena ayuda en las palabras de Rudolf Steiner: “Nuestro cuerpo físico consiste en fuerzas esperanzadoras. No solo los átomos y las moléculas unen nuestro cuerpo físico, sino que nuestro cuerpo físico se mantiene unido por la esperanza para aquellos que miran más profundamente”. (GA 130) Esto significa: la esperanza y la confianza en los buenos poderes de la existencia son ahora lo más importante y actúan en todas las situaciones de la vida.

“Nadie se salva solo”, subrayaba el Papa Francisco en su reciente Urbi et Orbi. Ahora que estamos solos, tenemos una gran claridad sobre la importancia de lo colectivo para mantener la vida. La esperanza y la solidaridad son alimento para el espíritu humano, para el Yo que está siendo vulnerado en su integridad.

Un estado de ánimo mental positivo y proactivo significa un menor riesgo de enfermedad. Debemos enfrentar el miedo y la ansiedad mediante el propio esfuerzo. Un pensamiento claro y un estado anímico equilibrado, reducen la disposición a la enfermedad. Desde el punto de vista espiritual, surgen grandes preguntas: ¿Cuál es la advertencia de las enfermedades pandémicas a la humanidad?

Es necesario reflexionar sobre una posible y necesaria reorientación social, una redefinición de valores y objetivos. El modelo social y económico actual no es viable. Vivimos en un mundo unipolar, dominado por el modelo neoliberal, donde se enriquecen unos pocos y la brecha es cada vez mayor. El coronavirus es la punta del iceberg del gran problema que vivimos, pero una oportunidad única de repensarnos, de replantear nuestras relaciones, nuestro estilo de vida y la relación con el planeta.

1 El cinturón exterior de Van Allen, zona de alta emisión radioactiva que se extiende desde 15.000 km hasta 58.000 km de distancia de la tierra, y afecta a satélites de órbitas altas/medias, entre ellos los geoestacionarios, situados a unos 36.000 km de altitud.

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