Este tiempo de cuarentena no ha sido fácil para muchos. Aunque los afortunados hemos tenido trabajo –incluso más que el normal en algunos casos–, el encierro y la monotonía nos van pasando la cuenta. Para los tiempos libres están la lectura, la música, el ejercicio. Sin embargo, muchos anhelamos el campo, las montañas, los bosques y la fauna silvestre.
En mi casa soy yo el encargado de sacar a pasear a las mascotas. Por supuesto, aprovecho esos veinte minutos de gloria para caminar, estirar un poco las piernas y apreciar el paisaje. En particular, aprovecho la salida para buscar aves diferentes a las que llegan a mi balcón.
Yo no soy el más experto, ni el que más lleva en este tema de la observación de aves. Sin embargo, ya tengo muy claro cuáles son las especies que puedo esperar ver en la zona donde vivo. Por eso me sorprendí esta semana cuando vi dos especies que no esperaba ver en esta parte de la ciudad.
Primero sentí un alboroto y miré al cielo buscando las loras reales, tan comunes en el sur del Aburrá. Sin embargo, lo primero que vi fueron unas colas largas, propias de las guacamayas. Pero estas son unas guacamayas pequeñas, llamadas guacamayejas carisecas. A lo lejos afiné los ojos y vi su característica cara blanca. Inmediatamente pregunté a mis amigos expertos si estaba loco y me dijeron que era posible verlas, aunque no es tan común en estos tiempos.
Mientras me reponía de la felicidad que sentimos los pajareros al ver especies nuevas o inesperadas, vi venir desde el occidente un ave muy grande. Me quedé viéndola con el mayor detenimiento posible (lamentándome por no haber sacado la cámara o los binoculares) y me di cuenta de que era otra especie poco frecuente en esta zona: una guacamaya azul y amarilla. Volví y pregunté y esta vez tardaron más tiempo en aparecer voces de apoyo, ya que esta no es la distribución normal de esa especie.
N es normal ver estas aves por aquí. Las guías dicen, por ejemplo, que las guacamayejas no se encuentran por encima de los 1.100 m s.n.m (el río Medellín está a más o menos 1.400). Nos hemos acostumbrado a ver las guacamayas bandera (las rojas, azules y amarillas), pero me explica un amigo que para muchos es claro que son producto de liberaciones o escapes del zoológico Santa Fe en los años 90 y han logrado acostumbrarse a las condiciones del Aburrá. De hecho, me cuenta mi amigo, eran más comunes las azules y amarillas en los 90 y tal vez fueron perdiendo territorio ante las bandera.
Hemos aprendido con el tiempo que las liberaciones de fauna no se pueden hacer a la ligera. Existe una autoridad y muchos expertos que asesoran y controlan el proceso de liberación para evitar impactos en la fauna y la flora locales y garantizar el bienestar de las especies liberadas. Tristemente, muchas personas insisten en tener animales silvestres como mascotas. Peor aún, cuando se cansan de ellas o se preocupan por las sanciones que esto acarrea, deciden soltarlas sin pensar en el daño que pueden ocasionar.
Las guacamayas se han vuelto ya parte de la fauna local. Siempre será un placer escuchar su algarabía y ver su elegante vuelo por el Aburrá. Si ahora podemos ver otras dos especies más, ¡bienvenidas!
Esperemos que no sea a causa del inhumano mercado de fauna silvestre, hoy tan preocupante, entre otras cosas, por su relación con la pandemia que nos tiene encerrados en primer lugar.