Medellín no tiene mar

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No pensamos más allá de lo que vemos y experimentamos. Es claro que nuestros hábitos de consumo y nuestra generación y el manejo de residuos sí afectan la salud de los ecosistemas marinos.

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) se acordaron entre muchos gobiernos nacionales. Cada país debe establecer sus propias estrategias, con el fin de contextualizar este compromiso y buscar su cumplimiento, considerando sus realidades y recursos. Para esto, el Consejo Nacional de Política Económica y Social (Conpes) emitió la Estrategia para la Implementación de los ODS en Colombia.

Por: Santiago Mejía Dugand
Por: Santiago Mejía Dugand

Las ciudades son ampliamente reconocidas por su contribución, tanto a los problemas como a las soluciones relacionados con la crisis ambiental global. A pesar de ocupar solo el 2 % de la masa terrestre, albergan más de la mitad de la población mundial, consumen dos tercios de la energía y son responsables de más del 70 % de las emisiones de CO2.

Estas y muchas otras cifras nos dan una pista acerca del papel fundamental que juegan las ciudades en la lucha contra el impacto ambiental de las actividades humanas. Grandes ciudades han adquirido un poder político y económico innegable. Muchas de ellas, además, han asumido retos mucho más ambiciosos que los gobiernos nacionales. En países como EE.UU., que se retiró de los Acuerdos de París, las ciudades más importantes han reiterado su compromiso y asumido posiciones que favorecen la lucha contra la crisis ambiental global, aun en contra del gobierno federal. Es claro entonces que las ciudades deben localizar más las estrategias de implementación de los ODS.

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El caso local

Medellín es una de las ciudades colombianas más adelantadas en este sentido. El documento del Consejo Municipal de Política Económica y Social del Municipio de Medellín (Compes) N° 1 y la Agenda Medellín 2030 son prueba de ello. La ciudad hizo un esfuerzo significativo para incorporar los ODS al plan de desarrollo y a sus procesos de planeación.

Durante una de sus presentaciones, el exalcalde Federico Gutiérrez mencionó que “el 70 % de los indicadores ODS se pueden medir en el Plan de Desarrollo de la ciudad, pues hay unos que no aplican, como la protección de océanos”. Entiendo de dónde viene esta conclusión: no estamos entrenados (ni equipados, evolutivamente hablando) para pensar más allá de lo que vemos y experimentamos. Sin embargo, es claro que no estamos desconectados de lo que pasa en los océanos: nuestros hábitos de consumo y nuestra generación y manejo de residuos (tanto residenciales como industriales) afectan (y aquí me lanzo a la picota) directamente, no indirectamente (como también lo mencionó el alcalde) la salud de los ecosistemas marinos.
De hecho, la definición del objetivo por parte de la ONU reza: “De aquí a 2025, prevenir y reducir significativamente la contaminación marina de todo tipo, en particular la producida por actividades realizadas en tierra, incluidos los detritos marinos y la polución por nutrientes”.

Limpiar los ríos es limpiar el mar

Según el Grupo de Liderazgo Climático C40, 90 % de las ciudades del mundo son costeras. Es claro que estas tienen un impacto más inmediato (y en muchos casos mayor) sobre la vida de los océanos. Sin embargo, no estoy de acuerdo con que este ODS “no aplique” a ciudades interiores como Medellín. Esfuerzos por limpiar el río también son esfuerzos por limpiar el mar. Cambios en las dietas en la ciudad también son esfuerzos por proteger la vida marina. Los turistas “cachacos” que van a la costa también se traen la responsabilidad y el impacto con ellos cuando regresan a casa.

Muchas de estas cosas son difíciles de medir o no aplican por temas geográficos, esto no lo discuto. Sin embargo, muchas otras deberían incluirse en las estrategias de ciudad. Es más, muchos de los esfuerzos que ya se hacen deberían conectarse con este objetivo. Los ODS están interconectados y son responsabilidad de todos. Entiendo que los compromisos implican esfuerzos y costos, pero desafortunadamente no podemos darnos el lujo de librarnos de nuestras responsabilidades.

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