En 2003 los paramilitares dieron la orden de celebrar con gran cantidad de pólvora, en la madrugada del primero de diciembre, como forma de notificar también su control de la ciudad.
El amigo Ricardo Ferrer propone que comencemos desde ahora la campaña ciudadana para que no usemos pólvora en las celebraciones de fin de año. Pide que seamos los ciudadanos quienes iniciemos, en nuestras familias, con los amigos, los compañeros de trabajo y las redes sociales, el llamado a no usar pólvora en las festividades y en especial a no apoyar, por acción (quema masiva de pólvora detonante) u omisión (servir de “espectadores”), la llamada “alborada”.
Se trata de iniciar desde ya, y pedirles a las administraciones municipales y departamental que también lo hagan, no solo como campaña, sino como acciones de control, un llamado a no usar pólvora en esas festividades. Esto implica pedir que los concejos municipales y los alcaldes nieguen permisos de producción y comercialización, y que los organismos de seguridad desmantelen fábricas clandestinas y desarticulen redes de distribución que seguramente están activas ahora.
La pólvora ha sido usada en todo tipo de celebraciones, oficiales, paganas y religiosas, desde la colonia hasta nuestros días. Algunos, crecimos en familias para las que la pólvora era un elemento más, con la comida y la bebida, de las celebraciones de Navidad y año nuevo, siempre supervisados por mayores y en “sano juicio”. Desde finales del siglo pasado, con la multiplicación de accidentes producidos por el mal uso de la pólvora, y la actitud agresiva con la misma, ya no como festejo, sino como reto, como signo de poder, entendimos que la pólvora como elemento de celebración, había llegado a su fin.
Las campañas oficiales contra el uso de la pólvora en las festividades tienen ya décadas en Antioquia, pues el número de quemados por esos artefactos, tanto por parte de adultos, y en especial de niños, se convirtió en uno de los problemas de salud más relevantes de esta sociedad. En Medellín, es mayor ese llamado desde 2003, cuando los paramilitares dieron la orden de celebrar con la mayor cantidad de pólvora posible su desmovilización, en la madrugada del primero de diciembre, como forma de notificar también su control de la ciudad.
Pese a subidas y bajadas en el número de afectados anuales, cada año hay que volver a este llamado a no usar la pólvora en las festividades, por su impacto negativo en la vida. Niños y adultos mayores sin su descanso, fauna y flora deteriorada o muerta, personas quemadas, mascotas alteradas, forman parte de ese efecto perverso del mal uso de la pólvora, cuando se vuelve más un arma de destrucción, que elemento de celebración.
Creo que debemos apoyar la iniciativa de Ricardo y desde ya iniciar nuestro llamado ciudadano a no usar pólvora en las festividades. Que la campaña comience entre ciudadanos, sin que ello elimine la responsabilidad de las autoridades para hacer lo propio, puede generar resultados diferentes. Se trata de invitarnos entre nosotros mismos a celebrar sin pólvora, a congratularnos con la vida, sin afectar la de los demás. Uno de tantos propósitos conjuntos que nos hace falta impulsar.