El diálogo sobre el abuso y el acoso es inaplazable en contextos escolares, laborales y familiares. De eso, sí se habla.
A Daniel Quintero, alcalde de Medellín, le aparecieron a mediados de junio dos señalamientos por presunto acoso sexual. Fueron dos periodistas las que hicieron públicos los casos (luego las denunciantes les dirían que no hablarían más) y en un rifirrafe en Twitter recibieron la respuesta del mandatario. Días después, el huracán se fue para Eafit, cuando una cuenta, también en Twitter, reportó desde el anonimato conductas de acoso sexual que presuntamente involucran a profesores. Y también fue en la Universidad de Antioquia y en varias orquestas de la ciudad. En Colombia, ocho mujeres dijeron haber sido acosadas por el director de cine Ciro Guerra.
¿Qué hacer? Se ha dicho que del acoso y del abuso en contra de las mujeres no se habla, es tema tabú, prohibido en muchos ambientes pues, en muchos casos, se considera un asunto del ámbito privado. Se esconde para proteger a la víctima. O ¿será al victimario?
Y hoy, después de lo sucedido no solo en el último mes, sino en los últimos años con el movimiento Me Too aparece un llamado: del abuso, del acoso y de las violencias contra las mujeres sí se habla.
“El modelo de crianza les ha enseñado a muchos hombres que hay comportamientos normales, naturales. Creen que pueden hacer muchas cosas”, dice Jenny Giraldo García, comunicadora social experta en asuntos de género.
“En una conversación de mujeres siempre existirá el tema, siempre habrá quien diga que ha sido víctima”, explica Valeria Mira, abogada. Y los hombres, desde su posición, cuestionan, preguntan por qué no se puede hacer un piropo, por qué no se puede mirar. “Disfrazan el acoso de seducción. Cuando un hombre está buscando establecer una relación sexoafectiva, así sea para una noche, debería saber cómo comportarse. Los límites del consentimiento son muy claros, porque sí hay una diferencia entre el galanteo y el acoso, y los hombres lo saben”, dice Jenny.
Artículo de interés: Acoso sexual: ¿contribuye el anonimato a hacer justicia?
¿Normal?
Pero en palabras de ambas expertas, el abuso y el acoso se han normalizado. Valeria, por ejemplo, dice que como mujer sabe que no puede disfrutar el espacio público en las mismas condiciones que los hombres: “por ejemplo, ya sé que cuando salgo y voy hacia el bus, el señor de los aguacates siempre me va a decir algo. Sé que hay espacios de la ciudad que están vetados para mí, en los que no debo caminar sola a ciertas horas de la noche. A los hombres no les pasa eso”. Y es que el fantasma siempre está presente: en la calle, el trabajo, con la pareja, con la familia, “siempre hay un tío o un primo que te abraza más que suficiente para poderte sentir los senos”, dice Jenny, quien agrega que estas actitudes no deberían verse como normales.
En el colegio en el que trabaja, Isabel Correa ha hecho una labor para que, precisamente, estos comportamientos no sean vistos como naturales. “Es más fácil de entender para los estudiantes que para los papás. Para los segundos, que son de otra generación, el asunto siempre ha existido y no tiene problemas”.
Artículo de interés: “En una relación de poder, el coqueteo y el piropo son acoso”
Isabel recuerda un caso en el que una de sus mejores estudiantes dejó de asistir a clase. Después de indagar, supo que había sido víctima de una violación. Ella guardaba silencio y su mamá, sabiendo, también se quedó callada. Cuando finalmente se decidió a hablar, “se encontró con un profesional que lo primero que le insinuó es que ella tenía la culpa por la forma en la que vestía”, cuenta Isabel.
Del abuso y del acoso sí se habla y hay que hacerlo desde la niñez, eso “nos permite desnaturalizar esas conductas”, argumenta Valeria. Hacerlo, hace que haya cuestionamientos: mujeres que se dan cuenta de que fueron víctimas, hombres que se dan cuenta de que fueron victimarios. “Muchos amigos hoy son conscientes y hacen la tarea para que hijos e hijas reciban información y puedan romper la cadena”, termina Jenny.