Acoso sexual: ¿contribuye el anonimato a hacer justicia?

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Hay una seguidilla de denuncias de acoso sexual en Medellín y en el país. Instituciones como Eafit, la Universidad de Antioquia, la Orquesta Filarmónica y la Red de Bandas fueron señaladas. También Daniel Quintero, alcalde de Medellín, y el director de cine colombiano Ciro Guerra.

Supimos de las denuncias de acoso sexual en Eafit gracias a un movimiento denominado Me Too Eafit. Tienen cuenta en Twitter y en Instagram. Invitan a denunciar anónimamente situaciones que hayan sucedido en la universidad. Queríamos que nos explicaran más el por qué de esta iniciativa (nos queda claro que es visibilizar el acoso) y por eso les escribimos un mensaje privado en su cuenta de Instagram. Les dijimos que queríamos profundizar información.

“Hola Juan Pablo, claro que sí, por cuestiones de anonimato y cuidado de nuestra integridad debemos buscar un medio idóneo para ello”, nos respondieron. Para nuestra labor como periodistas es importante saber quién es nuestra fuente, eso les contestamos y les ofrecimos proteger su identidad en la nota que escribiríamos. No respondieron más.

Las denuncias de violencia y acoso sexual están, quien quiera puede leerlas en Instagram y Twitter (@metooeafit). Pero para desarrollar un trabajo periodístico y, más allá, para que se haga justicia, es necesario que las fuentes se identifiquen.

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Eafit respondió a la situación con un comunicado: “en octubre de 2018, la Universidad  Eafit aprobó y activó el Protocolo para la Equidad de Género y la Sexualidad Diversa en el que se determinó la ruta de atención de los casos por abuso, acoso sexual, discriminación e irrespeto a causa del género, la raza, la ideología o la preferencia sexual; y se creó así un canal formal para recibir las denuncias con la garantía de guardar absoluta reserva sobre los hechos y los trámites realizados en el marco del respeto”.

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Pero, ¿qué más se puede hacer? Para Carolina Gómez, abogada y feminista, es tiempo de que las instituciones empiecen a valorar más las denuncias. En el caso concreto de Eafit “estudiantes narran cómo profesores y directivos han ejercido de manera sistémica abuso y acoso en su contra, sin que se tomen medidas a pesar de las quejas presentadas”, explica. Y que se repitan, semestre tras semestre, da cuenta de que no se han tomado acciones contra ellos. Sin embargo, también es consciente de que el anonimato “como forma de denuncia nos expone mucho más al escarnio público pues así como la víctima obtiene visibilidad, los victimarios y el colectivo en general también la obtienen y no de la mejor manera”.

Carolina explica que es legítimo que un periodista y un medio de comunicación protejan a sus fuentes, sin embargo, “cuando hay anonimato, no hay resolución del tema y queda en el aire la idea de que proviene de una retaliación de la mujer”, explica. Y ahí es donde se hace el daño, porque se da pie para que ocurra lo que siempre sucede cuando una mujer se anima a denunciar: “de víctimas pasamos a culpables, ante una violación o abuso, las preguntas que hace la sociedad en general son dónde y con quién estábamos, por qué íbamos vestidas de esa manera y por qué estábamos en ese lugar”, agrega Gómez.

Para ella, las redes sociales se han convertido en un mecanismo de denuncia porque, en primer lugar, el acoso sicológico generalmente no es castigable penalmente. Pero esta práctica puede desdibujar lo que hay detrás de la denuncia. Para Carolina, sin embargo, este tipo de visibilización tiene varias explicaciones: la primera es la poca efectividad de una denuncia formal; la segunda, un sistema jurídico poco formado o con funcionarios cómplices que desestiman la situación; y la tercera, “el juicio de reproche al que se exponen las víctimas”.

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Como abogada, su recomendación es empezar a recopilar evidencia una vez se detecte un caso de abuso (físico o emocional). Y es que el tema es sensible, pues mientras las mujeres generalmente carecen de pruebas para denunciar, el acosador puede usar simplemente una publicación en redes sociales para demandar por injuria y calumnia. “No vivimos con una cámara pegada al cuerpo y lo difícil es que todas hemos sido víctimas en algún momento de la vida”, explica. El asunto es que, muchas veces, cuando se hace público, la respuesta de la sociedad y de las autoridades es que se trata de “mujeres histéricas”.

Por eso denunciar en redes es problemático. “Hay que diferenciar el acoso con actitudes o comentarios que nos incomodan y que son iguales de reprochables”. El tema es que, al llevar las cosas a Twitter o Facebook, la víctima obtiene visibilidad, “pero el victimario también y hemos visto que gran parte de la sociedad tiende a ponerse de su lado”.

Carolina hace entonces el llamado a la denuncia formal “para proteger a la víctima y señalar concretamente al victimario”; de ese modo, además, se obtendrá una sanción moral más potente que una exposición en una red.

Finalmente, las víctimas pueden denunciar acoso a la línea 123 Mujer, a la Línea Morada y buscar apoyo en los diversos colectivos feministas de la ciudad.

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