/ Gustavo Arango Anselmo dijo sentirse muy honrado y contento de tener por esposa a una mujer virtuosa y bella, pero le confesó a su amigo que lo venía carcomiendo la duda. “Por eso te pido que intentes seducir a mi mujer. Sólo al comprobar que se resiste a tus avances, tendré certeza absoluta”
/ Gustavo Arango Con tres frases Dylan destruyó todo el montaje de la industria editorial y se encargó de recordarnos que el impacto de una obra –una canción, una novela, un epigrama–, si es auténtico, es un milagro secreto en el corazón de quien la acoge
/ Gustavo Arango Tal vez la vida no nos alcance para entender lo que ocurrió en el Atanasio Girardot la noche en que debía disputarse una final de campeonato. Algo me dice que esa noche también honrábamos los muertos que ha dejado esa monstruosa virtud que conocemos como “la verraquera paisa”
/ Gustavo Arango La oposición ignora que cada vez que lo menciona lo legitima; que toda la energía que se invierte en prestarle atención y reaccionar a lo que dice o hace es una manera de darle poder sobre nuestras vidas
/ Gustavo Arango Inglaterra, Colombia o Estados Unidos han decidido suicidarse. Cuando se pierde el sentido del valor de la vida, cuando sentimos que nuestras condiciones son miserables, nuestros actos los dicta una curiosa voluntad de mandarlo todo al carajo
/ Gustavo Arango El Premio es una inyección de vitalidad para una institución moribunda. Podría decirse que el Nobel necesita más a Dylan que Dylan a ese premio desprestigiado. Por eso es tan hermoso e interesante el silencio del ganador
/ Gustavo Arango Pasé el resto de mi vida queriendo descubrir el rostro esquivo y luminoso del verdadero amor. Cuesta admitir que uno nunca estuvo enamorado o que confundió lo que sentía o que no estaba preparado o que las ganas de sentir lo obligaron a convencerse de que amaba
/ Gustavo Arango Don Ramón de Zubiría decía que la biblioteca no es solamente aquellos libros con los que uno quiere vivir –los que ayudan a vivir–; hay algo que hemos olvidado: los libros nos ayudan a bien morir
/ Gustavo Arango Si quieres lograr algo, quédate callado; de lo contrario los otros querrán impedir que lo logres o arruinártelo. Oculta, oculta, oculta a como dé lugar, si quieres que nadie se interponga entre tú y el cumplimiento de tus deseos
/ Gustavo Arango Somos cursis, patéticos, somos niños que lloran, que piden ser amados, que frente al abandono reaccionan con ira o con dolor. Todo eso lo sabía muy bien Juan Gabriel, ese juglar que acaba de dejarnos
/ Gustavo Arango Muchos torcieron el cuello, indignados o perdonavidas, en dirección a la muchacha. La explosión de entusiasmo sería perdonable en una niña, pero a su edad parecía cruzar el límite del decoro
/ Gustavo Arango Ocurrió en algún pueblo de Antioquia que es todos y ninguno. A un hombre que tenía una carreta le encargaron llevar a Jesusita a la ciudad donde estaba decidido que se convertiría en monja…
/ Gustavo Arango Nunca he sido amigo de los biopics, porque pienso que nos dicen más del director que del biografiado. Pero dejé de lado mis reservas para ver Genius, porque es raro ver en el cine escritura y edición
/ Gustavo Arango No está en la lista de personas con quienes quisiera conversar, porque frente a su inteligencia me sentiría como un idiota; pero siempre quise asistir a uno de sus programas. Mi hija consiguió las entradas
/ Gustavo Arango Con el tiempo los grilletes de la gente fueron computadores de bolsillo que hacían de todo: eran teléfonos, cámaras fotográficas, ordenadores. Empezamos a preferir tomar fotos y grabar videos, en lugar de mirar con el ojo pelado
/ Gustavo Arango Al principio pensé que alguien había inventado un seudónimo para hacerme una broma. Pero al visitar su blog comprendí que don Ian tiene una extensa reflexión sobre las relaciones entre el arte y el espacio, que el español no es su primera lengua y que le gusta leer sus propias lecturas
/ Gustavo Arango Ninguno sabía de la existencia de Sterog, ni de su gesto en el momento en que el juez ratificó la sentencia de muerte. La boca abierta de la estatua parecía estar gritando a la inmensidad del universo aquellas palabras aterradoras: “Tengo a Dios por testigo de que todo lo he hecho por amor”
/ Gustavo Arango Hace ya veinte años, cuando tuve el privilegio de ser el primer periodista a quien Dolly le dio una entrevista después de la muerte de Onetti, me mostró que en el interior de las tapas de sus cuadernos su marido siempre escribía aquellas iniciales
/ Gustavo Arango Entró a un pub y preguntó, pero nadie sabía de Chesterton y mucho menos de cementerios. Pidió “fish and chips” y una cerveza, se conectó al wi-fi y le pidió a su padre –que estaba al otro lado del mundo– que la ayudara a ubicarse
Quizás el libro pueda y deba leerse como la estupenda conjunción de tres universos paralelos, tres inspiraciones en paralelo de un alma estremecida por la literatura, los desengaños amorosos, la muerte del padre y la búsqueda de su fibra interior para construirse una cosmogonía propia
/ Gustavo Arango “Tal vez la casa tiene defectos de construcción”, dijo uno, y alguien recordó que meses atrás fue necesario hacer reparaciones en el techo. Otros conjeturaron que había un negocio turbio en el sótano. “Puede ser una imprenta de billetes falsos”
/ Gustavo Arango La escritura empezó hace más de treinta años, cuando asesinaron a mi padre. El absurdo y la crueldad de este valle de la muerte me hicieron pensar en morir o escapar. Incapaz de darle más dolor a mi familia, me propuse escribir una novela
/ Gustavo Arango La humanidad entera también viaja en el barco. Allí están las hipocresías de los privilegiados, la sumisión rencorosa de los subalternos, y la tierra de nadie –llameante y telúrica– de la servidumbre
/ Gustavo Arango García Márquez no paró de hablar día y noche sobre el oficio, sobre su vida y sobre sus relaciones con gentes principales. En medio de todo aquello dijo sin mucho énfasis que el cuento que más le gustaba era uno de W. Somerset Maugham, titulado P.O.
/ Gustavo Arango Pasó el tiempo, y los niños llegaron a ser hombres corpulentos y valientes, muy diestros en las armas, capaces de vencer cualquier obstáculo que hallaron en las expediciones que emprendieron
/ Gustavo Arango El hombre miró el fondo de la hondonada y vio que allá abajo había un dragón horrendo que echaba fuego por los ojos y lo estaba mirando con gesto terrible, con la boca abierta y esperando a que cayera para tragárselo
/ Gustavo Arango Enloquecido por los celos, Du Fayel planeó la más terrible venganza. Le ordenó al cocinero que macerara el corazón y lo mezclara con carne
/ Gustavo Arango Los títulos de cortesía proliferaron de manera tan absurda, que Felipe III se vio obligado a reducir los protocolos a la fórmula “el Rey Nuestro Señor”. Así dejó de lado los atributos fantásticos y epítetos desmesurados
/ Gustavo Arango Aquel hombre procuró gobernar con discreción y sin soberbia. De manera silenciosa empezó a trabajar para su propio beneficio, buscando la manera de no morir de hambre ni de frío cuando la multitud viniera a desterrarlo
/ Gustavo Arango El pajarito saltaba entre el altar y las bancas y cantaba con dulzura celestial. Parecía estar hablándole al monje y, por los saltos que daba en dirección a la puerta y su elocuente manera de volverse a mirarlo, era evidente que quería que lo siguiera
/ Gustavo Arango Ella, por su parte, no dejó de repetirse sus palabras: “absolutamente todo puede sucedernos y vamos a estar siempre contentos y queriéndonos”. Sólo ella y su esposo existían en el mundo. El resto de la gente era como piezas de utilería
/ Gustavo Arango Es grande la tentación de hacer con la literatura colombiana lo que Disraeli hizo con los clásicos. Pero, cuando uno piensa en los castigos que podría recibir si se metiera con las vacas sagradas, comprende que es mejor seguir leyendo tranquilito
/ Gustavo Arango Un mal mucho mayor es la proliferación de pretendidos escritores que no entienden ni respetan el oficio literario. Cuentachistes, culebreros, escribientes que no leen y confían en que la ignorancia de su público dejará ocultos sus disparates
/ Gustavo Arango Es certera, sin sentimentalismos, la descripción del encuentro de Archie con la chica, del enamoramiento, de sus reuniones secretas a pesar de que la relación es imposible. En el llanto de la chica con que termina la novela, la tierra toda y hasta Dios mismo parecen estar llorando
/ Gustavo Arango Robert Louis Stevenson no es solo el autor de una novela de piratas y tesoros escondidos. Él mismo es un tesoro escondido. Para Borges, la suya es la mejor prosa en inglés
/ Gustavo Arango Todo se resume en esa palabra: la importancia de la lectura y la escritura, la necesidad de formarse un criterio, el hecho simple y decisivo de que cada uno está a cargo de su vida
/ Gustavo Arango Me tienen hasta la coronilla las redes sociales y los militantes del teclado: que los derechos de las lechugas a morir dignamente, que los videos virales, que el virus que acabará con la humanidad...
La obra Santa María del Diablo fue galardonada, en la categoría de Mejor Novela Histórica en Español, durante el congreso de la American Library Association
/ Gustavo Arango La insaciabilidad es de esas novelas que se leen con la vergüenza ajena de saber que el escritor nos ha abierto las puertas de su alma, y que no queda caverna sin explorar
/ Gustavo Arango Queda la sensación de que después de tanto estruendo empieza oficialmente el olvido al que este pueblo de espejos acostumbra condenar a aquellos que se señalan con sus méritos
/ Gustavo Arango Seamos justos, mi querido don Juan, comparada con la prosa “entelerida” que hoy en día nos quieren meter por literatura, Minas, mulas y mujeres es un verdadero clásico
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