Uno de los conceptos que más definiciones tiene dentro de las Ciencias Humanas y Sociales es Cultura. Filósofos, literatos, poetas, sociólogos, economistas, historiadores, sicólogos, siquiatras y antropólogos intentan ponerse de acuerdo y coinciden en muchas de sus aseveraciones, convirtiéndolo en un concepto de permanente discusión y análisis para la historia del conocimiento humano. Desafortunadamente, como resultado de su devenir histórico, hoy Colombia está gobernada por una clase política cuya mayoría de representantes ignora de manera tajante lo que es cultura, razón por la cual legisla como legisla… a los trancazos.
La nueva ley sobre conductores ebrios y toda su normativa, además de estar llena de falencias, también produce y producirá auténticos estragos, obviamente, sin sangre y sin muertos. ¡Claro que había que legislar! Pero nuestros senadores legislaron en caliente, motivados más por un afán de protagonismo y oportunismo político (lograr buena imagen durante el periodo preelectoral y ganar puntos para la repartición de la mermelada) que por un auténtico sentido de ordenamiento social. En otras palabras, el exitoso resultado porcentual que han surtido las medidas se pudo haber conseguido con base en una norma mucho más depurada “en lo circunstancial” y no caer así en tremendas generalizaciones y exageradas puniciones; no en vano, Bertrand Russell afirmaba: “Las estadísticas son la manera más elegante de decir mentiras”.
Permítaseme entonces formular algunas preguntas, con la intención de advertir que lo legislado fue precipitado y está causando daños socioeconómicos que, sin estar teñidos de sangre, serán de tremendo perjuicio. Veamos: ¿Con qué recursos suplirán sus partidas para educación y salud aquellos departamentos cuyas licoreras son auténticas cajas de tesorería? ¿Se tiene conocimiento del número de empleos que serán cancelados en restaurantes, clubes, bares, discotecas y hoteles a nivel nacional? ¿Se tiene calculado el número de locales que cerrarán de manera definitiva? ¿Qué pasará con aquellos negocios dedicados exclusivamente a la importación de vinos y licores? ¿Con qué criterios socioculturales y económicos se cuantificaron las multas? ¿Es cierto que el número de accidentes con víctimas causados por conductores “hablando” por celular es mayor que el de conductores ebrios? Si las campañas educativas para dejar de fumar han tenido excelentes resultados ¿por qué no se considera su implementación -en el tema- con características de larga y permanente duración?
No soy amigo político de Sergio Fajardo, pero sin lugar a dudas me identifico plenamente con la valoración que él le otorga a la Educación. Reitero, a este asunto de la ley 1696 del 19 de diciembre del 2013 le faltó educación, le faltó pedagogía. Desde esta sencilla columna quiero invitar a colegas y amigos a que iniciemos una cruzada por la existencia de una “Cultura Etílica”… asunto que explicaré en mi próxima salida.
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