¿Por qué la palabra niña tiene connotaciones despectivas? En su definición se encuentran la inocencia y el descubrimiento; pero, también la falta de experiencia y de reflexión.
Tengo pocos problemas con los nombramientos. No me incomoda que me digan Perlita y hago todo lo que de mí dependa para respetar a quienes, por asuntos personales y políticos, les importa la forma como son nombrados. Soy tibia, como en muchas otras cosas, a la hora de nombrar. Sin embargo, existe una palabra capaz de desordenarme el pensamiento cuando soy nombrada bajo su vocativo: “Niña”.
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En principio no entiendo las razones. A mi niña interior, a quien amo y no quisiera abandonar nunca, le digo que es creativa, ocurrente, inquieta, bastante preguntona, audaz y curiosa, sin miedo y con espontaneidad. Entonces, ¿qué tiene de malo ser niña?
Con ese tono certero y mandón que tienen las señoras y los señores prestantes de este país, he tenido que escuchar durante varias veces que se dirijan a mí como: “¡La niña de comunicaciones!”, “¿Dónde está la niña esta periodista?”, “Ahí viene Fulanito con sus niñas”, “Qué niña tan inteligente la que tenés” e, incluso, “No me mande a esas niñas que ellas no pueden decir por usted”. Niña es con frecuencia, en este contexto, una palabra que denota miedo y desprecio por lo joven, lo nuevo y lo que no se les parece.
En este sentido la palabra niña se dota de otras connotaciones que son realmente incómodas para mujeres que estamos construyendo nuestros propios liderazgos, formas de ser y de habitar. La misma Real Academia de la Lengua Española, libro “godo” pero de ferviente adoración, dice que una niña puede ser una persona que obra con poca reflexión o con ingenuidad; también, una soltera, aunque tenga muchos años, puede entenderse como una niña y, para ponerle una cereza al pastel, también es niña aquella mujer que no ha perdido la virginidad.
Cuando esta clase de personas nos dicen niñas, de alguna forma quieren decirnos inexpertas, desdichadas en el amor y mojigatas. Yo les voltearía la torta y les diría que como mujeres que un día fueron niñas, queremos confiar, que no dependemos de una pareja para realizarnos y que en esa medida somos independientes; además, les diría que la virginidad y la mojigatería son estados mentales.
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Pero me sigue incomodando algo, ¿qué tiene de malo ser niña? Tal vez pocas veces hemos detenido el reloj para pensar que cuando usamos la palabra niña despectivamente en contra de una mujer, estamos insultando y dejando por debajo a seres humanos con derechos, a seres fantásticos que son singulares y diversos. Ser una niña no puede representar en ningún momento la existencia de un ser incompleto.
Somos lenguaje y estamos hechos de él. Al terminar esta columna, siento que sí tengo problemas con los nombramientos – no siempre estoy de acuerdo conmigo misma-, en especial cuando estos buscan restarles categoría a lo único que debería profundamente importarnos: ser humanidad.