Los algoritmos

Nos gusta la idea de que los algoritmos nos llevan a extremos porque es fácil de afrontar; pero, los algoritmos somos nosotros.

Hace algunos años, los dioses y el “sistema” dejaron de ser los responsables de todo lo malo que le ocurría a la humanidad. Un nuevo enemigo surgió entre las profundidades de los pixeles, del código binario y de ese inframundo al que llamamos internet: los algoritmos. Hoy, estos conjuntos sistemáticos y ordenados que todavía no comprendemos muy bien tienen la culpa de todo lo que nos ocurre, situación bastante cómoda y argumento poderoso; pero, irresponsable, a la hora de evitar enfrentar nuestros problemas.


¿De qué tiene la culpa el algoritmo? En charlas y conversaciones en las que suelo participar existen algunos crímenes que con frecuencia le son adjudicados: violencia, polarización, disgustos políticos, surgimiento de grupos extremistas y enojos entre familiares y amigos.

Pero, ¿qué tanto pueden tener la razón? Me atrevería a decir que solo una parte. Si bien las redes sociales sí son responsables del uso que les dan a nuestros datos – el documental The Social Dilema lo denuncia con claridad-, no son las únicas responsables del momento social que vivimos como humanidad. Culpar al algoritmo de todo es fácil; pero, al hacerlo, desconocemos varias cosas. Primero, el peligro de una sola explicación; el profesor Chris Bail, director del Polarization Lab de la Universidad de Duke, nos recuerda en su libro Romper el prisma de las redes sociales, que una sola explicación nunca aclara todos los problemas y que, por lo tanto, nos falta mucho por entender de los desastres y las certezas que han traído los famosos algoritmos. Segundo, porque culpar el algoritmo sería desconocer la historia política del mundo. Tal vez pocas cosas fueron tan extremas como el Nazismo alemán, y para aquel entonces no andábamos conectados a Twitter con un celular en la mano. Tercero, explicar todo en el algoritmo nos quita la posibilidad de pasar por la consciencia situaciones que hemos vivido como países, en el caso de Colombia frente a problemas como la inequidad, la violencia estructural y política, el hambre y la ausencia de oportunidades. Podrían ser más y en todas llegaría a la misma conclusión: lo más fácil es culpar al algoritmo.

Tampoco hemos de olvidar que otros problemas como el machismo, también evidente en redes sociales y otras plataformas donde el monstruo algoritmo se pasea, son responsabilidad de los humanos. Los algoritmos son conjuntos de reglas e instrucciones que son programadas por humanos, humanos como ustedes o como yo que estamos cargados de sesgos. Un ejemplo claro es el uso del airbag. Mató a miles de niños y de mujeres, fue culpado de inseguro, hasta que expertos en laboratorios comprendieron que mataba a más mujeres y niños porque todas sus pruebas se habían hecho en hombres que pesaban y medían mucho más que nosotras. Esto también es algoritmo.

No quiero defender las redes sociales ni evadir la responsabilidad de los gigantes tecnológicos frente a fenómenos como las burbujas sociales, pero sí quiero hacer un llamado urgente y necesario a mirar la vida por encima del algoritmo, a reconocer que somos parte de la polarización y que dentro de toda esta guerra también ganamos un estatus del que no queremos salirnos. ¿Qué hacer? Comenzar a hackearnos, conversar con quienes piensan diferente a nosotros, hacernos conscientes de nuestros sesgos y mirar con compasión, pero también con coraje, nuestros problemas como humanidad por fuera de un computador o un teléfono celular; podría ser un buen camino.

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