Ser pesimista, o estar pesimista (que no es lo mismo), es algo fácil, casi normal en un país sumido en el asesinato, la corrupción, el mal gobierno, la inequidad, la falta de oportunidades, la represión de la protesta social, el daño irreparable al medio ambiente, y, además, compartiendo con el mundo los efectos económicos, sociales e individuales de una pandemia de la que no se ve cerca su control total.
La incertidumbre es el signo de este tiempo (como lo ha sido de otros, sólo que este fue el que nos tocó y en el que tenemos que actuar), donde los nubarrones no se disipan y más bien se intercalan con otros más oscuros, más amenazantes.
Difícil, en este contexto, ser optimista, o estar optimista (que no es lo mismo). Difícil porque para tener esperanza en que las cosas cambien, o mejoren, hay que capotear la incertidumbre, verle aristas no pensadas, estrujar eso que llaman resiliencia, reinvención, innovación; ver de otra manera el nubarrón, encontrarle puntos claros y pensar que pasará pronto y que el cielo azul se dejará ver más temprano que tarde.
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Por esa dificultad práctica del optimismo hoy (que no lo demerita), debemos valorar el aporte del libro Un mensaje optimista para un mundo en crisis, publicado hace poco por el expresidente Juan Manuel Santos. El texto comprende una recopilación de cifras sobre avances económicos, sociales y políticos de la sociedad colombiana en los últimos treinta años, complementado con entrevistas a expertos o actores ligados a varios de los asuntos más fundamentales de esos cambios (equidad, educación, salud, paz).
Contrasta el texto la percepción ciudadana sobre cada aspecto (que en la mayoría de los casos no se corresponde con los avances), con los datos reales de cada campo, comparados en las tres décadas, desde 1990. Sin dejar de reconocer las carencias y los fracasos (violencia, inequidad, crisis ambiental, narcotráfico), se encuentra en este libro un soporte de datos y conceptos sobre la necesidad de trabajar para continuar mejorando en todos los aspectos posibles, aún un medio de las dificultades estructurales y de coyuntura. Es un llamado, con datos, a la esperanza y al trabajo de todos por superar cada día las falencias de nuestra sociedad.
La recopilación, en un solo texto, de los datos que nos muestran avances, así sean acumulativos en algunos casos, pero en otros el resultado de mantener y profundizar políticas es un indudable aporte para que no sólo “optimistas”, sino también “pesimistas” en Colombia, puedan consolidar o modificar sus percepciones sobre la realidad que vivimos y definir cuál será su papel en este momento histórico del país.
Me deja un mensaje interesante el libro del expresidente: pesimismo y optimismo pueden coincidir en que se trata de no perder lo construido en tres décadas, y que podemos, trabajando juntos, superar las carencias ancestrales que no han sido tocadas por esa acumulación de avances en todos los campos de la vida ciudadana. Reto grande para todos.
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