Pelada te invito al Gril y SOS se me fue la correctora
Este oficio no es tan fácil. Ahora que tanta gente cree que montar restaurante es el mejor negocio del mundo, quiero decir que tienen toda la razón ya que si es por divertido no hay duda, pero que sea fácil o una mina sin fondo, es otra cosa y más en nuestra ciudad que se debate entre un boom de vanguardismo neopaisa divertidísimo (y muy sano para el sector) y la arepa y los frisoles de siempre, triunfando el asadito, la cocina veloz, barata y bastante y por supuesto la de moda de turno. El negocio no es ni cinco de fácil; otra cosa es que aquí se pone de moda montar casinos y ahora somos como Las Vegas pero con más y hoteles y Acapulco nos queda chiquito. Pero la verdad es que en el caso de los restaurantes ganamos todos: el sector que se fortalece, los cocineros nos tenemos que capacitar, los comensales que tienen mejor oferta y “dan más ganas de salir”. Pero montar un restaurante aquí es duro desde la inauguración cuando los invitados que seguro no volverán nunca pagando van con ánimo de buscar el pero y el pelo y enloquecen al pobre soñador con sus sugerencias, recomendaciones y consejos de expertos en otra cosa; definitivamente nos cuesta muchísimo “ver a un pobre con jíquera”.
Muchos restaurantes famosos de Europa y Asia tienen siglos de historia; en América varios célebres clásicos han trascendido por generaciones, aun en varias ciudades colombianas. Por el contrario en nuestra ciudad es un negocio efímero muchas veces, tan difícil que en el mejor de los casos dura lo que su dueño cocinero, ya que cuando el tema es de inversionista, saca la mano mucho antes, apenas se da cuenta de que las avalanchas de clientes del arranque son casi imposibles de mantener y que el negocio culinario es cosa de mucha más pasión, sacrificio y compromiso. En los últimos 35 años desaparecieron muchísimos que alguna vez alcanzaron la gloria, muchos a los que fui y recuerdo con especial cariño: La hostería Las Nieves en la Medellín-Bogotá al lado del túnel se lleva mis mejores evocaciones; Doña María de Robledo, El Noral en la vía a Girardota, El Peñasco deliciosamente oscuro, La Posada de de la Montaña, La Aguacatala, La Bella Época impresionante, La Estación de doña María Estela memorable, La Tranquera con sus chinchulines ricos, La Posada del Contento, La Bella Villa, Monserrat y Los Tambos, La Sombrilla, El Café Café, Le Bourguignon, Piemonte, Salvatore, Zorba, La Res, El Ejecutivo 18, El Club de Ejecutivos del Centro, Cumaná, Bremen, El Balcón, Florida y La Esmeralda.
Antes no solo íbamos a restaurantes, también a estaderos y griles ahora en extinción: Bonanza, La Macarena, Los Cristales, Menqueteba, El Tambo de Aná, Azteca Internacional, Castillo de Chapultepec, El Mirador del Aburrá, La mesa del Rey, Fujiyama, El Dino Rojo, Guadalajara y el Gril de las Estrellas. Entre otras cosas para los pelaos que no saben qué son Griles, es una mezcla de restaurante, bar, discoteca, mesero con linterna, media de guaro con piña y coco y boleros para bailar apretadísimos con peladas bacanas operadas de las que no se pueden mostrar en la casa y todavía huelen rico a Cloé (lo que usaban las niñas bien de los 70 y los 80 cuando un beso era lo único que daba la novia y un trío era de músicos…a mí me va a dar algo). En la época de los griles (¿o grilles?), La 70 era la Zona Rosa, El Poblado quedaba lejísimos e ir a Envigado era paseo de tiro largo.
De los restaurantes de toda la vida sobreviven gracias a Dios El Che que lleva años, Podestá extraordinario, Hatoviejo siempre lleno, y claro, las joyas escondidas de los héroes anónimos de metederos como la Lonchería Maracaibo, los salones de Junín y las cafeterías del edificio Portacomidas. Yo sé que me faltaron muchos y me encantaría seguir la lista con su ayuda en [email protected]
El domingo pasado se me fue mi correctora para el cielo. Mamá, me están haciendo mucha falta tus espaguetis horribles, tu sonrisa y tu llamada de las 7. Te prometo que no voy a criticar mucho, que no voy a decir vulgaridades y que me voy a lavar los dientes al menos tres veces al día. Aunque te hice llorar alguito, menos mal te hice reír siempre y eso sí hasta el final te hice ejercer de mamá. Ahora te llevo adentro y ya sé que siempre vas a estar bien. Ahí está la Virgen.