De propiedad de la familia Velásquez, marcó época con una bebida popular. Su sede en el barrio Manila fue demolida ante la construcción del centro de salud de El Poblado.
1998
Hoy que me dedico a las catas de vino y los maridajes, creo que no hay jornada en la que no resulte la pregunta sobre el Tres Patadas, que algunos en júbilo por las rumbas que les brindó entre los ochenta y los noventa y los recuerdos que quedan, también han dado por denominarlo Tres Pachangas.
Los chilenos Gato Negro, La Huerta y Segú Ollé apenas asomaban en el mercado colombiano, y la alternativa a la FLA fue esta bebida elaborada en una casona de la esquina de la carrera 43B con la calle 14. Que si era bueno, que de qué vino se trataba, que cuáles comidas le hacían maridaje… el Tres Patadas, por el que me siguen haciendo preguntas, se clavó en la memoria colectiva.
Esta semana contacté a José Julián Velásquez, hijo de José Miguel, el propietario de la marca y quien falleció hace tres años. José Julián es el conocidísimo Chivo, campeón y entrenador olímpico de Colombia en ciclismo en pista, y me reveló el secreto de elaboración de la bebida que, en ley, todos hemos debido conocer como Sáenz, por el apellido de la familia cubana que fundó la fábrica y como se leía en la etiqueta, pero que la gente rebautizó: “El nombre de Tres Patadas se lo dio el consumidor y toda la población de aquel tiempo lo conoció así”, me explicó José Julián.
“El nombre de Tres Patadas se lo dio el consumidor y toda la población de aquel tiempo lo conoció así”
¿Revisamos el nombre “vino”?
La Organización Internacional de la Viña y el Vino, la OIV con sede en París y fundada en 2001, ha sostenido que lo que conocemos como vino solo será creado mediante uvas, además uvas de vinificación: la vitis vinífera. Manzana, mortiño, ni naranja aplican, y así lo dicta la OIV.
Entonces aquí viene otro detalle del Sáenz – Tres Patadas: ¡no era vino! De acuerdo con José Julián, se trataba de una bebida de elaboración artesanal, con la pulpa de tamarindo como materia prima, más la adición de alcohol (alcanzaba el 12 % de graduación), agua y azúcar en caramelo y guarda en barriles de roble. Venía en dos presentaciones, rojo y blanco, este sin el caramelo para evitar el color.
Entonces no era vino, pero convengamos que no es necesario hacer retroactivas las reglas de la OIV y que pesan más los buenos recuerdos de caminatas nocturnas por la Medellín ochentera, esas de mucho rock y pocos pesos para los pasajes.
Un negocio familiar
Me dio la impresión de que José Julián tiene tan buenos recuerdos del ciclismo de alta competencia como del Sáenz – Tres Patadas. Recuerda a su padre como “un señor, un gran hombre” y a la fábrica como “un negocio del cual vivimos, con el que nos educamos y salimos adelante”.
El inicio del fin de la fábrica en Manila lo marcó la decisión de Metrosalud de hacerse al predio, de demolerlo y de construir allí el centro de salud de El Poblado. Todo empezó en 1997 y así quedó registrado en la edición 105 de Vivir en El Poblado, en febrero de ese año.
José Julián recuerda que la fábrica estuvo cerrada por dos años, y por sus gestiones, luego de retirarse del ciclismo, reanudó operaciones en Laureles. “Luego la llegada de muchos vinos de Chile, Argentina, California, España y Francia hizo difícil el negocio y tomamos la decisión de cerrar definitivamente”. Así terminó la historia del Tres Patadas. Del Sáenz. Por lo menos como producto, pero no como objeto de gran recordación.