Estamos llenos de información sobre el Coronavirus, de la enfermedad, del impacto, de las diferentes tendencias a nivel de los tratamientos, de cómo ha afectado cada país y cómo diversos gobiernos tratan de resolver un problema que tiende a salirse de las manos.
Igualmente estamos inundados sobre el golpe que en la vida íntima de cada persona esta pandemia puede impactar. Creo que ha sido la vivencia más global y más individual que hemos sentido. ¿Y cómo escribir y no hablar de ella? Y ese es mi propósito: no hablar de ella. Así que retomo mis amigos secretos, los libros y sus escritores.
Y por Ana Isabel Aranzazu que siempre se ocupa y preocupa por mí, para que encuentre senderos que me cuestionen y me lleven a profundizar en lo que creo, llegó a mis manos el libro Anna la abuela de Jesús, de Claire Heartsong.
¡Un libro sobre Anna! Quién lo creyera, una figura que apenas si mencionan los evangelios y que si la nombran es para hablar del nacimiento de María. Se empieza a leer el libro y a sentir la fuerza de ese femenino que tuvo un rol definitivo en su grupo, los Esenios, en su familia y en particular en su nieto: Jesús.
Causa rasquiña a veces hablar de estos temas. Pero somos seres humanos eminentemente religiosos y por eso hay lecturas que además de hacernos un guiño y de llamarnos, nos apasionan y transforman.
Es Anna la que habla, la que nos escribe, la que nos describe sus vivencias previas preparando la llegada de Él. La sentimos correr por nuestras venas y mientras más complejos aparecen sus relatos y las explicaciones de toda la preparación previa a la presencia del Cristo, ¡nos encontramos por fin con el hombre!, caminante, buen amigo, amoroso, sensible. Que contó con todo el apoyo emocional, económico y espiritual de su clan religioso y familiar.
Adicionalmente nos introduce en la cultura de los Esenios, sus costumbres, cómo se mantuvieron en el tiempo y ante todo, los rituales que practicaban. Nos lleva a Egipto, nos pasea por Alejandría, Gran Bretaña, India… y recorremos culturas, viajes, conocimientos y los ritos de paso que cada cultura le regaló a Jesús para llegar a su vida pública y saber padecer “su muerte y resurrección”.
Anna. Ella pretende que nos miremos en ella.
Podemos negar o compartir el relato, tan sorpresivo, tan esotérico y humano y debo decir que a medida que el libro avanza uno siente que la propia fuerza interior cambia. La fuerza del Cristo en el femenino que Anna le dio, que le permitió amar a las mujeres sin la discriminación que siempre se pregonó.
A Anna y a Él los podemos percibir y recibir ahora nosotros, con una mirada serena y desprevenida sobre un libro que toca y remueve la entrañas. Eso quiso Anna cuando dictó el libro, quiere eso para nosotros y ese es su regalo.
Por: Elena María Molina
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