Estudiar en el CEFA; licenciarse en matemáticas, especializarse y ser magister; ser profesora de matemáticas en un colegio; dar charlas fuera de Colombia; hablar inglés, y tener una “casa grande, como la quería mi mamá…”. Eran sueños que Nancy Andrea Chica Agudelo tenía desde pequeña, y que se han ido cumpliendo. Aunque el camino haya sido “cuesta arriba”.
Los primeros años
Nació hace 37 años en una familia “muy, muy humilde” que habitaba en un “callejón”, en Manrique Central. “Era una vecindad como la del Chavo”. En una habitación vivían sus papás, ella y sus dos hermanas. Un hueco de la habitación era la cocina. Y las cinco familias debían compartir el mismo baño. “Yo quiero dejar claro que vivir ahí no fue una experiencia mala. Por el contario, ese lugar donde vivíamos era muy hermoso, vivir ahí fue maravilloso, haber compartido con esas familias… pero salir de ahí también, porque era una casita muy pequeña y no había un baño solo para nosotras…”
A los cinco años, murió su papá, que “era honesto, amable, carismático, pero un poco irresponsable, muy tranquilo con la familia”. Él trabajaba en una fábrica de escobas. Su mamá era “muy guapa, con mucho coraje, entusiasta, positiva, muy organizada, muy responsable”. Trabajaba lavando ropa en casas y cuidando niños.
Su papá les dejó una pensión, y con lo que su mamá ganaba, ella sostuvo a sus hijas por mucho tiempo. A los seis meses se mudaron: “salir de ahí fue muy bueno… porque empecé a ver el mundo de una manera diferente; y empecé a pensar, en ese momento que no quería vivir en un pasaje donde vivieran muchas familias; que yo quería ser profesora de matemáticas, y se lo decía a todo el mundo y jugaba todo el tiempo a eso. Y le ayudaba a sus amiguitos a solucionar sus problemas… de matemáticas. “Además porque era muy buena en esa asignatura”. .
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Se mudaron a compartir casa con una señora que necesitaba que le cuidaran al hijo. Y Nancy empezó a trabajar para ayudar a sostener la familia. Todos los días, su mamá se levantaba a hacer empanadas y papas rellenas, y Nancy salía a venderlas, entre ocho y once, en las casas del barrio. “En ese tiempo, yo tuve una gallina que se llamaba Lupita, y siempre iba siempre detrás de mí. Por eso me cambiaron el nombre. En Manrique todos me dicen Lupita”.
Hizo la primaria en la Escuela Nuestra Señora de las Nieves; y luego, hasta noveno en el San Lorenzo de Aburrá, en Manrique. Durante este tiempo, Nancy ayudaba en su casa vendiendo mecato en el colegio.
“Desde chiquita me preguntaban algo, y yo decía, cuando esté en la universidad. Y la gente comentaba: ¿cuál universidad, por Dios, con esa pobreza?”
El Cefa
Año 1999. Y terminó noveno grado. Estudiar en el Cefa era uno de sus sueños, porque ofrecía bachillerato con énfasis en matemáticas. Su mamá se opuso, porque no había dinero… “Fue un no, no rotundo”. Pero Nancy insistía: “mamá, me voy a pasar para el Cefa”. Se presentó al examen y pasó. Había trabajado vendiendo muñequitas y había hecho una rifa, y con eso consiguió la plata para la matrícula y para comprarse un uniforme de cuarta. El día de la matrícula, Nancy le entregó a su mamá, que era quien debía matricularla, $52 mil pesos: cincuenta para la matrícula y dos mil para pasajes. “Fue y me matriculó, pero estaba enojadísima conmigo”.
Desde el principio empezó a hacer talleres de matemáticas, que le pagaban; y siguió vendiendo mecato. Y con eso “me pasajiaba”. En junio, todos los profesores se reunieron y le regalaron un uniforme de diario y el de educación física. Y además, la inscribieron al Preicfes…“Los dos años del Cefa fueron los más hermosos. En el Cefa fui la mujer más feliz del mundo. Ahí me enamoré”.
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La universidad
Antes de terminar undécimo, se presentó a la Universidad de Antioquia y a la Nacional. De nuevo, su mamá la desautorizó, por falta de dinero. Pero Nancy, para pagarse los dos pines (derechos de admisión) empezó trabajó en un almacén, en el Parque de Bolívar, solo los sábados. Pasó en ambas universidades, pero escogió la de Antioquia porque tenía Licenciatura en Matemáticas. “Cuando pasé, yo parecía una loca de la felicidad”. Su puntaje, 78,9 sobre 80.
Cuando se graduó en el Cefa, en 2000, fue el primer botón de oro de la institución, por ser la mejor estudiante del año. “Y gracias a eso me becaron el primer semestre de la Universidad, con todo pago.”
Trabajó dos años vendiendo en otro almacén, viernes y sábados y temporadas. Año y medio en uno de El Palacio Nacional, y medio año en uno de Itagüí. También daba clases de matemáticas. Se ganó dos veces la beca de la Universidad. “Pero allá pedían muchas copias, entonces, para pagar las fotocopias, yo caminaba de mi casa a la Universidad y al revés, todos los días”. Fueron dos años completos. Caminaba unos 50 minutos de bajada, y una hora u hora y cuarto, de regreso a casa.
“Desde chiquita me preguntaban algo, y yo decía, cuando esté en la universidad. Y la gente decía: ¿cuál universidad, por Dios, con esa pobreza? “Y por la universidad pasé…”
Dos mil cinco, año horribilis
En 2003 su mamá se enfermó, pero se recuperó. Recayó en diciembre de 2004, y ese mes murió: “Fue el golpe más duro de su vida, pero después de su muerte fue todavía peor. Muchos pensaron que yo no iba a ser capaz de seguir adelante. Yo misma lo creí… pero me prometí que iba a cumplir todos los sueños que me había prometido y que le había prometido a ella. No voy a parar de soñar; ella me dio mucha, mucha fuerza. Obviamente, Dios también”.
En octubre de este mismo año -2004- la habían entrevistado en el San José de Las Vegas, pero no la aceptaron por joven y falta de experiencia. Tenía 20 años. Pero en enero de 2005 la volvieron a llamar a una entrevista, y para asistir, tuvo que pedirle prestados los tenis a una amiga. A las nueve de la noche del día siguiente la llamaron para decirle que empezaba al día siguiente. “Al entrar al San José, mi situación mejoró”.
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Sin embargo, “2005 fue un año durísimo, durísimo”. La muerte de su mamá, a la que estaba muy unida; su primer año como profesora, en un colegio muy exigente; y además, seguir estudiando y trabajando. “Me incapacitaron 14 veces. Yo me mantenía rendida… Pero fue una esperanza de vida porque ya estaba haciendo lo que quería… siempre había tenido muchas metas claras: no quería dejar de estudiar, quería aprender inglés, quería dar charlas… todos mis sueños los he cumplido”. Además de licenciada en matemáticas se especializó e hizo una maestría. “Y hago todos los diplomados que puedo”. Otro de sus sueños… hacer su doctorado.
Matemáticas e investigación
Desde hace 16 años es profesora de matemáticas en los grados de 3° a 6°, en el Colegio San José de las Vegas, en El Poblado. Y este año, 2020, empezó como profesora de matemáticas en inglés. Unas clases presenciales, otras virtuales.
“Amo ser profesora y profesora de colegio. No me sueño siendo directora ni coordinadora. A mí las chicas me dan fuerza, me dan energía”. Además, “he aprendido de ellas a olvidar con facilidad los momentos de rabia o de ira. Yo me quedaba en esos momentos, ahora cada vez menos.”
Lidera, desde hace ocho años, el semillero de Investigación del colegio. “Desde la matemática intento fomentar la investigación en mis estudiantes”. Y ha tenido que prepararse en investigación. Para ello ha hecho dos diplomados de investigación, uno con la Pontificia Bolivariana y otro con el Parque Explora. Y estuvo un año en el colegio en el área de Gestión del conocimiento, siempre trabajando con procesos investigativos. ”Todo eso me ayudó a entender mejor la investigación y aprendí a fusionarla con mis matemáticas”.
Hace cinco años, ese semillero participó en la Feria de la Ciencia que organiza, desde 2008, el Parque Explora. El colegio obtuvo un premio como uno de los mejores proyectos, por “Encadenados del celular. Las chicas siguen trabajando en el proyecto, pero este es su último año”. El objetivo: explicarse “Por qué las personas permiten que su vida se transforme y quede pendiente solo de un celular. La primer parte, desde lo académico; la segunda, desde lo emocional; y la tercera, la falta de relaciones sociales presenciales”.
Gracias a ese premio, el equipo fue invitado a participar en una feria de investigación escolar en Paraguay. Y Nancy, como maestra acompañante, habló sobre su experiencia en la investigación. Esa fue su primera charla. Estando en Paraguay, una profesora participante de la universidad de Uruguay la invitó a su país, a participar en un congreso y a que les diera una charla cuyo tema fue: “La investigación en el aula, a partir de las matemáticas.” De Uruguay la invitaron a México a dar una charla sobre “Procesos de investigación en el escuela y trabajos en equipo”. Eso fue en diciembre de 2019. Para este año, 2020, tenía una invitación a Brasil, en mayo… que sería por Skype, porque ella estaría en Canadá. La feria se canceló, pero la propuesta está pendiente. Así como una invitación para Argentina, el próximo año.
Desde 2016 estudia inglés. Ha tomado varios cursos intensivos y lo sigue estudiando y perfeccionando. Dos años había ahorrado para irse un semestre sabático, de 2020, a estudiar inglés a Canadá, “pero ni Dios ni la vida me lo permitieron. Sin embargo, eso no significa que no lo voy a hacer, aunque ya no en Canadá”.
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Una “casa grande”
Otro sueño que cumplió, hace ocho años, fue comprar una “casa grande”. Está en La Estrella, y ahí vive con su novio. El que conoció en el Cefa.
Toda la vida, su mamá soñó con tener una casa grande, y Nancy le decía, “no se preocupe, yo se la voy a regalar grande”. “Ojalá alcance”, decía su mamá. “Ese año que estuvo tan mala yo le decía, no se vaya a morir, que yo le voy a regalar una casa”. Y ella decía, “ojalá alcance”. Pero no alcanzó. “Igual yo la compré y la compré grande”. En diciembre de 2002 hizo realidad ese sueño que tenía desde chiquita, “más por mi mamá que por mí. Cuando compré esta casa se la regalé, simbólicamente”.
Más sueños a futuro…
Es muy independiente. Muy deportista, “incluso con la pandemia no he dejado de hacer deporte un solo día. Me gusta bailar, pero no bebo. Soy muy alegre”. Y disfruta con sus tres sobrinos. Hasta que empezó la pandemia, llevaba una vida social muy activa. Se veía con las amigas un día a la semana, todas las semanas. “Trataba de distribuir el tiempo de manera adecuada para no encerrarme en mi trabajo y en mi estudio…”
El plan de sueños de Nancy, obviamente, continúa. No se ven hijos en el panorama, pero sí un doctorado; continuar por otros países dando ser charlas. Y comprarse una finca… “De hecho, ya estoy proyectándome para ver cuándo voy a poder tener esa finca, para ir a descansar los fines de semana.” Y como ya Canadá quedó “chuliado”, ahora está ahorrando para irse, dentro de dos años, a Nueva Zelanda a seguir perfeccionando su inglés…
Por: Emma Arcila E.