El mindfulness es mucho más que una práctica atencional, lo que pasa es que, como muchas otras prácticas y conceptos, ha caído en las garras del capitalismo, y su discurso de hiperproductividad y sus exponentes han aprovechado para venderlo como saben que en nuestro mundo de hoy más podría comprarse: como LA solución para problemas como la falta de atención, la procrastinación o la baja productividad; como un entrenamiento mental que nos permitirá mantenernos enfocados en lo que necesitamos estar enfocados y, por ende, ser más eficientes y/o más felices.
Lea todas las columnas de Juanita Gómez para Bienestar Integral, aquí >>
Si pensamos en nuestra mente y nuestro corazón como un jardín, el mindfulness como entrenamiento de la atención estaría reducido a sentarse a observar y describir todo lo que hay en el jardín, y a darnos cuenta y participar atentamente de lo que allí ocurre. Si entendemos que mindfulness es una práctica relacional, una manera de relacionarnos con nosotros mismos, con los demás y con el mundo, sabemos entonces que esta práctica consiste en darnos cuenta y observar lo que ocurre en el jardín. Pero, además, en identificar y arrancar las malezas, en elegir a consciencia lo que queremos sembrar y en abonar el terreno para poder cultivar y tener el jardín en un estado donde eso que sembramos pueda crecer y florecer.
Mindfulness se traduce literalmente en “Consciencia plena”. Jon Kabat Zinn, reconocido en el ámbito mundial como el “padre del mindfulness”, lo define como “la consciencia que emerge al prestar atención de manera intencional al momento presente, sin juzgar”.
Estar mindful es lo opuesto a estar en piloto automático. Cuando estamos en automático reaccionamos a los distintos estímulos que se nos presentan: inmediatamente después del estímulo viene la respuesta.
Lea también: Resignificar la pausa
Cuando estamos en consciencia plena lo que hacemos es abrir un espacio para la libertad de elección, creando así una distancia entre el estímulo y la respuesta. Dicho esto, mindfulness más allá de ser una práctica meditativa -como muchos lo pueden haber entendido antes- es una forma de estar en la vida.
De acuerdo con lo anterior, aprender a vivir mindful no es una tarea teórica y conceptual, se hace por medio de la experiencia y, por ende: del cuerpo. Es un trabajo de integración constante entre mente y cuerpo.
Así como no aprendemos a montar en bicicleta solo con leer y memorizar las instrucciones y el paso a paso de cómo mantener el equilibrio, pedalear, voltear y frenar, sino que necesitamos montarnos a la bicicleta. No tenemos como conocer y experimentar la consciencia plena si nos aproximamos únicamente desde la teoría. Tenemos que vivirlo y tenemos que practicarlo porque así, tal cual como en la bicicleta, se requiere la práctica para ser hábiles, y cuando de mindfulness se trata, la práctica formal es la meditación y se complementa con la práctica informal: trayendo intencionalmente la atención al momento presente en las distintas actividades cotidianas.Todos nacemos con la capacidad de estar aquí y ahora. De hecho, los niños pasan una gran cantidad de tiempo en este estado. Sin embargo, empezamos a crecer y nos sumergimos en la dinámica del mundo de hoy, donde cada vez hay más estímulos en la batalla por nuestra atención, y donde el discurso imperante promueve la hiperproductividad como la meta y por ende, el multitasking como el modo de alcanzarla. En otras palabras, el modo de estar en la vida más común en nuestro mundo de hoy es anti-mindful.
Únase aquí a nuestro canal de WhatsApp y reciba toda la información de El Poblado y Medellín >>