Lo logrado por Miguel Warren es extremadamente meritorio, dará mucho de qué hablar y se lo merece. Se trata de un personaje con un talante muy especial.
Juan Pueblo dice: “Quien pega primero pega dos veces”. Mi colega Daniella Hernández escribió en la edición anterior de Vivir en El Poblado (la 769) una magnífica y bien documentada columna* con motivo del premio que recibió el cocinero antioqueño Miguel Warren durante el primer evento Bogotá-Madrid Fusión 2019.
Daniella se me adelantó; pero como se dice en cocina “donde comen uno, comen dos”, voy a referirme al mismo tema: el 9 de agosto escribí para este periódico una columna que titulé ¿Avanza o no avanza la cocina colombiana? Y comenté: “…cuando se estudia y se opina de cocina, debemos observar regiones y áreas culturales con una misma historia, con un proceso demográfico similar, con una historia política compartida, con una misma cultura ancestral y por lo tanto con una comida y un fogón que no tienen fronteras político–administrativas”.
Y más adelante acoté: “… los procesos de fusión de productos y técnicas deben ser tolerados en aras de una nueva cultura culinaria, claro está, en tanto que los cambios no la hagan irreconocible… no me opongo a fusiones, nuevas técnicas y nuevos productos… nuestra cocina sí está avanzando, porque hoy existe una nueva generación de críticos, cocineros y estudiantes con interés en conocer su pasado como un escalón básico y más que necesario para lograr la modernidad”.
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Conocí a Miguel Warren a principios del presente año cuando fuimos invitados al foro El cine se sienta a la mesa.
En aquella ocasión Miguel fue entrevistado públicamente y sus respuestas, adobadas de espontánea sencillez y profunda sabiduría, me permitieron entender que se trataba de un personaje con un talante muy especial.
Después de aquella ocasión nuestros diálogos fueron esporádicos y muy cortos y por compromisos recíprocos hemos aplazado una larga conversación, la cual hemos programado para principios de 2020** (confieso: no conozco su restaurante por lo tanto, no conozco su trabajo culinario).
Fui testigo de su presentación en Bogotá, lo escrito por Daniella es certero. No tengo la menor duda: lo logrado por Miguel Warren es extremadamente meritorio, dará mucho de qué hablar y se lo merece.
Por todo lo anterior, he retomado otra expresión más de la sabiduría popular para titular esta columna, la cual utilizamos como un gesto de cortesía y reconocimiento. Hoy por hoy ante MW me quito el sombrero.
* Miguel Warren o la reivindicación de los millennials.
** Nos reuniremos en febrero del 2020, sabedores de que este premio le generará una auténtica romería de comensales a su restaurante Barcal y seguramente pasarán muchos días antes de que podamos conversar a nuestras anchas.