Una obra que se demora por voluntad política, mala planeación o similares, pone en cuestión su utilidad o comienza a generar una deuda social con quienes se deberían beneficiar de la misma.
En Medellín nos estamos acostumbrando peligrosamente a que las obras públicas pueden pasar de periodo en periodo de gobierno, generando sobrecostos sociales y económicos, sin que nadie se responsabilice de esos efectos. La falta de una sociedad civil que haga seguimiento a las promesas y la ejecución de las obras, exigiendo efectividad en la gestión, permite ese desbarajuste.
Cada alcalde se preocupa por dejar algún inmenso objeto de cemento, con su placa; por ejemplo, Fajardo, las Bibliotecas, varias de ellas hoy con grave deterioro, o para volver a construir como la de Santo Domingo Savio. Salazar, el puente Gilberto Echeverri (4 sur), del cual ya dijeron que seguirá estrangulado en el costado oriental por los costos de las obras de acceso. Gaviria, el puente de santa Laura, que hoy sirve de “albergue” a damnificados de un incendio y en el que se presentan inquietudes por accidentes e inseguridad. Y así.
También, cada alcalde deja iniciadas obras públicas, cuya culminación dependerá de la voluntad política de la siguiente administración, sin contar con que surjan problemas técnicos, sociales, o financieros con las mismas.
Una obra pública que se demora por asuntos de voluntad política, mala planeación o similares, pone en cuestión su utilidad o comienza a generar una deuda social con quienes se deberían beneficiar de la misma. Todo ello sin considerar los sobrecostos económicos que se van volviendo cosa de todos los días y que se justifican con reiteradas adiciones a los presupuestos iniciales.
Aparte de que las quieran o no, esta administración municipal de Medellín ha superado, creo, el nivel de obras públicas iniciadas en la pasada, que se han retrasado de manera escandalosa en su ejecución y entrega. Vale decir que hace poco entregó, casi tres años después, el Mova, del cual tendremos que evaluar su uso y efecto para la formación de docentes y la educación en la ciudad.
A las ya conocidas obras de “valorización” en El Poblado, mal planeadas y peor ejecutadas, algunas de las cuales generaron retrasos y sobrecostos de los que todavía no hay precisión en cuanto a responsables, se unen, para hacer una lista corta, Parques del Río (del cual hay que decir que faltan todavía obras del sector 1A, “entregado” ya a la ciudad), la línea H del metrocable en el oriente, el edificio sede de la EDU, la unidad hospitalaria de Buenos Aires, entre otros. Todas obras iniciadas en la pasada administración que continuaron en esta, con ajustes y redefiniciones presupuestales. Salvo Parques del Río, que en su conjunto debería llevar años en su construcción y entrega por fases, todas las demás son obras que debieron ser entregadas hace ya rato.
Hay pues que volver en Medellín a las obras públicas bien planeadas, bien ejecutadas y mejor administradas, asunto que deberíamos poner como condición imperativa para los planes de gobierno de los candidatos para las elecciones de alcaldes o gobernadores, en octubre de 2019. De esta forma volveremos a que los alcaldes inauguren obras y no promesas.