La medida de confinamiento, tomada como base junto con las de higiene y distanciamiento social, para evitar la propagación del Covid19, pone en discusión, hacia el futuro, las condiciones del espacio vital de la vivienda y aún, del uso del espacio público, que hemos construido como sociedad hasta el momento.
Llevamos décadas haciendo cada vez menor el espacio de la vivienda de la mayoría de la población, como efecto de la especulación en el valor del suelo y de la construcción. Sólo sectores con altos recursos mantienen la posibilidad hoy de vivir en espacios superiores, digamos de 150 o 200 metros cuadrados, para familias básicas de cuatro personas.
En el último medio siglo, pasamos de unos promedios de vivienda de clase media entre los 90 y 60 metros cuadrados y para clases populares que bajan hasta los 45 y 40 metros cuadrados. Esto para la construcción “legal”. Amplísimos sectores acusan precariedades mayores en espacio de vivienda, materiales y condiciones del entorno (construcciones en ladera, sin legalizar y con dificultades para el acceso a servicios públicos, incluidas las telecomunicaciones).
Así pues, el “quédate en casa” es una imposición que implica sufrimiento para muchos hoy, pues las condiciones de su vivienda no permiten una convivencia que garantice el buen desarrollo de las actividades individuales, sin entorpecer las de los demás.
La propagación del virus en zonas del nororiente y de la comuna 13 de Medellín deben tener un alto componente de esa angustia del espacio, que lleva a la indisciplina social de estar en la calle, de mantener celebraciones y cercanías colectivas, pues la vivienda expulsa, antes que retener.
Les pasa, también, a sectores de clase media, que ven cómo su vivienda no posibilita las condiciones del “teletrabajo” y del “estudio en casa” agregando toda clase de incomodidades y conflictos familiares.
Para los sectores más pobres, las carencias del espacio de la vivienda se unen a las del espacio público, haciendo más difícil su situación. Cuando las casas están frente a frente, sólo separadas por unos pocos metros, cuando no hay aceras, ni zonas verdes, y menos bancas u otros equipamientos no hay alternativa a las malas condiciones de la vivienda.
Para la clase media, la reflexión de futuro será cómo usar las zonas comunes de edificios y urbanizaciones (piscinas, gimnasios, zonas infantiles, senderos) manteniendo nuevas prácticas de higiene y distanciamiento.
La emergencia de la pandemia nos dice pues, que el camino de reducir el espacio de la vivienda, a más de no ofrecer espacio público suficiente y de calidad a los ciudadanos, no es el correcto. Debemos buscar formas de reconstruir el espacio de vida familiar, para todos, en condiciones de permitir las actividades personales, sin afectar las de los demás. Un reto inmenso.