Necesitamos que el Gobierno tome la información relacionada con el covid 19 por los cuernos. Y que nosotros aprendamos de los políticos lo mejor que saben hacer: lavarse las manos.
No es un pájaro. No es un avión.
¡No es Supermán!
(Tampoco es Julio Iglesias, el protagonista del libro de la periodista española Maruja Torres, del cual tomé prestado el título).
Es el coronavirus de Wuhan, señoras y señores. El covid 19.
Es Él.
Se hizo esperar, pero al fin llegó.
El viernes pasado, después de varios sobrevuelos, quedó confirmado que había aterrizado en El Dorado, procedente de Milán. Sí, Él. Bueno, ella; la universitaria que, sin saberlo, escondía en su cuerpo la temible kriptonita.
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No nos íbamos a quedar por fuera del grupo de los casi cien países que tienen el virus, aquí nos priva estar en la pomada. Y nos priva, también, encabezar estadísticas con lo que sea, bueno o malo, lo sabemos. Preparémonos para sumas y restas y titulares continuos.
Los temas de la salud no se deben banalizar, ni minimizar, ni mucho menos ignorar. (Siempre alertas). Tampoco manipular, ni politizar, ni utilizar como cortinas de humo para desviar la atención de cuestiones que incomodan a los gobiernos y dificultan las relaciones entre estados.
Pero atizando una paranoia que no respeta fronteras —y no atiende a las explicaciones mesuradas de reconocidos científicos llamando a la calma, no al descuido— no solo están logrando desestabilizar los mercados, sino las relaciones cotidianas de la gente común. (Daniel Defoe haría maravillas con Diario del año de la peste, versión 2020).
Por cuenta del coronavirus, o mejor, por cuenta de la puesta en escena alrededor suyo, al mundo le están apagando la luz de a poquitos. El último que salga tire la puerta. (Si seguimos en esta espiral de cifras, miedos y cancelaciones —orquestada quién sabe por qué intereses agazapados—, la Comala de Juan Rulfo va a parecer un bailadero al lado de esta aldea globalizada, cerrada por cuarentena).
El doctor Everold Hosein, asesor senior de comunicaciones de la OMS y consultor de Unicef, estuvo hace poco en Colombia. Entre otras cosas, dijo: “No busquen en Facebook las respuestas sobre esta enfermedad, no vayan a Twitter, eviten el internet en términos de mejor información de salud porque hay mucha tontería y mucha basura allí… La sensación de pánico tiene que ver con que hay una mala información sobre el coronavirus en los medios y redes sociales. Se tiene que hacer algo para que la gente tenga la capacidad de discernir entre lo ridículo y lo confiable. El coronavirus es solo un poco peor que la gripa de temporada”.
Y yo, que soy hipocondríaca de ocasión —de cualquier enfermedad que oiga o lea, siento los síntomas por dos o tres horas, hasta la próstata me ha molestado— quiero creerle. No parece estar sucediendo lo mismo con la dirigencia internacional, dedicada como está a tomar decisiones guiadas por las oleadas que levantan las redes y a levantar muros invisibles en todos los frentes para que Él no pueda entrar. O salir.
Necesitamos que el Gobierno nacional tome la información por los cuernos. Y que nosotros aprendamos de los políticos lo mejor que saben hacer: lavarse las manos.
ETCÉTERA: 1. En trabajo de campo para esta columna, averigüé por tapabocas en ocho farmacias diferentes; en todas, agotados. ¡Por favor! 2. Esté atento, en cualquier momento aparecerá en Instagram, alguna Kardashian luciendo tapabocas con incrustaciones de cristales de Swarovski.