El Emporio La Rosa
La semana pasada estuve de visita en Santiago de Chile, ciudad que, en los últimos años, visito con alguna regularidad.Cada vez que llego me sorprende más el endiablado ritmo de expansión que tiene; los que hace pocos años eran barrios de casas bajas, ahora se han convertido en manzanas y manzanas de edificios de oficinas y apartamentos.
Han invertido ingentes sumas de dinero en la construcción de modernas autopistas y túneles que cruzan la ciudad para tener un tráfico más fluido. El “metro” se ha complementado con un sistema masivo de transporte basado en buses (al estilo del Transmilenio de Bogotá) que poco a poco va superando los problemas que presentó en su funcionamiento inicial.
Por lo que se puede apreciar en los últimos años, la calidad de vida de los santiaguinos ha mejorado mucho, gracias a una economía pujante y en expansión.
La ciudad está llena de restaurantes de todo nivel, desde los muy sofisticados hasta los populares, los que cuentan diariamente con una clientela ávida, que busca deleitarse con la innumerable oferta de productos de mar y tierra que ofrecen los mercados y con las delicadezas de las diferentes cocinas que pululan el ambiente.
Caminando por las calles de la ciudad, cerca del Parque Forestal, encontré un sitio pequeño que me encantó y que es el tema central de esta nota: El Emporio La Rosa, que nació en 2001 cuando Teresa Undurraga decidió cambiar una exitosa carrera en el área de mercadeo, por otra basada en las ollas y los sartenes, dando en ese momento un salto al vacío.
La zona donde localizó su reducto inicial, poblada de oficinas y apartamentos en un área de transición entre lo tradicional y el modernismo, adolecía de un sitio de comida rápida diferente, creada con estándares altos de calidad, innovación y uniformidad. Fue así como empezó a ofrecer comidas rápidas a base de ensaladas y sándwiches hechos con el mejor producto del mercado, confeccionados con propuestas innovadoras, diferentes a las que ofrecían otros sitios del vecindario. Después de unos meses el sitio se había impuesto y le demandaba a su inquieta dueña ofrecer algo distinto.
Esto la llevó a identificar, en compañía de su padre y hermano, un nicho de mercado diferente: la producción de helados artesanales. Teresa y los dos Panchos se dedicaron a investigar la manera de fabricarlos, a como desarrollar y combinar sabores para ofrecer algo distinto, viajaron a Argentina a entrevistarse con los representantes de las mejores fabricantes de máquinas italianas para hacer helados, estudiaron las técnicas y materias primas necesarias para hacer un producto artesanal, y finalmente decidieron lanzarse a esta nueva aventura. Hoy Teresa ha desarrollado helados de 44 sabores, que ofrece a sus ávidos clientes de acuerdo a la estación. Una muestra de algunos de sus sabores no convencionales son: miel de ulmo, frutilla pimienta, chocolate albahaca, te verde con mango, naranja jengibre, etcétera. Si en la primera etapa tuvo éxito, esta vez ¡éste fue arrollador!
El emporio se ha multiplicado, hoy cuenta con 4 locales, con otros 2 para ser inaugurados en un año, proveyendo además helados a los restaurantes más connotados de Santiago. Pero Teresa no para, primero vinculó a su negocio a su hermano Pancho y luego a su tío José Miguel, quienes abandonaron carreras profesionales exitosas para inmiscuirse en el tema de la gastronomía, desenterró de cajones olvidados los viejos cuadernos de recetas de cocina de sus abuelas, y desarrolló nuevos sabores a partir de platos tradicionales de la cocina casera chilena: sopas y cremas a base de productos de la huerta, guisos de lentejas, porotos granados (frisoles verdes) y garbanzos; con base en estos, en los ingredientes tradicionales y en otros productos de su creatividad, tales como canela en rama, hierbas del campo, curries, etcétera, está creando unas sopas y guisos extraordinarios, que pronto harán la delicia de su gran clientela.
Algunos secretos compartidos del éxito del Emporio: utilizar solo ingredientes de la más alta calidad y provenientes de proveedores calificados; estandarización de pesas y medidas, para ofrecer el mismo producto en cualquiera de los locales; tercerizar suministros con proveedores reconocidos por su calidad para productos tales como panadería, focaccias, tortas dulces, pastelería y caramelos, sin pretender competir con ellos; entrenamiento permanente del personal, insistiendo continuamente en los temas de calidad, limpieza y atención amable al público.
El Emporio la Rosa es una microempresa de carácter familiar, consciente de que su crecimiento tiene un límite para poder garantizar así a sus clientes productos del más alto nivel a precios competitivos y lograr que su fama se expanda por la satisfacción de sus clientes y no por costosas campañas de publicidad. Justo es reconocer que en nuestro medio se han desarrollado emprendimientos similares, con igual o mayor éxito.
La reflexión final que me hago y le transmito a los lectores es: la gastronomía, como otras actividades, ofrece innumerables oportunidades para crear emprendimientos novedosos, que no necesariamente tienen que ser grandes restaurantes, que se inician con emprendimientos pequeños y que posteriormente crecen juiciosamente, cubriendo con calidad y servicio sectores novedosos no atendidos por la oferta tradicional. Ese fue el desafío que encontró Teresa en el año 2001 y a fe que en 8 años, acompañada por sus socios, lo han hecho bien.
Buenos Aires, junio de 2008.
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