El barrio El Tesoro -el de las casitas- ya existía en 1890, habitado por las mismas familias. Pero fue en 1998 cuando mojó prensa: ¡por fin llegó el agua!
1997
En junio de 1997 Vivir en El Poblado publicaba la historia del barrio El Tesoro. Daba cuenta de que su nombre, un siglo atrás, pudo originarse en algún cargamento de mulas que, cargadas de oro, se perdieron entre esas montañas. Agregaba que, a pesar de contabilizar más de cien años de fundado lo único que tenía, además del apego de sus habitantes al lugar, y de la buena vecindad, era una larga lista de carencias.
La crónica las enunciaba: un ingreso digno al territorio y transporte público permanente (solo llegan tres buses al día: 6:30 a.m., 5:00 y 6:30 p.m.). También, un andén interno para el barrido que aísle la gente de los vehículos. No tenía escuela, mucho menos colegio para sus 200 niños. Además, clamaba por vigilancia policial “que controlara a los malhechores que subían al sector para aprovecharse de la soledad de las carreteras y cometer sus fechorías”. Pero, sobre todo, carecían de acueducto. Dependían del conducto artesanal que les llevaba agua de la quebrada La Volcana, servicio por el que pagaban 300 pesos mensuales, a cambio de un líquido impuro que les ulceraba la piel y producía incontenibles desarreglos digestivos.
Catorce meses más tarde, el mismo periódico registraba el motivo de fiesta y descontrol del viejo asentamiento: “Agua después de un siglo”, era titular con que abría el periódico.
La publicación es de agosto de 1998 y narra que las EPM escuchó sus ruegos y construyó una red de acueducto de 700 metros para que el servicio llegara a cada una de las 75 viviendas del sector, que apenas en 1993 fue reconocido como zona urbana.
Así que la parranda fue hasta el amanecer, protagonizada por los herederos de las primeras familias: Torres, Londoño, Ochoa, Gaviria y Pérez. “De todos ellos hay descendientes en el barrio El Tesoro, ya sea en La Ye, El Hoyo -conocido recientemente como El Achantadero- y El Tesoro propiamente dicho”, precisa la crónica que da base a este informe.
Añade que “Parte de esos terrenos eran propiedad en el siglo pasado de María Lucrecia Parra, de la loma con ese apellido, y bisabuela de Luis Fernando Londoño, uno de los habitantes actuales”.
Del servicio de acueducto recién inaugurado se beneficiaban las viviendas del barrio, y el llamado Achantadero. En ese momento solo faltaba la Ye para que toda la loma de El Tesoro quedara atendida, “porque este sector está por encima de la cota 1.900, así que debe esperar que construyan el acueducto de Las Brisas”. La presidenta de la Junta de Acción Comunal, María Eugenia Mesa, predicó -en medio de la celebración- que la obra llevaba progreso y saneamiento al barrio.
En la actualidad, si alejamos la lupa para abarcar un territorio mayor, tenemos que el circuito de El Tesoro EPM contabiliza 10.469 instalaciones, de las cuales 9.463 son residenciales, 945 comerciales y 8 oficiales, según informes suministrados por la empresa.
La rumba por el agua fresca y vital que llegó a El Tesoro hace 23 años será una piñata, comparada con las que celebrará la humanidad -por igual motivo- si se cumple la agorera advertencia de que días llegarán en los que no habrá líquido potable para tanta gente.