¿Cómo explicar que en Colombia, con más de 230 años de periodismo, el llamado periodismo gastronómico sea tan escaso como una trufa? Es increíble constatar que aun con la moda actual de estudiar cocina (léase epidemia mundial), la saturación mediática alrededor del jet set culinario, y la sorprendente efectividad de comunicación de las redes sociales, a la hora de pretender hacer un balance de nuestro periodismo gastronómico las cifras y los resultados sean deplorables. Hoy en Colombia entre prensa, radio y televisión no existen más de 10 periodistas que se reconozcan como tales, tampoco circula más de media docena de revistas especializadas, no existen 15 blogs que generen corriente de opinión, no existe un solo programa de radio y los existentes de televisión continúan con el mismo formato de hace 10 años.
No quiero aparecer como un opositor permanente a los loables esfuerzos que muchas personas y medios vienen haciendo, reconozco que las revistas que hoy circulan son excelentes y muy meritorias; sin embargo, la constante temática de nuestro periodismo sigue siendo más de corte farandulero… mucha foto de chef protagonista de novela, muchas fotos de clientes en inauguraciones de restaurantes, muchos comentarios –todos iguales– sobre la estructura del plato, su composición, su precio y su sabor … y pare de contar; en otras palabras, un periodismo dedicado fundamentalmente al restaurante.
El periodismo gastronómico que nosotros concebimos debe apuntar a un trabajo de reivindicación de lo nuestro, sin caer en el chauvinismo, intentando rebasar el estrecho y tradicional círculo de los restaurantes, para demostrar que alimentación, cocina y gastronomía son mucho más que suculentas recetas; debe tratar de divulgar con claridad los productos autóctonos y extranjeros; así mismo, debe observar la transformación y sustitución de materias primas (semillas, frutos y granos) de marcada importancia en la economía rural y debe revisar, con objetividad y tino, la importancia de la industria de la alimentación y sus repercusiones en los hábitos de alimentación y de compra, pero sobre todo su incidencia en los pequeños productores artesanales. Digamos que se trata de un periodismo para el cual panadería y panadero, carnicería y carnicero, tienda y tendero, bar y bartender, mesero y cocinero, hotel y restaurante, mercados y cosechas se constituyan todos en objeto de análisis y por consiguiente en materia prima de sus reflexiones y comentarios.
Termino esta columna invitando a mis colegas Álvaro Molina y Álvaro Navarro (y a quienes deseen pegarse a este paseo de olla) para que comencemos a pensar en organizar un foro nacional (Primer Foro Nacional de Periodismo Gastronómico, Medellín, Noviembre de 2013) en el cual se debata la situación de este delicioso género periodístico en Colombia. Estoy convencido de que los temarios a tratar y sus resultados serán absolutamente sorprendentes, dado que en nuestro país todos los medios de comunicación (radio, prensa y televisión) están ávidos de tratar el tema con auténtico profesionalismo. Para finalizar, transcribo literalmente (traducción de Xavier Domingo) esta sabia reflexión de Jean François Revel, la cual sintetiza perfectamente mis intenciones: “Hay gastronomía cuando hay polémica permanente entre antiguos y modernos y cuando hay un público capaz, por su competencia y riqueza, de arbitrar tal querella”. Como dicen mis colegas, el que me quiera escribir sobre este asunto bienvenido sea a [email protected]
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