En los albores del siglo 20, las panaderías en esta ciudad funcionaron como talleres domésticos en las cocinas traseras de las casas y poco a poco se convirtieron en panaderías de barrio. Este tipo de negocio, casi siempre de organización familiar, se fue consolidando por los cuatro puntos cardinales, permitiendo aseverar que durante muchos años el aroma mañanero de pan caliente competía con el de la arepa quemada en los barrios populares y algunos de clase media del Medellín de entonces. Famosas fueron Las Ceballos, reputadas damas caucanas, quienes, venidas a menos económicamente en su Popayán de origen, en esta ciudad volvieron a hacer fortuna debido a la indiscutible calidad de sus recetas. Sin embargo, el mito vigente es La Panadería Palacio, oriunda de Santa Rosa de Osos y que funciona en Medellín desde 1913, llamada por todo el mundo Las Palacio, próxima a cumplir un siglo de actividades y convertida en auténtica institución de la tradicional parva antioqueña.
Mención importante exige la llegada en la década del 30 de ciudadanos suizos y alemanes, quienes fundaron las reposterías La Suiza y el Astor; la primera ya desaparecida y la segunda próxima a cumplir 85 años entre nosotros. Estas dos empresas revolucionaron la panadería de la ciudad con una oferta cuya variedad de preparaciones y sabores muy pocos conocían y que la gran mayoría de golosos provincianos jamás habían degustado. Se trataba de una auténtica repostería europea y de una panadería suiza y alemana que, por su calidad y presentación, durante mucho tiempo no tuvieron competencia. Sin embargo, años más tarde con el ingenio y la buena mano de dos curiosas y emprendedoras señoras de Medellín, (doña Cecilia Bustamante y doña Elena de Mejía, cada una por su lado) aparecen en la ciudad dos nuevas reposterías: La Santa Clara y La Santa Helena. Ambas emulan y compiten, con creatividad y originalidad, con aquellas prestigiosas casas europeas y logran también un reconocimiento nacional que pone en evidencia el tesón del matriarcado antioqueño.
En los últimos 20 años, se han establecido originales negocios de repostería con excelente calidad por toda la ciudad. La mayoría responde a una reivindicación del oficio de la panadería como fenómeno nacional. En efecto, hoy las nuevas generaciones pertenecientes a las clases media y alta, durante muchos años reacias al estudio culinario como alternativa de formación profesional, encuentran en esta profesión –amable y lucrativa- una actividad de gran potencial laboral, que está permitiendo dar a conocer la panadería y la repostería de las más recónditas regiones del mundo. Y no lo están haciendo bien… lo están haciendo ¡Sumamente Bien! para beneficio de quienes nos encanta mecatear.
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Breve reseña de nuestro origen repostero
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