No es coherente ni sostenible comer sano a cuestas de contaminar el ambiente al traerlo desde el otro lado del mundo, o de la desigualdad y las injusticias del campo.
Mucho se habla de la alimentación saludable y cada vez es más común ver a las personas empoderarse con información para analizar lo que comen. Preguntas acerca de calorías, azúcar, sal, proteínas y grasas son frecuentes. ¿Pero qué tan completa y coherente puede ser esta información para comer bien? ¿Será que una mirada endógena acerca de lo que me sirve a mí en términos de alimento es suficiente?
Analizando el despertar acerca de la importancia de lo que comemos, hemos llegado a entendimientos interesantes. Comenzamos con el entendimiento de la nutrición, en la que tenemos, a grandes rasgos, azúcares, proteínas, grasas y otras sustancias en pequeñas dosis, pero necesarias para los procesos metabólicos. A partir de esta mirada, comenzamos a analizar matemáticamente lo que comemos: las dietas, las calorías, qué comer, qué no, son parte de esta narrativa.
Siguiendo con este despertar colectivo, podríamos decir que luego de este entendimiento tan valioso e importante que nos dio la ciencia, se le suman propuestas que invitan a “escuchar” el cuerpo como herramienta de análisis personal, donde se entiende que todos somos diferentes, que no a todos nos sirve el mismo molde, y que el alimento, más allá de suplir necesidades biológicas, tiene un rol emocional y social.
Hasta aquí vamos muy bien: la ciencia nos explica desde su conocimiento y rigurosidad lo micro y lo macro de los alimentos; y escuchar a nuestro cuerpo nos empodera y brinda información que nos permite navegar de una manera más intuitiva la relación que tenemos con este, pero nos falta otra dimensión, que nos permita comprender que comer bien no se trata exclusivamente de nosotros, sino de todo, todas y todos.
La reciprocidad es una tercera dimensión en este despertar colectivo, que nos invita a comprender que para que un alimento sea sano y completo, requiere un entorno sano y completo. Que no es coherente ni sostenible comer sano a cuestas de contaminar el ambiente al traerlo desde el otro lado del mundo, o de la desigualdad y las injusticias del campo. Se requiere de un sistema del cual todos somos partícipes.
No podemos comer saludablemente sin un entorno sano que brinde las condiciones óptimas para que ese alimento sea entero, para que las personas que lo siembran puedan seguir sembrando, para que la vida pueda seguir perdurando. Es, en parte, alimentarse con-sentido y, en parte, una herramienta política.