manera de presentación a los lectores
No soporto ni tengo contemplaciones a la hora de opinar sobre aquellos restaurantes o sitios que se creen de estrato 6, y cobran como tal
Leo asiduamente Vivir en El Poblado, desde que mi vecino de columna y amigo Álvaro Molina me habló de él. A través de la sección de la Buena Mesa conocí a los otros columnistas de gastronomía, todos ellos con algo en común: buscar extender los conocimientos sobre el disfrute de la gastronomía, que según su definición es el arte de preparar una buena comida o también, la afición a comer regaladamente.
Recientemente Doña Gula solicitó que le enviaran recetas para cocinar los frijoles verdes; me acordé que tenía algo escrito sobre ello y lo puse a su disposición, con tan buena suerte para mí, que le gustó los editores del periódico, quienes me invitaron a escribir regularmente una columna.
Les confieso que soy un pescador bastante regular y un pasable cocinero por afición, que lleva más de 30 años cocinando y leyendo temas de gastronomía, pero eso no más. No soy profesional de las ollas y sartenes ni pretendo serlo. La naturaleza me dio el don del gusto, mi gusto, que no necesariamente es el de los demás, y entonces dedico esta afición y don a evaluar lo que veo y como. Me encanta también descubrir las particularidades y secretos de las plazas de mercado, busco restaurantes adonde la carta me apetece, o que he encontrado por referencias en escritos o recomendaciones de terceros, visito almacenes adonde venden artículos relacionados con la gastronomía, o librerías para buscar nuevos libros de cocina.
Para centrar un poco más la idea sobre mi persona por parte de los lectores, me acordé que en Colombia en la década de los 80 del siglo pasado inventaron los estratos como una manera de definir a la sociedad: el uno para los más humildes y así sucesivamente hasta el seis para los de mayor nivel económico. Gastronómicamente creo que pertenezco a todos ellos; me encanta disfrutar de una buena taza de agua de panela caliente (estrato 1), o de una buena arepa con mantequilla y quesito (estrato 2 ó 3), o de una punta de anca sudada y bien aliñada (estrato 4), o de una langosta recién sacada del mar adobada con mantequilla negra o de un rissoto con salsa al tartufo (estrato 6).
No soporto ni tengo contemplaciones a la hora de opinar sobre aquellos restaurantes o sitios que se creen de estrato 6, y cobran como tal, y tienen una cocina y atención de 2, 3 o más estratos inferiores; valoro infinitamente a los restaurantes estrato 1 que ofrecen una comida honesta, bien hecha y a un precio amable.
El desafío que me puso la dirección de Vivir en El Poblado fue el de colaborar con mis artículos para ayudar a construir la idea de ciudad sibarita que Medellín quiere tener, trayendo visiones del mundo, historias de productos comparados, sabores, restaurantes, consejos, sugerencias, rincones del mundo, etcétera.
Trataré de cumplir con ese desafío, que no es poco. Ustedes me dirán si cumplo con esas expectativas y atenderé, dentro de mis posibilidades y conocimientos, a vuestras sugerencias o inquietudes.
Bueno Aires, mayo de 2007.
[email protected]