¿Cambiarán las relaciones familiares después del encierro que vivimos por el COVID-19? Seguramente sí. Pero, ¿cómo?
Cada noche, levanto el teléfono y llamo a mi mamá. Y es algo nuevo. Lo hago desde el 16 de marzo que decidí quedarme en casa, aún sin cuarentena obligatoria por el COVID-19. Adquirí una nueva costumbre, algo que no hacía porque daba por sentado que la vería cada fin de semana.
Las relaciones familiares se han visto impactadas por el confinamiento preventivo obligatorio y las dinámicas que han cambiado en el presente, seguro afectarán el futuro. El sicólogo Juan Esteban Cano explica que estas nuevas formas de habitar el hogar tocan lo personal, lo familiar y la responsabilidad social que tenemos ante los otros.
En primer lugar, lo que siempre ha estado allí, hoy no puede ser visto como algo cotidiano. Y eso modifica la forma en la que entendemos el mundo. Por otro lado, la casa se vuelve el día a día y lo que antes no hacía parte de la rutina, hoy es más que cotidiano. “Cuando antes dejábamos la casa al salir al trabajo o al estudio, con todo lo que eso implica; hoy hay que enfrentarse a las cosas buenas y malas”, explica Cano. Se podría decir que hoy nos ha tocado a reaprender a convivir con los seres que más queremos. Al final, en el día con quienes menos estamos es con ellos.
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En casa los conflictos son normales, “la interacción siempre tiende a ser difícil”, explica el sicólogo Juan Diego Tobón. “Siempre va a haber discrepancias”, agrega, “sin embargo, la situación que hoy vivimos ha sacado a flote lo esencial, nos dice que lo colectivo prima sobre lo individual”. Y, claramente, esa colectividad tiene que ver con el concepto de familia.
En la convivencia diaria puede entonces aparecer el diálogo, la conversación. También es posible que haya más roces y más choques. Aparece lo que siempre se ha aplazado y que no sabemos afrontar. Esto no es malo, pues la situación puede ayudar a consolidar aquello que está bien o impulsar a terminar lo que no funciona, aporta a comprender que los ciclos continúan o terminan. “Podríamos decir que esto crea hitos, momentos clave que permitirán entender la dinámica de las relaciones en el futuro”, dice Tobón, a quien Juan Esteban Cano le complementa con la idea de que “habrá una sacudida a nivel humano y sistémico pues esto impactará también la forma en la que entendemos la política o la economía”.
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Todo se basa en que hoy hay mayor interacción, se hacen más cosas como grupo. Empezamos a entender que hay momentos para estar juntos, pero que también son necesarios los momentos de soledad. En ambos casos, lo importante es aprender a convivir y esto, seguramente, beneficiará la forma en la que se seguirán construyendo relaciones en el futuro: “importante es empezar a ser conscientes de las dinámicas de la familia, de la pareja”, explica Juan Esteban Cano. Y eso no solo incluye a las personas que comparten hogar, también a los seres queridos que hoy están en la distancia.
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Seguramente, una de las cosas que más afectación tendrá en el futuro es la corporalidad. “En esta época el beso, el abrazo y el contacto se deben controlar y, seguramente, una vez pase la crisis el contacto físico será mucho más escaso”, dice Cano. Por eso, desde ya el sicólogo invita a buscar nuevas formas de mostrar afecto.
Al final, el ser humano aprende solo cuando se choca. Para Juan Esteban Cano, “valoramos lo que tenemos cuando lo vemos en riesgo”. En momentos así, “nos damos cuenta de que somos finitos y de que todos somos iguales”, agrega Juan Diego Tobón. El mundo nos puso un momento de quiebre, un alto que nos permite redimensionar nuestra relación con todo los que nos rodea y, seguramente, las relaciones familiares van a sufrir modificaciones. Empezamos a crear nuevos hábitos, generar más vínculos, a conocer más a los otros, a conectarse mucho más y a manifestar el afecto.
Por mi lado, sé que ya gané algo: hablar todos los días con mi mamá y llamar a mi hermana más seguido son cambios que ya se quedarán para toda la vida.
Juan Pablo Tettay De Fex / [email protected]