Los ricos pobres del jet set paisa
Chismes de pesca con Mauricio Chica, el publicista
Clasificar a las personas como ricas o como pobres siempre me ha parecido de muy mal gusto. Sin embargo, para mí el tema nada tiene que ver con la plata, porque como ya lo había escrito una vez, hay pobres muy ricos y ricos muy pobres. Haciendo una aberrante clasificación de life style, como típica shit de publicista en presentación de campaña, me atrevo a describir algunos prototipos de nuestra bella sociedad paisa, mucha que vive en el pomposo barrio El Poblado. No es ningún análisis profundo, más bien es un desquite evidente contra la salsa rosada, la uña roja y la media pantalón, el terlete y por supuesto, contra aquellos individuos de dos dedos parados que producen náuseas, de los que despotricamos y nos reímos hasta llorar, Mauricio Chica el publicista y yo, durante nuestras pesquerías memorables y muy confidenciales, en las que cargamos libreta con los apellidos que se nos quedaron pendientes de chisme la pesca anterior. Sin más carreta, estos son los ricos pobres del jet set paisa y lo que comen:
Los yernos del club: abundan los yernos muy ricos que ascendieron de tapetusa a whisky de 18 años y salen con prepagas buenísimas a disfrutar de la fortuna que unos años antes los ricos pobres de sus suegros, austeros de la sociedad antioqueña, ahorraron para que sus hijas vivieran como damas de alta alcurnia. Comen sin la mujer en los restaurantes caros pero viaticando y muchos creen que gazpacho es carne congelada y carpaccio sopa fría. Para ellos la alcachofa es decorativa y amarga.
Pululan las quemonas: arrimadas o igualadas que viven del apellido de sus maridos o, peor, de sus fortunas, mientras se la pasan todo el día en el club hablándoles mal del sinvergüenza del esposo a las amigas y a los exnovios. “Que tenga moza si quiere, pero que pague”. Solo comen comida light o sushi, cuando no pasaban del frisol.
Llueven las millonarias pobres: qué tal 10 señoras ya grandes, todas millonarias sentadas en el club más pinchado de la ciudad haciendo vaca para comer empanadas y palitos de queso con cocacola ligth: “mijito, pero fijate que sí partan bien la cuenta entre todas”… con el mesero, qué pena, cuando su marido al año se gana lo suficiente para comprar dos veces el club. ¿Serán ricos porque solo saben comer empanadas y palitos de queso? ¿Serán ricos porque el marido solo las deja comer eso, será que las regañan, o será que nunca aprendieron a comer otra cosa? Señoras de las mismas características en cualquier otra ciudad estarían comiendo paté y tomando té, o al menos whisky de malta.
Cada día hay más ricos: que llevan el agua al club porque todo está muy caro y piden llevar el vinito pero sin descorche a los restaurantes. Comer en los ejecutivos caseritos les encanta, pero sin que nadie los vea. Le meten 1.000 pesos al bolsillo del mesero como cosa extraordinaria. Se viven preguntando el porqué no habrá una zona como El Hueco pero de restaurantes. Exigen como ricos de verdad.
La buenona mañé: ¿está viendo la serie de la prima de mi mujer, Sin tetas no hay paraíso? Ya la identificó, aquella que dice: escuchá este disco, o cojamos tasi, pero que está buenísima. Ya se detalló cómo come y cómo coge los cubiertos. ¿Usted la llevaría a un cumpleaños donde su mamá? (La mía siempre me llamaba furiosa con el Álvaro José en vez del dulce mijito, cuando hace varias décadas se me ocurría llevarlas a la casa). Mauro, esa trucha sí está como lo más de bonita…ahí está la Virgen que a mí me va a dar algo, qué dolor. Todo las engorda, por eso para ellas el bonyurrrrr y el claro con dulce de macho. Las bastantoncitas se ven lindas doña Lucrecia.
El gastrónomo-enólogo funcionario: este personaje detestable, de la supuesta nueva onda del boom del vino y la gastronomía en nuestra ciudad.
Como un rector de escuela que para cobrar caro cree que ya somos mejores cocineros que los vascos, puffff! Lee las cartas de menús y vinos y todo le parece una porquería, para saber que en la casa está acostumbrado a catar aguapanela y mazamorra, ahora pues se las da de vinatero mendocino (a que ni entiende). Este se come el tallo del espárrago y bota la punta y no entiende lo que quiero decir con esto (¿Usted sí?).
La señora descrestona: que cree que si la finca huele a queso azul a varias millas a la redonda, le gente pensará que son muy ricos; qué pena mientras que a casi todos nos huele como a mierda. Para esta tampoco sin tetas hay nada. Señora, de eso no venden y aunque se vista de seda y mejor siga comiendo salchipapa, que el queso azul no le va. Y por favor cómprele calzoncillos nuevos a su marido en vez de seguir descrestando. Los ricos del marranito: ahorrar y guardar y ganar y abusar y depositar y evadir y tumbar y acumular y amontonar y atesorar y escatimar y mentir y maltratar y engañar y abusar y no pagar y guardar y pagar mal y dominar; estos son los marranitos ricos que entienden y practican estos verbos a diario. Confunden el foie con un paté, imperdonable porque tienen con qué, pero lástima que les falta el gustito y no han podido liberarse de la cultura de Miami Bitch.
Por favor, no me diga que se vio en alguno de nuestros perfiles sicográficos porque eso está mal y lo siento por usted. Aún está a tiempo de cambiar. Faltaron muchos, pero quedan aquellos fascinantes con los nombres propios para las pesquerías, porque como las autoridades dejaron que se extinguiera el pescado en el Peñol, tenemos mucho tiempo para charlar y reírnos. Mauro, te espero el sábado a las 5 y 28, decile a Ana que me mande fiambre, pero que no se le olvide que estoy a dieta.