Vanesa, me quedé sin saber qué eras, modelo o prepago
Protocolo del celular #2: aprende a manejar tu celular y tu lengua
Hola Vanesa. Te conocí en el bellísimo nuevo puente aéreo de Bogotá. La verdad, eres como decimos ordinariamente, una mamacita, pero sí que te falta educación y cultura. Estabas entrando a la buseta en la que nos llevaban al avión y le marcaste por celular a tu amiguita Diana. Me ahorro los apellidos, para que nadie te identifique, pero hiciste el oso del siglo, aunque ni cuenta te diste, como la modelo boba FX con el elefante y los dinosaurios. Éramos muchísimos, casi todos hombres, para tu infortunio pues no te quitábamos el ojo de encima gracias a tu mañesada y buñuelada y tus operaciones plásticas que te quedan muy bien. No te pude grabar pero sí tomé nota del diálogo que ahora reproduzco tan literal como pueda acordarme. Los suspensivos son Diana al otro lado, a la que me imagino muy parecida y apuesto que operada por el mismo médico aunque igualmente urgida de silicona cerebral. Por lo del lenguaje poco digno para un periódico de un barrio tan ilustre y elegante, pido disculpas a mis patrones de la columna, a mi mamá y a los lectores, pero entiendan que esta vez me estoy limitando a narrar algo que vi y oí.
“Hola Diana (¿?)… sí, acabo de llegar y estoy en la buseta que me va a llevar al avión. Y vos qué… bien… bien… sí, muy bien aunque el avión se dañó en Sao Paulo… sí, Avianca se portó muy bien y me pagaron todo… en el trabajo muy bien, tuve seis salidas cada noche… pagan súper bien… Río una nota, aunque mejor la rumba en Sao Paulo, te cuento que ni dormí… sí, él sí me llamó pero yo estaba ocupada, pero es que todavía no sé bien qué hacer… sí, con él sí hablé, pero me dejó como brava porque me contó que lo llamó esa malpar… ya no sé qué hacer si esa bis lo sigue llamando”… y sigue.
Aquí me toca parar para decir que tengo mucha pena por escribir estas vulgaridades, pero imagínese a su hija en estas, en un bus con 50 pasajeros en medio del silencio propio del cansancio de los recién llegados del exterior, todos admirados con sus curvas y aterrados con su lenguaje y poca oportunidad para manejar el celular. Porque en estas líneas he insistido bastante sobre uso del celular y su protocolo, pero sobre todo del respeto por los demás. Qué tal mi adorado socio de pesca, que muy eventualmente cuando logra que su mujer le dé permiso para salir una hora conmigo, conversa 55 minutos con su contador furioso, sus hijos, clientes, proveedores y por supuesto, con su mujer que llama varias veces a ver si sí está conmigo; me ha tocado amenazarlo literalmente con esta nota; menos mal que tengo tantos socios de pesca que ella nunca podrá saber a cuál me refiero porque corro serio peligro; él sí se va a sentir aludido porque lo tenía sentenciado. La próxima salimos sin celular o apagado.
Otra joya: Qué pena con el sabio doctor Hernán Estrada, el neurocirujano famoso, en media cita preoperatorio y mi mujer hablando con sus amigas por celular desde su consultorio; sinceramente, ahí no me dio algo de puro milagro. Otra que no me tolero: Cómo así que ahora la gente trabajando cuando la llaman por celular tiene disculpa para perder tiempo, ni más faltaba, mis niñas del estadero nada de papito para acá y para allá, a apagar el celu ya que ese tiempo lo estoy pagando y lo mismo le digo a otros jefes; cómo así pues que uno pagando tanto y tan duro las quincenas y las peladas pegadas hablando con los machos ansiosos de piquitos por mi cuenta… y que se sueñen con la salida a fumar. No Marcelita. Eso de a 10 minutos por cigarrillo lo tendrán que analizar los patrones, ni más faltaba yo pagando para que se enfermen.
Volviendo al celular, es muy importante saber manejar el móvil y el lenguaje en público. En cine se apaga, en misa,conversando con los amigos, manejando, visitando un cliente… qué tal un vendedor quitándole tiempo mientras habla con sus competidores. ¿Usted como patrón ha calculado cuántos minutos le paga a sus empleados para que pierdan tiempo por celular hablando bobadas, ya que más de la mitad de las llamadas son un hábito estúpido como fumar y la otra mitad no las haría si no existiera el celular? Otras dos imperdonables: algunos empleados arrogantes de Aerorepública que no apagan el celular en el avión y el médico atendiéndome y pegado del celular cuadrando una comida. Respetico, please.
Y sigue Vanesita, qué pécadito: … “esta tarde nos vamos para Antioquia, pero yo tengo tanta pereza porque él no quiere ir y por mí es que se va a quedar con esa (pobre bis)…
Apenas llegue te llamo (y pasó) y te cuento que no te imaginás lo que supe de esa (otra vez bis que nadie lo puede creer)… yo por lo menos traje plata… te tengo que colgar porque ya vamos a despegar”…
Otra vez, hola Vanesa. Casi nadie trae plata de un viaje, tú sí, por eso me quedan dudas enormes del motivo del viaje. Esa BIS, ¿está saliendo con tu novio? Solo te lo pregunto porque nos quedamos locos por saber si hablabas de tu novio o de un cliente. Las salidas en Brasil fueron a modelar, a trabajar, a rumbear o a lo que todos los que íbamos en el avión nos imaginamos y hasta fantaseamos. ¿Quién te llamó hasta Sao Paulo? Un pretendiente, un cliente un amigo, un amigovio, un encarrete, un encoñe (por lo de Bogotá), ¿quién? Finalmente Vanesa, dos preguntas: ¿Qué te contaron de esa BISy cuál es el número de tu celular para un trabajito?
Qué falta de respeto, qué atropello a la razón. Por favor niña: cultura, educación, oportunidad, prudencia, dignidad y elegancia. Busque un cirujano que se las implante. Y usted que se está riendo, ¿ya aprendió a manejar el celular? Ahí está la Virgen. Yo no tengo celular, soy pescador y cocinero y así vivo muy feliz.