El boom de la cultura culinaria paisa
Desde el mismo título ¡a mí ya me dio algo!
Cuando oigo a alguien decir sandeces, usualmente respondo que a mí me va a dar algo, pero esta vez ya me dio, como me da cada vez que hablan del supuesto boom culinario por el que atraviesa nuestra ciudad a la que algunos comparan con Lima y París; por favor más sensatez. Y es que los que dicen que estamos en medio de éste éxtasis culinario confunden foie con paté y creen que la bernaise es una salsa que venden en polvo para hidratar con leche y no han podido salir del repollito rallado con zanahoria ni el huevito de codorniz con salsa golf… Ayyy qué dolor y para mí de boom, como que muy poco.
Y es que nuestra cultura culinaria, buena o mala, existe y no es la peruana, ni la italiana, ni la malaya pero existe y como ya lo he dicho varias veces, mientras unos creen que apenas estamos entrando en la mal denominada era gourmet (qué oso) otros añoramos las salsas francesas inigualables de María Estela Gómez en La Estación, el memorable solomito inglés de Álvaro Vasco, los helados de frutas de la heladería San Francisco comparables con los famosos de Jauja en El Bolsón o los de Gelatto per tutti en pleno Melrose, la pastelería de las lindas Albisser frente al desaparecido teatro Cid y los lomos jugosos con tocineta crocante y espárragos frescos de la hostería Las Nieves al lado del túnel de la Medellín-Bogotá. Y es que quien habla de esto confiesa que ya “ha voltiado muchas tajadas” como dice sabiamente el chef de moda del exquisito El Herbario, Rodrigo Isaza. Los pelados ni entenderán de lo que hablamos, se perdieron de mucho, y muchísimo mejor que la salchipapa y la sopa con vegetales de tarro que les sirven hoy en los clubes sociales de ricos en donde los están educando con churrasco francés y palitos de queso con mermelada y empanaditas de iglesia mal hechas con limón partido al amanecer.
Y aunque nos duela, esa es nuestra cultura paisa, ni mejor ni peor que ninguna, simplemente la nuestra. La de todo rápido, bastante y barato, de ahí que se sabe donde están siempre las filas, buscando la tan paisa trucha gratinada rellena con camarón, las planchas calientes de baby recocido y las cazuelas de palitroques con melocotón… realmente sí estamos en un boom, el boom de la ignorancia impulsado desde la incipiente pero soberbia pseudo-academia que se retroalimenta de la mediocridad y hasta la cursilería, abusando de peladitas lindas ingenuotas que creen que estudiar la carrera de los cuchillos está de moda, todo porque es carísimo, aunque hay que decirlo, es reconfortante ver tantos ombliguitos lindos por las cocinas.
Hay una gran distancia entre el hecho de que la recuperación económica y moral del país haya originado una gran oferta de construcción y que por ende se estén montando muchos restaurantes y negocios de comidas, unos muy buenos y otros muy malos, sumado a que la carrera está in, a que ahora seamos una ciudad con gran cultura gastronómica. A los que montaron sus restaurantes con pasión, les deseo la mejor de las suertes; a los que creen que esto es una mina de oro fácil, le deseo suerte a sus bancos. A los estudiantes, pilas, a exigir.
Y qué tal, la otra mitad del boom de ahora, es el de los vinos. Pero por favor no confundir, que el dólar barato, los tratados internacionales y la maravillosa competencia de las cadenas tengan invadido el mercado de vinos y que la gente esté evidentemente tomando muchísimo más, no quiere decir que hayamos salido de nuestra propia cultura y estilo de beber guaro hasta emborracharnos y después ocasionalmente pedir vino barato para decir que no es bueno. A dos o tres pelagatos les ha dado por dictar cátedra sobre enología y ya en Medellín sabemos más de vinos que los franceses y los italianos.
Cualquier funcionario de medio pelo que se cuela en una charla de promoción de vinos en un supermercado sale enseñando y hasta lo contratan de alguna escuela. Por favor, calma. Bajémosle al pechito argentino, que al lado del pechito paisa es un apocadito. Gracias a Dios hay vino; gracias a Dios, es verdad que hay dos o tres genios que saben mucho pero deberían enseñar más facilito, más cercano; gracias a Dios ahora hay varios vinos con una buena correspondencia entre calidad y precio. Pero de decir todo eso, a asegurar que ahora seamos una ciudad con cultura de vino, “falta voltear muchas tajadas”. La cultura de un país o de una ciudad no son las costumbres de tres familias de ricos, la cultura nace de todo el mundo, con el pesar de algunos.
Ahí esta la virgen, que algún día empiece el boom del “whiskicito” de malta, mi Doctor Navarro, a ver si podemos tomar mucho más. (Entre otras cosas te cuento que tenés curioso todo el mundo con tus notas y también que ya tengo el tiquete para la pesca de octubre, para que vas brillando las varitas de mosqueo y afilando la lengua para las crónicas). Por unas semanas el Tiburón los deja descansar, pues sale con su esposa hacia el frío del mar de Bering tras los narvales, los osos y los salmones. Pronto les contaré cómo se come ahí, si es que antes no me comen a mí… ¡Yes!