Hablar de soledad es, en sí mismo, un tema sensible. La soledad es aquella palabra que su interpretación y definición dependerá del contexto en el que la utilicemos. Muchos le tenemos miedo a la soledad; otros, por el momento, la anhelamos.
La soledad es en sí misma una palabra de amores y odios. Pero ¿qué es realmente la soledad?, ¿qué significa estar solo? ¿Cómo repercute la soledad en nuestra salud mental? Estas y muchas otras preguntas se presentan o rondan nuestra cabeza cuando hablamos de soledad.
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La soledad ha sido protagonista de nuestra historia. La soledad ha reinado muchas veces en personas famosas o reconocidas. Artistas como Van Gogh decidieron terminar su vida alejados de la civilización y encerrados en un hospital psiquiátrico, pero transmitiendo sus emociones a través del arte; líderes como Mandela o Pepe Mújica aprovecharon su soledad y el aislamiento para fortalecerse como líderes.
Como ven, la soledad puede ser tan positiva como negativa. Dependerá siempre del contexto, y esto lo pudimos corroborar con el aislamiento mundial generado a partir de la pandemia del Covid19. Muchas de las crisis que hoy tenemos en salud mental se desencadenaron a raíz de esta epidemia mundial. Muchos coincidimos en que realmente la pandemia no fue solamente el COVID19 persé, sino las afectaciones en la salud mental que las medidas implementadas para luchar contra el virus generaron. En estas circunstancias muchos estuvimos solos y, el empezar a tener conversaciones con nosotros mismos, nos desencadenó muchas afectaciones en nuestra salud mental.
No obstante lo anterior, la soledad no nace a partir del COVID19, sino que ha hecho parte del ser humano desde el principio de la historia. Incluso, refranes o adagios populares como “uno nace solo y muere solo” nos han acompañado durante toda nuestra existencia. No obstante lo anterior, el fenómeno del individualismo cada vez ha cogido más fuerza. Uno de mis referentes principales en temas de salud mental es The school of life, quienes, en su libro Anxiety, describen perfectamente cómo ha cambiado el ser humano a estar en un contexto global, pluricultural, pero, a la vez, solo con su individualismo:
“Durante la mayor parte de la historia, vivimos en grupos muy unidos. El mundo moderno ha eliminado nuestra dependencia del clan o la familia y nos ha trasladado a grandes ciudades donde podemos vivir en privado y prosperar por nuestra cuenta. Existimos en una era de individualismo. Esto puede habernos liberado en muchos sentidos, pero también nos ha dejado libres para sufrir solos y soportar la vida sin un ancla, sintiéndonos demasiado responsables de lo que nos sucede y sin nadie a quien culpar de nuestras penas excepto nosotros mismos”.
Esto nos muestra que hoy en día podemos vivir en ciudades con muchas personas, de diferentes razas, culturas, costumbres e, incluso con nuestras familias, pero el individualismo nos ha llevado a un punto de soledad, en el que estamos con muchas personas, pero con pocas a la vez.
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Pero, ¿qué es la soledad? Muchos asocian la soledad a estar completamente aislado; no estar cerca de ningún otro ser humano. Otros, asocian el concepto soledad a no poder generar conversaciones con nadie y, como estas, se podrán presentar otra serie de definiciones o asociaciones. En mi opinión la soledad es un sentir. No depende del número de personas que nos rodea o, de las conversaciones que podamos tener. La soledad es un sentimiento, nos sentimos solos o no y, eso no depende de nuestro entorno sino de nuestro interior.
El escritor Mariano Sigman, en su libro El poder de las palabras, menciona expresamente que la soledad no tiene que ver con el número de personas que te rodean e, incluso, menciona que muchas personas hoy están solas a pesar de tener miles de seguidores en sus redes sociales. Esta definición nos corrobora que estar solo es una percepción interna y que nuestro contexto no tiene nada que ver.
Pero, ojo: sentirse solo puede generar afectaciones en nuestra salud mental. Normalmente las personas que se sienten solas son más proclives a sentir ansiedad, depresión, estrés, entre otros. Y, además, puede generar enfermedades cardiovasculares e, incluso, diabetes, entre otras. Por eso, hay que estar alerta a los síntomas de sentirse solo.
Si bien la soledad es una percepción de la persona, sí debemos hacer una reflexión sobre nuestro comportamiento frente a las demás personas. Normalmente, en un círculo social procedemos a dejar de lado o a excluir a las personas y esto puede incidir en que la percepción de soledad de un individuo aumente. Por ejemplo, piensen que una persona no está bien anímicamente pero opta por salir con sus amigos para sentirse acompañado y salir de su crisis. Sin embargo, es normal que su actitud en ese evento social no sea la mejor. Como dicen por ahí “no es el alma de la fiesta” y, en la salida siguiente, dicen: “no invitemos a X, que es muy amargado”. Este tipo de comportamiento es muy normal en nuestra sociedad y, como verán, esto profundizará mucho más la crisis de soledad de este individuo.
Por ende, es muy importante que seamos co-responsables. No estigmaticemos o juzguemos a alguien por su estado de ánimo; busquemos, por el contrario, estar ahí para esa persona, para conversar, para darle un abrazo o una voz de aliento. No le cerremos la puerta, ya que seguramente esa persona no la está pasando bien. Como mencionamos anteriormente, la soledad puede generar diferentes trastornos mentales y generar enfermedades, por ende, ayudemos a quienes nos rodean a sentirse acompañados.
Por otro lado, las personas tenemos un temor increíble a la percepción de soledad. Muchos, incluso, tienen relaciones de pareja tóxicas o que ya no les gustan, solo por el temor a creer que van a estar solos. Otros, prefieren aguantar amistades que ya no les convienen, que drenan su energía por no querer quedarse solos o, prefieren no independizarse de sus padres por temor a sentirse solos. Como estos, existen múltiples ejemplos de decisiones de vida que tomamos con el único propósito de no estar solos.
Además, la soledad tiene reparos o estigmas que como sociedad hemos ido interponiendo. Veamos algunos ejemplos: si una persona decide ir a cine sola, es raro. Normalmente para hacer un plan tan sencillo como ir a cine NECESITAMOS ir acompañados y, lo paradójico, es que en cine no se habla. Si hay algún plan para hacer solos es precisamente ir a cine, sin embargo, no es “normal” que una persona vaya a este programa sola.
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Anteriormente, aquellas personas que salen a comer, tomar un café o simplemente a estar consigo mismas, eran vistas de una manera poco convencional, pero hoy, cada vez más, se empiezan a ver personas que necesitan de estos espacios. El hecho de que algunas personas deciden realizar un viaje solas, salir a caminar, correr o buscar espacios para conversar consigo mismas empieza a coger cada vez más fuerza.
La soledad no es ni buena ni mala. No podemos satanizar la soledad. Como mencionábamos anteriormente, muchos líderes se formaron a partir de su soledad; muchos artistas se potencializaron desde su soledad y aislamiento, pero también una soledad mal concebida puede generar severas consecuencias físicas como mentales.
Aprender a estar solos es importante. Aprender a conocerte, a tener conversaciones de valor contigo mismo, a permitirte espacios para ti solo es fundamental. Si logras eso, tus relaciones con el mundo externo serán increíbles. Conocerte a ti mismo te permitirá ser una gran persona con tus amigos, parejas y familiares. El problema está en que satanizamos la soledad y no le damos el valor que ella merece.
Mi invitación a todos los lectores es a perderle el miedo a la soledad. Conversen y estén con ustedes mismos, sin distracciones. Muchas veces necesitamos del ruido externo para evitar escuchar nuestra voz interior. No, nada de eso. Permitamonos escucharnos y conversar con nosotros mismos.