/ Julián Estrada
El 29 de enero del año en curso, publiqué en este periódico (edición 604) una columna titulada: Master Chef: sí, pero no. En ella hice unos breves comentarios elogiando la calidad de su producción, pero concentré mis argumentos en tres puntos críticos que, a mi modo de ver, convertían el programa en 60 minutos de angustias ajenas, afanes, gritos, lágrimas, risas nerviosas, equivocaciones, humillaciones y reclamos, complementándose con una notoria ausencia de producto y sazón de nuestra cocina, y permitiendo deducir que de aquella propuesta solo disfrutaba un público que se identificara con el suspenso y el sufrimiento. Obviamente, existen millones de televidentes proclives a tal forma de pasatiempo y por consiguiente, ustedes, en asuntos de rentabilidad y raiting, sabían lo que hacían y triunfaron.
Aclaro: escribí la columna referida con la única intención de exponer ante mis lectores, mi opinión sobre un programa tan bien promocionado. Disentí de manera muy respetuosa sobre lo mencionado en líneas anteriores y en ningún momento difamé o hice comentarios deshonestos sobre los protagonistas. Parece ser que en las redes sociales mis opiniones fueron replicadas con un efecto de magnitud sorprendente, llegando a ojos y oídos de los miembros del jurado y causando un malestar que puso en riesgo mi espontánea amistad con uno de ellos. Afortunadamente, el asunto no pasó a mayores y después de una sincera aclaración de los acontecimientos, seguimos como pan con mantequilla.
Hoy, en fecha próxima a la finalización del programa, les escribo esta carta no con ánimo de crítica mordaz, sino todo lo contrario, con la intención de reconocerles un conjunto de aciertos y bondades que finalmente afloraron y le dieron calidad humana al programa. Confieso, como apasionado que soy del universo culinario, que lloré y reí todas las noches, y con el transcurrir de los capítulos, sentí que el trabajo de divulgación y reivindicación que se estaba haciendo alrededor de nuestra desconocida cocina colombiana tenía estupenda repercusión en el ramillete de finalistas y, más aún, en su amplia audiencia. Es un hecho, con el pasar de los episodios, el programa se fue creciendo en toda su estructura: sus temas, la escogencia de producto, sus modalidades de participación, las propuestas regionales, sus jurados y sus observaciones, los participantes con sus características respuestas… sus relaciones recíprocas. En síntesis, el programa termina como una gran serie de televisión con drama, acción y humor. Finalizo esta breve misiva, reiterándoles mi reconocimiento y aclarando que mis críticas anteriores sólo tenían la intención de hacer un aspaviento en pro de nuestra cocina.
Atentamente.
Julián Estrada Ochoa.
P.D: Si en el transcurso de este año 2015 el destino llegase a ubicar en El Retiro (Antioquia) a cualquiera de los 15 finalistas, o cualquiera de los 3 jurados del programa o a su dilecta y hermosa moderadora; están todos invitados a disfrutar de nuestro horno de leña y a conversar sobre nuestra cocina colombiana; para el efecto me podrán contactar en:
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