Si las encuestas que hasta la fecha conocemos aciertan, hay una gran probabilidad de que el cuatrienio 22-26 sea conocido como el del Gran Arrepentimiento.
Nunca falla: a los pocos días de posesionado un presidente, comienza el Gran Arrepentimiento.
Existe otro sector, sin embargo. El de los verdaderos fanáticos. Que igual se dan cuenta de que los problemas que antes veían como de muy fácil solución –“solo esperen que lleguemos al poder”- siguen ahí, e incluso se agravan.
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Pero, claro, jamás lo atribuirán a falta de capacidad, a ingenuidad, a promesas simplistas y absurdas o a populismo de campaña de su flamante presidente. No, pronto dirán que las estructuras corruptas de toda la vida no los dejan avanzar. O que las medidas son buenas, pero todavía muy tibias, y hay que intensificarlas.
Estos también se arrepienten, pero de que las cosas no sean más drásticas y rápidas.
Y en breve aparecerá el argumento clásico: que los problemas resultaron mucho más graves de lo que les habían dejado entrever –“el gobierno anterior escondía todo”-. Y que arreglar esto tomará más tiempo del que pensaban.
Tal vez un cuatrienio o dos no alcancen, mejor no tener límites para seguir cumpliendo tan ardua y sacrificada tarea. “Qué vaina, para eso habrá que cambiar la Constitución… Pero ¿cuál es el problema si es lo que “el pueblo soberano” pide?”.
Si las encuestas que hasta la fecha conocemos aciertan, hay una gran probabilidad de que el cuatrienio 22-26 sea conocido como el del Gran Arrepentimiento.
Porque si ese candidato favorito alcanza el poder, y como consecuencia de las políticas y “soluciones” que viene presentando al país el peso se devalúa notablemente, la inversión se va espantada, sube la inseguridad, el desempleo se dispara y la inflación abandona el bajo nivel de los últimos 20 años, la gente toda muy pronto se dará cuenta de que estaba mucho mejor antes de su llegada.
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Y varios líderes sindicales, que hoy se las saben todas, al verse en esa situación y ante el reclamo de sus arrepentidos afiliados, recordarán que por cosas mucho más pequeñas salían a parar y bloquear el país en tiempos de Duque. ¿Se atreverán a hacerlo?
Y si lo hacen, ¿cómo reaccionará ese eventual gobierno? ¿Les darán lo que piden, o intentarán controlar con fuerza pública los excesos?
Cualquier camino que tomen, el Gran Arrepentimiento de 50 millones solo seguirá creciendo…